Abajo un comentario impagable de Manuel Sosa en su Finca:
Puntos de presión
Sin haberse realizado, la protesta organizada por Alexis Romay y otros intelectuales cubanos ya ha sido exitosa. Ha logrado movilizar a la parte usualmente morosa del exilio y ha sido difundida por diversos medios, lo que garantiza que nuestros reclamos al régimen castrista permanezcan en la conciencia del mundo, sin dejarles olvidar que ningún maquillaje va a borrar la cara histérica de ese gobierno al que un gran número de intelectuales prefiere mirar como reflejo de sus ilusiones. El punto llamativo de esta convocatoria, llamada a ser la continuación de las que se organizaron en Madrid y Barcelona, es su concepción inusual, ya que la idea provino de un escritor que logró sumar a otros intelectuales del exilio en su núcleo gestor. Aquí no hubo guión político, ni causas partidistas: los escritores, músicos, pintores se adelantaron al mutismo civil que padece el exiliado corriente (muchos no quieren meterse en problemas, pues necesitan ese viaje a la isla y esa validación del sombrío pasaporte); por tanto, estas protestas sientan precedentes, proviniendo de un círculo inusual: los que saben esgrimir y mantener un mensaje efectivo. Después de Madrid, Barcelona y Nueva York no es de extrañar que les sigan otros sitios claves en el mapa de la diáspora. Y otras maneras de ejercer presión seguirán revitalizándose y ampliándose, los blogs, las cartas abiertas, las publicaciones espontáneas, el hervidero de mensajes que la conciencia mundial no podrá seguir ignorando. Confieso que no soy partidario de andar con letreros en la calle, por muchas razones que no deben importar, pero creo que a veces han de enfatizarse los puntos de presión, los visibles y audibles. El castrismo nunca ha sabido reaccionar con un mínimo de decoro. Ellos prefieren los insultos, los golpes y el chantaje. Todo en ellos es lugar común y discurso forzado, metáforas gastadas y acumulación instructiva. Vamos a ver cuántos pasaportes revocan ahora, y qué música trovadoresca ponen por los altavoces, si es que deciden, una vez más, taparse los oídos.
Caricatura: Arístide