Schomburg supo lo que era ser discriminado desde niño. No solo por el color de su piel. Nacido el 24 de enero de 1874 en San Juan, Puerto Rico, fue bautizado como Arturo Alfonso, “hijo natural”. “Naturales” les llamaban a los niños nacidos fuera del matrimonio y por tanto era “natural” que su padre se desentendiera de él. Ni falta que hacía: a Arturito le bastaba con su madre María Josefa, nacida en St. Croix, en la colonia danesa de Islas Vírgenes, y el resto de su familia materna.
Su infancia y adolescencia transcurrieron entre Puerto Rico y las vecinas Islas Vírgenes. Negro, pobre y viviendo en una colonia era “natural” que su educación formal no pasara de los niveles elementales. Pero el adolescente Schomburg, inteligente y curioso, no se iba a quedar en el punto que decidiera la sociedad y se hizo autodidacta suma cum laudem. Y matriculó en dos de las grandes instituciones de ascenso social de la época: la tabaquería y la masonería.
Los tabaqueros conformaban uno de los gremios más cultos y los masones atraían a muchas de las mentes más inquietas. Una de las mayores inquietudes de Schomburg era independizar su isla, Puerto Rico, de España. Inquietud que hizo que a los 17 años la isla le quedara pequeña y buscara nuevos horizontes antes de que las autoridades le redujeran el suyo al que cupiera en la ventana de una celda.
De manera que en 1891 Schomburg se fue a Nueva York y de inmediato se vinculó a la logia “El Sol de Cuba 18” compuesta por cubanos y puertorriqueños. También integró el Club Dos Antillas dedicado a laborar por la independencia de Cuba y Puerto Rico. Admirador de Martí, al iniciarse en 1895 la guerra de independencia cubana, Schomburg estuvo entre los fundadores de la sección puertorriqueña del Partido Revolucionario Cubano, participando en la famosa reunión donde se decidió que la bandera oficial de Puerto Rico fuera como la cubana con los colores invertidos y así ahorrarse el diseñador.
Pero no todo iba a ser independencia. Hacía falta un Plan B. Y Schomburg a poco de llegar a Nueva York se puso a estudiar inglés. Y a trabajar, desde los puestos más humildes hasta alcanzar el de supervisor de la sección postal para Latinoamérica de la Bankers Trust Company. Con el dinero que ganaba allí fue ampliando lo que constituiría la base de la Schomburg Collection of Negro Literature and Art. Figura destacada del Harlem Renaissance, en 1911, Schomburg fundó la Negro Society for Historical Research y en 1915 la Association for the Study of Negro Life and History.
En lo personal, Schomburg se dedicó a casarse, tener hijos y enviudar. Se casó tres veces, enviudó dos y tuvo ocho hijos con nombres como Máximo Gómez, el dominicano héroe de la independencia cubana, Guarionex, cacique rebelde dominicano, o Plácido, poeta mulato cubano fusilado. Bastaba llamarlos a comer para dar una clase de Historia caribeña.
Schomburg murió en 1938 y en su honor la New York Public Library creó en Harlem el Schomburg Center for Research in Black Culture. Fue el único latinoamericano incluido en la Enciclopedia de los 100 Grandes Afroamericanos. Llamarse Schomburg, y no Pérez, debió ayudar.
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