sábado, 4 de agosto de 2007

Un clásico de Luis Aguilar León


Luis Aguilar León, uno de los más notables periodistas cubanos del último medio siglo, nos ha dejado varios clásicos. De él es el famoso artículo El profeta habla de los cubanos que circula con diferentes autores y fechas a cada rato. Algo menos conocido es el siguiente artículo:




DE COMO TRUCUTÚ ES EL ÚNICO QUE PUEDE LIBERAR A ROBINSON CRUSOE
Se suele proclamar en el exilio que toda nuestra lucha está encaminada a la liberación de nuestros hermanos en la isla. Dada nuestra evidente, perenne y corrosiva tendencia a la polémica, y tomando en consideración los parámetros que usamos para medir el patriotismo de nuestros compatriotas, la frase merece escrutinio.
¿Quiénes somos los que vamos a liberar, y quiénes son los hermanos a quienes queremos liberar? Según las normas vigentes en el exilio, del vamos están excluidos los exiliados que vinieron de la isla después de 1959, porque descubrieron sospechosamente tarde lo que ocurría en Cuba. Ello elimina al 70% de los exiliados. Y también quedan fuera los que de alguna manera participaron en los desmanes del régimen infame, es decir un 10% de los exiliados. Igualmente desechamos a los tontos útiles e inútiles, a los intelectuales que siempre andan confundidos, a los politiqueros, a los dialogueros, todos los cuales participan en conjuras socialistas, a los que han ayudado a Fidel con opiniones disonantes, consonantes, o detonantes, a los que se acercan al poder norteamericano, porque tienen una lacayuna mentalidad plattista, a los que no están claros y a los que están oscuros. A los demócratacristianos, a los socialdemócratas, a los cristianos sociales, y a todo ese tejido de siglas bajo las cuales se agazapa el comunismo. ¿Quiénes quedan, pues? ¿Quiénes son los puros, los verdaderos patriotas que van a liberar a los hermanos de la isla? La drástica eliminación deja a salvo a un solo exiliado, a un tal Trucutú, que vive en Hialeah, quien llegó de Cuba en enero de 1929. Trucutú es sordomudo y no ha oído jamás hablar de Batista o de Castro, se dedica a reunir sellos, y nunca ha participado en ninguna organización política, ni expresado opinión alguna que tenga que ver con Cuba. Trucutú es el único exiliado que clasifica y sobrevive en todas las encuestas como liberador de la isla.
Ahora bien, ¿quiénes son los hermanos de la isla a los cuales tenemos intenciones de liberar? Desde luego, no a los cubanos que simpatizan con el régimen castrista, lo cual excluye a un 15% de la población de la isla. Ni a los soldados que combatieron en Angola, ni a los milicianos, ni a los que forman parte de los indignos Comités de Defensa de la Revolución, ni a los que han ocupado casas robadas, ni a los miembros del Partido Comunista, ni a todos los presos políticos, porque muchos son agentes del gobierno que se dejan torturar para engañar al exilio, ni a los que han ocupado cargos oficiales en La Habana o en los municipios, ni a los médicos que han contribuido a la salud pública del régimen criminal, ni a los enfermos que se han enfermado para hacerles el juego a la propaganda castrista, ni a los que se dicen disidentes para embaucar a la opinión internacional; ni a los curas que no han proclamado abiertamente contra la dictadura. Ni al Caballero de París, porque ya está muerto. ¿Quién queda entonces? Queda un ciudadano que vive en una finquita, cerca de Remedios, tan hirsuto y solitario, que los vecinos lo llaman Robinson Crusoe. El régimen castrista lo ha dejado en paz, y Robinson, cuya edad se desconoce y de quien se rumora que es sordo y mudo, no ha participado jamás en ninguna actividad política, social, cultural, partidista, comunista, oposicionista o entreguista. Robinson Crusoe vive hermético, insensible, inasible e injuzgable. Robinson Crusoe justifica nuestra lucha, Robinson Crusoe es nuestro hermano. He aquí que sólo Trucutú, el exiliado puro, es capaz de liberar a Robinson Crusoe, el único cubano limpio que queda en la isla.
Lo único malo es que ninguno de los dos se ha enterado de la enorme responsabilidad
que pesa sobre sus respectivos hombros. Mientras tanto, peor que las cigarras de la famosa fábula, nosotros continuamos aserrando alegremente nuestro propio prestigio.

3 comentarios:

Jorge Salcedo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge Salcedo dijo...

¿Es que tú no sabes quién fue el padre de Trucutú? Y a Robinson, ¿por qué crees que le respetaron la finquita? Aguilar León es muy naïve o se calla más de lo que sabe.

Anónimo dijo...

El Profeta, es una miserable copia al papel carbon de un artículo escrito por el español Julian Maria sobre los argentinos