Afirmaciones

"Jamás Cuba ha ordenado el asesinato de un adversario" ha dicho el decano de los dictadores del siglo XX (pese a que las agencias insisten en llamarle ex presidente, un eufemismo que hasta sus mismos partidarios evitan). Si uno se ajusta a sus palabras habrá que darle la razon. Cuba ha permanecido callada. Quien siempre ha ordenado los asesinatos no es la señora del gorro frigio sino ese viejito despeluzado que no se aburre de matar. Mientras más desastrada su imagen más miedo tendrá a que le pierdan el miedo y mayor su necesidad de reafirmarse con la muerte de los otros.

Algunos pensarán en un ataque de amnesia a cuenta de su senilidad. Que es necesario recordarle sus nueve mil muertos de los cuáles muy pocos, si alguno podrán achacarse a asesinos por cuenta propia. Que ha mandado a matar en la isla, en el mar que la rodea, en aguas internacionales y en cualquier país donde asomase alguien particularmente molesto. Por bala, bomba y esa variante elegante que son las muertes en “extrañas circunstancias”. Que se aburre y le gusta que le recuerden los nombres de Aldo Vera, José Abrantes, la matanza de Río Canímar, la del remolcador Trece de Marzo, el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate. En fin, los más perdurables logros de su Revolución. Que nos entretengamos en párrafos innecesarios como este mismo.

Pienso que sólo quiere recordarnos que "Cuba" sigue siendo una marca registrada a su nombre; refrescarnos su viejo gusto por palabras categóricas como “nunca”, “jamás”, “todo”, “nada”; restregarnos su absoluta seguridad para mentir prescindiendo del más leve escrúpulo (porque son los escrúpulos precisamente los que nos impiden ejercer al mismo tiempo el crimen y su negación tajante y tranquila); confirmarnos que asesinos y mentirosos abundan pero alguien como El solo aparece unas cuantas veces por siglo. Y entonces se aclara la lógica de una afirmación tan fácil de refutar: es un modo retorcido de advertirnos que, en efecto, la muerte de Orlando Zapata es cosa suya.