Hegel alguna vez definió que el principio de la magia consistía en desconocer el nexo entre el medio y los resultados. De ahí que el surgimiento de un pichón de la cópula de dos palomas lo aceptemos como un acto natural y la aparición de una paloma como resultado de la palmada del prestidigitador siga deslumbrándonos. Destruir toda relación lógica entre las causas y los efectos es el mismo principio con que se fabrican las mitologías. Por eso cuando se habla de la creación del mundo, de un ser humano o una tribu siempre se prefirió el chasquido de los dedos de Dios o la alquimia de algún material vulgar (barro o harina de maíz) a la laboriosa y casual interacción de átomos o moléculas.
Las monarquías por voluntad divina y las dictaduras siempre han sabido que su capacidad de sugestión es directamente proporcional al modo arbitrario con que enhebren causas y efectos. En regímenes de ese tipo el papel de los historiadores, por ejemplo, se reduce a reunir datos que permitan alejar la mirada del público de los cajones de doble fondo y los sombreros trucados para concentrarlos en las manos mentirosas de los prestidigitadores. La mitología de la Revolución Cubana consiste –es solo un ejemplo- en concentrar nuestra atención en la supuesta épica que como doce hombres pudieron derrotar a 80 mil para alejarla de la complejísima madeja de alianzas, pactos y traiciones que permitió que el poder cambiara de manos en cuestión de meses. Así se consigue el efecto mágico de alcanzar fama de intransigente alguien que nunca ha dejado de negociar. De ahí que enemigos (como los alzados del Escambray) o aliados (como el Ché en sus aventuras posteriores) fracasaran al tomar como clave del éxito lo que no era más que un gesto diversionista y simbólico.
Hace varias semanas el escritor César Reynel Aguilera viene publicando una serie que bajo el título general de “Razones de Angola” en la que intenta reconstruir la presencia y peso de la inteligencia soviética y sus franquicias cubanas en la evolución del proceso que por comodidad literaria llamamos Revolución Cubana. Muchos discuten –yo entre ellos- el grado y el peso que Aguilera le confiere a las maquinaciones de los viejos comunistas en la fundación de la dinastía de los Castros pero la reacción de Castro the First al decir hace unos días que “La URSS no tuvo absolutamente nada que ver con el triunfo de la Revolución Cubana”* es un buen indicio para suponer que el escritor ha tocado hueso. Si se arriesga a reconocer indirectamente que está al tanto de lo que se dice en los blogs de la contrarrevolución es porque siente que hay algo importante en juego. Y sospecho que no se trate tanto de la importancia de tal o más cual ingrediente en su mejunje mitológico sino de la preocupación que le infunde que trabajos como el de Aguilera nos inviten a apartarnos por un momento en el movimiento tramposo de los dedos del viejo ilusionista y concentrarnos en sus bolsillos rellenos de palomas y en el falso fondo de la gorra donde oculta un conejo.
*La frase completa es
Como se ve a estas alturas, en la eternidad de la chochez, los detalles cronológicos lo tienen sin cuidado. Poco le importa que la iconografía de los combates en bahía de Cochinos, comenzados al día siguiente de la famosa proclamación del carácter socialista de la revolución, no puedan prescindir de los tanques soviéticos.
Las monarquías por voluntad divina y las dictaduras siempre han sabido que su capacidad de sugestión es directamente proporcional al modo arbitrario con que enhebren causas y efectos. En regímenes de ese tipo el papel de los historiadores, por ejemplo, se reduce a reunir datos que permitan alejar la mirada del público de los cajones de doble fondo y los sombreros trucados para concentrarlos en las manos mentirosas de los prestidigitadores. La mitología de la Revolución Cubana consiste –es solo un ejemplo- en concentrar nuestra atención en la supuesta épica que como doce hombres pudieron derrotar a 80 mil para alejarla de la complejísima madeja de alianzas, pactos y traiciones que permitió que el poder cambiara de manos en cuestión de meses. Así se consigue el efecto mágico de alcanzar fama de intransigente alguien que nunca ha dejado de negociar. De ahí que enemigos (como los alzados del Escambray) o aliados (como el Ché en sus aventuras posteriores) fracasaran al tomar como clave del éxito lo que no era más que un gesto diversionista y simbólico.
