Siempre he
pensado que el béisbol es el deporte más difícil que explicar para el que no
haya nacido con un bate y un guante junto a la cunita, no haya crecido oyendo
hablar de strikes, bolas, hits, home runs, innings y carreras. Más difícil de explicar que una partícula de Higgs o
un hijo con otra mujer. Da igual el
trabajo que te tomes para explicarle el béisbol a un adulto que se te va a
dormir antes que consiga entender cómo se anota una carrera. Eso hasta que me
di cuenta de que hay un deporte todavía más inexplicable. Me refiero, por
supuesto, al chavismo.
Como en todos los
deportes se trata de derrotar al equipo contrario aunque con la diferencia de que
aquí los equipos siempre son los mismos. Los Chavistas contra los Escuálidos. Y
el principal objetivo del partido no es anotar más tantos que el contrario sino
cambiar las reglas del juego de manera que los Chavistas sigan ganando. Lo primero
es alargar los turnos ofensivos del equipo de la casa. En lugar de tres outs al
equipo chavista le pueden sacar cincuenta outs seguidos que seguirá bateando. Y
si hace falta se cambian las bases de posición, las cercas, las dimensiones del
estadio, de la pelota y hasta las del bate de manera que un toque de bola pueda ser
declarado home run si hace falta. Mientras
el equipo de Chávez se mantenga al frente cualquier cambio es bienvenido.
Ocurre,
por ejemplo, que tras consumir su turno al bate durante trece años el equipo chavista
está a la defensiva. Las cosas pueden complicarse más aún y el director del
equipo, cuarto bate y pitcher abridor, mientras está parado en el montículo haciendo
un wind up, cae en coma. Se habla de interrumpir el juego, sustituir el
pitcher, de suspender el partido e iniciar uno nuevo pero entonces las reglas
vuelven a cambiar. No importa que el pitcher abridor se encuentre inconsciente
en la enfermería de otro estadio: el umpire seguirá cantando strikes como si
estuviera lanzando rectas por el medio del home a cien millas por hora. Si el
equipo al bate protesta lo único que podrá ganarse es una expulsión y que se le
declare derrotado por no seguir reglas que podrán cambiar de nuevo. En cualquier
momento. Se puede decretar, por ejemplo, que si –Dios no lo quiera- el lanzador
abridor de los chavistas muere se le permita seguir pitcheando y sacando outs
como si nada hubiera pasado. O que se le sustituya por el cargabates que aunque
tire bolas flojitas que apenas lleguen al home se decretará que se trata de lanzamientos
terroríficos por el centro de la zona de strike. Ya dije que
el chavismo es un juego complicado pero al menos tiene la ventaja de ser
previsible. No importa lo que pase en el terreno (o, en este caso, en la
enfermería): ya se sabe de antemano quién será el ganador.
2 comentarios:
El chavismo, al menos, se ha visto obligado a jugar a la democracia. Haciendo trampas, robando botos, en lugar de bases, etc. La dictadura cubana se limita al cuatro esquinas. Juego muy simple. Represion, dictadura, negacion de la oposicion. Este juego, muchisimo mas simple, parece fascinarle a la opinion internacional. En casi todo occidente se juega soccer, en algunos raros sitios, beisbol. Y Cuba, que como aprendimos hace poco en El Pais queda fuera de Occidente, se limita al cuatro esquinas. Todos aplauden la excepcionalidad de la isla. Y el pueblo cubano o se divierte jugando a este juego o llora.
Enrique en este juego no importa cuantos jugadores hayan ni cuan buenos sean puedes tener un equipo lleno de hall of famers...y quien define el juego son los arbitros...pero no los justos sino los dueños de la cuchilla..el juego lo definen ellos imaginate un juego asi peloteros contra arbitros...por cierto eso da para un cuento un juego entre los peloteros estrellas muertos en el cielo contra los arbitros en el infierno...quien gana?....
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