[Foto cortesía de Guicho]
Cuando la semana pasada el pitcher Aroldis Chapman “desertó” de la concentración de su equipo en Holanda dio como razón su deseo de “probarme en ese béisbol”. La disciplina cambia pero el verbo permanece como motivo principal de muchos exilios cubanos aunque no se enuncien ni como exilio. No “probar mundo”. Simplemente probarse, saber de qué material estamos hechos, como si dentro de la isla no tuviésemos otra opción que quedarnos con la duda, condenados a ser eterna promesa, posibilidad. La opción es tramposa porque una vez afuera, alejados del resto de los componentes del ser (familia, cultura, acumulaciones de todo tipo) tampoco es fácil aquilatarlo. Andamos por el mundo con el paso inseguro de pollos que han pasado demasiado tiempo en una incubadora. Porque eso es el castrismo en su acepción más benévola: una incubadora que nos incapacita para los retos más elementales de la realidad. Un paternalismo sofocante que intenta convencernos de las ventajas de probar el límite de nuestras propias fuerzas. Y aparecen los nostálgicos de aquella incubadora. O una nostalgia más perversa aún: la de aquellos forjados en el ahogo de sus límites que lucharon todo el tiempo por romperlos y luego en un sistema democrático no pueden soportar la indiferencia del sistema. No es la primera vez que ocurre. Ya los españoles lo resumieron con aquel “Contra Franco estábamos mejor”. El recuerdo de aquella incubadora feroz nos corroe con las tentaciones del infantilismo.
Un día presencié una violenta discusión entre dos amigos empeñados en demostrar quién era superior poeta: Darío o Martí. La discusión se cortó cuando un viejo muy inteligente, sensible les dijo: “No los entiendo. En mi época la gente de su edad (mis amigos ya eran cuarentones) ya eran ministros, senadores, banqueros, presidentes. No sé si mis amigos añorarían algún ministerio pero aquel argumento los silenció. La nuestra es una generación crecida en el rechazo del poder (inaccesible incluso para los que consiguieron llegar a ministros) y, en buena medida, de la responsabilidad. Se nos da mejor el placer, ese acto que se desentiende de pasado y futuro que eran precisamente los principales alimentos dentro de la incubadora. Creemos elegir la soberanía cuando en realidad no nos queda otra opción como no le quedó a Cabrera Infante quien hubo de derivar de sus sueños de magnate cultural en la simple eternidad del escritor. Ya que la responsabilidad nos rehuye nos resistimos a ella y con ello rechazamos casi todo como Kafka, aquél infante eterno. Precisamente hablando del praguense George Bataille escribía “nada es soberano sin una condición: no poseer la eficacia del poder que es acción, primacía del porvenir sobre el momento presente, primado de la tierra prometida”. Hastiados de tierras prometidas trabajo nos cuesta aceptar otra responsabilidad que la de la familia y a veces ni eso. Y así vamos sin enterarnos de quiénes somos, sin todavía probarnos del todo. En eso tipos como Aroldis lo tienen más fácil que los demás.
7 comentarios:
Muy sustancioso texto Enrisco, si te interesa sobre Bataille y otros puedes leer en: http://lettresdemontreal.files.wordpress.com/2008/11/tesisculto-a-la-razon2blue.doc
Saludos
Raul
Puedes atornillarlo porque es ahí donde va (el asunto.)
excelente entrada Enrisco.
siempre lo he dicho, somos (los cubanos de las ultimas cosechas) mas vulnerables al placer que a los deberes.
En Cuba a mucha gente no le interesa la politica , creo que a los deportistas mucho menos
por eso es que cuando se escapan rara vez dicen que se fueron por lograr la libertad ( aparte de que siempre dejan familiasy no las quieren perjudicar)
Fundirlo en bronce y regalarle una placa a cada cubano
Usted usa cada excusa para escribir estas cosas geniales.
Cuño y firma!
Un saludo y muchas gracias!
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