Un amigo desde Cuba me pregunta “¿qué es el exilio?” y antes que tenga tiempo de contestarle me envía la respuesta. En realidad lo que me envía es una conferencia de Roberto Bolaño sobre el tema “Literatura y exilio” a la que tengo muy poco que añadir. Si acaso subrayar un par de frases. Una de ellas es cuando se refiere a 1984, esa fábula sobre el totalitarismo y cuya fecha el chileno califica como “símbolo de la ignominia y de la oscuridad y de la derrota moral del ser humano”. No me gusta la frase por original sino porque se ve de mal gusto entre escritores usar un lenguaje tan rotundo y sin embargo Bolaño no se corta para usar palabras como “ignominia” o “derrota moral”. Y uno se siente un poquito justificado en dedicarle tanto tiempo a atacar algo que uno considera ultrajante (otra de las palabritas que se reservan a los panfletos) mientras que otros lo asumen como perfectamente normal o hasta paradisíaco. Y la clave está en esa expresión: “derrota moral”. Porque los totalitarismos no se conforman con controlar a la gente, con humillarlas, tratarlas como esclavos o como niños con retardo severo. No están satisfechos si sus súbditos no alaban el sistema como lo mejor que les pudiera pasar jamás. Por eso a los que se le resisten los acusan entonces de sirvientes de alguna potencia extraña. Tales sistemas se consideran tan perfectos o superiores al resto que para ellos la crítica o la disensión sólo puede obedecer a fuerzas ajenas o a la peor de las traiciones.
Si algún sentido tiene el escándalo diario que armamos en los blogs no es tanto cambiar la realidad cubana sino hacerle saber al totalitarismo que algo todavía en nosotros se resiste a darse por vencido y sin esa derrota total nunca podrán aspirar a su victoria completa sobre la voluntad de los demás, ese viejo sueño. Así mismo, con todo y lo ridículo que suena. La otra frase es en realidad una pregunta. Una pregunta retórica sobre las razones (falsas) para la nostalgia de los exiliados, una nostalgia que a mí también se me vuelve incomprensible: “¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia?”
Si algún sentido tiene el escándalo diario que armamos en los blogs no es tanto cambiar la realidad cubana sino hacerle saber al totalitarismo que algo todavía en nosotros se resiste a darse por vencido y sin esa derrota total nunca podrán aspirar a su victoria completa sobre la voluntad de los demás, ese viejo sueño. Así mismo, con todo y lo ridículo que suena. La otra frase es en realidad una pregunta. Una pregunta retórica sobre las razones (falsas) para la nostalgia de los exiliados, una nostalgia que a mí también se me vuelve incomprensible: “¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia?”
EXILIO Y LITERATURA
Roberto Bolaño
He sido invitado para hablar del exilio. La invitación me llegó escrita en inglés y yo no sé hablar inglés. Hubo una época en que sí sabía o creía que sabía, en cualquier caso hubo una época, cuando yo era adolescente, en que creía que podía leer en inglés tan bien, o tan mal, como el español. Esa época desdichadamente ya pasó. No sé leer inglés. Por lo que pude entender de la carta creo que tenía que hablar sobre el exilio. La literatura y el exilio. Pero es muy posible que esté absolutamente equivocado, lo cual, bien mirado, sería a la postre una ventaja, pues yo no creo en el exilio, sobre todo no creo en el exilio cuando esta palabra va junto a la palabra literatura.
