El famoso discurso secreto de Nikita Jrushchev durante el XX congreso del PCUS transcendió en su momento tanto por la denuncia de los crímenes de Stalin como del culto a la personalidad del georgiano. Fue, mucho antes de la perestroika, el primer intento serio y público de condenar en la Unión Soviética los crímenes provocados por la instauración del comunismo en Rusia. Mucho se sirvió la glasnot o política de transparencia instaurada por Gorbachov de este precedente para justificar que una revisión crítica de las atrocidades no estuviera reñida con el espíritu del socialismo soviético. Algo parecido intentó Jrushchev en su momento utilizando la figura de Lenin en contraposición a la de Stalin (ignorando intencionadamente que en el relativamente breve mandato del primero el régimen soviético había cometido numerosos asesinatos políticos desde el asesinato de la familia del zar hasta el aplastamiento de la revuelta de los marinos de Kronstadt). Aún así Jrushchev llega a decir en el mismo discurso: "¿Pero, podríamos decir que Lenin no se decidió a emplear incluso las medidas más severas contra los enemigos de la Revolución cuando fue imperativo hacerlo? No, nadie podría decir tal cosa."
Más interesante puede ser hoy la definición que hizo Jrushchev de culto a la personalidad sobre todo porque al comparar el stalinismo con el castrismo suele hacerse la salvedad de que a Fidel Castro nunca se le hizo el mismo culto que a Stalin confundiéndose culto con despliegue iconográfico. No pocas veces el propio objeto de culto se ha justificado diciendo "... pero aquí no se trata de un caudillismo, ni de un culto a la personalidad. Usted no verá en este país un retrato de Fidel Castro por las calles, ni ninguna calle lleva el nombre de Fidel Castro, ninguna estatua... nada que se parezca. Porque una de las primeras leyes que hizo la revolución fue prohibir eso. Usted no ve ninguna manifestación de culto a la personalidad en este país". La definición de Jrushchev es, como se ve, mucho más sustanciosa y precisa:
Aparte de que el castrismo se rinde ceremoniales cada vez más desvergonzados el culto a la personalidad de su "máximo líder" comenzó desde los primeros días de su régimen atribuyéndole tanto el don de la infabilidad como una sabiduría infinita sobre las leyes de la Historia, la genética ganadera o cualquier rama de la experiencia humana a la que decidiera dedicarle su atención. O lo que es más grave, la crítica a su persona está tipificada como delito en el código penal cubano como “desacato a la figura del comandante”. Pero lo más terrible del llamado culto a la personalidad es lo lesivo que resulta para toda la sociedad verse colocada en un rango de inferioridad tal hacia aquél que la dirige. Mientras este se siente autorizado a disponer de la sociedad y sus bienes en la manera que se le antoje, dicho culto, asumido o no, va inoculando en aquella la convicción de una total impotencia ante sus designios. Y una de las consecuencias más insidiosas de esta idea, presente incluso en muchos que se consideran anticastristas, es la atribución de cada uno de los fenómenos que ocurren en Cuba –incluso dentro de los diferentes sectores de la oposición- a la voluntad del Comandante. Como si no fuera mucho más simple y lógico considerar que los vastos recursos represivos y propagandísticos de que dispone le permiten manipular muchos hechos que en verdad escapan a su control. Y nada puede producirle mayores dividendos a ese falso engrandecimiento de las facultades del tirano que nuestra propia paranoia.
Más interesante puede ser hoy la definición que hizo Jrushchev de culto a la personalidad sobre todo porque al comparar el stalinismo con el castrismo suele hacerse la salvedad de que a Fidel Castro nunca se le hizo el mismo culto que a Stalin confundiéndose culto con despliegue iconográfico. No pocas veces el propio objeto de culto se ha justificado diciendo "... pero aquí no se trata de un caudillismo, ni de un culto a la personalidad. Usted no verá en este país un retrato de Fidel Castro por las calles, ni ninguna calle lleva el nombre de Fidel Castro, ninguna estatua... nada que se parezca. Porque una de las primeras leyes que hizo la revolución fue prohibir eso. Usted no ve ninguna manifestación de culto a la personalidad en este país". La definición de Jrushchev es, como se ve, mucho más sustanciosa y precisa:
Después de la muerte de Stalin el Comité Central del Partido comenzó a estudiar la forma de explicar, de modo conciso y consistente, el hecho de que no es permitido y de que es ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible.
Aparte de que el castrismo se rinde ceremoniales cada vez más desvergonzados el culto a la personalidad de su "máximo líder" comenzó desde los primeros días de su régimen atribuyéndole tanto el don de la infabilidad como una sabiduría infinita sobre las leyes de la Historia, la genética ganadera o cualquier rama de la experiencia humana a la que decidiera dedicarle su atención. O lo que es más grave, la crítica a su persona está tipificada como delito en el código penal cubano como “desacato a la figura del comandante”. Pero lo más terrible del llamado culto a la personalidad es lo lesivo que resulta para toda la sociedad verse colocada en un rango de inferioridad tal hacia aquél que la dirige. Mientras este se siente autorizado a disponer de la sociedad y sus bienes en la manera que se le antoje, dicho culto, asumido o no, va inoculando en aquella la convicción de una total impotencia ante sus designios. Y una de las consecuencias más insidiosas de esta idea, presente incluso en muchos que se consideran anticastristas, es la atribución de cada uno de los fenómenos que ocurren en Cuba –incluso dentro de los diferentes sectores de la oposición- a la voluntad del Comandante. Como si no fuera mucho más simple y lógico considerar que los vastos recursos represivos y propagandísticos de que dispone le permiten manipular muchos hechos que en verdad escapan a su control. Y nada puede producirle mayores dividendos a ese falso engrandecimiento de las facultades del tirano que nuestra propia paranoia.
2 comentarios:
Exelente, como siempre.
Como en otras ocaciones un buen analisis por Enrique;realmente muy bueno hermano. SALUDOS
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