jueves, 9 de octubre de 2025

Minúscula historia del anexionismo en Cuba

 


           A Jorge Ignacio Domínguez, a quien mucho le debe este artículo. Pronto sabrán por qué


El anexionismo, (a los Estados Unidos, por supuesto aunque alguna vez se mencionó en relación con México o la Colombia bolivariana) sigue siendo un estigma para la historiografía cubana actual. Señalar a una personalidad como anexionista es sacarla definitivamente del juego patriótico del pasado cubano. O del presente. Se expulsa a Narciso López (de quien Cirilo Villaverde, una vez su secretario personal insistía en que no era anexionista) pero se acepta la bandera diseñada por él, aunque esta fuera, en casi cada uno de sus detalles, empezando por la estrella, una solicitud simbólica de anexión. Y sin embargo José Martí, el gran fustigador de la idea de la anexión en su tiempo, trataba con deferencia y admiración a José Ignacio Rodríguez, el gran defensor de la idea de la anexión a finales del siglo XIX (“Ama a su patria con tanto fervor como el que más, y la sirve según su entender, que en todo es singularmente claro”). Y es que esa línea fronteriza que hoy se traza entre independencia y anexión era en aquellos días mucho más tenue de lo que hoy se pretende.

Un ejemplo señalado sería el del propio novelista Cirilo Villaverde, partidario de las expediciones de Narciso López en 1850 y 1851, polemista de José Antonio Saco a favor de la idea de anexión en esos mismos años y defensor franco de la independencia a partir del estallido de la Demajagua en 1868. ¿Qué hacer con el novelista, aparentemente tan voluble en cuestiones patrióticas? Porque cuando la disyuntiva oscila entre lo sagrado y lo sacrílego no caben las medias tintas ni las sutilezas evolutivas. No obstante, siendo Villaverde el autor de Cecilia Valdés, la novela cubana más importante del siglo XIX, se le perdonan esos pecados de juventud (en sus años de partidario de López se acercaba a los cuarenta) o preferiblemente se olvidan, como a la bandera.

Más complicado, pero no menos ilustrativo es el caso de Carlos Manuel de Céspedes y el resto de los revolucionarios de 1868. Porque apenas iniciado el alzamiento ya se habían solicitado el apoyo del gobierno norteamericano ofreciendo como moneda de cambio la anexión. ¿Era totalmente sincero el ofrecimiento de Céspedes o apenas un amago táctico para atraer la ayuda que tan desesperadamente necesitaba? Quizás se trataba de lo segundo pero igual disculpa podría extenderse a Narciso López, que en su momento emplearon desde Cirilo Villaverde al historiador Herminio Portell Vilá. Pero esas no son preguntas admisibles en el estricto campo de la historiografía oficial cubana. Las opciones son tan elementales como las de un plebiscito: independencia o anexión. Patriota o traidor.

Pero sucede que en el 2009 la Universidad de Camagüey publica el libro Guáimaro Alborada en la historia constitucional cubana, de Andry Matilla Correa y Carlos Manuel Villabella Armengol. Sucede que en Camagüey, donde Joaquín de Agüero y Agüero se alzara el 4 de julio de 1851, o Ignacio Agramonte muriera con una camiseta con el diseño de la bandera estadounidense (Moreno Fraginals dixit), el anexionismo es asunto menos ortodoxo que para los señores del Instituto de Historia en La Habana. Y si hay que hablar de la constitución de la república en armas celebrada en Guáimaro, ciudad todavía dentro de los actuales límites provinciales de Camagüey el tema del anexionismo es inevitable. Porque por mucho que les incomode a los empleados de la Oficina de Asuntos históricos del Consejo de Estado actual el asunto de la anexión está estrechamente entretejido con la primera constitución de la república en armas. Cualquier historia, por oficial que sea, reside en los detalles y el detalle fundamental de aquella asamblea era la necesidad de constituirse en gobierno al que le fuera reconocida la beligerancia por el de Washington. Y ofrecerle algo a cambio. Y ahí está el acuerdo de la Cámara d el 29 de abril de 1869:

 


1o. Comunicar al gobierno y al pueblo de los Estados Unidos que ha recibido una petición suscrita por un gran número de ciudadanos en que se suplica a la Cámara manifieste a la Gran República los vivos deseos que animan a nuestro pueblo de ver colocada esta Isla entre todos los Estados de la Federación Norteamericana.

