Respondiendo un cuestionario de la revista Sur Borges se extiende sobre la moral de la literatura:
No nos dejemos embaucar por la connotación sexual de la palabra inmoralidad; más inmoral que fomentar la lascivia es fomentar el servilismo o la estolidez.Stevenson (Ethical Studies) observa que un personaje de novela es apenas una sucesión de palabaras y pondera la extraña independencia que parecen lograr, sin embargo, homúnculos verbales. El hecho es que una vez lograda esa independencia, una vez convencidos los lectores de que tal personaje no es menos vario que los que habitan "la realidad" (quienes, por lo demás, tampoco son, o somos, otra cosa que una serie de signos), el juicio moral del autor importa poco. Además, todo juicio es una generalización, una mera vaguedad aproximativa. Para el novelista, como tal, no hay personajes malos o buenos; todo personaje es inevitable. I understand everything and everyone, declara Bernard Shaw, and I am nobody and nothing.Cabe, por consiguiente, decir a Chejov: si los ladrones de caballos son reales, la opinión de su autor no los modifica.Vedar la ética es arbitrariamente empobrecer la literatura. La puritánica doctrina del arte por el arte nos privaría de los trágicos griegos, de Lucrecio, de Virgilio, de Juvenal, de las Escrituras, de San Agustín, de Dante, de Montaigne, de Shakespeare, de Quevedo, de Browne, de Hugo, de Emerson, de Whitman, de Baudelaire, de Ibsen, de Butler, de Nietzche, de Chesterton, de Shaw; casi del universo.
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