martes, 31 de mayo de 2022

Luis Manuel Otero Alcántara, una biografía colectiva

 

La editorial Hypermedia acaba de publicar el libro Luis Manuel Otero Alcántara, una biografía colectiva. Coincide el lanzamiento del libro con el inicio de la farsa judicial contra Luis Manuel y Maykel Castillo en La Habana que debe terminar hoy. Los autores de este retrato colectivo son:

Adriana Normand / Anaeli Ibarra Cáceres / Anamely Ramos González / Camila Ramírez Lobón / Celia González / Cirenaica Moreira / Claudia Genlui Hidalgo / Claudia González Marrero / Enrique Del Risco / Grethel Domenech / Hamlet Lavastida / Héctor Antón / Henry Eric Hernández / Janet Batet / Jorge Peré / Juliana Rabelo / Julio Llópiz-Casal / Ladislao Aguado / Leandro Feal / Legna Rodríguez Iglesias / Lester Álvarez / Luis Manuel Otero Alcántara / Magaly Espinosa / Martica Minipunto / Néstor Díaz de Villegas / Ray Veiro / Rolando Leyva Caballero / Salomé García / Sergio Ángel / Ulises Padrón Suárez / Yanelys Núñez / Yissel Arce Padrón / Yuleidy Mérida.

Tambien anuncia la editorial que "los fondos recaudados por la venta, serán donados en su totalidad al apoyo a Luis Manuel Otero Alcántara y los demás presos políticos".

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Les dejo como adelanto el texto mío que los antologadores han incluido en esta antología:



¿De qué color es Luis Manuel?

Luis Manuel Otero Alcántara, el artista cubano que tantas veces ha sido reprimido, encarcelado (y que ahora va a cumplir tres semanas de extrañísimo y siniestro secuestro en un hospital habanero), no parece ser negro. A pesar de que a simple vista parezca lo contrario. Luis Manuel no parece ser de la misma raza que George Floyd, Eric Garner o Freddie Gray. Ni parece compartir color con tantas celebridades que justamente se indignan cada vez que un afroamericano es maltratado por la policía. A los efectos de la indignación o la solidaridad que despierta, Luis Manuel Otero Alcántara parece ser blanco. O transparente.

Tiempo nos ha dado Luis Manuel para averigüemos su color, para enterarnos de la violencia de Estado desatada contra él. No han sido los ocho interminables minutos con que George Floyd tuvo el cuello aplastado por la rodilla de la policía de Minneapolis, cierto. Son años de ser sometido a todo tipo de maltratos y persecuciones. Años de aparecer en videos y fotografías mientras es detenido, golpeado, encerrado, y vuelto a liberar para reiniciar el ciclo de persecuciones. Años con su rostro empapelando las redes sociales, suplicando la solidaridad que con tanta presteza reciben las víctimas afroamericanas.

En todo caso, Luis Manuel Otero Alcántara es del mismo color de Juan Carlos González “Pánfilo” condenado a dos años de prisión por decir en un video casero que tenía hambre. Del color de Orlando Zapata Tamayo, prisionero político muerto tras ochenta días en huelga de hambre, defendiendo su dignidad de persona. Del color de la activista Berta Soler, de Jorge Luis García Pérez, “Antúnez”, de Guillermo Fariñas y de tantos otros afrocubanos que luchan porque sus derechos sean respetados. Basta el simple desplazamiento desde Estados Unidos hasta Cuba para hacer irrelevante la cuestión del color.

Cabe pensar que incluso en el antirracismo no todos los negros son iguales. Que el sufrimiento de un artista o activista afrodescendiente del Tercer Mundo carece de la trascendencia que le atribuimos a un negro maltratado en Estados Unidos o en Europa. O cabe suponer que los afrocubanos reprimidos a diario han sido blanqueados, invisibilizados por el miedo. El miedo a perder el trato que la dictadura cubana le dispensa a quienes le sean favorables, a los que la alaben o simplemente eviten reparar en su naturaleza represiva y se concentren en el esplendor de los paisajes de la isla. O en su música o sus atracciones culinarias.

O puede que le niegan su solidaridad a los disidentes afrocubanos se sientan inmovilizados por el miedo, algo más discreto, a verse en el lado incorrecto de la Historia, el miedo supersticioso a que, denunciar a un gobierno que se llame de izquierda y antimperialista, los convierta de manera automática en representantes de la reacción o del racismo que, de alguna incomprensible manera, encarna Luis Manuel frente a sus represores blancos Raúl Castro o Miguel Díaz Canel.

Si el miedo es ideológico, la justificación de su silencio también lo será. “Luis Manuel Otero Alcántara no es reprimido por el color de su piel”, dirán. Y tienen razón. Como mismo Rosa Parks o Martin Luther King tampoco fueron encarcelados o golpeados por el color de su piel. Ellos eran reprimidos y perseguidos por defender derechos que no le eran reconocidos en el país del que eran ciudadanos. Por la misma razón por la que es calumniado, vejado, maltratado a diario Luis Manuel Otero Alcántara, junto a cientos de conciudadanos de todos los colores y razas: por reclamar los derechos que les niegan en su país a todos los cubanos.