2o. Hacer presente al gobierno y al pueblo de los Estados Unidos que éste es realmente, en su entender, el voto casi unánime de los cubanos, y que si la guerra actual permitiese que se acudiera al sufragio universal, único medio de que la anexión legítimamente se verificaría, ésta se reali zaría sin demora.

3o. Al gobierno y al pueblo de los Estados Unidos, para que no retarde la realización de las bellas esperanzas que acerca de la suerte de Cuba este anhelo de sus hijos hace concebir. Y en cumplimiento del acuerdo, la Cámara de Representantes de la Isla de Cuba, dirige la presente manifestación al Presidente de la Gran República de los Estados Unidos. Guáimaro, Abril 30 de 1869.

El Presidente.—Salvador Cisneros y B.— Lucas Castillo.—Miguel C. Gutiérrez.—José Mª Izaguirre.—Arcadio J. García.—F. Fornaris y Céspedes.—Tranquilino Valdés.—Miguel Betancourt.—Dr. A. Lorda.—Pedro M. A. Agüero.—Tomás Estrada.— Manuel de J. de Peña.—Pío Rosado.—Francisco Sánchez Betancourt.— Eduardo Machado.—El Secretario. Antonio Zambrana. Sancionó el presente acuerdo.—El Presidente de la República.—C. M. de Céspedes.


Tan importante como el texto del mensaje son las firmas que lo calzan, que incluyen la del todavía sacrosanto Padre de la Patria. Y convencido o no en su momento de la anexión, lo que sí debió tener claro Céspedes era la imposibilidad de derrotar al ejército colonial español sin ayuda externa. ¿Acaso los rebeldes de las Trece Colonias no habían solicitado ayuda de Francia y España en su guerra contra Inglaterra? Y ninguna ayuda le resultaría más afín que la que le pudiera dar la primera república surgida en el continente y la más poderosa de todas. Curiosamente, quien con más claridad se manifestó contra estos ofrecimientos fue Cirilo Villaverde. Aleccionado por la falta de ayuda a los proyectos emancipadores de la década anterior Villaverde -uno de los que había defendido contra José Antonio Saco sobre la necesidad de la anexión a los Estados Unidos- quiso alertar a los revolucionarios del 68. 


En su artículo “La revolución de Cuba vista desde Nueva York” Villaverde les advierte sobre el peligro que entraña confiar en aliado tan voluble y contingente como el gobierno y el pueblo norteamericanos pues estos “siempre ha subordinado nuestros deseos a su conveniencia, sacrificando nuestras más caras y legítimas esperanzas a sus miras egoístas e inhumanas”. Y añade -complementando las ideas de su antiguo antagonista, Saco- que “a la satisfacción de ese deseo [el de “poseer la isla de Cuba”] no tendrá el gobierno americano el menor escrúpulo en todos tiempos [sic] de prescindir de la personalidad y aun de la existencia del pueblo cubano”. El Villaverde de 1869 dice entender los impulsos anexionistas de los generales del ejército independentista pero no los comparte. Al pragmatismo norteamericano deberá anteponérsele un mínimo de realismo criollo:


No se nos esconde que la mayor parte de los caudillos cubanos, en sus horas de melancolía, vuelven los ojos hacia la gran República, esperan refuerzos de todas clases, y hablan de anexión como para mejor congraciarse con ella, e interesar las simpatías del pueblo americano. Eso se comprende fácilmente; lo que no comprendemos es que los cubanos hoy en los Estados Unidos abriguen la esperanza de que halagada la codicia de los americanos por la adquisición de Cuba […] se logrará no solo interesar las simpatías, sino obtener la ayuda del pueblo y cuando menos la aquiescencia del gobierno de Washington.

