Días después de la muerte del escritor Carlos Victoria escribía en este mismo blog:
A diferencia de otros escritores muertos en el exilio –y cuya decisión me parece igualmente respetable- no se negó a que sus textos fueran publicados en Cuba ni culpó de su muerte a Fidel Castro sino que puso una condición tan modesta como imposible de cumplir por el actual sistema (editorial) cubano. Al final de la mencionada carta exigía que:
Todo esto porque de ese pudor mínimo carece la nueva antología cubana de cuentos La ínsula fabulante (quizás Victoria hubiera renunciado a su exigencia si al menos el título fuera más apropiado. Algo así como: “La ínsula sofocante”. O despingante).
MEP: www.penultimos.dias
En la nota que apareció ayer en El Nuevo Herald sobre la muerte del escritor Carlos Victoria decía que este “Siempre estuvo opuesto a que sus textos aparecieran publicados en Cuba, pues rechazaba profundamente la esencia represiva del régimen y sus manipulaciones políticas en el terreno de la cultura”. Debo aclarar que eso es inexacto. Carlos me dijo personalmente (y estoy seguro que se lo repetía a todo el que lo quisiera oír) que no se negaba en absoluto a publicar en Cuba pero que para ello exigía una única condición: que cuando el texto se publicara debía anunciarse que pertenecía al “gusano Carlos Victoria”. No entendía que si en Cuba no lo habían llamado otra cosa que gusano (y encima lo habían tratado en correspondencia con el epíteto) ahora se refirieran a el de otra forma. Hasta ahora no se ha dado en Cuba noticia oficial de su muerte. Sólo pido que si llegan a hacerlo deberían, respetando la voluntad del finado, decir que “ha muerto el gusano Carlos Victoria”.Ahora compruebo que Carlos fue más lejos, que no quiso que su última voluntad respecto a sus escritos perteneciera al mundo de la leyenda entre amigos. Gracias a un artículo en El Nuevo Herald ahora me consta que Victoria dejó todo bien explicado en una carta fechada en el 2002.
A diferencia de otros escritores muertos en el exilio –y cuya decisión me parece igualmente respetable- no se negó a que sus textos fueran publicados en Cuba ni culpó de su muerte a Fidel Castro sino que puso una condición tan modesta como imposible de cumplir por el actual sistema (editorial) cubano. Al final de la mencionada carta exigía que:
“Las posibles publicaciones futuras en Cuba deberán aparecer obligatoriamente con una nota biográfica que mencione mi expulsión universitaria, mi encarcelamiento y la confiscación de todos mis manuscritos”.Exigía, dicho de otro modo, que póstumamente se le siguiera tratando como se lo había tratado en la isla. Que la recuperación del escritor Carlos Victoria trajera incluida la del gusano del mismo nombre. Que no renunciaba a entrar en contacto público con el lector cubano pero quería que ese encuentro se realizara bajo una condición y es que lo recordaran de cierta manera porque esa –y no otra- había sido su vida. Que para eso es en definitiva que uno escribe, para que lo recuerden de un modo y no de otra. Para que la negación de la muerte no sea, además, una traición.
Todo esto porque de ese pudor mínimo carece la nueva antología cubana de cuentos La ínsula fabulante (quizás Victoria hubiera renunciado a su exigencia si al menos el título fuera más apropiado. Algo así como: “La ínsula sofocante”. O despingante).
MEP: www.penultimos.dias
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