Pero ante una color blindness tan arraigada, no sé si tenga sentido preguntarse de qué color es Luis Manuel. O cualquier otro ser humano.

lunes, 23 de mayo de 2022

Gracias Montreal

 


Tanto para Francisco García como para mí cada presentación en Montreal siempre ha sido una tremenda fiesta. La cálida fidelidad de un grupo de lectores/ amigos ha hecho que insista en incluir esa ciudad como parada obligatoria de mis presentaciones junto a Nueva York y Miami y que se convierta en una buena oportunidad para encontrarnos con viejos amigos y descubir otros.
Once años de presentar todos los títulos que han ido apareciendo a un público que es casi familia. Ahí está la pareja que por primera vez acudió con un niño de semanas de nacido que hoy es adolescente o la muchacha que venía con su niña que alguna vez preguntó cuándo escribiría un libro para niños y le ha costado menos convertirse en mujer que a mí cumplir la promesa. O esa otra chica que vino a verme en la feria de Guadalajara antes de que estallara la pandemia y ahora, reubicada en nueva latitud por fin se atreve a hablarnos, como si alguna vez fuera difícil, como si valiera la pena. O los gestores culturales (Paco, Toni, Mariana) que con tanto entusiasmo nos han ofrecido sus espacios para compartir nuestra obra. O los colegas magníficos (Zeyda, Lizandro, César) que tan generosos han sido con tu tiempo y su atención. O el artista cubano-mexicano que habíamos conocido apenas en un café apenas en la mañana del viernes y ya estaba en la tarde tirándonos fotos y sumándonos su energía tremenda. O los que nos acompañaron durante nuestra transmisión en vivo y los que vieron el video posteriormente hasta llegar a 340 visualizaciones.
Pero sobre todo Vilma Vidal, sin la que nada de esto sería posible.
A todos gracias porque mejor no la pudimos pasar.

viernes, 20 de mayo de 2022

Esta tarde a las 6:00 pm nos vemos en Montreal

 Los invitamos esta tarde al lanzamiento de los libros "Nostalgia represiva" de Francisco Garcia Gonzalez y "Los que van a escribir te saludan" y "Nuestra hambre en La Habana" de un servidos en el Instituto Legados de Montrreal (4510 rue Cartier, esquina a Mont Royal avenue).



martes, 3 de mayo de 2022

Oda urgente a Enrique del Risco*



Otro regalo, en este caso de mi hermanito Alexis Romay:

Nuestra hambre en aquella Habana
—donde no nos conocimos,
ciudad de la que nos fuimos
ya cansados de la fiana,
la represión chabacana
y el futuro inalcanzable—
era un hambre insoportable
de libertad, de comida,
de no pasarnos la vida
comiéndonos aquel cable.

Décimas para Nuestra hambre en La Habana


César Pérez me hace el regalo inmenso de dedicarle once décimas a "Nuestra hambre en La Habana"

Soberanía alimentaria o El hambre, un arma de la Revolución

(Para Enrique Del Risco en la presentación de Nuestra hambre en La Habana).

Con tanta pasta de oca
Moringa texturizada
Y tripa desmucosada
Cuba está a pedir de boca.
Y como si fuera poca
Esa abundancia inaudita
Tenemos cáscara frita
Cortesía de Frei Betto,
Pan de cabilla y concreto
Y fricasé de termita.

De exquisiteces sin par
Cuba es una cornucopia:
Tiene una cuisine muy propia
Imposible de imitar.
¿Bisté de colcha e trapear?
Ya eso es manjar del pasado.
Ahora hay fritas sin pescado
De aserrín de pinotea
Carapacho e jicotea
Y mosquito empanizado.

No hay país donde se coma
Como en Cubita la bella
Patria de la mortadella
Con dientes, pelo y carcoma.
Ya está en nuestros cromosomas
Digerir lo indigerible
Masticar el imposible
Roer con saña el infinito
Para aplacar un poquito
Nuestra gula inextinguible.

El estómago cubiche
Es un órgano especial:
Si le echas piedra o cristal
Los muele como un trapiche.
Hace de espinas ceviche
Y del bagazo jamón,
Es alquimista y campeón
En transformar la materia:
Tragas un pan con bacteria
Y cagas filé miñón.

Te vendo en MLC
Tu leche de cucaracha
De contra, Machi borracha
Perreando con Buenafé.
Te vendo borra e’ café
Que es tu caviar de beluga
Te vendo pluma y pechuga
De avestruz imaginaria
Te vendo un mojón de claria
Y el fanguito en la lechuga.

No hay nada más rico y sano
Que vender a precio de oro
Pellejos de sapo toro
Y que paguen los gusanos.
Qué suerte tiene el cubano
Adentro y fuera rehén!
Somos piano y comején
Somos el alfa y la omega
Cola y bronca en la bodega
Guachipupa y chispetrén.