La apatía oficial del gobierno de Washington hacia los independentistas cubanos durante los meses siguientes a la incauta declaración de Guáimaro fue suficiente para conseguir entender los consejos de Villaverde. Ya en la correspondencia posterior de Céspedes con las autoridades norteamericanas hay claras señales de su aprendizaje. Como en la carta que le envía al entonces presidente Grant el 12 de enero de 1872 en la que apela, más que al sentimentalismo ético del mandatario norteamericano, al cálculo económico de cuánto le estaba costando a su país la guerra en Cuba, sin mencionar el ya inoperante asunto de la anexión:

El gasto en que incurre Estados Unidos debido a la actual situación anormal quizás, a la larga, equivalga al gasto de una guerra. Además, estos desembolsos no aportan ningún beneficio al país y, en cierta medida, comprometen su honor y dignidad.

Usted sabe, señor Presidente, por experiencia, que los cubanos nada pueden esperar de la promesa de España, y que es en vano esperar que ese país se convenza de las ventajas que obtendría al reconocer nuestra independencia. Nuestra lucha, como todas las de su tipo, será larga, pero el acto que la justicia le exige, señor Presidente, es decir, el reconocimiento de nuestra beligerancia e independencia, la acortaría considerablemente.

 


Ya parecía haberse comprendido en el campo insurrecto la inutilidad de apelar al cebo de la anexión para atraer la necesitada ayuda norteamericana. Resignados a que poca o ninguna ayuda recibirían de la potencia del norte el independentismo cubano alcanzó su forma definitiva gracias a las decepciones que sufriera su inicial impulso anexionista. No pienso que ese impulso fuera ni profundo ni convencido sino algo así como “Salgamos primero de España con la ayuda que podamos conseguir y luego ya veremos” sin considerar que el “ya veremos” ha sido la perdición de naciones completas. Lo cierto es que ninguna ayuda efectiva consiguieron los insurrectos durante la guerra de 1868 y al final de esta, diez años después, apenas aparecería alguien que la invocara… a excepción del propio régimen colonial español que se ofrecía como salvaguarda de la isla y sus habitantes frente a los voraces intereses del vecino norteño.

Pocas manifestaciones concretas tuvo la idea de la anexión desde entonces. Cierto que a principios de la última década del siglo XIX algunas voces en el exilio norteamericano se levantaron para defenderla como el escritor, abogado y diplomático José Ignacio Rodríguez, quien en 1900 publicaría su interesantísimo Estudio histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones prácticas de la idea de la anexión de la isla de Cuba á los Estados Unidos de América. O Juan Bellido de Luna, quien sostuviera una larguísima aunque respetuosa polémica con el periodista independentista Enrique Trujillo.

 

 



Sin embargo, las más de las veces el anexionismo se manifestaba menos como corriente política que como recurso estratégico para conseguir el apoyo a terceras partes tanto al mantenimiento del orden colonial como a su destrucción. Como amenaza o como señuelo. Ese es el caso de la famosa carta de José Martí al mexicano Manuel Mercado quien -no debe olvidarse- más que su “hermano queridísimo” era por entonces Ministro de Gobernación del gobierno de Porfirio Díaz: era el apoyo de este último lo que buscaba Martí azuzando el temor -perfectamente justificado- a la expansión estadounidense por el continente. Advertirle que con el apoyo a los insurrectos cubanos podría contribuir a “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. No se entiende del todo la famosa carta inconclusa a Mercado si se ignora que en esos mismos días Martí notificaba al New York Herald que el objetivo de la guerra que entonces los cubanos libraban contra España era “la conquista de la libertad que ha de abrir a los Estados Unidos la Isla que hoy le cierra el interés español”. La aparente contradicción entre ambos documentos la salva el sentido político, táctico y contingente de ambos.