Para mí, creo que es conveniente decirlo ya mismo, es un placer estar aquí con ustedes, en la renombrada y famosa Viena. Para mí Viena tiene mucho que ver con la literatura y con la vida de algunas personas muy cercanas a mí y que entendieron el exilio como en ocasiones lo entiendo yo mismo, es decir como vida como actitud ante la vida. En 1978 o tal vez en 1979 el poeta mexicano Mario Santiago, de regreso de Israel , pasó unos días en esta ciudad. Según me contó él mismo, un día la policía lo detuvo y luego fue expulsado. En la orden de expulsión se le conminaba a no regresar a Austria hasta 1984, una fecha que le parecía significativa y divertida a Mario y que hoy también me lo parece a mí. George Orwell no sólo es uno de los escritores remarcables del siglo XX sino también y sobre todo y mayormente un hombre valiente y bueno. Así que a Mario, en aquél año ya un tanto lejano de 1978 ó ´79, le pareció divertido que lo expulsaran de Austria con esa recomendación, como si Austria lo hubiera castigado a no pisar suelo austríaco hasta que pasaran seis años y se cumpliera la fecha de la novela, una fecha que para muchos fue el símbolo de la ignominia y de la oscuridad y de la derrota moral del ser humano. Y aquí, dejando de lado lo significativo de la fecha, los mensajes ocultos que el azar o ese monstruo aún más salvaje que es la causalidad enviaba al poeta mexicano y por intermedio de éste me enviaba a mí, podemos hablar o retomar el posible discurso del exilio o del destierro: el ministerio del Interior austríaco o la policía austríaca o la Seguridad austríaca cursa una orden de expulsión y envía mediante esa orden a mi amigo Mario Santiago al limbo, a la tierra de nadie, que en inglés se dice no man´s land, que francamente, queda mejor que en español, pues en español tierra de nadie significa exactamente eso, tierra yerma, tierra muerta, tierra en donde no hay nada, mientras que en inglés se sobreentiende que sólo no hay hombres, pero animales o bichos o insectos sí hay, lo que la hace más agradable, no quiero decir muy agradable, pero infinitamente más agradable que en la acepción española, aunque probablemente mi percepción de ambos términos esté condicionada por mi ignorancia progresiva del inglés e incluso por mi ignorancia progresiva del español ( el diccionario de la Real Academia Española no registra el término tierra de nadie, cosa que no es de extrañar, o yo no he buscado bien) . Pero lo cierto es que a mi amigo mexicano lo expulsan y lo ponen en l tierra de nadie. Yo veo la escena así: unos funcionarios austríacos timbran el pasaporte de Mario con la señal indeleble de que no puede pisar suelo austríaco hasta que se cumpla la fecha fatídica de Orwell y luego lo meten en un tren y lo despachan, con un billete gratis pagado por el estado austríaco, hacia el destierro temporal o hacia un exilio cierto de cinco años, al cabo de los cuales mi amigo puede, sí así lo desea, pedir un visado y volver a pisar las hermosas calles de Viena. Si Mario Santiago hubiera sido un fanático de los festivales musicales de Salzburgo, sin duda se habría marchado de Austria con lágrimas en los ojos. Pero Mario nunca fue a Salzburgo. Se montó en el tren y no bajó hasta París y tras vivir unos meses en París tomó un avión rumbo a México y cuando llegó la fecha fatídica o festiva, depende de 1984, Mario siguió viviendo en México y escribiendo en México poemas que nadie quería publicar y que posiblemente están entre los mejores de la poesía mexicana de finales del siglo XX, y tuvo accidentes y viajó y se enamoró y tuvo hijos y vivió una vida buena o mala, una vida en todo caso en los extramuros del poder mexicano, y en 1998 un automóvil lo atropelló en circunstancias oscuras, un coche que se dio a la fuga mientras Mario se daba a la muerte, tirado y solo en una calle nocturna de unos de los barrios periféricos de México Distrito Federal, una ciudad que en algún momento de su historia se asemejó al paraíso y que hoy se asemeja al infierno, pero no un infierno cualquiera sino el infierno especial de los hermanos Marx, el infierno de Guy Debord, el infierno de Sam Peckinpah, es decir un infierno singular en grado extremo y allí murió Mario, como mueren los poetas, sumido en la inconsciencia y sin papeles, motivo por el cual cuando llegó una ambulancia a buscar su cuerpo roto nadie supo quién era y el cadáver se pasó varios días en la morgue, sin deudos que lo reclamaran, en una suerte de revelación final, en una suerte de epifanía negativa, quiero decir, como el negativo fotográfico de una epifanía, que es también la crónica cotidiana de nuestros países. Y entre las muchas cosas que quedaron inconclusas, una de ellas fue el regreso a Viena, el regreso a Austria, esta Austria que para mí, huelga decirlo, no es la Austria de Haider sino la Austria de los jóvenes que están contra Haider y que salen a la calle y lo hacen público, la Austria de Mario Santiago, poeta mexicano expulsado de Austria en 1978 e imposibilitado de regresar a Austria hasta 1984, es decir desterrado de Austria en el no man´s land del ancho mundo y a quien, por lo demás, Austria y México y Estados Unidos y la felizmente extinta Unión Soviética y Chile y China le traían sin cuidado, entre otras cosas porque no creía en países y las Únicas fronteras que respetaba eran las fronteras