Un cuento viejísimo, tiene más de dieciséis años. Son obvios los puntos de contacto con "El guardagujas" de Arreola. Lo escribí en Cuba y lo leía en cuanta peña podía. Después de aparecer en algunas revistas salió publicado en mi libro “Lágrimas de cocodrilo” (Cádiz, 1998).
Sin inercia
En cierto lejano país los trenes siempre habían sido algo especial. Concientes de su importancia mantenían al país en continua zozobra. Con el mayor descaro incumplían los horarios que anunciaban los ingenuos itinerarios, poniendo a prueba el estoicismo de los pasajeros. Como solución de emergencia ante el caos, el gobierno se había visto obligado a añadirle 2 ó 3 meses a cada año para contrapesar el retraso acumulado. Pero el último capricho de los trenes ya fue desesperante. Les dio por rodar marcha atrás. Esta vez, sin embargo, el tiro les salió por la culata. Resultó ser que, a pesar de los esfuerzos de las locomotoras de viajar a la inversa, terminaban por avanzar hacia su destino correcto, ante el asombro de los propios vehículos. Se convocó, entonces, a los científicos del país a dar una respuesta al extraño fenómeno. No fue difícil dar con ella, aunque sí lo fue publicarla. Por fin, se dio a conocer que el país marchaba hacia atrás a mucha más velocidad que los trenes, con el resultante avance de éstos. Aplacada la inquietud que trae consigo todo misterio, llovieron las sugerencias basadas en el conocimiento de la nueva situación. Hubo hasta quién se atrevió a proponer que se hiciera marchar al país hacia adelante pero, afortunadamente, se ignoró tal aventurerismo, hasta que por su insistencia tuvo que ser pasado por las armas. Otra propuesta fue mejor acogida, gracias a su aplastante lógica. Ya que el país se empeñaba en marchar hacia atrás, se decidió detener los trenes, con lo que se logró que éstos llegaran a su destino cada vez más rápido, con el consiguiente ahorro de combustible. El atraso acumulado disminuyó hasta desaparecer. Pronto pudo contarse con un adelanto de casi 3 meses que se reservó para usarlo en tiempos mejores. Ahora, sin que se haya encontrado alguna explicación el país se ha detenido totalmente. Ya ni avanza, ni retrocede, y los trenes, después de tanta inmovilidad, se niegan a moverse. Aunque algunos estén complacidos con una situación tan estable, aparecen nuevas iniciativas. Para romper la inmovilidad muchos sugieren la celebración de maratones masivos, mientras otros, más conservadores, prefieren trotar en el lugar. Sin embargo, la propuesta que se ha adoptado oficialmente es la de empujar. El único inconveniente es que aún no está claro si será mejor empujar los trenes o el país.
1 comentario:
Muy bueno, lograste la carcajada, aunque hay cuentos tuyos de mejor factura.
Me recuerda un chiste ruso, que me contaron hace más de 20 años en la universidad:
Dicen que Lenin echó a andar el tren del Socialismo, pero cuando llegó Estalin, al tren se le había acabado la línea y entoces este dio la orden de colocar cadáveres humanos como si fueran las traviesas (polines) delante del tren del socialismo y el tren continuó sobre los cadáveres, pero cuando llegó Brezhne el tren del socialismo se había parado y entonces Brezhne les dijo a los soviéticos "Bueno Camaradas, esto se paró, así que, movámonos de un lado a otro en los asientos, para hacernos la idea de que está caminando"
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