Pero retrocedamos unos años, a 1889. En octubre de ese año se celebró la Conferencia Panamericana en la capital de Estados Unidos a la que asiste Martí. Allí conoció de primera mano los manejos de James G. Blaine, Secretario de Estado del entonces presidente Benjamin Harrison, para avanzar la vieja aunque intermitente ambición norteamericana de anexarse a Cuba. Una comunicación privada de Martí a su seguidor y confidente Gonzalo de Quesada del 29 de octubre retrata su criterio sobre la anexión de Cuba a Estados Unidos con más precisión que la carta de 1895 a Manuel Mercado, donde el interés táctico particular -obtener el apoyo del gobierno de Porfirio Díaz- se disfraza de estrategia continental. En la misiva a Gonzalo de Quesada Martí rechaza y teme la anexión pues para “que la Isla sea norteamericana no necesitamos hacer ningún esfuerzo, porque, si no aprovechamos el poco tiempo que nos queda para impedir que lo sea, por su propia descomposición vendrá a serlo. Eso espera este país, y a eso debemos oponernos nosotros”. Las razones de su rechazo no se limitarían a la pérdida de soberanía política sino de su propio sentido como nación: "Y una vez en Cuba los Estados Unidos ¿quién los saca de ella? Ni ¿por qué ha de quedar Cuba en América, como según este precedente quedaría, a manera, -no del pueblo que es, propio y capaz- sino como una nacionalidad artificial, creada por razones estratégicas? Base más segura quiero para mi pueblo".

 El asunto de la anexión deja de ser mera cuestión política para convertirse en existencial y responderse la pregunta: ¿serían capaces los cubanos ya no de alcanzar la independencia sino de conservarla y hacerla respetar frente a un vecino interesado y poderoso?:

[U]n pueblo en la angustia del nuestro necesita despejar el enigma;-arrancar, de quien pudiera desconocerlos, la promesa de respetar los derechos que supimos adquirir con nuestro empuje,-saber cuál es la posición de este vecino codicioso, que confesamente nos desea, antes de lanzarnos a una guerra que parece inevitable, y pudiera ser inútil, por la determinación callada del vecino de oponerse a ella otra vez, como medio de dejar la isla en estado de traerla más tarde a sus manos, ya que sin un crimen político, a que sólo con la intriga se atrevería, no podría echarse sobre ella cuando viviera ya ordenada y libre.

La respuesta es inequívoca: “El sacrificio oportuno [la guerra de independencia] es preferible a la aniquilación definitiva [la anexión]”. Y añade a continuación: “Es posible la paz de Cuba independiente con los Estados Unidos, y la existencia de Cuba independiente, sin la pérdida, o una transformación que es como la pérdida, de nuestra nacionalidad”. No obstante, reconoce el sentido y el peligro de la opción anexionista “un modo de pensar, que como todo lo que lleva esperanza a los infelices, y libertad cómoda a los débiles, tendrá muchos adeptos, aquí [en Estados Unidos] y en Cuba”.  

Pero tratándose de Martí, nada es sencillo. Ese mismo 29 de octubre en que le escribe la carta a Gonzalo de Quesada firma un poema dedicado “A Néstor Ponce de León”, editor y librero exiliado en Nueva York desde 1869 y conocido anexionista con la intención de disipar el rumor de haber atacado a los “anexionistas viles” en su discurso por el alzamiento del 10 de octubre de 1868 que diera ese mismo mes. Si acaso lo de “anexionistas viles” sería una traducción muy elemental del llamado martiano a desechar “como funesta e indigna de hombres, la libertad ficticia y alevosa que pudiera venirnos, por arreglos o ventas, del comerciante extranjero, que con sus manos se conquistó la libertad, y no podría tratar como a iguales, ni como dignos- de ella, a los que no supiesen conquistarla. ¿Cuándo se ha levantado una nación con limosneros de derechos?”. Las veintisiete cuartetas del poema vienen a constituir una solución salomónica al dilema de la anexión: rechazo a la doctrina, aunque no a los que la profesen:

Donde no nos puedan ver
Diré a mi hermano sincero:
«¿Quieres en lecho extranjero
A tu patria, a tu mujer?»

