Ahora que Obama ha puesto sobre el tapete el tema de las remesas recuerdo un texto que escribí hace años. Sobre el tema de lo que hacer con Cuba y sus posibles soluciones yo, como todos los cubanos (excepto los que piensan que aquél es el mejor de los mundos posibles) he sopesado todo tipo de variantes vigentes o posibles: embargo comercial, bloqueo naval, magnicidio, guerra de guerrillas, diálogo, monólogo, bomba atómica, eutanasia. Si las he desechado ha sido en base a los pobres resultados que han arrojado hasta ahora o a su inviabilidad práctica, respectivamente, no por consideraciones morales (bueno, contra la bomba atómica se podrían levantar argumentos ecológicos difíciles de rebatir). Aunque Obama no me entusiasme especialmente –y con Obama es un gran problema porque hasta ahora no ha demostrado tener mucho que ofrecer más allá del entusiasmo- hay que reconocer que lo de permitir las remesas y los viajes es una movida importante de ficha. Una movida que nos llevaría, dicho sea de paso, a donde estábamos hace diez años. Por otra es difícil sostener que nos importa ese país con la gente que contiene y jugar a la carta del estrangulamiento económico de la familia cubana. La mía en particular está del lado de acá y por eso se me hace más difícil aún predicar la asfixia del resto de las familias. (Carlos Alberto Montaner, quien está abiertamente a favor del embargo afirmó en una conferencia a la que asistí hace años que aprobaba el envío de remesas a las familias incluso aunque violaran las leyes del embargo pues atendían a una dinámica distinta a la del enfrentamiento de gobiernos y conservaba los lazos interfamiliares, me dijo en tono que entendí cómplice como si el embargo fuese más una contraseña que una realidad). Con lo mismo no considero que este sea el mejor momento para hablar de levantamiento de embargos con el Comandante en el baño y el hermano entregado de lleno a la transición (de la tecnología analógica a la digital, es cierto, pero algo es algo). Lo cierto es que luego de la derrota de la reforma constitucional en Venezuela el régimen cubano ha tenido que lanzar las apuestas en otra dirección y un poquito de estímulo (“Si no abres la mano todo seguirá igual”) nunca está de más. Pero volviendo a las remesas hay que reconocer que estas han atenuado la dependencia de la familia cubana respecto al régimen con lo mismo que han estimulado un cierto parasitismo familiar y reforzado la ideología de que “en Cuba sólo hay problemas económicos”. Hecha esta introducción les propongo este texto de cómo hace unos años imaginaba que la interrupción de las remesas a mi familia incidiría en los destinos cubanos:
P.D.: Alguien conocido me contó que el otro día hablando con un artista que vive en Cuba este le decía: “Aquí estoy, esperando a que gane Obama para viajar a Estados Unidos a hacer una exposición”. Nótese en la frase varios síntomas en esta vista de las elecciones desde el trópico: a) da por sentada la victoria de Obama. b) asume que como consecuencia inmediata se le abrirán las puertas de los Estados Unidos para venir de visita. c) la vieja costumbre de que en Cuba las únicas elecciones que importan sean las norteamericanas. d) la apuesta cubana por el cambio… en los Estados Unidos.
CARTA A UNA MADRE CUBANA DE SU HIJO EN EL EXILIO
Por Enrisco.
Querida vieja:
Supongo que lleves semanas preguntándote por qué no acaba de llegar la acostumbrada remesa en dólares que habitualmente les envío para su diaria subsistencia. No intentaré aquí justificarme con súbitos apuros económicos, deudas por pagar o alguna justificación por el estilo. No. Simplemente he estado reflexionando sobre la significación moral y política de mandarles dinero. Me pregunto: ¿Hasta cuando Cuba deberá sufrir la cruel tiranía que la atenaza? ¿Qué hace el régimen castrista con mi dinero? ¿Lo gasta en armas convencionales o atómicas o peor, en mesas redondas? ¿Qué puedo hacer yo para que eso cambie?
