¿Quién dijo que en Cuba no hay democracia ni derechos? El problema de los cubanos –como el mío frente a un refrigerador abierto- es que no saben buscar bien. Un lector y amigo me manda esta nota desde Cuba acompañada por la copia de un documento que puede servir como borrador de una futura constitución democrática.
Enrisco:
Hace unas noches fui al Monseigneur. Mientras esperaba, que es algo que también se hace en los bares, me puse a detallar el lugar. Con tristeza comprobé que poco queda de lo que fue una de las casas de El Bola, si acaso el mobiliario y algunas de las lámparas de la época. El lugar ahora exhibe un enchape en PVC brilloso en paredes y techos que intenta imitar sin ningún éxito al mármol. Hay un piano que se comporta como muchos pianos de restaurante: afloja esa musiquita rosadita, sin sustancia, repugnantemente dulce, como la leche condensada endulzada con miel de abejas. Hubo un momento que logré dejar de escuchar el piano, aunque seguía sonando, pero no descarto que me perdí ese himno de la música de restaurantes: Balada para Adelina.
De la comida no te puedo hablar (recuerda que esperaba y en el bar) pero si juzgo por la cantidad de asistentes no debe ser de las mejores. Así que aquellas reprimendas que cuentan que hacía El Bola cuando detectaba a algún comelón que no atendía a su música, hoy serían innecesarias. No descarto que me pasaron por la cabeza ideas más sublimes como que ya sin Él el lugar perdía encanto (no olvides que estaba en el bar) y cosas así, para encontrar una explicación a lo vacío del local, pero la razón estaba también en la carta del restaurante: los precios son altos.
Pero también en la carta estaba lo que le da sentido a este correo. Al final, justo después de los postres y las infusiones, encontré la joya que te envío en adjunto. Sabes que tengo debilidad por coleccionar este tipo de hallazgos y me las arreglé para llevarme un ejemplar de los que se llama DERECHOS DE LOS CONSUMIDORES.
Léetela bien y quizá llegues a la misma conclusión que yo: El Monseigneur está vacío por falta de promoción. Tal pareciera que uno está leyendo, al final del menú, un extracto con fines gastronómicos, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fíjate que de modo implícito hasta está resuelto lo de la tan llevada y traída libertad de expresión. Cuando los que hoy andan perdidos en otros restaurantes sepan cuánto les está garantizado (y como derecho, que no es cualquier cosa) con nada más sentarse en El Monseigneur, las cosas cambiarán: Bola de Nieve dejará de ser leyenda, al menos en este sitio (cosa que ya lleva un buen tramo de adelanto), cualquiera pagará los altos precios de la casa y ya poco importará las imitaciones de mármol. Hasta quizá el piano ceda su espacio a una nueva mesa que pueda alojar a la multitud que esperará afuera. Lo malo es que por amplio que pueda ser el lugar (que no lo es) no habrá espacio para todos y los que logren entrar en algún momento tendrán que salir del restaurante.
4 comentarios:
Efectivamente, buen arranque para un borrador de la nueva Constitución.
Estaría bien que las "autoridades cubanas" aplicasen estos "Derechos del consumidor" a lo derechos cotidianos del ciudadano común.
...ya había yo leído esta "carta de los derechos" en algún que otro comercio cubano... y puedo asegurarles que en la inmensa mayoría NO se cumplen.
por eso hace falta la burocracia para definir lo que los politicos no pueden ni quieren.
Barbarito, lo sorprendente sería que esos "derechos del consumidor" se cumpliesen a cabalidad. La pregunta clave sería, ¿cuántos consumidores agraviados habrán radicado querellas? Saludos.
MI
No queda dudas de que eso lo escribio Pablo Milanes.
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