De vez en cuando uno
se ve envuelto en discusiones sobre temas que pensaba que estaban fuera ya de
toda dimensión debatible, como si alguien insistiera en que dos más dos es
igual a cinco o que la tierra es plana y está montada sobre cuatro elefantes
que a su vez se encuentran parados sobre una tortuga. Tales discusiones que
serían inútiles e improductivas pueden tornarse interesantes –aunque sin dejar
de ser inútiles e improductivas- si el interlocutor consigue situar en medio de
la discusión una pregunta que nunca nos hemos hecho. Tal es el caso del debate
sobre si el castrismo instauró o no un régimen totalitario. Para mucha gente,
sobre todo si habita en la academia -ese sitio tan sensible a las modas pero al
mismo tiempo tan resistente al cambio real- tal noción le resulta incómoda ya sea
por una cuestión sentimental (alguna vez se tuvo simpatía por un régimen que de
resultar totalitario podría dejar mal parada –retrospectivamente- su lucidez
política) o por resistencia a ampliar un canon que antaño estuvo reservado para
el nazismo y el estalinismo. (Recordar que la propia Hannah Arendt no incluyó en su estudio la China maoista pese a sus grandes logros en materia de totalitarismo). Tal discusión podría ser despachada con el vulgar
recurso de asomarse a wikipedia y contrastar la definición que allí aparece con
la realidad cubana:
“Los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se comporta en la práctica como partido único y se funde con las instituciones del Estado. Estos regímenes, por lo general exaltan la figura de un personaje que tiene un poder ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través de la autoridad ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar una persona nueva en una sociedad perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos de control social y de represión como la policía secreta”
Yo los invito a buscar siquiera un signo gramatical que se aparte de la
descripción general del castrismo. Pero mi interlocutor no tuvo nunca fuertes
lazos sentimentales con el castrismo y es un tipo demasiado inteligente para
ser despachado con una definición de diccionario. Para empezar tiene su propia
definición -platónica- de totalitarismo, tan exigente en sus efectos en las
sociedades que ni siquiera la Norcorea de Kim Il Sung alcanzaría a adecuarse a
tales requisitos. No niega las intenciones totalitarias del castrismo pero sí
que cuestiona su capacidad para llevarla a cabo o más bien la del pueblo cubano
para adaptarse a estas. Como si algo tuviera el trópico que nos impidiera ser
totalitarios lo que implica, a mi entender, avanzar unos cuantos pasos en esa peligrosa tendencia
cubana a creernos únicos en la faz de la tierra. Pero lo que de veras me
interesó en la discusión fue su pregunta de para qué calificar de totalitarismo
a un régimen como el de Cuba: ¿realmente aporta alguna claridad conceptual o
simplemente no hace otra cosa que nublar nuestra capacidad de entendimiento? Y esa
cuestión, lo reconozco, tiene bastante más validez que la de demostrar que la
tierra no descansa sobre los lomos de cuatro elefantes.
Sí, porque ¿qué sentido tiene hablar de totalitarismo más allá de esa
carrera de victimismos que es el género de la denuncia? ¿Qué nos aclara? ¿Para
qué sirve? Y eso nos remite al desarrollo del concepto de totalitarismo y
intención de aclarar que más allá de las aparentes diferencias ideológicas
entre el nacional socialismo y el comunismo ambos respondían a una idéntica
dinámica de poder desconocida hasta entonces por la sociedad moderna (aunque
similar, añadiría yo, a los estados teocráticos del pasado) y causaban efectos igualmente inéditos en las sociedades que dominan. Yo voy un poco más allá y tengo la convicción de que el nacional socialismo fue un intento de combatir al comunismo con sus propias armas, de crear un sistema y una ideología igualmente avasalladora pero preservando la propiedad privada aunque supeditando el capital a los grandes proyectos estatales. O sea, un régimen que se encargaba de revelar de una manera indirecta que la esencia del comunismo no era su supuesta vocación redistributiva o la propiedad común sobre los medios de producción sino su ambición de control de la sociedad a todos los niveles y su carácter represivo.
La aplicación del
concepto de totalitarismo por tanto ayudaría en un caso como el cubano a
sentirnos menos excepcionales, a sentirnos acompañados en un horror que en una
época abarcó a casi la mitad de la humanidad, a entender la dificultad que
entraña entender un fenómeno mucho más complejo que las autocracias
tradicionales y sobre todo a entender la supervivencia del castrismo como
régimen pero sobre todo como modo de vida y visión del mundo más allá del
régimen mismo y su capacidad hasta para intentar exportarlo como ocurre ahora
mismo en Venezuela. Pero no sólo eso: también explica la esquizofrenia que
genera en los que han vivido bajo este y la absoluta falta de comprensión por
parte de los que no lo han experimentado y nos hace entender fenómenos tan opuestos
a la lógica habitual como la nostalgia poscomunista u otras variantes del
masoquismo de lo que he dado en llamar el “castrismo sentimental”.
