sábado, 25 de febrero de 2012

¿Quiénes son los fundamentalistas?


Con el título de “¿Quiénes son los fundamentalistas?” Alexis Jardines aborda desde la página de Estado de Sats el tema de los acercamientos que proponen sectores oficialistas en Cuba con la emigración. A continuación transcribo los que considero son los párrafos decisivos:

[…]  Es un hecho: el reclamo de acercamiento proviene de la alta dirección del Partido único, que con su estilo peculiar de trabajo ha movilizado a «todos los factores» (Iglesia, incluida) en pos de tal meta. También es obvio que, viniendo de esa instancia la petición, solo cabe esperar la exclusión de los no deseados por el régimen. A los que se dejan llevar por esos cantos de sirena es bueno hacerles ver que no se trata de algo nuevo, sino de la adaptación a condiciones aún más adversas del mandamiento castrista de Palabras a los intelectuales. Otra vez la práctica del divide y vencerás: se amplía el concepto «dentro de la Revolución» de tal modo que el propio exilio termine aislando a los ahora rebautizados como «incorregiblemente contrarrevolucionarios». De acuerdo a la idea castrista de reconciliación, esos ―como dice la tonada― no son cubanos. La parte positiva del asunto es que la historia de la Revolución se puede contar desde la perspectiva de la ampliación del concepto «dentro la Revolución»: mientras más se expande este, más aquella se diluye y volatiliza. Hablando en plata, la emigración (económica o no) no necesita hacer las paces con nadie, pues tampoco es la responsable (con beligerancia o sin ella) de la ruina de la nación, sino, en todo caso, de su sobrevivencia. Es evidente que la división, la separación y las diferencias comenzaron a afectar ya ―más que a las familias― al propio funcionamiento del sistema (régimen). La emigración (exilio, incluido) no debe confundir el reencuentro con la permisibilidad. Con la élite partidista y la nomenklatura de segunda y tercera generación ―que se prepara para controlar el país tras una muy previsible privatización de empresas estatales― no se negocia. Si algún acuerdo hará menester sea, pues, con la sociedad civil. Los militantes simples del Partido (único) tienen todas las posibilidades de insertarse sin pasado lastrante alguno en la futura sociedad democrática, pero pudieran comenzar desde ahora a ayudarse a sí mismos. Nada los obliga ya a seguir apoyando y participando de los excesos del régimen si tienen una posibilidad mínima de ganarse la vida en el sector privado. Ya nada justifica ni la indiferencia ni el desconocimiento.
No es posible que los creadores y pensadores independientes sean hostigados, vejados, arrestados, mientras los orgánicos y oficialistas viajan alegremente al extranjero capitalista e “imperial” como premio por su sórdida lealtad. No es posible que los opositores sean apaleados y encarcelados al tiempo que se habla en Cuba de recuperación de la diáspora. De manera que no es suficiente el estar en desacuerdo con el régimen ni tampoco soltar por aquí y por allá alguna que otra frase filosa. No se obliga a nadie a definirse, pero se debe explicitar lo que se siente. Hay muchos profesionales en la Isla que se ven ante el dilema de ser sinceros y consecuentes o derrumbarse internamente, corrompidos por la doble moral revolucionaria. El bocadillo de Padura fue osado, sin duda alguna, pero el guión de la reconciliación ya estaba escrito. […] En mi opinión, hay una jugada clara en todo esto: la reconciliación, además de ser el cebo para que la propia emigración financie la Cuba postchavista, es también la manera de involucrar a los emigrantes en la política de cambios raulistas con lo cual, de paso, se divide al exilio acorralando a la parte beligerante. 
Todavía circula en la blogosfera una declaración hecha por Fidel Castro en los ochenta y en la que conmina a marcharse de Cuba a los que no son revolucionarios, acotando que no se les quiere y no se les necesita. Pues bien, hoy cabría revertir la situación: el exilio no necesita de intelectuales orgánicos y académicos oficialistas, sino de esos florecientes proyectos independientes que coordinan a los que ―además de crear y pensar― trabajan también por la libertad y la democracia dentro del país. En realidad, ¿quién podría querer a unos profesionales cuyo desempeño se enmarca entre el lamido de botas (de la nomenklatura), el ser mantenidos (por el “Imperio”) y la delación periódica (de los no revolucionarios) a fin de conservar la posición ganada? Definitivamente, los anfitriones “imperialistas” deberían revisar sus políticas de intercambio, pero también los promotores de Miami harían bien con sacar otras cuentas a la hora de enrolarse en una empresa tan unilateral, sobre todo con músicos y artistas. Es posible ―hasta un punto― mantenerse dentro de la institucionalidad sin ser políticamente confiable, solo que en tal caso el infiel suele ser anulado bajo un manto de silencio y denegaciones. Ante la opción de la complicidad, con el fin de obtener prebendas y reconocimiento, aplaudo la renuncia y la relocalización en proyectos independientes. Así, pues, si bien no el gobierno norteamericano pero si la emigración ―desde las universidades, galerías, museos, etc.― podría enfocarse en facilitar el intercambio con esta vía alternativa. Solo entonces será válido plantearse la pregunta por la morada de la cultura cubana, cuyo futuro no está en la Cuba oficialista sino en los espacios alternativos hacia donde se escurren día a día los nuevos creadores, obviando olímpicamente a las vacas sagradas que, desde aquellas reuniones de 1961 en la Biblioteca Nacional, crecieron más bien como carneros. Si algo debe quedar claro hasta para las mentes más obtusas es que el punto de unión de todos los cubanos no puede ser el topos «dentro de la Revolución», sino el espacio público de la sociedad civil. 
Fundamentalistas, en suma, son los que todavía hoy permanecen bajo el amparo de las instituciones y legitiman con su participación, letra y membrecía las políticas culturales, educacionales y científicas, asentadas todas en aquél abominable y bochornoso acto inaugural (Pecado Original) de la cultura revolucionaria que fue Palabras a los Intelectuales, en el que Fidel trazó las pautas de su aventura dictatorial y exclusionista: «Dentro de la Revolución, todo; [fuera] de la Revolución, ningún derecho». Y donde lo más osado que se le oyó musitar a un intelectual fue: «Tengo miedo».

