No se puede hablar del futuro político de Cuba sin parecer ridículo y al mismo tiempo prescindir de ciertos principios cínicos. Uno es que el futuro –esa palabra sospechosa y lejana para la mayoría de los cubanos- no es más que presente con delirio de grandeza. El otro principio define la política como pura ansia de poder que es algo de lo que ha carecido la mayoría de los cubanos durante medio siglo así sea en esas dosis mínimas que en otros lugares se conocen como derechos. Con todo la naciente clase media cubana parece tener un plan. Un comentario
en uno de los tantos debates que se arman a diario en la blogosfera puede ser muy ilustrativo. Según una señora que escribe a un exiliado desde Nuevo Vedado, La Habana, Cuba
“[Fidel Castro] ya murió, políticamente hablando. ¿No lo entiendes? Pero no serán los que como tú están en el exilio quienes serán la nueva clase dirigente de Cuba, sino nosotros, como yo y mi esposo, que hemos estado aquí todo este tiempo, trabajando, esforzándonos y sí, padeciendo las penurias de la vida en Cuba que para nadie son un secreto”
Si hay algo que me gusta de los cínicos es que con ellos se puede discutir mejor. En la lucha por el poder político –nos dicen- es más económico hacer alianza con los herederos del difunto y así impedir que el exilio, con esa fuerza más, les quite la oportunidad de acceder a un poder ganado a fuerza de penurias y de mantener el mismo código postal en todos estos años. Un plan bonito pero con el defecto de basarse en un acta de defunción política de Castro y el castrismo un tanto precoz. Los dinosaurios no se piensan extinguir por propia voluntad y no solo tienen sus propios herederos y planes sino que están dispuestos a liquidar a los presuntos cabecillas del cambio por discretos y obedientes que sean. Remember Lage.
Pero antes de entrar en los planes del neo jurásico veamos qué nos dicen los intelectuales oficiosos, esa secta tan simpática como imaginativa.
El escritor Arturo Arango (y Parreño, ahora que es reformista) nos dice que las opciones que Cuba tiene ante sí son, del lado socialista, el comunismo de cuartel, el socialismo democrático y el capitalismo de Estado (también llamado socialismo de mercado) mientras que la única opción que le queda “fuera de la revolución” es el capitalismo neoliberal. (Esta fórmula aranguista me recuerda aquella de Borges que aventuraba que no ser católico no te convertía necesariamente en mormón). Gente como Arango (o como Parreño) prefiere el socialismo democrático -oxímoron tan ejemplar como “fuego helado” o “filósofo cubano”- que él define como la “igualdad de oportunidades económicas y culturales para todos los sectores sociales, privilegiando a los más desfavorecidos históricamente, y la adopción de formas de participación pública en las decisiones del Estado, además de la creación de un magma cultural heterogéneo, abierto, que reconozca la crítica social”.
Arango, menos franco que la comentarista anónima de Nuevo Vedado, sabe que lo que se avecina, lo que ya domina la isla es el capitalismo de Estado. No obstante él, como intelectual conciente de su misión social, se siente el deber de entretenernos con la idea de que socialismo democrático es posible mientras en la realidad ocurre exactamente lo contrario. Después de todo lo alienta la esperanza de que en ese futuro luminoso con el que sueña le paguen viajes para explicarle al resto de la humanidad eso del socialismo democrático con fuego helado.
Pero con ese curioso sistema de comunicar lo que piensa Arango confunde y al mismo tiempo nos ilumina. Porque lo que va tomando cuerpo en Cuba no es otra cosa que el capitalismo de cuartel, literalmente. Un capitalismo administrado por las Fuerzas Armadas en sectores tan delicados y engorrosos como el turismo y las comunicaciones mientras “a los más desfavorecidos históricamente” se les privilegia el acceso al desmochaje de palmas y el recubrimiento de botones entre otras rentables ocupaciones.
Es difícil imaginar cómo este arreglo democratizará la sociedad cubana (incluso en lo económico) si esa democratización no le interesa a los de arriba ni le importa a los de abajo. Los del medio deberían abogar porque IKEA abra una franquicia en Nuevo Vedado para que esperen por su oportunidad de acceso al poder sentados en los butacones de diseño que les ofrece la tienda sueca. Lo demás será aprovechar todo lo que les depare el presente mientras acumulan, si no poder, al menos el currículum y los secretos que los avalen para ser entrevistados por Oscar Haza en el horario estelar de la programación de Miami. O por la competencia porque ni en un sector tan decisivo como la propaganda la mafia floridana se pone de acuerdo.
P.D.: Ahora que lo pienso Miami más que paraíso es nuestro purgatorio. Miami funciona como un mundo paralelo, como un más allá teológico donde siempre habrá una oportunidad de enmendar los errores que cometimos en nuestra vida anterior aunque luego -si Dios lo permite- regresemos a ella por tres semanas para alimentar a partes iguales la vanidad y la nostalgia. Y luego dicen que los cubanos no tenemos suerte.