Capítulo XII
Cantando una alegre canción marinera sobre un náufrago que abrió una taberna en una isla desierta, Los Generosos Caníbales del Espacio empiezan a arrastrar hacia sí la red en la que acaban de capturar a Chick y a sus compañeros de viaje. Estos últimos se hallan en estado que se podría calificar de histeria si quisiera dársele una explicación a los continuos cabezazos que se dan contra las paredes y el techo de la nave. Esto quizás se deba a que los Generosos Caníbales del Espacio insisten en el derecho que tienen los ocupantes de la nave a escoger entre ser devorados crudos o cocinados. En el segundo caso sus captores se reservan el derecho a usar la receta que estimen conveniente.
-Eso sí, según establece nuestra cocina tradicional, en cualquier caso serán comidos vivos para asegurar que la carne se encuentre lo más fresca posible.
Ya llegan a lo que se puede considerar tierra firme o algo por el estilo. Un grupo de hombres armados entra a la nave. El que parece algo así como un teniente con deseos de ascender pregunta:
-¿Quién de ustedes es Chick Ferrari?
Chick se alegra por partida doble. Por un lado de que su fama haya llegado hasta ese rincón del universo. Por otro, de que con su actual cuerpo de señora madura sea imposible que lo reconozcan. Así es. Todos señalan para el cuerpo de Chick, poseído en ese momento por el alma de Marilyn Monroe.
-Vamos, que no queremos perder tiempo. Nuestro jefe, el temido Ford K. Brown y su hermano Ford A. Pache están ansiosos por conocerle.
El cuerpo de Chick mueve la cabeza en negativo gesto mientras de él sale la voz de la Monroe:
-Me niego a presentarme a nadie sin ver antes a mi peluquero.
-Me decepciona usted. No lo creíamos un dechado de virtudes pero nos sorprende esa dependencia de su peluquero. Pensábamos que era usted un hombre de pelo en pecho pero ya veo que si los tenía se ha hecho la permanente.
-¡Qué simpático! –exclama Chick –Monroe- Así que de pelo en pecho –dice mientras mete su mano dentro de la camisa. Peor en lugar de uno de sus inmortales pechos tropieza con una maraña de vellos. Marilyn piensa en Jack Lemmon y Tony Curtis. “Ahora han cambiado los papeles. Estamos filmando la segunda parte de Con faldas y a lo loco y me toca a mí disfrazarme de hombre. Soy tan entretenida que no me doy cuenta de nada”.
-Discúlpenme, pero es que desde que hice la película en que terminaba suicidándome con un teléfono en la mano tengo la memoria cada vez peor. –dice el falso Chick- Según el guión, ¿Qué es lo que se supone que deba decir ahora?
-¡Basta! –grita Chick desde su cuerpo de soprano venida a menos- Yo soy el verdadero Chick Ferrari y no permitiré que ese farsante eche por tierra mi prestigio:
-Mire –le dice el teniente- no sé qué decirle pero si lo que dice es verdad no creo que su prestigio quede mejor parado.
La azafata que ha encarnado en el cuerpo del Medio Lamo interviene:
-Créale. Cuando se trastocaron las almas y los cuerpos yo enseguida descubrí que él no podría ser otro que Chick. Un corazón enamorado nunca se equivoca.
-Por las dudas me los llevo a los tres a nuestro Departamento de Relaciones Públicas y allí aclararemos todo.
Si no le hubiesen advertido que se trataba del Departamento de Relaciones Públicas, Chick pensaría que se trata de un salón de torturas. Para mayor confusión le han sujetado los brazos a unas cadenas que cuelgan del techo y cada medio minuto un tipo de aspecto bastante desagradable le aplica en la piel un hierro candente mientras le pregunta que quién es en realidad. Al principio a Chick le da lo mismo que hagan lo que hagan con un cuerpo al que no le tiene demasiado aprecio. Tras comprobar que las quemaduras le duelen lo mismo que si fuese su cuerpo de toda la vida, decide complacer al encargado de Relaciones Públicas. Sucesivamente confiesa ser Monserrat Caballé, Rocío Jurado y Celia Cruz aunque su disposición a cambiar de identidad no consigue disminuir la frecuencia con que es atormentado.
