¿Qué pensarán de nosotros en Japón?

Seguramente nada bueno: que nos ponemos nerviosos con solo ver a los japoneses, que se nos caen las cosas de las manos, nos gritamos unos a los otros y somos alérgicos al sol y a pisar el home. Pero tampoco es para echarnos a morir. Algo debemos sacar de esta experiencia y a partir de ahí me permito dar algunos consejos y recomendaciones.
-La cosa pudo haber sido peor. Menos mal que el enfrentamiento con los japoneses fue en pelota y no, digamos, en tecnología o nivel de vida porque entonces íbamos a perder por nocaut y no hit no run.
-Debió haberse seleccionado para dirigir al equipo a Carlos Lage como manager y a Pérez Roque como coach de primera y así ahora no habría que estar dando explicaciones de por qué los destituyeron.
-Deberá notarse que a pesar de sufrir una segunda derrota 5 a 0 a manos de Japón esto representa una discreta mejoría frente al marcador del juego anterior (6-0). Si se insiste en la revancha y de mantenerse esta tendencia podrá contarse con marcadores progresivamente más apretados de manera que dentro de cinco juegos ya podremos esperar un empate a cero.
-Sin importar sus servicios prestados o su condición de representante de la seguridad del Estado dentro del equipo debe insistirse en el mal ejemplo que dio el catcher Pestano ante las cámaras reprediendo a sus compañeros de equipo y sacándolos de quicio. Crear las condiciones para que el día de mañana pueda acusársele no solo de esta derrota sino la de las olimpiadas, la de 1981 en Edmonton o hasta de Alegría de Pío o el Pacto de Zanjón. A partir de entonces se hablará de una etapa gris de nuestra pelota que sera conocida como el Pestanato y que gracias a las enérgicas medidas de la Revolución se ha visto felizmente superada. Y que el principio guía del deporte cubano es la frase “dentro del terreno todo, fuera del terreno nada”.
-Si las acusaciones contra Pestano parece excesivas puede aprovecharse el espíritu autocrítico que embarga a nuestro guía espiritual (leer por ejemplo “Los culpables somos nosotros”) y exigirle responsabilidades por la pobre producción de nuestros bateadores y, de paso, de nuestra economía.