jueves, 22 de marzo de 2012

Intuición


Hace casi una década escribí un texto llamado “El Nóbel y yo” refiriéndome al momento más cerca que he estado de ganar el famoso premio sueco. No es exactamente que estuviese entre los nominados sino que se lo habían otorgado a Imre Kertész, escritor húngaro que no sólo conocía a una buena amiga mía de la misma nacionalidad sino que en sus años mozos le había propuesto matrimonio pero “mi amiga, haciendo honor a la tan comentada intuición femenina, le dijo que no. Esperar 40 años por una llamada desde Suecia y mientras tanto andar de puntillas por la casa para que el marido pudiera escribir sus obras maestras, no le parecía demasiado atractivo”. En lugar de aceptar al futuro premio Nóbel de Literatura amiga prefirió casarse en aquellos tiempos con Endre Szemerédi, un matemático que acaba de recibir el premio Abel, el equivalente al Nóbel de las matemáticas “por sus contribuciones fundamentales en matemática discreta y en teoría de las ciencias de la computación, así como en reconocimiento del profundo y duradero impacto de estas contribuciones a la teoría aditiva de números y la teoría ergódica” y que está dotado con 800.000 euros. Cuando conocí a Endre tuve que darle la razón en preferirlo: además de genio en las matemáticas es un tipo simpatiquísimo. Y, encima, luego de este premio debo reconocer que la intuición femenina es algo muy serio.

P.D.: Este premio sin embargo confirma la tesis fundamental de mi artículo: que el idioma húngaro no existe sino es una broma ideada para tomarle el pelo al resto de la humanidad y que si los húngaros son tan inteligentes que a cada rato le dan premios Nobel es porque en vez de hablar en un idioma más o menos real en realidad se comunican a través de fórmulas químicas y físicas. Y por lo visto también matemáticas. 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Como se parece el tipo ese de la foto a Montoro.

Anónimo dijo...

conooo, tremenda botadera...! teoria ergodica? que es eso chamaco?

sandokan

cubasno dijo...

Bien por Endre, aunque a mí me interesan más sus contribuciones a la teoría patafísica de los multinomios ovoidogonales, o su teorema endomicronanorítmico, que tiene aplicaciones cruciales en la megaesfera pentatoidal asintótica. Pero todo es cuestión de gusto.

Enrisco dijo...

bueno cubasno (y de paso a sandokan), te ilustro otra arista del personaje. a un amigo comun lo invito la mujer en su casa y Endre lo recibio en la puerta. el hungaro le preguntó: Te gusta Castro? nuestro socio le dijo que por supuesto que no. Ah muy bien, dijo el matematico, porque si te gustaba no te iba a dejar entrar.

y eso es algo que siempre me ha intrigado. los matematicos, que siempre parecen estar en otro mundo, las cosas basicas las tienen bastante claras.

Inesita Correcalle dijo...

En cuanto a su idioma, los propios húngaros lo dicen: lo inventó el diablo un día en que estaba borracho.

Anónimo dijo...

te acuerda de una novela que se llamaba epepeh o algo asi?

Sotomonte dijo...

Hay algunos que dicen que los húngaros explican la paradoja de Fermi.