Sí, porque ¿de que vale el embargo norteamericano si nosotros los cubanos del exilio, los que más hemos insistido en que este se mantenga, lo violamos a diario? Ya es hora de que nuestras acciones vayan en la misma dirección que nuestras palabras. Hay que hacer algo y pronto, y de eso es lo que se trata en esta carta. Este es mi plan. Primero que todo, nada de enviar dinero que, con el pretexto de conservarlos a ustedes con vida, alarga la del régimen. Por otra parte, está visto (y esto no es un reproche) que mientras tengan ustedes medios de subsistencia no podrían ocuparse de otra cosa que de sobrevivir. De tal modo, cabe pensar que no encontrando otra salida, el hambre absoluta consiga purificar sus espíritus y empujar su justificada furia sobre el único responsable. Ese sería el fin de la dictadura. Y no es que piense que mi ejemplo será seguido de inmediato por mis hermanos de exilio. Tengo profunda fe en las posibilidades humanas y confío que basta una familia bien dispuesta (en este caso la mía) para liberar nuestra patria. A medida que pasen los días la falta de alimentos les mostrará el camino de la libertad y, con el combustible supremo de la desesperación, se lanzarán contra el tirano. Eso sí, no esperen demasiado pues la debilidad podría ponerlos fuera de combate antes de entrar en acción o producirles alucinaciones que traidoramente los aparten su objetivo.
La meta es ardua, lo sé, y por eso pienso que toda la familia debería entrar en acción. De poco serviría el pretexto de que alguien debería quedarse en la casa a cuidar de la abuela, sobre todo después de los últimos progresos de la arteroesclerosis. Incluso ella puede ser muy útil para el éxito de nuestro plan. Lo primero es procurar que cuando el hambre les dé el último y decisivo empujón ustedes se encuentren lo más cerca posible del tirano. De ese modo no perderían sus últimas energías en un viaje que, no importa la distancia, en La Habana suele ser agotador. Bajo la apariencia de una simple e inofensiva familia intentarían llegar a la presencia del dictador bajo el pretexto de felicitarlo por sus últimos 43 años de servicios al país y solicitarle que repita la dosis (cualquier cosa es válida si de liberar la patria se trata). Una vez en su presencia podrían susurrarle algo a mi abuela que consiga alborotar en ella los fantasmas de su esclerosis. Su alteración serviría entonces para distraer a buena parte de la escolta castrista. Ese momento lo aprovecharían mi padre y mi hermano para abalanzarse sobre el resto de los guardaespaldas y entonces tú, la que me dio el ser, tendrías el privilegio infinito de estrangular al tirano senil. Supongo que argumentarás que la artrosis que hace tiempo corroe tus dedos, hace de tus manos un instrumento muy poco apropiado para estrujar la tiránica tráquea: justo esa prueba realzaría aún más tu esfuerzo. Siento no poderte enviar algún instrumento que facilite tu tarea pero dificilmente una pistola, por poner un ejemplo, conseguiría atravesar los celosos controles aduaneros del tirano y dicha pistola no serviría para otra cosa que para contribuir al rearme del aparato represivo. Podrías usar la soga en la que se pone a secar la ropa en la casa; o un cuchillo de cocina, pero en ese caso, además de las dificultades que supondrían los previsibles detectores de metales y el chaleco antibalas que seguramente usa Castro, el sacrificio de ustedes podría verse empañado por un excesivo derramamiento de sangre. Y digo sacrificio porque no les oculto lo difícil que será salir con vida de esa acción. Eso sí, les garantizaré mi recuerdo agradecido y el de todos los que amamos a Cuba por encima de todas las cosas. Y no sólo eso. Para que comprendas que no hay ningún mezquino propósito en la interrupción del envío de remesas me comprometo desde ahora a no tocar ese dinero para que el día en que Cuba sea libre erigir con él un monumento que perpetuaría la memoria de ustedes, junto al que mis hijos (tus nietos) podrán llorar orgullosos por sus abuelos. Si algo no te quedó claro, escríbeme.
Te quiere siempre,
Tu hijo
P.D.: Alguien conocido me contó que el otro día hablando con un artista que vive en Cuba este le decía: “Aquí estoy, esperando a que gane Obama para viajar a Estados Unidos a hacer una exposición”. Nótese en la frase varios síntomas en esta vista de las elecciones desde el trópico: a) da por sentada la victoria de Obama. b) asume que como consecuencia inmediata se le abrirán las puertas de los Estados Unidos para venir de visita. c) la vieja costumbre de que en Cuba las únicas elecciones que importan sean las norteamericanas. d) la apuesta cubana por el cambio… en los Estados Unidos.