de los sueños, las fronteras temblorosas del amor y del desamor, las fronteras del valor y del miedo, las fronteras doradas de la ética. Y con esto tengo la impresión de que he dicho todo lo que tenía que decir sobre literatura y exilio o sobre literatura y destierro, pero la carta que recibí, que era larga y prolija, ponía especial énfasis en que debía hablar durante veinte minutos, algo que ustedes seguramente no me agradecerán y que para mí se puede convertir en un suplicio, sobre todo porque no estoy seguro de haber traducido correctamente esa misiva endemoniada, y además porque siempre he creído que los mejores discursos son los discursos breves. Literatura y exilio son, creo, las dos caras de la misma moneda, nuestro destino puesto en manos del azar. Sin salir de mi casa conozco el mundo, dice el Tao Te King, e incluso así, sin salir uno de su propia casa, el exilio y el destierro se hacen presentes desde el primer momento. La literatura de Kafka, la más esclarecedora y terrible (y también la más humilde) del siglo XX, así lo demuestra hasta la saciedad. Por supuesto, por el aire de Europa suena una cantinela y es la cantinela del dolor de los exiliados, una música hecha de quejas y lamentaciones y una nostalgia difícilmente inteligible. ¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia? La cantinela, entonada por latinoamericanos y también por escritores de otras zonas depauperadas o traumatizadas insiste en la nostalgia, en el regreso al país natal y a mí eso siempre me ha sonado a mentira. Para el escritor de verdad su única patria es su biblioteca, una biblioteca que puede estar en estanterías o dentro de su memoria. El político puede y debe sentir nostalgia, es difícil para un político medrar en el extranjero. El trabajador no puede ni debe sentir nostalgia: sus manos son su patria. ¿Entonces quién entona esta espantosa cantinela? Las primeras veces que la oí pensé que eran los masoquistas. Si estás preso en una cárcel de Tailandia y eres suizo, es normal que desees cumplir tu condena una cárcel de Suiza. Lo contrario, es decir que seas un tailandés preso en Suiza y sin embargo desees cumplir el resto de tu condena en una cárcel de Tailandia, no es normal, a menos que esa nostalgia anormal esté dictada por la soledad. La soledad sí que es capaz de generar deseos que no se corresponden con el sentido común o con la realidad. Pero yo estaba hablando de escritores, es decir estaba hablando de mí, y allí sí que puedo decir que mi patria es mi hijo y mi biblioteca. Una biblioteca modesta que he perdido en dos ocasiones, con motivo de dos trasladados radicales y desastrosos y que he rehecho con paciencia. Y llegado a este punto, al punto de la biblioteca, no puedo sino acordarme de un poema de Nicanor Parra, un poema que me viene como anillo al dedo para hablar de literatura e incluso de literatura china y exilio o destierro. El poema empieza hablando de los cuatro grandes poetas chilenos, una discusión eminentemente chilena que la demás gente, es decir el 99, 99 por ciento de críticos literarios del planeta Tierra, ignoran con educación y un poco de hastío. Hay quienes afirman que los cuatro grandes poetas de Chile son Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, otros que son Pablo Neruda, Nicanor Parra, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral, en fin, el orden varía según los interlocutores, pero siempre son cuatro sillas y cinco poetas, cuando lo más lógico y lo más sencillo sería hablar de los cinco grandes poetas de Chile y no de los cuatro grandes poetas de Chile. Hasta que llegó el poema de Nicanor Parra, que dice así:
Los cuatro grandes poetas de Chile
Son tres
Alonso de Ercilla y Rubén Darío.
Como ustedes saben, Alonso de Ercilla fue un soldado español, noble y bizarro, que participó en las guerras coloniales contra los araucanos y que de vuelta en su Castilla natal escribió La Araucana, que para los chilenos es el libro fundacional de nuestro país y que para los amantes de la poesía y de la historia es un libro magnífico, lleno de arrojo y lleno de generosidad. Rubén Darío, como ustedes también saben, y si no lo saben no importa –es tanto lo que todos ignoramos incluso de nosotros mismos-, fue el creador de modernismo y uno de los poetas más importantes de la lengua española en el siglo XX, probablemente el más importante, nacido en Nicaragua en 1867 y muerto en Nicaragua en 1916, que llegó a Chile a finales del siglo XIX y donde tuvo buenos amigos y mejores lecturas pero en donde también fue tratado como un indio o como un cabecita negra por una clase dominante chilena que siempre se ha vanagloriado de pertenecer al cien por ciento a la raza blanca. Así que cuando Parra dice que los mejores poetas chilenos son Ercilla y Darío, que pasaron por Chile y que tuvieron experiencias fuertes en Chile (Alonso de Ercilla en la guerra y Darío en las escaramuzas de salón) y que escribieron en Chile o sobre Chile, y en la lengua común que es el español, pues dice la verdad y no sólo zanja la ya aburrida cuestión de los cuatro grandes sino que abre nuevas interrogantes, nuevos caminos, además de ser su poema o artefacto, que es como Parra denomina a estos textos cortos, una versión o diversión de aquellos versos de Huidobro que dicen así:
Los cuatro puntos cardinales
Son tres
El sur y el norte.
