domingo, 16 de junio de 2013

El pistoletazo en el concierto

En el repertorio de los marxistas más o menos pragmáticos, más o menos atraídos por temas literarios hay una frase que usan para advertir de los peligros del arte panfletario. Alguna muestra de equilibrio tendrán que dar, digo yo, luego de ser los mayores productores de panfletos literales y figurados de la Historia de la humanidad. La frase es de Stendhal pero viene sancionada por Engels, el Robin del Batman del marxismo quien alguna vez la citó sesgadamente, como veremos. “La política, en una obra literaria, es como un pistoletazo en medio de un concierto” dicen que dijo Stendhal y lo repiten no sólo los marxistas sino incluso sus súbditos cuando no quieren meterse en política que en ciertas circunstancias equivale a meterse en problemas.

El asunto es que la dichosa frase no termina ahí sino unas cuantas palabras más tarde, trece para ser exactos. La política –termina de decir Stendhal- “es una grosería a la que, sin embargo, no se puede negar atención” para a continuación meterse de lleno en uno de los temas principales del libro en cuestión –“La cartuja de Parma”- que es el de la política menuda de un pequeño reino italiano en la primera mitad del siglo XIX. Lo que nos dice la frase completa es que la política con sus nombres propios, sus conflictos malamente entendibles una década después, su fecha de caducidad en suma suele ser un tema desagradable o confuso en cualquier conversación que se quiera establecer con un par de generaciones más tarde que es más o menos el plazo elemental de eso que le llaman trascendencia pero a pesar de todo ello la política es inevitable y hasta atractiva.


Lo que debe evitarse según esta frase puesta en su contexto (que es ni más ni menos que el de toda la novela) no es la política en sí sino la parcialidad. Quiero decir con esto que el criterio que decida cada elemento que constituye la obra no deberá ser político sino literario que es más o menos lo mismo que decir lo más desinteresado posible. O sea que una obra literaria destinada a demostrar la necesidad del triunfo de una idea política determinada sin importar lo buena y justa que sea está faltando a su compromiso con la verdad literaria que consiste en evitarle giros demasiado ridículos a la trama, presentar personajes lo más atractivos y creíbles que se pueda y otros detalles por el estilo. Es por eso que las simpatías políticas de Henri Beyle o el destino del principado de Parma importan en “La cartuja de Parma” bastante menos que los amores de Fabricio del Dongo y Clelia Conti y sólo en la medida en que los afectan.

2 comentarios:

Miguel Iturralde dijo...

Oye compadre, parece que la celebración del Día de los Padres -BTW, felicidades- te dejó algo alterado. Saludos.

Anónimo dijo...

trabalenguas