Pero enfrente del tirano
Y del extranjero enfrente.
Al que lo injurie: «¡Detente!»
Le he de gritar: «¡Es mi hermano!»

No obstante, como me señala Jorge Ignacio Domínguez, uno de los más profundos conocedores del exilio cubano de finales del siglo XIX en Nueva York, algo debió ocurrir entre ese octubre de 1889 y la polémica entre Juan Bellido de Luna y Enrique Trujillo para que el anexionismo se convirtiera de peccata minuta de la infancia revolucionaria de muchos de los próceres cubanos en mancha imborrable de la que todos se apresuraban a renegar. Y ese algo bien pudo ser la campaña sorda y discreta de Martí contra el anexionismo que, unida a la más estentórea de Trujillo, transformaron el anexionismo de gesto protoindependentista en francamente antipatriótico. Es en medio de esa polémica que figuras tan señaladas como Tomás Estrada Palma, Fernando Figueredo Socarrás, Cirilo Villaverde, el boricua Ramón Emeterio Betances y Amalia Simoni, viuda de Ignacio Agramonte, se ocuparon de despejar retrospectivamente cualquier sombra de anexionismos pasados en ellos o en sus compañeros de armas pese a lo que atestiguaban documentos oficiales de dos décadas atrás.



Quizás la más llamativa de estas declaraciones fuera la del casi octogenario Cirilo Villaverde al asear la memoria del más notorio defensor del anexionismo en Cuba, Narciso López, al decir: “Yo fui, soy, y nunca seré otra cosa que independentista, y podría jurar que Gaspar Betancourt Cisneros y Narciso López lo fueron también”. Al finalizar la polémica Enrique Trujillo no solo rechaza tajantemente la posibilidad de la anexión de Cuba a los Estados Unidos como solución política porque “sería tan antipatriótica como inconveniente a sus intereses sociales”. También la excomulga de la historia nacional al decir que

Nada hay que pruebe en esta discusión que la tendencia anexionista haya sido en nuestra patria un sentimiento patriótico. Ha sido concebida y torpemente desarrollada por la necesidad. Cuando aquellos del año 1823, porque supusieron que nunca serían fuertes para combatir a España; cuando los proyectos de López, por satisfacer intereses esclavistas: y aún así, el mismo López, por boca del ilustre Lugareño, queda exonerado de esa mancha, pues la mayoría de los anexionistas de antaño levantaron esa bandera como un pretexto.

(Una explicación amable de esta cañona histórica sería que Trujillo no pretendía ser historiador sino apenas era un influencer preparando a las masas para entrar en una nueva guerra. Y esta disculpa podría hacerse extensiva a la historiografía oficial cubana: lejos de interesarle un recuento fiel del pasado se esfuerza por justificar retrospectivamente al régimen presente).   


En 1898, cuando estuvo más cerca que nunca la posibilidad de la anexión tras la intervención de Estados Unidos en Cuba contra España el gobierno norteamericano ya fuera por sentimentalismo, demagogia o cálculo evitó aprovecharla. Pese a la rapacidad de unos cuantos políticos norteños la famosa Resolución Conjunta con la que el congreso de Estados Unidos justificaba su entrada en la guerra reconocía que “pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”, resolución aprobada con la abrumadora mayoría de 324 votos a favor y 19 en contra. Que este gesto fuera empañado por el Tratado de París primero -al no darle cabida a una delegación que representara los intereses cubanos- y la Enmienda Platt después -al reservarse Estados Unidos el derecho a intervenir en Cuba cuando lo estimara conveniente hasta su derogación en 1934-, confirmaría las advertencias de Villaverde pero no los deseos de los nunca abundantes anexionistas cubanos.