A unos metros de Chick su cuerpo original no lo está pasando mucho mejor. Su actual ocupante, Marilyn Monroe, quizás recordando a Jack Lemmon no para de gritar: “Soy un hombre, soy un hombre” mientras piensa que en Hollywood están exagerando en la búsqueda de realismo. La puerta se abre y por ella entra el que no hay que ser exageradamente intuitivo para suponer que se trata del mismísimo Ford K. Brown, el jefe máximo. Incluso encima de sus cejas lleva escritas con diamantes las palabras “jefe máximo”. El que en cualquier otra circunstancia pudiera ser definido como un torturador le informa:
-Teníamos dudas de que esta señora fuese Chick Ferrari. No obstante, luego de una sesión de trabajo hemos conseguido que negase que es Chick Ferrari. Por tanto podemos decir ahora con pleno convencimiento que efectivamente se trata de Chick Ferrari.
-Escúchame Chick, que no me gusta perder el tiempo. Quiero hacerte una proposición: si traicionas a tus compañeros y vienes con nosotros podrás salvar tu vida.
Chick escupe la cara del jefe máximo. No es que no desee traicionar a sus compañeros. Incluso lo haría por puro placer. Sólo que no recuerda ninguna película en la que en esa situación el que está amarrado no responda a una proposición de ese tipo con un escupitajo. El jefe máximo en cambio no ha visto nunca una película y en vez de darle una bofetada y ordenar que reanuden las torturas le lanza a su vez una escupida. Chick cree entender el juego y se la devuelve. El jefe máximo lo toma como un desafío a su capacidad de lanzar escupitajos y le propina otro. Así están durante media hora, sólo interrumpidos por algún que otro alto que el jefe hace para tomar agua. Chick protesta y le llama tramposo pero el jefe máximo no se inmuta y continua así hasta que se detiene y dice:
-Bien, ahora que ha quedado clara mi superioridad te ofrezco una última oportunidad –haciendo caso omiso a las protestas de Chick diciendo que él ha sido el ganador lo escupe y prosigue. –te daré una oportunidad para que se salven tú y tu gente. Ya que está visto que no eres un rival de mi talla deberás vencer a un contrario que he elegido para ti. Si vences serás libre. Si pierdes prefiero dejar a tu imaginación lo que te va a suceder aunque dudo que seas tan imaginativo.
-¿Y cuál es ese rival? –pregunta Chick.
-¿Qué te parece el mismísimo MAL en persona? Hasta ahora nunca ha sido derrotado. Es un buen rival pero no se lo digas porque le ofende que le digan bueno…
Cantando una alegre canción marinera sobre un náufrago que abrió una taberna en una isla desierta, Los Generosos Caníbales del Espacio empiezan a arrastrar hacia sí la red en la que acaban de capturar a Chick y a sus compañeros de viaje. Estos últimos se hallan en estado que se podría calificar de histeria si quisiera dársele una explicación a los continuos cabezazos que se dan contra las paredes y el techo de la nave. Esto quizás se deba a que los Generosos Caníbales del Espacio insisten en el derecho que tienen los ocupantes de la nave a escoger entre ser devorados crudos o cocinados. En el segundo caso sus captores se reservan el derecho a usar la receta que estimen conveniente.
-Eso sí, según establece nuestra cocina tradicional, en cualquier caso serán comidos vivos para asegurar que la carne se encuentre lo más fresca posible.
Ya llegan a lo que se puede considerar tierra firme o algo por el estilo. Un grupo de hombres armados entra a la nave. El que parece algo así como un teniente con deseos de ascender pregunta:
-¿Quién de ustedes es Chick Ferrari?
Chick se alegra por partida doble. Por un lado de que su fama haya llegado hasta ese rincón del universo. Por otro, de que con su actual cuerpo de señora madura sea imposible que lo reconozcan. Así es. Todos señalan para el cuerpo de Chick, poseído en ese momento por el alma de Marilyn Monroe.
-Vamos, que no queremos perder tiempo. Nuestro jefe, el temido Ford K. Brown y su hermano Ford A. Pache están ansiosos por conocerle.
El cuerpo de Chick mueve la cabeza en negativo gesto mientras de él sale la voz de la Monroe:
-Me niego a presentarme a nadie sin ver antes a mi peluquero.
-Me decepciona usted. No lo creíamos un dechado de virtudes pero nos sorprende esa dependencia de su peluquero. Pensábamos que era usted un hombre de pelo en pecho pero ya veo que si los tenía se ha hecho la permanente.
-¡Qué simpático! –exclama Chick –Monroe- Así que de pelo en pecho –dice mientras mete su mano dentro de la camisa. Peor en lugar de uno de sus inmortales pechos tropieza con una maraña de vellos. Marilyn piensa en Jack Lemmon y Tony Curtis. “Ahora han cambiado los papeles. Estamos filmando la segunda parte de Con faldas y a lo loco y me toca a mí disfrazarme de hombre. Soy tan entretenida que no me doy cuenta de nada”.
