1939. 1956.1968.1980.1989. ¿Qué tienen esas fechas en común? Son años en que la religión fundada por el mesías Karl Marx atravesó crisis, sufrió cismas profundos. (Les recuerdo que alguna vez los socialdemócratas fueron los verdaderos marxistas hasta que vinieron los comunistas a acusarlos de traidores). Pacto Molotov-Ribbentrop, revuelta en Hungría, invasión de Checoslovaquia, éxodo del Mariel, caída del muro de Berlín. Momentos en que los militantes comunistas tuvieron que elegir entre su más elemental sentido de decencia y la consigna del momento. Entre obedecer al partido o a la realidad.
A algunos los conocí en persona. Como un viejo negro que cuidaba la tumba de Eduardo Chibás hacia 1990. Me contó cómo en 1939 había abandonado al partido comunista en desacuerdo con el pacto de la Unión Soviética y la Alemania nazi repartiéndose el este de Europa. Rompió con los comunistas al mismo tiempo que los escritores Lino Novás Calvo y Carlos Montenegro, asqueado por la traición a los mismos ideales que lo hizo unírseles en algún momento.
No era la primera vez que ocurría ni fue la última. (Del cisma que ocasionó el éxodo del Mariel en el comunismo español supe por un señor con lacito amarillo de independentismo catalán en el pecho que en una feria del libro de Miami en que presentábamos una colección dedicada a los escritores vinculados a aquel éxodo. En vez de interrumpir aquella presentación dando vivas a la Revolución cubana y la independencia de Cataluña como yo esperaba -no habría sido la primera vez- el señor del lacito nos contó del intenso debate y divisiones que provocó entre los comunistas españoles la expulsión en masa de homosexuales de la isla en 1980). De un lado gente decente que había asociado su anhelo de justicia a algún movimiento o partido y de otro el férreo maquiavelismo del secretario general de turno decidiendo qué era mejor para el futuro de la humanidad o del movimiento o partido que, como todos sabemos, son básicamente lo mismo. Solo que no le llamaban maquiavelismo o indecencia sino sentido práctico, comprensión de la coyuntura histórica. Paradójico ver a los apóstoles de una iglesia hablando de pragmatismo pero el materialismo histórico tal y como lo practicaba Lenin y luego su mejor discípulo, Stalin, tiene la virtud de derrotar afanosamente a la realidad aunque sea a costa de la sangre del mismo pueblo que dice representar y defender. De hecho ninguna sangre ha derramado el comunismo más que la de los pueblos que dice representar y defender.
Por mal que me quede a mis años, yo sigo teniéndole fe a la decencia humana, más allá de la religión que a cada uno le haya tocado profesar.
2 comentarios:
La decencia humana existe, pero desgraciadamente no es mayoritaria, y lo que predomina es miseria humana. Esa decencia es más bien excepcional, y por bella y admirable que sea, no suele ser determinante. No por gusto la realidad resulta tan decepcionante, por no decir asquerosa. Y por cierto, en 1989 hubo otro suceso que no tuvo el efecto que merecía y que sigue mereciendo, y con creces: la masacre de Tiananmen en China.
La decencia es una cualidad del ser humano que sostiene los valores por encima de cualquier cosa. La decencia en la política viene a ser una excepción, y no la regla. Y eso aplica a lo ancho y largo del espectro, pero con más relieve en sus extremos... no hay que mecionar nombres. Y es una verdad grandísima que los regímenes comunistas, en colectivo, han matado a más personas que otros sistemas totalitarios. No es asunto de cifras o grados, pero ¿no están Adolfo Hitler y Pol Pot en la misma liga? Saludos.
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