jueves, 21 de junio de 2007

Chick Ferrari, detective espacial 3


Capítulo III
-¡Papá!- repite Chick avanzando hacia el secuestrador.- Dime si eres tú.
-¡Cabrón, siéntate si no quieres que terminemos convertidos en meteoritos!
Chick regresa a su asiento. No porque tema a la amenaza de su secuestrador. Gracias a su potente visión ya ha comprobado que en el ADN del viejo gritón no hay rastros de su propio código genético. Siempre le sucede igual. En todos los piratas aéreos cree ver el rostro de su padre. Eso tiene su explicación: Chick fue concebido durante un secuestro aéreo. Hace muchos años cuatro terroristas irrumpieron en un vuelo Buenos Aires -Katmandú. Enloquecidos por un alucinógeno experimental, habían decidido montar una orgía en pleno secuestro. Recuperados de sus respectivas violaciones habían caído en cuenta que bajo ellos había una única mujer, una tuerta, que sus alucinaciones respectivas habían multiplicado por cuatro.
- Ya decía yo que me sentía demasiado incómodo- decía uno de ellos mientras ponía su bragueta en orden.
El problema siguiente fue librarse de la tuerta que se abrazaba a las ocho piernas de los terroristas invocando la regla del Islam que autoriza la poligamia. Los integrantes del comando, islámicos por pura vocación pues lo integraban desde un chino hasta un irlandés, dudaron por un instante. El jefe del comando sacó sus cuentas y luego concluyó que Alá no había dicho nada de contentarse con un 25 % de mujer. Se libraron de ella por el disuasorio procedimiento de asestarle un puñetazo en la nariz. La futura madre del no menos futuro detective quedó cegada puesto que el golpe le había desviado el tabique nasal hasta obstruirle el único ojo sano y así lograron escapar. Ella juró que se vengaría aunque nadie se explicaba por qué al niño que nació nueve meses después le dio en apellido la marca del coche en que habían huído los secuestradores una vez llegados a tierra. La razón de aquello se la dio a Chick cuando hubo alcanzado la mayoría de edad.
-Para que tengas alguna pista el día que decidas vengarme.
Desde entonces Chick Ferrari juró que su vida se consagraría a dos objetivos. 1) Reunir dinero suficiente para devolver la nariz de su madre a su lugar de origen y así pudiera recuperar la vista. 2) Encontrar a su padre. Lo que haría entonces prefería decidirlo cuando llegase el momento que ahora por desgracia aún se encuentra lejos. De regreso a su asiento Chick le pide a la azafata un café con una pizca de cognac.
-He dicho que nadie se mueva ¿o es que todavía no se me entiende ?
Chick estira entonces su mano hasta su maletín. No es que allí esté su pistola que en realidad viaja en la barriga del avión junto a su perra Mercedes. En momentos así el contacto con su amuleto, un ladrillo del muro de Berlín, le devuelve la calma. Ya está casi relajado. Una azafata le pregunta entonces al secuestrador que a dónde desea que se desvíe el vuelo. Antes que éste le pueda contestar, tres mujeres saltan sobre él y comienzan a acariciarlo, lamerle la oreja y aflojarle las ropas.
-Síndrome de Estocolmo agudo. - dice en tono profesional un médico que se sienta cerca de Chick.- La conocida compenetración que sienten los secuestrados por sus secuestradores, pero mucho más violento. En los últimos tiempos se han dado casos...
Chick no sigue escuchando. Ha notado que la granada ha rodado de la mano del secuestrador. Con calma y seguridad la recoge y se dirige hasta el baño de caballeros. Una vez dentro echa el artefacto al retrete y tira de la cadena. Instantes después se escucha en el exterior de la nave una explosión. En la Luna alguien la confunde con una estrella fugaz y pide un deseo. Cuando Chick regresa a su asiento comprende que algo ha cambiado. El avión ha vuelto a ser secuestrado, esta vez por un comando más numeroso y armado con ametralladoras de mano. Chick reconoce entre ellos al médico experto en el síndrome de Estocolmo. A duras penas contiene el deseo de abrazarlos a todos gritando “¡Papá!” y entonces dedica unos segundos a observarlos detenidamente. “Estos tampoco” se dice y le pregunta a la azafata que le trae el café.
--¿Y estos quiénes son?
-Son de ahí. - le responde la chica con una sonrisa que se transforma en mueca cuando el detective le vierte encima el café. Si algo Chick no soporta son las respuestas estúpidas e imprecisas. “Así que son de ahí ” masculla. Ahora se fija en la bandera que despliegan los terroristas y reconoce en ella el símbolo de AHI (Antártida Helada e Independiente): un iceberg que empieza a derretirse. Chick empieza a consolar a la ofendida azafata mientras el comando lanza consignas en contra del calentamiento del planeta y la presencia de científicos en la Antártida. Están exigiendo como medida educativa para los secuestrados (“cómplices todos del calentamiento del planeta”- declaran) que el vuelo se desvíe hacia el sol para que vean lo que es calentamiento. Ante el brusco cambio del rumbo del avión todos sus ocupantes ruedan por el piso. Si de caer se trata Chick prefiere hacerlo sobre la azafata a la que estaba consolando. Cuando todos empiezan a levantarse Chick prefiere mantenerse donde está. No obstante la azafata le dice que prefiere que se dé una vuelta por las duchas del avión. Pero Chick no llega a levantarse.
-¡Quédense en el suelo!- gritan par de tipos armados con lanzacohetes. - Esto es un secuestro.
-Ya lo sabemos- gritan a coro los pasajeros del avión.
- Rectificamos- dicen los chicos de los lanzacohetes-- ¡esto es otro secuestro!
Esta vez Chick no se hace ilusiones de que alguno de ellos sea su padre. A pesar de todo les echa una ojeada. No lo son. Se presentan como ladrones de joyas fugitivos. La azafata jefa les pregunta sobre el destino del secuestro. Discuten. Uno quiere ir lo más lejos posible. “Plutón o un poco más allá.” El otro prefiere Saturno, el paraíso de los ladrones de joyas por aquello de los anillos. Siguen discutiendo y mientras, Chick pregunta si le permiten ir a ducharse. Antes que le respondan, el capitán de la nave ha asomado la cabeza por la puerta de la cabina.
-Señores- dice en voz alta y acento mexicano que contrasta con su aspecto nórdico- si no les molesta tengo una proposición que no podrán rechazar.
- ¿Qué? ¿El Caribe? - pregunta una vieja de las primeras filas.
- No, algo muchísimo mejor- dice el capitán en tono seductoramente misterioso.

1 comentario:

Armando Tejuca dijo...

por aca por el pantano te agradecemos el darnos la receta de la parihuela y ahora reirnos con el ferrari sin acordarnos del fifo, ya ves de nuevo sale el fifo, el muy singao esta en toas partes
el teju