Fermín Gabor premia nuestra espera con un texto abundante que incluye una reseña de la adaptación cinematográfica de la novela Paradiso dirigida por Tomás Piard y actuada por el comité ejecutivo de la UNEAC. Aquí les pongo un fragmento:
Luego, no de su paso, sino de su escurrimiento por la manifestación, José Cemí vuelve a casa y lo que le cae encima es nitrón, caoba virreinal, mulsogar para mamíferos: el teque de doña Rialta sobre la búsqueda de un destino.
Es aquí donde Tomás Piard demuestra que es un duro que no le tiene miedo a nada, guapo hasta las costuras. ¿Iba a amilanarse él ante un diálogo sumamente teatral? ¿Iba a dejar Mayeya de jugar con los santos? Por el contrario, Piard se inventa un espacio de teatro, y apunta play hacia Eslinda Núñez, que, la pobre, ha tenido que bregar con dos de los diálogos más plomos de una cinematografía abundosa en diálogos plomos. (Me refiero a la monserga marxistoide que le hizo recitar Humberto Solás para el papel de Isabel Ilincheta en Cecilia y, ahora, a esta Rialta.)
Y, bueno, como ya la cosa se botó de teatral, el difunto coronel Cemí, interpretado por Jorge Martínez, empieza a dar unos paseítos por el fondo del escenario vacío en el que madre e hijo hablan. La ocasión se muestra propicia para encaramarse en flashback y llegarse hasta la muerte del coronel, hasta sus palabras últimas de recomendación a Oppiano Licario.
Al terminar su tremenda parrafada, quedamos convencidos de que Eslinda Núñez puede hacer, cuando quiera, el papel de Primera Declaración de La Habana. Eslinda Núñez podría hacer de campana de La Demajagua.
Y ahora, señores, respiren hondo y abran los ojos poquito a poco, que en la recurrente cena familiar penetra el pavo. ¡Y qué pavo!
"Pavón sobredorado", lo calificó Lezama, y que nadie inicie campaña de mensajes electrónicos por la presencia de este Pavón en pantalla.
Sin desdorar a los actúantes, él es el verdadero protagonista de El viajero inmóvil. Ni siquiera en La última cena o en Concierto barroco habráse visto bestia tan magnífica. Y me complace desmentir desde aquí a cuanto rumor juró que se trataba de una escultura de José Villa Soberón, artífice de las estatuas habaneras de Lennon, Hemingway, Teresa de Calcuta y el Caballero de París.
Para desmentir tales rumores, no hay más que ver cómo resulta lasqueado. Y, como no podría ser de modo diferente, apenas se inicia el proceso de lasqueamiento, quien asoma moropo es Pablo Armando Fernández, pegado desde siempre al jamón, al pavo y al whisky.
Pablo Armando, que se pone espírita y habla de la creencia lezamiana en el renacimiento y en la reencarnación.
Pablo, que departe de lo vivo que está muerto.
Cuaja entonces la cena. La molienda alcanza verdadera altura intelectual en cuanto comprendemos que todos son espíritus. José Lezama Lima, Eslinda Núñez, Jorge Alí, Herminia Sánchez en el papel de doña Augusta, Pablo Armando Fernández, César López, Reynaldo González, Ciro Bianchi Ross: todo es espiritismo, salvo el pavo.
Por eso los actores y escritores sentados a la mesa están iluminados como flanes en una vidriera de madrugada.
Por eso ponen cara de trance: fuerte que es la corriente del espiritismo de cordón.
La cena de El viajero inmóvil deja de ser comparable con alguna escena de La edad de la inocencia (realizada por Tele Camagüey) o Fanny y Alexander (realizada por Tele Damují) para alcanzar lo misterioso de Los otros (realizada por el ICAIC). La familia Olaya se ha reunido, no tanto para cenar, como para invocar a Ciro, Reynaldo, César y Pablo, sueltos espíritus de la UNEAC. Entra así, invocados por personajes novelescos, el espíritu de la mejor crítica chihuahua.
Y, para el puntillazo, un etéreo más: Félix Guerra reflexiona a propósito del barroquismo de Lezama Lima. Félix Guerra, que perpetró hace unos años cierto libro de entrevistas con José Lezama Lima (Para leer debajo de un sicomoro) donde su método de trabajo no contemplaba grabadora o anotación taquigráfica, lo cual le permitió recoger frases como la siguiente, más achacable a un torpe Guillermo Cabrera Infante que al Lezama de otras entrevistas: "Pero fuí derecho a graduarme de Derecho, lo que me proporcionó un derecho festivo: bailar el baile entre la rumba y el violoncelo, cascar nueces a martillazos o al ritmo del Cascanueces, trepar la palma para ver a Palma de Mallorca o las crestas del gallo de Mariano". Sic y sic.
No vaya a suponerse que la osadía de un cineasta como Tomás Piard se reduce a colar entre los personajes lezamianos a cuatro o cinco catedráticos con tanta luz como los bombillos ahorradores. No.
Nereida Naranjo.
Nanook el esquimal.
Nietoschka Nezvanova.
Nonoxinol, eficaz espermaticida.
Noooo, porque ya no extraño como antes tu ausencia...
Lo que de verdad abisma y da dentera es que, mientras los chicos de la Generación del Cincuenta disertan ante la familia Olaya, un joven José Lezama Lima, invisible para los comensales, revolotea alrededor de ellos y no pierde sílaba de lo que se habla. Lo que hace a esta reciente producción del ICAIC un clásico del cine cubano de terror es que Pepito Lezama siga arrobado ante cuánto hablan estos maestros emergentes. Como si la profecía de su genio hubiese de venirle de las mentes boniatóxicas de Ciro Bianchi Ross, Reynaldo González, César López, Pablo Armando Fernández y Félix Guerra.
Ya lo dice la definición de extrañeza, según la Orquesta Ritmo Oriental: "Esto es tremendo, tremendo./ Ay, ni yo mismo lo comprendo./ Esto es tremendo, tremendo./ Ay, ni yo mismo lo comprendo".
3 comentarios:
A la exclusiva e ilusoria cena lezamiana de Piard -imaginada con los restos, comestibles y comensales, del Hurón Azul y de la Censura Roja-, la bruta y extendida cena panfílica: picadillo de soya y pollo viejo.
si no fuera porque confío ciegamente en la honestidad del húngaro, y porque en mi infancia vi Patakín, y hace poco Nada de Cremata, pensaría que es todo mentira, quién te lo va a creer. hace falta un esfuerzo concertado del exilio y la oposición interna, conseguir el apoyo de la ONU y Human Rights Watch, la colaboración de Obama y de Oprah, mandar a Walter Mercado a que convenza a Hugo Chávez, lo que sea, para acabar de tumbar a los Castro y evitar que le sigan infligiendo esas cosas al pueblo y la cultura cubana, o lo que queda della. porque una cosa es matar de hambre a 11 millones, poner al hermano mongo al frente de la guarapera, acabar con todas las libertades, Mariela, los permisos de salida, los presos de conciencia, Lagarde, la UMAP, hasta Fresa y chocolate, todo eso pase, pero esto de Piard y su piara va más allá de lo tolerable incluso por alguien tan tolerante como yo. ¿Ciro Bianchi, César López, Pablarmando? ¿Hasta cuándo cubanos, hasta cuándo?
Fermín Gabor y la Habana Elegante son unas de las pocas cosas de la red que verdaderamente tienen un gran valor cultural para el cubano que posee una cierta cultura.
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