Por inCUBAdora me entero de la publicación en el sitio de la revista mexicana Crítica de mi texto "Nitrógeno y mangostas: Julio Cortázar y la Revolución Cubana" como adelanto de su aparición en la versión en papel de la revista. Se trata de una suerte de historia secreta de las relaciones entre el escritor y el régimen cubano a partir de un texto muy poco comentado, el cuento "Con legítimo orgullo" que aparece en "La vuelta al día en ochenta mundos". Los dejo con el inicio de mi texto:
Bajo el notorio influjo de Borges he imaginado este argumento que posiblemente no escribiré porque no alcanza a justificar mis tardes. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, 8 de agosto del 2014, la vislumbro así.
Un escritor, entusiasta admirador de una revolución triunfante, digamos la de la Francia de Robespierre, la Rusia de Lenin, o la China de Mao ha sido invitado a conocerla en carne propia, por así decirlo. O tal vez ni siquiera se trate de la primera visita sino una de tantas en que viaja para confirmar y enriquecer su devoción, puesta a prueba por ciertos rumores que propala la prensa burguesa. “Más que nunca me interesa darme una vuelta —le confiesa a un colega—, hablar con los amigos de la Casa, y hacerme una idea más clara de algunas cosas” (Cortázar.2012.344).
Digamos, para comodidad narrativa, que se trata de un viaje a la Cuba de Fidel Castro entre los últimos días de 1966 y finales de enero del siguiente año y el escritor —que bien pudiera llamar Juan, Pedro o Gabriel— se llama Julio y es argentino. Julio Cortázar para que la aspereza de ese apellido vasco equilibre la blandura de su oficio. Luego de un largo silencio epistolar —el escritor suele llevar una correspondencia intensa y compulsiva— que se corresponde más o menos con exactitud con los días que pasa en Cuba el escritor emerge nuevamente en sus cartas con no menor entusiasmo que el que lo impulsó a hacer el viaje. “Volví contento porque creo que los males están infinitamente por debajo de los bienes, y que aquello sigue adelante como un torrente” (Cortázar.2012.375) le escribirá al mismo colega al que le ha manifestado sus preocupaciones antes del viaje y al que por comodidades narrativas lo llamaremos Mario Vargas. Mario Vargas Llosa para que la elegancia del apellido materno compense la vulgaridad del paterno.
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