Hace varias semanas el escritor César Reynel Aguilera viene publicando una serie que bajo el título general de “Razones de Angola” en la que intenta reconstruir la presencia y peso de la inteligencia soviética y sus franquicias cubanas en la evolución del proceso que por comodidad literaria llamamos Revolución Cubana. Muchos discuten –yo entre ellos- el grado y el peso que Aguilera le confiere a las maquinaciones de los viejos comunistas en la fundación de la dinastía de los Castros pero la reacción de Castro the First al decir hace unos días que “La URSS no tuvo absolutamente nada que ver con el triunfo de la Revolución Cubana”* es un buen indicio para suponer que el escritor ha tocado hueso. Si se arriesga a reconocer indirectamente que está al tanto de lo que se dice en los blogs de la contrarrevolución es porque siente que hay algo importante en juego. Y sospecho que no se trate tanto de la importancia de tal o más cual ingrediente en su mejunje mitológico sino de la preocupación que le infunde que trabajos como el de Aguilera nos inviten a apartarnos por un momento en el movimiento tramposo de los dedos del viejo ilusionista y concentrarnos en sus bolsillos rellenos de palomas y en el falso fondo de la gorra donde oculta un conejo.
*La frase completa es
Incapaz de resignarse a la independencia y al ejercicio de los derechos soberanos de Cuba, el gobierno de ese país adoptó la decisión de invadir nuestro territorio. La URSS no tuvo absolutamente nada que ver con el triunfo de la Revolución Cubana. Esta no asumió el carácter socialista por el apoyo de la URSS, fue a la inversa: el apoyo de la URSS se produjo por el carácter socialista de la Revolución Cubana. De tal modo es así que cuando la URSS desaparece, a pesar de eso, Cuba siguió siendo socialista.
Como se ve a estas alturas, en la eternidad de la chochez, los detalles cronológicos lo tienen sin cuidado. Poco le importa que la iconografía de los combates en bahía de Cochinos, comenzados al día siguiente de la famosa proclamación del carácter socialista de la revolución, no puedan prescindir de los tanques soviéticos.
7 comentarios:
Muy bueno tu análisis Enrique. He leído esa serie de excelentes artículos, "Razones de Angola", escritos por César Reynel Aguilera. Ciertamente deben haber tocado un punto sensible cuando FC sale con ese comentario defensivo.
La imagen del revolucionario impoluto hay que preservarla a toda costa. Después que se han cansado de acusar a todos los opositores como agentes de la CIA, sería grandioso que algún documento desclasificado los evidenciara como agentones de la KGB.
Saludos,
MI
Abracadabra y hocus pocus Enrique. Muy bueno esto por aquí en tu blog.
¿Que si lee los blogs de la diáspora? No me cabe duda de que al menos sus buenos resumenes le pasan. Ese comentario no salió de la nada. ¡Y claro, como César le entra al asunto con la pasión que lo caracteriza...! El tema se le atraviesa. Molestia es poco para lo que le causan los blogs al reflexivo.
Ya eso de las cronologías, son minucias, detallitos en los que solo se fija gente como tú. No te me pongas exigente con la historia, Enrisco ;-)
Abrazo.
Exelente.
Me gustaria imaginar que el chocho en jefe te esta' leyendo en estos momentos.Solo de pensarlo,me cago de risa al imaginar su cara.
Excelente, Tigre, pero cambia el título por el Mago de Hez.
Y sí, debate y jodedera aparte, nuestro socio es un CRAck.
"Esta no asumió el carácter socialista por el apoyo de la URSS, fue a la inversa: el apoyo de la URSS se produjo por el carácter socialista de la Revolución Cubana." (sic)
Creo que este tema no debe resumirse de una manera tan sencilla. Fueron muchos y a veces ocultos, los hechos que desembocaron en el binomio Cuba-URSS, entre ellos, el cálculo de Fidel Castro de protegerse con "la sombrilla soviética" previendo futuras acciones como la explosión de la Coubre y la invasión de Bahía de Cochinos. Recuerden en qué momento Castro proclama el carácter socialista de la Revolución. Él ya había sacado la cuenta de qué le convenía y qué no, entre otras cosas: Tú me proteges, yo te doy la funca y los esclavos a cambio.
inesita: lo de la coubre fue un año antes de la declaracion del caracter socialista segun la cronologia oficial. pero lo mas interesante que veo en lo de CRA es que rebaja la tencion sobre los discursos (que en definitiva son los gestos del prestidigitador) y la concentra en el archivo imperial ruso. y eso ayuda a entender muchas cosas.
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