Las catástrofes naturales* ayudan a descubrir posibilidades desconocidas de la existencia. Hacerte ver
cómo tu hijo puede pasarte cuatro horas seguidas sin tocar un video juego o
computadora y seguir respirando. O adentrarte en el alucinante mundo de
“Abismo de pasión”. Se trata por supuesto de una telenovela mexicana (no
confundir con “Laberintos de pasión”, “Cañaverales de pasión”, “Alcantarillas
de pasión”, “Marabuzales de pasión” que cuentan con los mismos actores, la
misma trama y hasta el mismo vestuario. Allí siempre la canción tema es la que
marca la diferencia). El hecho es que vagabundeando por el barrio a oscuras me
metí un restaurancito colombiano al que nunca había entrado antes y que tenía
la invaluable virtud en estos casos de contar con fluido eléctrico. Como andaba
con poco apetito pedí apenas una bandeja paisita que es una versión modesta de
la bandeja paisa, un plato que con una sola ración bien servida bastaría para
resolver los problemas de hambre en África.
Luego de hacer el
pedido (allí me enteré que el diminutivo del plato venía de que había que
escoger entre el chorizo y los chicharrones) comenzaba a preguntarme por qué a
la FAO no se le ha ocurrido instalar restaurantes colombianos en África pero
algo no me dejaba ir más allá en mis reflexiones: ese algo era un televisor de
pantalla plana ocupada toda por los pechos de la mala de la novela “Abismos de
pasión”. Además de las protuberancias creadas por Dios para amamantar a sus
crías y recreadas por los cirujanos plásticos mexicanos para llenar las
pantallas de Televisa si algo destacaba en lo que vi eran las actuaciones. No
hablo de actuaciones malas que se pueden ver habitualmente en una pantalla. Ni
siquiera de la escuela de actuaciones horrendas conocidas como “estilo Dennis
Quaid”. Porque existen posibilidades descubiertas por mí mismo cuando incursioné
en el teatro universitario y me di cuenta que en un escenario no podía siquiera
hacer de mí mismo y que mi madre siguiera creyendo que yo era su hijo. Pues las
actuaciones de “Abismo de pasión” son más o menos una parodia de mi estilo
actoral. Rostros que quieren expresar rabia y lo que expresan es más bien un
profundo arrepentimiento (de no haber tomado más clases de actuación, supongo).
¿Han oído hablar de la escuela del resentimiento? Pues esta es la escuela del
recontrasentimiento.
Sin embargo esos
defectos actorales son contrapesados por un sutil trabajo de cámara que
mientras la heroína o la malvada suelta bocadillos menos naturales que los
coros de los matutinos de mi infancia (“dos goticas de agua clara cayeron sobre
mis pies” etc) nos deja ver ya sean los vastos pechos de las actrices o sus
ombligos convencidos de que ante tales distracciones nunca nos vamos a enterar
de lo que dicen o cómo ponen la bembita para expresar frustración. (La obsesión
de las telenovelas con los ombligos de las actrices es llamativa. Da igual que
sean heroínas malvadas, todas llevan el
ombligo afuera incluso si hacen el papel de monja. Debe ser para mostrarnos la
única parte del cuerpo donde no se han inyectado silicona. “Ombligos de pasión”
debería llamarse la telenovela.) Pero el meticuloso trabajo de los camarógrafos
parece irse al carajo cuando el director los obliga a que se enfoquen sólo en el
rostro –se trata de uno de los capítulos finales y están revelando secretos
decisivos- y no queda otro remedio que concentrarse en la extraña contracción de
los músculos faciales de las actrices que intentan expresar emociones tan
complejas como “Ramiro Alejandro, te amo con todo mi corazón” y apenas
consiguen comunicar el disgusto que les causa tanta insistencia en la cara
luego de pasarse horas en el gimnasio haciendo ejercicios de glúteos. Aunque
incluso en esos casos no estamos obligados a fijarnos en los movimientos
erráticos del rostro de las actrices. También podemos mirar algo más arriba y
descubrir, por ejemplo, que la actriz en cuestión ha conseguido inyectarse
silicona en cada una de las pestañas.
[Continuará]
*La verdad es que no puedo decir catástrofe natural aplicada al paso del huracán Sandy sin sentir cierta verguenza. Unos cuantos árboles caídos y cortes de luz palidecen ante cualquier terremoto, tsunami o huracán caribeño. Eso me obligaría a aceptar que nací y crecí en medio de una catástrofe natural cuando la verdad es que era cualquier cosa menos natural.
[Continuará]
*La verdad es que no puedo decir catástrofe natural aplicada al paso del huracán Sandy sin sentir cierta verguenza. Unos cuantos árboles caídos y cortes de luz palidecen ante cualquier terremoto, tsunami o huracán caribeño. Eso me obligaría a aceptar que nací y crecí en medio de una catástrofe natural cuando la verdad es que era cualquier cosa menos natural.
6 comentarios:
los científicos han descubierto que bajar el volumen cuando salen las tetas en pantalla genera endorfinas y ayuda a eliminar los radicales libres.
Yo tuve que pasarme esta semana en casa de los suegros, y la computadora está al lado del TV. Me he disparado varios capítulos, porque uno tiene que virar la cabeza y prestar atención a ciertos momentos, y de paso lo oyes todo, por supuesto.
Oye, nos vemos el 15. (Sosa)
solo tienes que ver esto
http://youtu.be/4cKGyOE_jOI
Lástima que ya no hay radionovelas. Si las hubiera, la parte del narrador sería mucho mejor que en los viejos tiempos.
Voz offset: Esmeralda Graciela entra en la habitación detrás de sus voluminosos y voluptuosos pechos. Ramiro Alejandro queda completamente anonadado y con la boca abierta.
Esmeralda Graciela: “Ramiro Alejandro, te amo con todo mi corazón.”
Voz offset: La mirada de Ramiro se fija en el ombligo descubierto de Esmeralda.
Esmeralda Graciela: "Sí, te amo mucho, Ramiro, y nada ni nadie se interpondrá entre nosotros..."
Voz offset: El temblor emocionado de los pechos de Esmeralda obliga a Ramiro a levantar la vista unos centímetros.
Esmeralda Graciela: "...a menos que..., no, eso no quiero ni pensarlo..." [Musiquita de suspenso.]
Voz offset: Súbitamente Esmeralda avanza hacia Ramiro, que sigue con la vista fija. Ahora es la mandíbula de Ramiro la que tiembla al ritmo de los pechos de ella. Esmeralda coloca sus bellas manos en los hombros de él.
Esmeralda Graciela: "...porque… tú también me amas, Ramiro mío, ¿verdad que sí?”
Ramiro Alejandro: “¿Eh...? ¿Dijiste algo?”
Compadre:
el tétrico/romántico escenario del único lugar iluminado en una ciudad a oscuras es un muy débil pretexto para confesar su pasión por las telenovelas mexicanas. O por las actrices mexicanas siliconadas; que no es lo mismo, pero es igual.
En todo caso, es loable que el vientecillo platanero ese le haya dado la ocasión para salir del clóset.
PD: Quiero el numero de teléfono de la jeva de la foto.
En la version cubana de "Balseros de Pasion", esmeralda se va con un gallego que le gusta el Che, y Ramiro Alejandro (alias el cuco), se tiene que ir en una balsa porque no le dan el permiso, por disidente.
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