Uno de los reclamos más comunes de los cubanos es el de la normalidad. Después de medio siglo de excentricidades queremos ser simplemente normales. ¿Quién podría oponerse? Será por eso que algunos deciden hacer caso omiso a circunstancias y deciden comportarse como si ya todo fuera normal. Y en ese punto parecen representar una escena del teatro del absurdo. Gente que circula por el escenario –o la vida- con una piedra de unos 20 kilos sobre las cabezas como si la piedra no existiese. Y preguntan por la familia o hablan del tiempo como en cualquier parte del mundo. O mencionan la amigdalitis que no se le acaba de quitar al niño. Eso sí. En su empeño de aparentar normalidad se les nota un tanto rígidos lo cual es comprensible si tomamos en cuenta que un gesto brusco puede hacer caer la piedra de nuestras cabezas justo sobre le pie y a nadie le gusta sufrir una fractura de metatarso. Bastante tendremos con los problemas que le traerá a la columna llevar por tanto tiempo una piedra en la cabeza.
Lo que digo es que por mucho que lo intentemos no se puede ser normal yendo por ahí con una piedra en la cabeza. Mientras más pretendamos ignorarla más ridículos pareceremos. Al que no haya entendido todavía la metáfora: la llamada “habilitación del pasaporte” sigue siendo una manera apenas disimulada de pedir permiso para entrar al país. Un permiso válido por dos años. El cubano que tenga que viajar a Cuba tendrá que aceptar esas reglas del juego y no tiene sentido a quemar pasaportes como los conscriptos para la guerra en Viet Nam quemaban sus cédulas militares. Pero es una aberración pensar que el recurso de la habilitación es un trámite normal y que el gobierno cubano está en su perfecto derecho de exigírnoslo. Y esa aberración está más extendida de lo que se piensa y si la piedra en la cabeza no tiene por qué deshumanizarnos, aceptarla como normal nos sitúa en una condición distinta a la humana. La piedra pasa de circunstancia a constituir parte de nuestro ser. De imposición a merecimiento.
Hay por otra parte abanderados de la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos que intenta convencernos que la tensión entre ambos países es la única causante de la anormalidad cubana. Como si sólo necesitáramos que el vecino se quitara la piedra que lleva en la cabeza para que la nuestra desapareciera o al menos dejase de pesar. Eso sin contar con lo mucho que hemos lucrado los cubanos con nuestra anormalidad. La ley de ajuste cubano es, desde la abolición de la esclavitud, la ley que más ha beneficiado alguna vez a los nacidos en Cuba. ¿Estamos dispuestos a renunciar a ella? Ya hemos hecho bastante al quitarle toda justificación moral y lógica cuando a los meses de acogernos a la ley de ajuste empezamos a visitar el país del que supuestamente estábamos huyendo con la frecuencia de una aeromoza y el desenfado de un turista.
Post Data: Acaba de inaugurarse un sitio destinado a recoger evidencias de los cubanos a los que por cualquier razón o, preferiblemente, sin ella se les niega entrar o salir libremente de su propio país. El sitio es: http://evidenciascubanas.blogspot.com/
Lo que digo es que por mucho que lo intentemos no se puede ser normal yendo por ahí con una piedra en la cabeza. Mientras más pretendamos ignorarla más ridículos pareceremos. Al que no haya entendido todavía la metáfora: la llamada “habilitación del pasaporte” sigue siendo una manera apenas disimulada de pedir permiso para entrar al país. Un permiso válido por dos años. El cubano que tenga que viajar a Cuba tendrá que aceptar esas reglas del juego y no tiene sentido a quemar pasaportes como los conscriptos para la guerra en Viet Nam quemaban sus cédulas militares. Pero es una aberración pensar que el recurso de la habilitación es un trámite normal y que el gobierno cubano está en su perfecto derecho de exigírnoslo. Y esa aberración está más extendida de lo que se piensa y si la piedra en la cabeza no tiene por qué deshumanizarnos, aceptarla como normal nos sitúa en una condición distinta a la humana. La piedra pasa de circunstancia a constituir parte de nuestro ser. De imposición a merecimiento.
Hay por otra parte abanderados de la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos que intenta convencernos que la tensión entre ambos países es la única causante de la anormalidad cubana. Como si sólo necesitáramos que el vecino se quitara la piedra que lleva en la cabeza para que la nuestra desapareciera o al menos dejase de pesar. Eso sin contar con lo mucho que hemos lucrado los cubanos con nuestra anormalidad. La ley de ajuste cubano es, desde la abolición de la esclavitud, la ley que más ha beneficiado alguna vez a los nacidos en Cuba. ¿Estamos dispuestos a renunciar a ella? Ya hemos hecho bastante al quitarle toda justificación moral y lógica cuando a los meses de acogernos a la ley de ajuste empezamos a visitar el país del que supuestamente estábamos huyendo con la frecuencia de una aeromoza y el desenfado de un turista.
Post Data: Acaba de inaugurarse un sitio destinado a recoger evidencias de los cubanos a los que por cualquier razón o, preferiblemente, sin ella se les niega entrar o salir libremente de su propio país. El sitio es: http://evidenciascubanas.blogspot.com/
1 comentario:
Muchísimas gracias Enrique, por incluir el link en este magnífico artículo. Aunque este no es un blog nada personal.
Más bien es un agradecimiento en nombre de los que navegamos en la "anormalidad". Y por qué no, en nombre de los "normales", que al final, también necesitan habilitaciones y cartas blancas.
Un abrazo,
Vero
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