-Discúlpenme, pero es que desde que hice la película en que terminaba suicidándome con un teléfono en la mano tengo la memoria cada vez peor. –dice el falso Chick- Según el guión, ¿Qué es lo que se supone que deba decir ahora?
-¡Basta! –grita Chick desde su cuerpo de soprano venida a menos- Yo soy el verdadero Chick Ferrari y no permitiré que ese farsante eche por tierra mi prestigio:
-Mire –le dice el teniente- no sé qué decirle pero si lo que dice es verdad no creo que su prestigio quede mejor parado.
La azafata que ha encarnado en el cuerpo del Medio Lamo interviene:
-Créale. Cuando se trastocaron las almas y los cuerpos yo enseguida descubrí que él no podría ser otro que Chick. Un corazón enamorado nunca se equivoca.
-Por las dudas me los llevo a los tres a nuestro Departamento de Relaciones Públicas y allí aclararemos todo.
Si no le hubiesen advertido que se trataba del Departamento de Relaciones Públicas, Chick pensaría que se trata de un salón de torturas. Para mayor confusión le han sujetado los brazos a unas cadenas que cuelgan del techo y cada medio minuto un tipo de aspecto bastante desagradable le aplica en la piel un hierro candente mientras le pregunta que quién es en realidad. Al principio a Chick le da lo mismo que hagan lo que hagan con un cuerpo al que no le tiene demasiado aprecio. Tras comprobar que las quemaduras le duelen lo mismo que si fuese su cuerpo de toda la vida, decide complacer al encargado de Relaciones Públicas. Sucesivamente confiesa ser Monserrat Caballé, Rocío Jurado y Celia Cruz aunque su disposición a cambiar de identidad no consigue disminuir la frecuencia con que es atormentado.
A unos metros de Chick su cuerpo original no lo está pasando mucho mejor. Su actual ocupante, Marilyn Monroe, quizás recordando a Jack Lemmon no para de gritar: “Soy un hombre, soy un hombre” mientras piensa que en Hollywood están exagerando en la búsqueda de realismo. La puerta se abre y por ella entra el que no hay que ser exageradamente intuitivo para suponer que se trata del mismísimo Ford K. Brown, el jefe máximo. Incluso encima de sus cejas lleva escritas con diamantes las palabras “jefe máximo”. El que en cualquier otra circunstancia pudiera ser definido como un torturador le informa:
-Teníamos dudas de que esta señora fuese Chick Ferrari. No obstante, luego de una sesión de trabajo hemos conseguido que negase que es Chick Ferrari. Por tanto podemos decir ahora con pleno convencimiento que efectivamente se trata de Chick Ferrari.
-Escúchame Chick, que no me gusta perder el tiempo. Quiero hacerte una proposición: si traicionas a tus compañeros y vienes con nosotros podrás salvar tu vida.
Chick escupe la cara del jefe máximo. No es que no desee traicionar a sus compañeros. Incluso lo haría por puro placer. Sólo que no recuerda ninguna película en la que en esa situación el que está amarrado no responda a una proposición de ese tipo con un escupitajo. El jefe máximo en cambio no ha visto nunca una película y en vez de darle una bofetada y ordenar que reanuden las torturas le lanza a su vez una escupida. Chick cree entender el juego y se la devuelve. El jefe máximo lo toma como un desafío a su capacidad de lanzar escupitajos y le propina otro. Así están durante media hora, sólo interrumpidos por algún que otro alto que el jefe hace para tomar agua. Chick protesta y le llama tramposo pero el jefe máximo no se inmuta y continua así hasta que se detiene y dice:
-Bien, ahora que ha quedado clara mi superioridad te ofrezco una última oportunidad –haciendo caso omiso a las protestas de Chick diciendo que él ha sido el ganador lo escupe y prosigue. –te daré una oportunidad para que se salven tú y tu gente. Ya que está visto que no eres un rival de mi talla deberás vencer a un contrario que he elegido para ti. Si vences serás libre. Si pierdes prefiero dejar a tu imaginación lo que te va a suceder aunque dudo que seas tan imaginativo.
-¿Y cuál es ese rival? –pregunta Chick.
-¿Qué te parece el mismísimo MAL en persona? Hasta ahora nunca ha sido derrotado. Es un buen rival pero no se lo digas porque le ofende que le digan bueno…
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