Quiero dedicar algunas entradas a la música callejera que se ve y se escucha en Nueva York. La música es el más sagrado de nuestros hábitos mundanos y un buen músico se hace reverenciar donde quiera que se pare. Da igual que se trate del Carnegie Hall o el subway. Tratándose de Nueva York calidad y variedad están casi garantizadas así como una profusa documentación en imágenes. Quiero empezar por estos percusionistas, negros norteamericanos, que recorren el interior de los vagones con tumbadoras y sillas. De ellos ya he escrito en otra parte: precisamente en el relato “¿Qué pensarán de nosotros en Japón?” -perteneciente al libro homónimo que deberá estar en las librerías españolas en pocas semanas- los menciono en un breve fragmento que les ofrezco a continuación. Como único antecedente al fragmento que cito baste decir que se trata de la historia de un padre e hijo inmigrantes en el metro de Nueva York en la que el segundo intenta someter al primero a una especie de curso de adaptación al nuevo medio en que él parece moverse a sus anchas. Más abajo pueden ver imágenes de los percusionistas reales en los que se inspira el fragmento.
-¿Qué es eso?
Otro estímulo exterior que enciende las alertas de Cocodrilo. Es dura la vida en la selva.
-¿No lo estás viendo? Tres afroamericanos con tumbadoras –nótese la introducción discreta de conceptos básicos como el de “afroamericano”- que vienen a dar un concierto al metro.
Así, tranquilo se lo digo, para que se acostumbre a la idea de que en esta ciudad todo el tiempo va a andar viendo cosas así. Ser neoyorkino es eso. Ser inmune al asombro. Ver como natural lo que en cualquier otro lugar sería escandaloso. Si estás preparado, ser neoyorkino te toma apenas cinco minutos. No es el caso del viejo.
-Mira. Tienen sillas y todo.
-En el metro no se meten orquestas de jazz simplemente porque no son rentables. El otro día vi unos tipos bailando break dance en el vagón. Ese baile en que los tipos dan vueltas por el piso, saltos mortales y todo eso.
-Sí, lo he visto en películas.
Si no fuera por la televisión la adaptación de Cocodrilo sería todavía más complicada. No sabría cómo meterle en la cabezas conceptos como “rascacielos” o “limosina”. Aunque la televisión no siempre ayuda. Hay que andar explicándole que no todos los días King Kong sale a pasear por Manhattan. Los tipos tocan bien. Suena como una rumba cubana pero con el ritmo más económico: menos virtuosismo pero más contagioso. Tocan. La gente los mira sin simpatía excesiva pero sin desagrado. Como quien ve a unos obreros reparando la calle con alguna máquina más o menos sofisticada.
3 comentarios:
Coño, qué raros, pero suenan bien... ¿Has pensado en por qué los anglo-esclavos perdieron sus referencias culturales, incluyendo las musicales, y los ibero-esclavos o franco-esclavos no? El protestantismo es muy jodido para el relajo.
los protestantes, que habian cortado de lleno con todo lo que oliera a paganismo (incluidos santos etc) no dejaban que nadie sacara un tambor. el primero que vieron los anglo africanos fue el de las bandas de musica y alli mismo se agarraron (y todo empezo por Louisiana, ciudad francesa mas catolica que otra cosa). por eso cuando Dizzy se empato con Chano quedo deslumbrado, como si recordara una vida anterior, antes de que a ese bicho inquieto y curioso que siempre fue Dizzy le hubieran prohibido los tambores.
Okay, okay...ya me has convencido. Tengo que hacerles la visita, a voce y a NY.
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