Los versos de Huidobro son muy buenos y a mi me gustan mucho, son versos aéreos, como buena parte de la poesía de Huidobro, pero la versión/diversión de Parra me gusta más, es como un artefacto explosivo puesto allí para que los chilenos abramos los ojos y nos dejemos de tonterías, es un poema que indaga en la cuarta dimensión, tal como pretendía Huidobro, pero en una cuarta dimensión de la conciencia ciudadana, y aunque a primera vista parece un chiste, y además es un chiste, al segundo vistazo se nos revela como una declaración de los derechos humanos. Es un poema que, al menos a los compungidos y atareados chilenos, nos dice la verdad, es decir que nuestros cuatro grandes poetas son Ercilla y Darío, el primero muerto en su Castilla natal en 1594, tras una vida de viajero impenitente ( fue paje de Felipe II y viajó por Europa y luego combatió en Chile a las órdenes de Alderete y en Perú a las órdenes de García Hurtado de Mendoza), el segundo muerto en su Nicaragua natal tras haber vivido prácticamente toda su vida en el extranjero, en 1916, dos años después de la muerte de Trakl, ocurrida en 1914. Y ahora que he tocado a Trakl permítanme una digresión pues se me ocurre pensar que cuando éste abandona los estudios y entra a trabajar en una farmacia como aprendiz, a la tierna pero ya no inocente edad de dieciocho años, también está optando ( y optando de forma natural) por el destierro, pues entrar a trabajar en una farmacia a los dieciocho años es una forma de destierro, así como la drogadicción es otra forma de destierro, y el incesto otra más, como bien sabían los clásicos griegos. En fin, tenemos a Rubén Darío y tenemos a Alonso de Ercilla, que son los cuatro grandes poetas chilenos, y tenemos lo primero que no enseña el poema de Parra, es decir, que no tenemos ni a Darío ni a Ercilla, que no podemos apropiarnos de ellos, sólo leerlos, que ya es bastante. La segunda enseñanza del poema de Parra es que el nacionalismo es nefasto y cae por su propio peso, no sé si se entenderá el término caer por su propio peso, imaginaos una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente en el desierto, bueno, eso es caer por su propio peso. Y la tercera enseñanza del poema de Parra es que probablemente nuestros dos mejores poetas, los dos mejores poetas chilenos fueron un español y un nicaragüense que pasaron por esas tierras australes, uno como soldado y persona de gran curiosidad intelectual, el otro como emigrante, como un joven sin dinero pero dispuesto a labrarse un nombre, ambos sin ninguna intención de quedarse, ambos sin ninguna intención de convertirse en los más grandes poetas chilenos, simplemente dos personas, dos viajeros. Y con esto creo que queda claro lo que pienso sobre literatura y exilio o sobre literatura y destierro.
11 comentarios:
"No están satisfechos si sus súbditos no alaban el sistema como lo mejor que les pudiera pasar jamás." Eso es falso. No en la Cuba en que yo naci, alla por el 75. Sobre todo a partir de los noventas, hace casi 20 anyos, callarse es una opcion. Poco a poco vas tomando distancia compadre Enrisco. Asumiendote sincero, cada vez estas mas distante. Las criticas a David Torrens transpiran cierta amargura. Cosa triste esa, pero entendible. Este asunto de que a uno lo arranquen de donde nacio amarga a cualquiera. Pero no la cojas con el pobre tipo. Deja que viva lo suyo. Que hay de raro en fracasar, si a la larga los que triunfan, en tus terminos, son solo cuatro gatos? Que gran pecado es regresar doblando quizas un poco el rostro si el tipo lo unico que hace es cantar? Lo que nos queda es gritarle: Vaya David, rajaoooooo! Un clasico.
Volao Bolaño! (Aunque otras veces duerme a cualquiera que no haya ingerido medio termo de café antes de enfrentar su prosa.)
Por cierto, Tigre, ni Parra ni Bolaño llegaron saber que el mejor caricaturista chileno es Alen Lauzán.
Bien, Güicho; pero no solo Lauzán; vale otro premiadísimo caricaturista chileno, Alex Pelayo, hijo del humorista y escritor chileno Pepe Pelayo: estas dos glorias chilenas son matanceros... como Lauzán...