Y eso no es
fácil reconocerlo para mucha gente que se defiende de la idea de haber vivido bajo
el totalitarismo en nombre de aspiraciones tan respetables como la cordura y la
lucidez pero, como con todo padecimiento profundo y adictivo, el primer paso estriba
no en negarlo sino justamente en asumirlo. Como en cualquier reunión de
Alcohólicos Anónimos nada más decisivo que pararse frente al resto de la
audiencia y declarar: “Mi nombre es fulano de tal y soy producto de un régimen totalitario”.
Sólo a partir de ese momento es posible la comprensión y la cura aunque sólo
sea porque la primera es parte decisiva de la segunda.
17 comentarios:
cuando te pones tan elevado y fizno con la gramatica, me pierdo. Bajate para que meros mortales logren entender lo que quieres comunicar.
vamos, esfuerzate un poquito que no esta tan dificil nada.
¿Quien era tu interlocutor?
Es verdad que lo primero que debemos tener claro, es que hemos vivido bajo un régimen totalitario y sobretodo hacérselo entender a los que nos rodean y no quieren enterarse de lo que ha significado el castrismo por más de 50 años.
Buen artículo.
Enrisco sabes que te aprecio mucho y te voy a dar mi opinion al respecto. Sobre el tema lo unico que voy a decir es que creo que has gastado demasiadas palabras en un tema que no vale la pena discutir y muchisimo menos para convencer a una persona que de inteligente no creo que tenga mucho ya que el principal sintoma de la estupidez es pensar que los demas son estupidos. Ya creo que escribi demasiado. Saludos
el totalitarismo ademas de un regimen es una enfermedad colectiva y cualquier esfuerzo que se pueda hacer ya no para convencer a nadie sino para contribuir al proceso de curacion creo que es necesario.
Hola Enrique,
Iba a comentar anteriormente pero como mi opinión está encaminada por el mismo rumbo del ano 20:04, y por respeto hacia ti, me la iba a reservar. Pero ya está sobre el tapete.
Es encomiable no escamitar esfuerzos en contribuir a curar esa "enfermedad colectiva", como la nombras, pero cuando una persona instruída, y presumiblemente educada como tu debatiente, viene con esos argumentos, la enfermedad no tiene cura. Es verdaderamente triste.
Personalmente, evito el tema Cuba con allegados que me consta padecen de ese mal. Estas Navidades me sucedió con una amiga de muchos años, inteligente, profesora de arte a nivel universitario. Durante una cena ella trajo el tema y traté de torearlo amablemente, pero su argumento final fue "bueno, pero Cuba está mucho mejor que Haití". ¿Te das cuenta?
Saludos.
Miguel: mas alla de la necesidad psicologica queria tambien enfocarme en dos argumentos frecuentes incluso en gente no interesada en defender "Aquello". los argumentos son que la definicion de totalitarismo es exagerada o inexacta en el caso cubano o que es inutil e innecesaria y al margen de las intenciones creo que es un tema del cual merece hablar. mira tu el caso del Holocausto y la cantidad de gente que se permite dudar de su existencia o de sus dimensiones.
y el caso haitiano es sintomatico: si antes los haitianos emigraban en masa a Cuba ahora prefieren irse a cualquier otra parte asi que no creo que a ellos les parezca que Cuba esta mucho mejor.
Con respecto al interlocutor de marras, ciertas formas de masturbación intelectual se pueden dejar pasar, pero no todas. Si yo soy un judío que perdió familia a causa del Holocausto y Ud. me viene a hacerse el interesante o el gracioso con respecto al Nazismo, yo no tengo que aguantarle y mucho menos aceptarle tal falta de respeto y tal insulto, y tengo todo derecho a mandarlo al carajo o por lo menos descartarlo como persona respetable. Claro, hay personas más tolerantes que otras, pero la tolerancia no siempre merece su buena fama, igual que la intransigencia no siempre merece la mala fama que se le ha dado o se le quiere dar. No dudo que haya gente, muy progre y todo, que considere la expulsión a latigazos de los mercaderes del Templo por el mismísimo Jesucristo una “intransigencia” lamentable, por no decir condenable.
