El mito no como falsedad o anestesia local (y circunstancial) sino como relato de eficacia pulida por el tiempo que conecta pasado y futuro. Se puede desarticular en piezas, masacrar sus escombros, creer por un instante que se ha sido derrotado. El dogma, que intenta reducir el mito a un solo sentido, defendiendo su pureza, no hace otra cosa que incapacitarlo, castrarlo, negarle su posibilidad fecunda de transformar el sentido en forma, en imagen. El dogma es su centro mentiroso. Lo esencial -en el mito- es la cáscara. El mito entonces parece ser más resistente que la realidad en la que se proyecta. Los dogmas pueden ser destruidos pero el mito del que estos se habían apropiado, al liberarse de su peso, reaparece más invulnerable y vital. “Parece que el sentido va a morir –dice Roland Barthes- pero se trata de una muerte en suspenso: el sentido pierde su valor pero mantiene la vida, y de esa vida va a alimentarse la forma del mito”. De esa vida y de la esperanza que conlleva se rellena una vez y otra la cáscara del mito. Eso y mucho más (porque de eso se trata, de eludir la ortopedia del sentido) parece decir la pieza “Ananké: el héroe y las moiras” (2009) de Geandy Pavón:
3 comentarios:
me gusta mucho como Geandy ha encontrado una consecuencia entre lo que pinta y lo que filma. Es un monstruo.
Ah, por cierto que el me hablo de este proyecto aqui cuando vino pero no imagine lo empin... que estaba.
Un abrazo
el teju
¡Me cuadra!
chico con esa energia que bueno esta pa que los manden a cortar canas a to ustedes la revolucion nececita de sus brasos cono
Publicar un comentario