La soñada final revolucionaria, aquella que se jugaría entre equipos que nunca habían ganado un mundial con anterioridad, se convirtió en la realidad del césped en la disputa por el tercer lugar. Croacia, el subcampeón del mundial anterior contra la mayor sorpresa del mundial, Marruecos, el equipo africano que había llegado más lejos en la historia de la competencia.
Los diez primeros
minutos de juego prometían uno de esos peleones a lo Rocky Balboa donde el
ganador termina con los ojos hinchados y el perdedor apenas recuerda como se
llama la novia. En el minuto siete, Croacia anota en un jugada a balón parado
más estudiada que un examen de química orgánica. Tiro de esquina, dos
cabezazos, el segundo del defensa croata Gvardiol y la pelota termina en la red.
Minuto y medio después los marroquíes le devuelven la cortesía a los croatas y
en otro tiro libre Majer despeja mal y Achraf Dari estrena la portería
balcánica.
Parecía aquello,
como en “Casablanca”, el principio de una bella enemistad pero la sangre no
llegó al río ni los delanteros a la puerta contraria. En los minutos siguientes
-ya comprobada la pegada del contrario en mandíbula propia- ambos equipos pasaron
a tener una actitud más reservada, como si después de pasar la prueba se pusieran
a estudiar. Los marroquíes tenían más posesión del balón pero no conseguían
traducirla al lenguaje del gol. Los croatas por su parte, menos activos
resultaban ser los más incisivos. Por si hubiera dudas, poco antes de que
terminara el primer tiempo Orsic pateó una pelota que cualquiera hubiese jurado
que era un centro pero que terminó por pegar en el poste más alejado de Bono
para luego entrar en la portería.
Si el primer
tiempo termina dos a uno el segundo es como una katá de karate: mucho gesto
enérgico lanzado a la nada. Croacia estuvo tan cerca de ampliar el marcador
como Marruecos del empate. En la última jugada del juego un cabezazo marroquí
pasa rozando el larguero contrario pero por la parte de arriba, la que no
cuenta. El pitido del árbitro decreta que Croacia ha terminado en tercer lugar
lo que no está nada mal para un país de 3.9 millones de habitantes y 31 años de
existencia: dos terceros lugares y un segundo en los últimos siete mundiales.
Marruecos -con su cuarto lugar- tuvo en cambio que conformarse con hacer
historia como la nación africana que ha llegado más lejos que ninguna otra en
mundiales. Pero bueno, eso era algo que se sabía antes de que comenzara el
partido.
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