Omar, cualquiera fracasa, (aunque eso, creo, es algo muy personal)... pero no se trata de ser una víctima, ni del regreso, derrotado y silencioso del perdedor, sino de cerrar filas con el victimario para, vociferando, salir a flote, y formar parte y ser bandera (ó pulovito) de quienes han sumergido en el exilio verdadero a todos los cubanos, ellos incluidos...
omar, amor, ramo, roma, mora, orma, compañero que atiende este blog, a ver si me explico. comprendo que te parezca muy generoso de parte de los castros que ya le dejen a la gente el enorme privilegio de callarse, meterse la lengua en el culo, aguantar como un hombrecito, o la de regresar a perrear al cohíba y la baldovina mientras ellos siguen metiendo gente presa y cumplen medio siglo en el poder y lo que hace falta es jama. el placer de la mordaza es algo que la gente como tú sabe apreciar como nadie. la mordaza que, en linda imagen poética, le "dobla quizás un poco el rostro" al pobre david. cantar cachicambiao pero en el gao, el elogio de la parálisis facial pero local, eso es lo tuyo. seguro tu cuadro preferido es El grito, en versión Kcho Fabelo, inaugurado por el coma. si el pobre Kcho lo único que hace es pintar y callar.
Desde donde escribes Omar? desde cuando? La opcion que buscan, la que les apetece, nunca ha sido el silencio, ni antes ni ahora. cierto que hubo un tiempo en que por pura debilidad se conformaban con que la gente callara o mirara a otro lado pero entonces se inventaron la batalla de las ideas. y aprietan para que la gente aplauda y vocifere aunque menos que antes, tambien es cierto, pero porque no pueden hacerlo porque despues de todo la gente es un poquito mas independiente de ellos y se las busca por su cuenta. pero ahi esta aquel cambio constitucional para declarar irreversible el caracter socialista del pais por el que voto el 97,7%. en todo caso la opcion del silencio quedo para el 2,3%, muy poco en un pais con tantos problemas de transporte (no me digas que el transporte ha mejorado y que esa es otra muestra de mi lejania y asi evitas ser menos previsible). y no hay amargura con lo de Torrens. me amargaria si fuera amigo mio pero no es el caso. tampoco enemigo por cierto. lo que si me parece triste es como siguen funcionando ciertos chantajes economicos y emocionales para doblegar a la gente y ponerlos a decir boberias. si hay amargura es en el hecho de que les siga funcionando ese chantaje y la insistente confusion de patria con castrismo que va engendrando un castrismo sentimental y cultural que sospecho va a sobrevivir con mucho al otro.
Guicho: buscate el libro "Llamadas telefonicas" y ahi leete los cuentos "Sensini" y "La nieve". te van a gustar. sobre todo el segundo. o la novela "Estrella distante" que esta cortica y muy buena.
Exilio viene de Libertad.
te lo digo yo, que vivía de eso!
...de buscar libertad
Que gran pecado es regresar doblando quizas un poco el rostro si el tipo lo unico que hace es cantar?
por eso estamos como estamos
en fin el omar...
Güicho: Bolaño no, pero tal vez Parra sí llegó a saber de Lauzán. El viejo era muy querido por la gente de The Clinic y seguro que estaba al día de lo que hacía Lauzán allí. Ojalá.
los que viven en cuba que ya van adentrando en cierta edad y no se fueron o trataron de hacerlo y regresaron (como el caso de los tantos que salen y te dicen que si les aparece una oportunidad no regresan, después pasado los meses de estancia y no aparecer la oportunidad claro que regresan) o los que salen solos ya que no les dejan viajar con hijos y pareja, todos un día comienzan a buscarse justificaciones para poder vivir los anos que quedan allí lo mas felices posibles, sin ulceras o presión alta. Pero lo mas interesante es que comienzan a ver a los que nos fuimos como unos perdedores que no tenemos lo que ellos disfrutan, los rincones en donde crecimos, pasar por el banquito del parque en donde dimos el primer beso o de vez en vez ir a la habana vieja o a la playa y decir: ves esto, esto no lo tiene mi hermano Enrisco. Tampoco tenemos la música viva que se hace en la isla, asistir a un concierto de música autóctona y pensar con nostalgia en los que se fueron, pobres desdichados que se están perdiendo ese sonido. Ellos sufren el doble que nosotros, sufren las miserias humanas, el invento diario para sobrevivir, las colas, las faltas de... y sufren por nosotros, es una nostalgia atípica que se esta reflejando en la escritura de la isla (todos se van de Wendy). En cada conversación con un artista lo primero que sueltan es las razones por las que no se van. Hace dos días aparecieron comentarios de Padura y de la propia Wendy en los cuales lo más importante es las razones que los hacen seguir allí. Ambiente enrarecido el cubano que la persona esta pensando mas en el que no esta que en el que tiene al lado.
Los tres poetas mayores de Cuba
somos yo
y otro que no recuerdo
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