5 comentarios:

BARBARITO dijo...

¡¡Está claro!!

Anónimo dijo...

que triste ver una vez mas como hemos asumido, porque es verdad, y ya no escandaliza, que no todos los que estan afuera son ya exilio si no que hay ahora una parte que es mera emigracion.

Anónimo dijo...

Es claro que el Mono Chavez esta podrio' de cancer y se ponen delate de cuanto kilo prieto puedan agarrar asi que besos y abrazos con la gusanera que esto se esta poniendo oscuro...asi que como Lennon ahora cantan "All we need is love, love, love is all we need..."

Anónimo dijo...

Ocupar Movimiento de Golf

TENEMOS QUE SER ESCUCHADOS!

Soy miembro de de la gran parte de los golfistas, estoy en el 99%. Soy un jugador de golf mediocre e indiferente, y no hay manera de que pudiera llegar a nivel profesional. Nunca pondré el tiempo de práctica para ser el mejor. Nunca tendré los disparos, habilidades, o la fortaleza mental para triunfar en el deporte. Nunca me sentí como todos los que trabajan duro en eso. De cualquier manera, yo soy una parte de la comunidad de golf y, como tal, siento que debo de ser pagado por esa parte superior que son el 1% de los jugadores de golf. No es justo que los jugadores que han trabajado duro, han estudiado el juego, tienen mejor equipo, esten mas cualificados y se especialisen deben de ganar todo el dinero.

¿Dónde está mi parte? Soy una víctima!

El 1% debe pagar por mi condición de miembro del club y tarifas de campo y por mis lecciones, me compre nuevos clubes, pelotas, ropa y zapatos, y me pagen algunas de sus ganancias. Ellos se lo puede permitir. Ellos son “los ricos”. Todo el sistema debe de ser cambiado para dar cabida a gente como yo. Creo que deberíamos reunirnos y ocupar un campo de golf y demandar que aquellos que son mejores en lo que hacen, pagen por nosotros que por lo general apestamos en el juego. Quejarse debería conseguir algo – tal vez llegariamos a aparecer en la portada de la revista Time, o en Enrisco y asi ganar alguna simpatía del público. Que demonios! hasta durante este año electoral podriamos incluso conseguir una ley o dos aprobadas por los legisladores que quieren nuestros votos.

PS. No mencionar esto a los jugadores de tenis. Nosotros lo pensamos primero!

Matheus dijo...

Palabras duras, pero llenas de veracidad. El borron y cuenta nueva no va a funcionar. No se ha escuchado todavia de la parte oficialista una sola palabra de " se nos fue la mano, lo sentimos, no fue eso lo que quisimos, la cagamos, jodimos a mucha gente pero no fue nuestra intencion".