El barracón como metáfora perfecta de Cuba. (La otra equiparable en perfección aparece en
Underground, la película de Kusturica: un grupo de la resistencia antinazi
vive durante décadas en un sótano porque uno de ellos, interesado en que sigan en el sótano, produciendo armas para él, les hace crer que afuera la guerra sigue). La falta de libertades bastante básicas, la separación familiar, lo burdo del sistema productivo y el poco interés de los esclavos en hacerlo funcionar, la limitación de movimientos, la importancia crucial de una carta de libertad, los estímulos a los contramayorales más aguerridos, el cimarronaje como solución personal nunca extendida a toda la dotación que se conforma con que llegue el domingo o el día de reyes para hacer sonar los tambores. Los nuevos cambios en el barracón han puesto a prueba la capacidad de la metáfora para seguir dando de sí, explicando lo que sería muy largo de contar por medios literales. Sobre todo que ahora el barracón cierra parcialmente y le informa a la población que a partir de ahora serán siervos de la gleba, que la principal relación que tendrán con sus antiguos amos será la de todo vasallo: pagar impuestos mensuales independientemente de lo bien o mal que le vayan sus cosechas para subvencionar a los encargados de crear obstáculos para que no produzcan más de la cuenta. La imagen del barracón no obstante complica la apreciación de fenómenos que desde hace rato vienen produciendo y a partir de ahora no harán otra cosa que multiplicarse:
-La visita de antiguos cimarrones al batey para exhibir sus avances en el mundo exterior no es tan fácil y que de hecho hay que trabajar más que en la plantación.
-Los abundantes reportajes de la prensa extranjera sobre el magnífico sistema de salud que funciona en los barracones y la importancia de copiar su modelo. Y como secuela un corresponsal extranjero experimenta sobrevivir un mes con el mismo rancho que come la dotación.
-Conciertos entre músicos libres del exterior y los talentosísimos caleseros locales que en sus horas libres se dedican a tocar el piano y otros instrumentos. Al final de la experiencia los músicos visitantes declaran que en ninguna otra parte han visto tanto interés hacia su música como en el centro del batey.
-La visita al dueño de la dotación de un hijo de esclavos que declara, admirado por el carisma de su anfitrión, las horas dedicadas al encuentro con el hacendado han sido las más importantes de su vida.
-Representantes de naciones antiesclavistas se debaten sobre si deben ayudar a subvencionar la plantación tras la decisión del hacendado de quitarle el cepo a varios esclavos respondones.
-Antiguos cimarrones afincados en el exterior organizan programas y expediciones a la hacienda de estudiosos extranjeros para que estos puedan apreciar la increíble riqueza cultural que se acumula en los barracones.
-Esclavos con permiso para salir de los límites de la hacienda se ponen de moda en el palenque edificado por cimarrones al otro lado del mar. Digan lo que digan nada suena mejor que la música escuchada en el interior de los barracones, cuando era m’as intenso el cuero.
Sí, ya sé: es demasiado pedirle a una pobre metáfora.