Cuando a los tiranos se les acaban los argumentos suelen echar mano a un concepto que pocos se atreven a despreciar porque su esencia, su sentido todo, es poseer un valor impagable: la dignidad. De eso hablan los tiranos cuando no tienen más nada que ofrecer. Pasan por alto que la existencia misma de una tiranía supone la negación rutinaria de la dignidad de sus súbditos. Se imaginan a ellos mismos como el resumen de su pueblo, el pueblo mismo. La arrogancia con la que se dirigen a sus enemigos -reales o imaginarios- debe ser digerida por cada uno de sus súbditos como acto de dignidad propia. Hacer cualquier cosa para que no se confunda aquello que llaman dignidad con su definición en el diccionario que la explica como el “valor inherente al ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creador, pues las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad”.
Kant, el pensador metódico por cuyos paseos los relojes de Königsberg se ponían en hora, da un paso más allá de la definición del diccionario. El prusiano nos advierte que “el hombre no puede ser utilizado por ningún hombre (ni por otro ni por sí mismo) simplemente como un medio, sino que debe ser tratado siempre, al mismo tiempo, como un fin, y es eso en lo que consiste su dignidad”. Es por eso que el castrismo -pese a sus declaraciones en sentido contrario- en tanto tiranía erige su existencia aplastando la dignidad de aquellos que gobierna. Y no sólo porque limita la posibilidad de que las personas modelen y mejoren sus vidas “mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad”.
Si una tiranía es como nos dice otro diccionario “el ejercicio de un poder más allá de su dominio legítimo (Locke), y especialmente en un orden en el que no existe ninguna razón legítima para hacerlo (Pascal)” podemos entender no sólo cómo encaja el castrismo perfectamente en dicha descripción sino por qué no tiene otro remedio que lesionar la dignidad de cada uno de los habitantes de la isla. Es un régimen que nunca ha dejado de sacrificar el deseo y el bienestar de sus gobernados a la existencia de alguno de sus seudónimos como “patria” o “Revolución”; de tratar a todo el país y a cada uno de sus habitantes como simples medios para sus propios fines. Sólo así el arte puede convertirse en “arma de la revolución” o el deporte catalogarse de “revolucionario”. Es por eso que cada vez que el régimen (alias “La Patria”, La Revolución”) se siente en peligro -algo frecuente dada su paranoia crónica- puede disponer de la vida de cualquiera sin que le tiemble el pulso, sin perder el sueño. O que en tiempos más tranquilos nunca haya intentado reconocer la mayoría de los derechos fundamentales de que disfrutan los ciudadanos de buena parte del mundo. Y la única explicación razonable es que ante la infinita importancia que se atribuye el castrismo todo lo demás es accesorio, sacrificable. Empezando, en primerísimo lugar, por esa dignidad a la que aparenta dar tanta importancia.
Kant, el pensador metódico por cuyos paseos los relojes de Königsberg se ponían en hora, da un paso más allá de la definición del diccionario. El prusiano nos advierte que “el hombre no puede ser utilizado por ningún hombre (ni por otro ni por sí mismo) simplemente como un medio, sino que debe ser tratado siempre, al mismo tiempo, como un fin, y es eso en lo que consiste su dignidad”. Es por eso que el castrismo -pese a sus declaraciones en sentido contrario- en tanto tiranía erige su existencia aplastando la dignidad de aquellos que gobierna. Y no sólo porque limita la posibilidad de que las personas modelen y mejoren sus vidas “mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad”.
Si una tiranía es como nos dice otro diccionario “el ejercicio de un poder más allá de su dominio legítimo (Locke), y especialmente en un orden en el que no existe ninguna razón legítima para hacerlo (Pascal)” podemos entender no sólo cómo encaja el castrismo perfectamente en dicha descripción sino por qué no tiene otro remedio que lesionar la dignidad de cada uno de los habitantes de la isla. Es un régimen que nunca ha dejado de sacrificar el deseo y el bienestar de sus gobernados a la existencia de alguno de sus seudónimos como “patria” o “Revolución”; de tratar a todo el país y a cada uno de sus habitantes como simples medios para sus propios fines. Sólo así el arte puede convertirse en “arma de la revolución” o el deporte catalogarse de “revolucionario”. Es por eso que cada vez que el régimen (alias “La Patria”, La Revolución”) se siente en peligro -algo frecuente dada su paranoia crónica- puede disponer de la vida de cualquiera sin que le tiemble el pulso, sin perder el sueño. O que en tiempos más tranquilos nunca haya intentado reconocer la mayoría de los derechos fundamentales de que disfrutan los ciudadanos de buena parte del mundo. Y la única explicación razonable es que ante la infinita importancia que se atribuye el castrismo todo lo demás es accesorio, sacrificable. Empezando, en primerísimo lugar, por esa dignidad a la que aparenta dar tanta importancia.
8 comentarios:
brother eres genial
Muy buen articulo Enrrique FELICITACIONES
¡Excelente! Saludos.
Cojones...te quedastes vacio!!!!!
Sencillamente genial.Enseguida lo mando para la Habana.
Precisamente ayer mismo le explicaba sobre una taza de café a un sueco (de esos que te dicen que algunos aspectos del régimen son positivos) que es irrelevante si algunas medidas fuesen positivas, en la opinión de él o cualquier otro, si estas se toman a costa de la dignidad de todos los cubanos. Nadie tiene derecho exclusivo a decidir los destinos de un país, nadie tiene derecho a disponer de las riquezas de un país sin tomar en cuenta la opinión de sus ciudadanos, por encomiable que hipotéticamente fuese el uso de estas riquezas. Como de costumbre, tú lo dices mucho mejor que yo.
Excelente articulo!!
Niurki
¡Brillante! ...como ya nos tiene acostumbrados.
No me cansaré de decirlo. Es una evidencia: Enrique del Risco tiene las ideas muy claras.
Saludos.
Coño brother, eres un bola'o. Que si Kant, que si Locke, que si... la madre que los parió. Estás acabando con la indignidad, perdón... la dignidad de la moderación de comentarios y la uniformidad guataca-militante-masiva de apoyo- de asamblea nacional. Esto parece otro palacio de los aplausos. Na'que Cuba está jodía, asere.
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