En la actualidad no hay mayor valedor del anexionismo en Cuba -aparte de los cubanos que, desprovistos de todo, verían con buenos ojos la anexión al imperio Mongol- es el propio gobierno de la isla. Como el régimen colonial español en el siglo XIX busca su justificación última en ser el único obstáculo existente entre las ansias de conquista norteamericanas y la sobrevivencia de la nación cubana. De ahí su insistencia en borrar de la historia nacional tanto a aquellas figuras sobre las que recayera la sombra del anexionismo o expurgar esta de aquellas a las que no puede renunciar. Reinventarse el peligro de la anexión es un recurso extremo para darse alguna verosimilitud y sentido como régimen. Y si acaso, halagar al patrioterismo local que se ufana de ser pretendido por la todavía nación más poderosa del mundo.

Contra la insostenible amenaza de anexión no vale ningún contraejemplo. Como los casos de Filipinas y Puerto Rico, ocupadas al mismo tiempo que Cuba y con mucho menos respetos por su soberanía: ambos proyectos coloniales han constituido de una manera o de otra un fracaso. Si Filipinas alcanzó su independencia en 1946 Puerto Rico ha mantenido, desde ese oxímoron que es el Estado Libre Asociado, una distintiva y heroica autonomía cultural y social mientras la integración económica y política completa le es negada tras cada plebiscito en que se ha votado mayoritariamente por la estadidad (2012, 2017, 2020 y 2024). Si eso ocurre con una isla de algo más de tres millones de habitantes infinitamente más próspera que Cuba ¿en qué mundo cabría que a Estados Unidos le interese asumir de golpe nueve millones viviendo en pobreza extrema a los que habría que añadir de inmediato a las nóminas de la seguridad social norteamericana? No en este mundo ciertamente, donde Estados Unidos sigue siendo tan calculador como en tiempos de Villaverde. Si acaso esa necesidad de sentirse pretendido, de justificar un régimen inexcusable es el único asidero que le queda a lo que fue una vieja corriente histórica y hoy es apenas el recuerdo de un tibio romance que nunca fructificó. Es por eso que, pasados dos siglos de su momento de mayor intensidad valdría la pena hacer un recuento mesurado y preciso de este.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Casi una leve historia de otro Francisco



Por Luis Leonel León

 

Dentro del fragmentado cuerpo de la literatura cubana, la escritura de Francisco García González es como el patio de muy pocas casas: realmente particular. Comparte constantes, sí, pero no se moja ni se seca igual que los demás. Tras resistir impúdicos aguaceros, ahora soporta el bombardeo de toneladas de nieve y su árbol principal –marcado por inclemencias de todo tipo– conserva la elegancia natural del trópico. Eso, además de un raro elogio, es también una maldita circunstancia, y hasta un estigma que no deja de quebrar, a veces con sutileza, a veces saltando a un vacío (que ya conoce). No sé si es consciente de ello. No sé si comparte estas interpretaciones. 

 

Recuerdo o creo recordar que hace más de treinta años nos presentó levemente en Cuba nuestro amigo común José Ramón Fajardo Atanes, más conocido como Pepe Fajardo, autor del clásico Nosotros vivimos en el submarino amarillo, muerto de alcoholes, contraesperanzas, esquinamientos y autoabandono en 2016. Otro cuentista y lector voraz, como Francisco, que también creía en la confluencia –oportuna y a veces ebria– de la historia y la literatura, siempre, claro, que el plato se cocine bien (hay cosas que, al decir de Pepe, terminan siendo una bazofia quemada). Luego de aquel breve “encuentro literario”, en el que escuchamos leer –algunos atentos, otros no tanto– leves invenciones de escritores levemente talleriados y donde no faltaron alcoholes baratos como elemento unificador, nuestros destinos no volvieron a confluir (o al menos no lo recuerdo), ni en la maltrecha Habana ni en el exilio, que al final es como el mar Caribe: irregular, desmesurado y con orillas muy distintas. 


