Primeras impresiones

Las primeras impresiones de la manifestación, como diría Les Luthiers, han sido digitales. Fotos digitales para ser más precisos. La manifestación fue, desde todo punto de vista, un éxito. Por la cantidad y calidad de gente que acudió y por la sensación de plenitud que nos dejó a todos. Este no es un mundo de entusiasmos colectivos y reunir esa pequeña multitud costó una laboriosa conquista de voluntades, una tras otra. Sé de discusiones familiares, de conflictos íntimos que terminaron con una presencia inesperada en el lugar de la manifestación. Pesaba menos el miedo de sentirse marcados que la necesidad de encontrarle un sentido a estar allí de pie en medio del frío. Calculo más o menos un centenar de personas pasaron por ahí en las dos horas de manifestación. Ayudó sin dudas que la tormenta anunciada quedase en un puñado de copos de nieve. Aparecieron en el lugar de los hechos veteranos de decenas de manifestaciones pero para buena parte de los presentes era su primera vez y fue ese uno de los principales logros del evento, unir voluntades dispersas y generaciones y tendencias usualmente distantes bajo el mismo grito de libertad. Nada de eso hubiera sido posible sin la iniciativa y el entusiasmo ajeno a la derrota de Alexis Romay. Cuando nadie creía que se podría convocar una manifestación en tan poco tiempo –yo entre ellos- Romay decidió seguir adelante a la espera de quienes se fueran sumando. Jorge Salcedo, el poeta de Cambridge, (o del reparto Flores) fue otra pieza clave en la redacción de documentos y la sugerencia de algunas de las ideas mas productivas. Como en los viejos tiempos, poetas conduciendo a la multitud, poetas a los que no les basta dominar cada palabra sino que además las acompañan con acciones discretas pero firmes. Allí estaban los ex presos políticos reuniendo en un par de metros cuadrados siglos de condenas. Estaba Paquito D’Rivera -que interpretó el himno nacional- y un grupo de músicos que se ganan la vida en la ciudad que abandonaron sus anómalas rutinas para decir lo mismo que todos. Estaba Alejandro López –artista plástico- disfrazado de escudo nacional encadenado a sí mismo. estaban obreros, intelectuales, abrigos de piel o de nylon: todo un mundo tan diverso como los cubanos residentes en la zona y revuelto como pocas veces.
Les agradezco especialmente a los caricaturistas que tan rápido respondieron al llamado, a los que quisieron estar pero por distintas razones no acudieron y a los que se encargaron de multiplicar nuestro llamado por todos los medios posibles. La contramanifestación fue anecdótica y –llegados al detalle- meticulosamente ridícula. Gente que no sabría localizar a Cuba en el mapa, (algunos ni siquiera podrían diferenciar un mapa de un mantel, júzguenlo ustedes mismos en las fotos) o que era incapaz de corear los himnos que sus jefes berreaban. Eso sí, mucha disciplina, como la que corresponde a profesionales de la queja. El comunismo se precia mucho de redistribuirlo todo pero la voz, (o el derecho a usarla equitativamente), queda siempre para unos pocos.

La manifestación:

Cartel a partir de una imagen de Santana:


Paquito tocando el himno:




Cartel de Garrincha:



Alejandro López y su performance:



La contramanifestación:
Lo que va quedando del hombre nuevo.


En primer plano un ruso que parecía sacado de película de James Bond. Y en el papel que sostiene el compañero del centro se lee: “Si eres de Cuba debes defenderla con dignidad. Cuba es linda por su gente, por sus médicos, por su sistema educacional libre para todos y todas. Por su Revolución libre para tdos y todas”.