Ahora, con respecto a los productos del totalitarismo, ya sea del variante castrista u otro, es inevitable que se trate de “damaged goods” como dicen los americanos, o sea, que haya daño, aunque no haya necesariamente culpa. El problema es que nadie quiere admitir ser tal cosa, y eso da lugar a todo tipo de racionalizaciones como el “castrismo sentimental.” Esto se comprende como un mecanismo de defensa sicológico, pero efectivamente, para resolver el problema, lo primero es reconocerlo. Desgraciadamente, hay y habrá mucha gente renuente a encarar su contaminación, y por lo tanto seguirá contaminada. En resumen de cuentas, el totalitarismo es un mal, y no se cura fácilmente.
Enrisco claro que tenemos que hablar del asunto cada vez que podamos, esa tirania ha sido nuestra vida y la unica arma que nos queda es exponer su realidad. Pero personalmente no invierto ni un segundo de mi vida en personajes como tu debatiente. NO SE DEBE DAR UNA ESCALERA A ALGUIEN QUE NO ESTA DISPUESTA A SUBIRSE EN ELLA
Enrique,
Lo que pasa con el Holocausto, ya que lo traes a colación en contraste con el asunto cubano, es que los judíos o no judíos que lo sufrieron, y sus descendientes, han sabido mantener vivo ese capítulo histórico. Pero sobre todo, lo han hecho coherentemente.
El amplio espectro del exilio cubano donde los que salimos en los años 60 fuímos exiliados políticos y los más recientes lo son por razones económicas presenta a veces un frente poco veraz al que no padeció "aquello". No creo que durante el éxodo judío a finales de los 30 pudieses encontrar gente que dijera me fui porque la situación económica estaba muy mala, no porque las garantías civiles eran inexistentes.
El castrismo sabe venderse muy bien. Vete a Bolivia y díle a un indio que conocía a los médicos solamente de nombre y ahora ha sido operado "gratuítamente" de cataratas, o de cualquier otra cosa, por un médico internacionalista, que el sistema cubano es totalitario. Y una cosa es el indio que probablemente es analfabeto, pero la persona con cierta preparación tampoco lo verá muy diferente.
Saludos.
curiosidad: el tipo era argentino?
Yo llevo algo más que catorce años sin “beber” y fuera del club, pero consciente. Genial, clarísimo y muy bien explicado tu texto, la necesidad. Un abrazo, hermano.
anonimo 19:18: es cubano, la Revolu le fusiló al abuelo y no es ningun imbecil asi que se aparta de los estereotipos mas comunes.
Miguel: ni aun asi los judios evitan que se cuestione la existencia del Holocausto. Y no te hagas ilusiones con la coherencia judia. aun en los años 30 y 40 muchos judios preferian no tocar demasiado el asunto porque sentian que no les iban a creer y el exterminio en los campos de concentracion era considerado una exageracion hasta el fin mismo de la guerra incluso aunque existieron casos como el de Jan Karski que recopilo informacion de primera mano (en el guetto de Varsovia y en campos de concentracion y no le creyeron:
"He then traveled to the United States, and on July 28, 1943 Karski personally met with President Franklin D. Roosevelt in the Oval Office, telling him about the situation in Poland and becoming the first eyewitness to tell him about the Jewish Holocaust.[9] During their meeting Roosevelt asked about the condition of horses in Poland.[10] Roosevelt did not ask one question about the Jews.[11] Karski went on to meet with many other government and civic leaders in the United States, including Supreme Court Justice Felix Frankfurter, Cordell Hull, William Joseph Donovan, and Rabbi Stephen Wise. Frankfurter, skeptical of Karski's report, said later "I did not say that he was lying, I said that I could not believe him. There is a difference."
Ruly, bueno verte por aca. un abrazo.
Roosevelt era tremendo camaján y falso como pocos (aunque Kennedy no se quedaba corto en eso). Se le ocultó al pueblo el grave deterioro físico y mental de FDR, y cuando Yalta el tipo escasamente sabía donde estaba parado y ni remotamente estaba en condiciones de lidiar con Stalin, lo cual fue desastroso, por no decir criminal. Ahora, eso sí, era un político nato, como el miserable Vil Clinton.
Ese interlocutor platónico me huele a cubanoide que no quiere ser tomado por uno de "esa gente" (a la usanza clintoniana), algo bastante frecuente. Aparte de eso, se puede ser un intelectual de oficio y de fama sin que eso signifique que la persona tiene credibilidad, y los ejemplos son tan abundantes que no hace falta ni dar nombres.
Enrisco, tu pàrrafo de descripciòn del totalitarismo es brillante , con tu permiso, lo acabo de transcribir a mano, para que no se me pierda. En un pàrrafo , has resumido los 55 años de suplicio. Te felicito. Chileno-cubano-
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