La andanada contra
el ensayista Roberto Zurbano desde el oficialismo más rancio por su artículo en
el New York Times me obliga a una disculpa. Si bien confirma por un lado lo que
apuntaba en un post anterior (que incluso para estas fechas esa crítica aunque
timorata era mucho más de lo que el castrismo estaría dispuesto a admitir) el
artículo no parece, atendiendo a lo agresivo de la reacción, responder a un
mandato oficial. Podría persistir diciendo que esta reacción no es más que una
cortina de humo para reforzar la leyenda de un crítico “interno” reconvertido en agente o que
simplemente los agentes y los voceros no se acaban de poner de acuerdo, pero
ese tipo de especulaciones me sobrepasa. Nada, una confirmación más –algo que cierto
lector me advirtió- de que lo mío no es la novela de espionaje.
1 comentario:
Yo al principio pensé que los ataques eran sólo en el artículo que enlazas pero luego ví que habían otros tres en la Jiribilla más el de Rodriguez Rivera en el blog de Silvio con la andanada de comentarios de los fieles seguidores de este último. Los argumentos son los de siempre “los negros están ahora mejor que 55 años atrás”, “le das armas al enemigo” y “opinas en el lugar y momento inadecuados”. Incluso he visto a alguien, sin el menor sonrojo, evocar a Fidel Castro preguntando a un miembro negro de la Brigada 2506 prisionero tras los combates “¿y tú qué haces aquí?”. Leer estos artículos me da cierta vergüenza ajena, es como si me encontrara a un conocido que ya ha pasado los 40 y que usa en una discusión los mismos argumentos que cuando tenía 7 años.
Presentar la mejoría de la situación de los negros, tras 55 años, como un mérito exclusivo de la Revolución Cubana, como si en el resto del mundo occidental la situación fuese la misma que en los años 50 es tan absurdo que no es explicable ni en un país tan aislado como Cuba. Pero de lo que no se dan cuenta los organizadores de esta caída en pandilla es que con sus ataques le dan la razón a Zurbano. La lucha contra el racismo es una lucha de cada día, es cuestionarnos a cada momento nuestra forma de pensar, las palabra que usamos, los sentimientos que sentimos; es escuchar al otro y tratar de imaginarnos su situación, es cuestionarnos constantemente las estructuras que permiten la repetición de ciertos comportamientos. Ese tipo de cuestionamiento, de debate, forma parte de la escencia de una sociedad democrática pero no es compatible con el sistema imperante en Cuba. En primer lugar ese cuestionamiento pondría en duda el discurso del poder (que como en todos los lugares, trata de mostrar los éxitos de su desempeño) lo cual es impensable en Cuba. En segundo lugar un cuestionamiento sobre la cuestión racial podría abrir las puertas a cuestionamientos de otra índole, que el régimen no está interesado que se abran. (En tercer lugar pudiéramos ser conspirativos y sospechar que el debate no les interesa porque sencillamente son racistas.)
Un artículo como el de Zurbano, con una crítica moderada a la situación de los negros en Cuba actualmente, pasaría sin penas ni glorias en cualquier periódico de una sociedad democrática. Sería un granito más en ese cuestionamiento diario del que hablaba anteriormente. La reacción que ha despertado en la oficialidad cubana demuestra que allá ese necesario debate, ese cuestionamiento, no es posible hoy en día.
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