Fidel Castro lo sabía:
Si el pueblo come bazofia
Gusto y sentido se atrofia
Y te rinden pleitesía.
No era locura o manía
Sino un plan casi perfecto
Para crear un abyecto
País de zombies sin más plan
Que hacer la cola del pan
Como sumisos insectos.

Muy poca gente se lanza
A la calle a protestar
Si el día se les va en pensar
En cómo llenar la panza.
Cuando tu única esperanza
Es que llegue el fricandel
Tu vecino el coronel
Come su bisté confiado
En que aturdido y hambreado
Gritarás Viva Fidel.

Pide croqueta explosiva
Grita Viva la salchicha
Juega dominó sin ficha
Traga en seco sin saliva
¡Esta es la última ofensiva
Contra el Norte decadente!
Sigue hambriento y obediente
Hasta que se seque el mar
Que entonces podrás jamar
Un poco como la gente.

Tanto campo desolado
Peladera y marabú
Donde no vuela el sijú
Ni hay un boniato sembrado.
Este desastre anunciado
Ciclón Comité Central
Ha vuelto a Cuba un erial
Y si no cambia la cosa
El vómito de tiñosa
Será el plato nacional.

Sueño una Cuba futura
En que comer no sea un lujo
Ni haya que ser mago o brujo
Pa asegurar la fritura.
¡Abajo la dictadura
Y que la cola se acabe!
La libertad es la clave
El limón, la panacea
Para que Cuba no sea
Circo sin pan, ni casabe.

lunes, 2 de mayo de 2022

Un lugar bendito


La presentación el pasado sábado de “Los que van a escribir te saludan” y “Nuestra hambre en La Habana” fue bastante más allá de mis esperanzas más desbocadas. Lleno completo al punto que buena parte de los asistentes tuvieron que quedarse en el recinto contiguo y seguir la presentación por facetime y encima se vendieron todos los ejemplares que llevamos. Le agradezco en primer lugar al profesor Octavio de la Suareé por coordinar la presentación y leer su atento y sagaz trabajo sobre el primero de los títulos y a la Union City Public Library por acogernos. A Ingeborg Portales por el inestimable apoyo en el frente de las divisas junto a Eida y Lila, también magníficas en su desempeño. A Armando Tejuca por crear el anuncio para el evento. Y por supuesto al formidable grupo de amigos que asistieron al evento en persona o lo siguieron online.


Lo dije ese día y lo repito ahora: me siento muy orgulloso y afortunado de pertenecer a una comunidad de creadores de todo tipo -artistas visuales, escritores, profesores, intelectuales, músicos, arquitectos, diseñadores, empresarios, promotores culturales, activistas y gente esforzada y trabajadora de los más diversos sectores- empeñados en hacer su entorno más habitable y en darle todo su apoyo a otros que de maneras diferentes tratan de darles un mejor sentido al mundo en que vivimos. La linda experiencia del sábado no es más que una confirmación del privilegio que siempre he sentido por pertenecer a esa formidable tribu de cubanos que se asienta a ambas orillas del Hudson. Especialmente la orilla oeste que con el tiempo se ha convertido en uno de los espacios de mayor concentración de talento y creatividad cubana en este mundo. Y lo que falta.

En el taller de Jairo Alfonso


Eric y Mae en el taller de Douglas Arguelles

En el taller de Ariel Cabrera Montejo












Elogio de la mamá


Uno no debe alardear de sus privilegios. Aunque solo sea porque no hizo nada para merecerlos. Si ahora lo hago es para reconocer a los que me los proporcionaron. Hablo de mis padres. Porque mientras crecía daba por descontado estar rodeado de libros suficientes como para acompañarme un buen rato en la vida. O que mi padre, científico, y uno de los mayores especialistas en bosques del país, me llevara a conocer toda la isla y a enseñarme que Cuba era bastante más que La Habana o una bandera o un mapa sino un amasijo de gentes y paisajes que no cabían en ningún discurso. Por otro lado estaba mi madre, profesora de literatura, la culpable de que antes que pidiera leerlos ya estuvieran esperándome Julio Verne, Emilio Salgari, Edgard Allan Poe o Arthur Conan Doyle en los libreros de la casa. La que antes de que aprendiera a descifrar el tremendo misterio de las letras me leía versiones abreviadas de las obras de Shakespeare o los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz y César Vallejo. La culpable de que antes de empezar a leer ya entendiera la gracia de la “Carta a Sor Filotea” o el significado de palabras como “encausto” o “atenagórica”. Ella era la que luego me estimulaba a ciertas lecturas -como el Decamerón- por el efectivo sistema de decirme que las dejara para más tarde porque eran demasiado complejas para mi edad. O que ya en quinto o sexto grado me permitía ayudarla a revisar la ortografía de los exámenes de sus estudiantes de San Alejandro, la escuela de arte donde enseñó por más de un cuarto de siglo literatura y apreciación cinematográfica y convirtiendo a sus estudiantes en otra banda de privilegiados. Ella siempre ha sido un poco sorda a los elogios pero espero que pueda leerse en estos.