Posiblemente no
haya equipo que jugara más feo en todo el campeonato ni delanteros más torpes
frente a la portería pero no menos difícil era encontrar un rival tan empeñoso
como aburrido de ver que Grecia. Como dispararse una versión de "300"
que consista únicamente de escenas de combate, sin espacios para la intriga o
las escenas de alcoba. Y a esos fue a los que les tocó enfrentar los ticos, un
equipo limpio y ordenado como armario de alguien con transtorno obsesivo- compulsivo
quien venía de ayudar a jubilar de este Mundial a tres campeones. Y una cosa es
enfrentar a un asesino profesional y otra a esa loca esquizofrénica que es
Grecia resistiéndose a irse del campeonato. Con el portero Keylor Navas como
escudo y Ruiz y Campbell como armas ofensivas Costa Rica se defendió y atacó
mientras pudo y hasta anotó un gol con la precisión y la desesperante lentitud
de una bola de billar. Pero entre la expulsión de un defensa y los griegos en
vena espartana llegó el empate helénico con el sentido de la oportunidad de la
muerte o las multas por mal parqueo: justo antes de que se acabara el tiempo
reglamentario.
Luego de la épica inútil de la media hora
extra en la que los griegos demotraron que aunque la portería contraria tuviera el tamaño del sistema solar ellos conseguirían patear el balón directo hacia un agujero negro (o cualquiera que sea el equivalente en el universo a las gradas) llegó, piadosa, la tanda de penales. Los griegos traicionaron la costumbre
establecida durante el juego de fallar cuanta oportunidad de anotar tuvieron embocando
uno tras otros sus disparos desde los once metros. Todos hasta llegar a Gekas
que, consecuente con su trayectoria durante todo el partido, volvió a fallar. Y
todavía dicen que no queda gente íntegra.