El escritor José Ramón Fajardo, fallecido en 2016

Recuerdo varios de sus textos, leídos con largos intervalos. Su nombre no lo olvido porque lleva los dos apellidos de mi madre, aunque invertidos. Tengo la impresión de que es un buen tipo. No hemos sido amigos. Entre autores –aunque no sea esa la regla– a veces lo mejor es ser lectores. También soy un consumidor de cuentos. ¿A qué cubano (lector, que aún algunos conservamos ese arcano aprendizaje) no le gustan los cuentos? Venimos de una isla donde hasta los cuentos (la historia, ya sabemos) han sido racionados, pero, a pesar de todo, la fábrica de cuentos –aparte de los long seller del viejo Pepito– no ha sido cerrada. Los cuentos de Francisco, por alguna extraña razón o sinrazón, aunque se desarrollen en otros escenarios y otras épocas, siempre me transportan al espíritu de aquellos años finiseculares, al gran y casi olvidado Pepe y sus relatos, sobre todo por el tratamiento de la soledad, el descubrimiento de lo real maravilloso cotidiano y el humor negro (da igual si lo reclama la idiotez del lenguaje “inclusivo” pues aquí es imposible decir “humor afrocubano”). Sus cuentos se leen como chistes –muy– serios que, para suerte suya y de sus lectores, se le han ido de las manos. 



Más que un inventor de personajes, es un creador de situaciones. “Escribo sobre personas cuyas vidas transcurren en una aparente falta de conflictos o, por lo menos, están atrapados en situaciones pedestres, muy poco memorables, apegados a la supervivencia. Desde luego, son humanos: develan el drama que puede rodear a cualquier persona, tanto en Cuba como en cualquier otro lugar”, le dijo al periódico Granma en 2010. Sigue haciendo –casi– lo mismo en Canadá. La ironía política asoma en títulos como Historia sexual de la nación y Leve historia de Cuba, guiños burlones a la “historia” –con el perdón de la historia– oficial: grandes relatos nacionales parodiados en clave doméstica, íntima y a veces absurda. En ellos, lo trivial, asfixiante y sarcástico del día a día del cubano de a pie (las absurdas y cansonas colas, discusiones de barrio, parejas que implosionan al compás de la isla, el individuo en el laberinto social) se vierte en tragicomedia intelectual sin demasiadas pretensiones. Una mesurada comedia del absurdo donde lo cotidiano revela lo insoportable y viceversa. 

 

Con distintos matices e intensidades, ocurre igual en sus guiones de cine. Cada autor es una isla, con vientos propios e inevitables accidentes, más aún si es isleño. El director Daniel Díaz Torres —para quien Francisco escribió el largometraje de ficción Lisanka— asegura en mi documental Memorias para desarmar que los creadores tienen cuatro o cinco ideas cardinales y las demás son variaciones. Y de manera general, tiene razón. La mayoría de los autores cubanos lo confirman. Francisco entre ellos. 

 

Revisando el conjunto de su obra, escrita dentro de la isla y luego al partir “lo más lejos posible”, veo que ha levantado en el horizonte otro collage cubano. Otro palimpsesto histórico y existencial donde una orquesta sinfónica –encantada de hacer covers de sones– toca Juegos permitidos sobre una Leve historia de Cuba, que parodia una Historia sexual de la nación contada entre rones ya no tan baratos y ráfagas de apagones que nunca se fueron, aunque a veces, por la trampa de los intermedios, dejamos de notar ese cadáver que jamás ha sido enterrado. 

 


Sobre The Walking Immigrant, dice Del Risco: “Que exista este libro es una suerte de milagro. Milagro que, ante la magnitud de la historia a contar –eso que podríamos llamar “la épica del desarraigo”– se renuncie al patetismo tan usual en esos casos para contarlo con la convicción del que lo ha sufrido todo en carne propia y la gracia que solo pueden dar los años, la distancia o un talento descomunal”. Para el emigrante convertido en zombi tragicómico, el desarraigo se manifiesta en metáforas al final tan arduas como risibles. En Qué quieren las mujeres y Todos los cuentos de amor, lo solemne se desarma con guiños socarrones, como si el amor y la pregunta fueran coartadas de un sándwich cubano de risa y lágrimas interiores.

