jueves, 29 de diciembre de 2011

Apolítico


Anoche, al comentarle a un amigo por teléfono que no me interesaba la política soltó una carcajada de las que sacuden los sismógrafos. Cuando se calmó tuve que explicarle que, por ejemplo, soy de los que abren los periódicos y los cierran por las páginas deportivas. O de los que lo aburren profundamente las discusiones sobre demócratas y republicanos, liberales y socialdemócratas, izquierdas y derechas. Cuando voy a votar –y eso lo hago religiosamente- lo hago más por resarcirme de todas las veces en que la única opción que tenía era anular la boleta que por interés en quién saldrá elegido. En fin, que carezco de la sensibilidad suficiente para captar esas sutilezas que parecen interesarles tanto a mis amigos y cuando tomo partido en las discusiones trato de hacerlo a favor del sentido común (o si acaso libero mi lado más visceral para que no se me atrofie). Si me pronuncio continuamente contra el castrismo –le aclaré a mi amigo- es por las mismas razones que rechazo la idea de superioridad racial, el nazismo o los fanatismo religioso: porque es una ofensa a la dignidad humana, al sentido común y a los otros cinco sentidos. Eso y saber que el castrismo, esa manifestación de la estupidez humana en la que crecí, me formé y que sufrí en carne propia (por ese orden) sigue pudriéndole la vida a un montón de gente. Y que mirar para otro lado –por una de esas malformaciones que uno lleva en el alma- me haría sentir culpable de su existencia. Y lo triste es que no me engaño: perder tanto tiempo en demostrar y denunciar una obviedad no me mejora ni me justifica pero no puedo evitarlo. Espero que mi amigo me haya entendido.*


* “¿Eso quiere decir que cuando en Cuba la discusión sea entre el partido de Mariela Castro, el de Yoani, el de Hernández Busto y el de Rafael Rojas dejará de interesarte la política?” me preguntó mi amigo y tuve que reconocer que sí, que ya para ese entonces la política cubana me atraería menos que la norteamericana. Y la verdad es que, al menos para mí, no reconozco mejor síntoma democrático que el que la política no me atraiga más que como ejercicio de racionalidad pura. El entusiasmo en un apolítico tan raro como yo es –definitivamente- un mal síntoma.

8 comentarios:

Ernesto G. dijo...

De acuerdo contigo. Un abrazo.

BARBARITO dijo...

Me congratulo de coincidir con este apoliticismo... ¡¡tan beneficioso para la salud mental!! :-)

Armando Tejuca dijo...

se puede confundir al ser activista con el político, pero está muy bien aclarado tu punto, una persona que puede dedicar horas, días o semanas de su vida a una causa puede ser liado con un militante partidista pero no es lo mismo, de ahí la confusión de tu amigo. Por muchos años fui de los que pensaba que en cuba solo se habla de política, o de que todo en la isla va a parar a la política. Pero en realidad eso que se dice política no es más que como tu bien dices una chapucería para justificar al castrismo. O sea que todo lo que hacemos hoy es referirnos, combatir, no estar de acuerdo con un estado demencial no con una posición política o ideológica. Y hay que tener mucho cuidado pues se puede perder mucho tiempo enredados con estos tios.

Anónimo dijo...

Creo que es mejor preocuparse por la politica porque si no lo haces otros lo haran por ti. Y el resultado puede ser algo tan siniestro como el castrismo.

Anónimo dijo...

y porque no creas un partido?, el de los apolíticos

el slogan puede ser:

"apolíticos de todos los paises uníos"

abrazos

alejandro

Güicho dijo...

Cuando quieren, los cinco sentidos también ofenden al castrismo. Incluso el paladar. Sobre todo si vende langostas.

Mucha prosperidad en 2012!

Anónimo dijo...

aclaracion: era el democristiano de Lopez-Levy, la ultraderecha de Don Busto, y el centro de Rojas. Pero en fin, solo un visionario politico como voce podia ver esos otroa partidos en el horizonte.

El amigo al que se le acabo la pila del celular

Anónimo dijo...

Don Busto, ultraderecha? Please.