El poeta Emilio García Montiel respondió amablemente a mi pedido de que escribiera sus impresiones sobre su experiencia beisbolera en Japón, país en el que vivió por cuatro años. Esta fue su respuesta:
En cuanto al beisbol japonés, y mirándolo retrospectivamente, yo no he sabido apreciar -o no creo haber fijado- mayores variaciones en su conocido sistema de juego; variaciones que, sin duda, habrán tenido lugar, especialmente a partir de la participación de Japón en eventos internacionales y luego de la llegada de sus jugadores a las Ligas Mayores.
Aparte de lo que su somatotipo ha implicado en la construcción de ese juego rápido, de tacto más que de fuerza, y de profundidad y variedad en el pitcheo, en el trasfondo, existe, igualmente, un comportamiento colectivo basado en relaciones de respeto, jerarquías y disciplina que, superficialmente, podríamos calificar como más rígidas de lo que estamos habituados a ver y a cumplir. Vistas por su lado positivo -también pueden ser tozudos a más no poder- yo lo resumiría como el esfuerzo -desde todo punto de vista- por articular el juego en armonía a pesar de las diferencias individuales.(Eso debe ser a lo que el Caribeño en Jefe, llama la sangre fría de los "asiáticos"; pero que, en cierto modo, está mucho más cerca del comportamiento que él mismo pretende para el campamento que ha instalado en la isla).
Quizás, un buen ejemplo de cómo se ha evaluado el tipo de juego que ha estado desarrollando Japón -y desde la sorpresa de Hideo Furuya y del equipo japonés en Managua 72 -sea el que antes de la entrada de Ichiro, las Mayores sólo habían contratado pitchers. La adquisición de Ichiro por los Marineros generó precisamente la discusión acerca de si verdaderamente hacía falta un jugador de campo japonés en las Mayores.
Un tema interesante es que Japón siempre ha estado procurando -de un modo u otro- el reconocimiento de su beisbol por parte de U.S.A. Por el 2000, cuando el Tokyo Dome acogió uno de los juegos inaugurales de las Grandes Ligas (entre los Mets y, creo, los Medias Blancas), McGuire reprobó la idea de que los equipos de las Mayores jugarán allá, argumentando que el beisbol era un juego de U.S.A. (cualquier semejanza con alguna reflexión del Caribeño en Jefe es pura coincidencia)
Ahora, sencillamente, me parece que Japón y Corea están mejor preparados que el resto de los equipos. Aunque de pronto tengo la sensación de que es como si se hubieran preparado para una guerra particular, y que lo único que han hecho es "ampliar el campo de batalla"; seguir esa guerra fuera de sus lares, eliminado a todo el que se le ponga delante y les pueda impedir volver a enfrentarse en el duelo final. Y es que japoneses y coreanos, tienen también otras muchas guerras particulares, donde el beisbol y el futbol son medios ilusorios para dirimirlas. Al menos- en ese sentido- ninguno de los dos países es una perita en dulce, y no es precisamente Cuba lo que más les importa (El Manager en Jefe en su guerra particular contra el mundo; y Japón y Corea en la suya)
Una costumbre insoportable: el modo en que los aficionados apoyan a sus equipos. Fui al Tokyo Dome por primera vez en 1993. Allí todo es pulcro y ordenado; hasta los cánticos de los aficionados, que, alternativamente -según va su equipo al bate y con independencia del estado del juego- cantan el mismo sonsonete, machacando sin descanso los "aplaudidores" (esos tubos de plástico inflado, o también unos medios conos de plástico) desde el primero hasta el noveno inning. Realmente fue un alivio cuando terminó el juego. Y juré que no volvería más. (Volví, no sin temor, a ver el ya mencionado juego de los Mets, pero, por suerte, esa vez no aparecieron ni los cánticos ni los "aplaudidores"). De cualquier modo, siempre tendría que soportarlos en el sonido "ambiente" de cada transmisión del beisbol. En las transmisiones de este Clásico a veces puede oírse parte de ese sonsonete, cantando por los aficionados o transmitido por el sonido del estadio.
Emilio García Montiel
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