 

¿Qué quieren las mujeres?, sigue preguntando Francisco, sabiendo que no tenemos la respuesta. Y no es su única aventura imposible: sus relatos están poblados de desencuentros y de escenas que más de un lector –no cubano– catalogaría como pura irrealidad, cuando en realidad son pasajes y paisajes del realismo cubano intrínsecamente surrealista, y no por un erudito apego al concepto, sino porque no nos ha quedado otro remedio o no lo hemos todavía encontrado (a no ser el arte de nuestra fuga). Al fin y al cabo, Francisco, ha intentado contar un país, un abismo rumbero y panóptico donde “el Estado también se mete en tu cama y a veces hasta en tus sueños” y donde lo íntimo termina siendo político, y lo “político” una comedia de barrio. A veces no más que un sketch. 

 

En las historias de amor de Francisco hay menos flores que desfiles para conseguir el pan, si es que se consigue. En sus historias de emigrantes, el rumbo nunca es épico, sino tragicómico, con muertos vivientes que arrastran pasaportes, en ocasiones adulterados, como si se tratara, más que de salvoconductos, de amuletos y reminiscencias anheladas. Una épica a contramano. Una serie de diégesis que parece girar todo el tiempo en torno a la cosa humana, repetida, variable, siempre paródica. De ahí que En la aurora, novela en la que parece amanecer, termina siendo “un alba a medio apagar, un país que despierta con resaca”. 



Como guionista, ha dejado su huella en
Boleto al paraíso y –no podía ser de otro modo– La cosa humana. Y en el cortometraje Efecto dominó, donde la metáfora se vuelve literal: una ficha empuja a la otra hasta dejar la nación atrapada en la hipérbole de una caída libre que no termina de caer.

En entrevistas y textos propios, Francisco ha hablado de su trabajo como portero de un viejo rascacielos canadiense de su misma edad, donde “delante de 32 cámaras de seguridad, pendiente de la llamada telefónica de algún anciano doliente o quejumbroso”, ha escrito varios libros.

“En las noches, al filo de las diez, me dirijo hacia el downtown en metro. A esa hora solo lo abordan trabajadores nocturnos, homeless y alguna pareja de policías. En mi mochila llevo un salvoconducto por si los agentes indagan. A veces los guardias me preguntan. A los homeless, jamás. Han llegado adonde están luego de enloquecidos eventos. Tocaron fondo, y no hay nada que hacer. Una vez que llego al edificio, comienza el viaje: el libro de turno, el cuento sin acabar y que no convence, la llamada del residente más calamitoso o desamparado, música de fondo, el amanecer que asoma desde el Saint-Laurent”, ha relatado así parte de su vida como si fuera un cuento. Y sé que eso no es fortuito. 

Cada escritor, además de una isla, es también un mundo. Conozco menos al autor que a sus personajes. No sé si Francisco milita en algún partido político canadiense (o si lo hizo en la isla). No sé si vota a la izquierda o la derecha o si baila en la cuerda floja del centro. No sé si –en estos tiempos cada vez más politizados e ideologizados– se ha vuelto trumpista o antitrumpista (tal es la moda de los polos opuestos) o si, como en un buen cuento, observa incrédulo a la multitud entretenida en una larga y tortuosa cola para comprar su ración de realidad o teatro transmitida en tiempo real, sin es que es real, por las redes sociales, si es que son sociales (socialistas o capitalistas). Imagino que en el cuento –si es escrito por él– no falte un personaje al que todo esto, muy a pesar de las corrientes del contexto, simplemente le dé igual.

Sé, sin embargo, que su literatura viaja –como sus ojos e imaginación en el metro–, muta, se reinventa, resiste y no deja de ser la misma irreverente y afable de siempre. Al final, es escritor y reescritor de lo cubano, de la isla y sus exilios (él prefiere para sí la condición de “emigrante”), del deseo, de la vasta comedia y condición humana. Sus títulos pudieran ser capítulos de un mismo libro inacabable: Historia sexual de la nación, Leve historia de Cuba, El año del cerdo, entre otros. Una literatura en capas, escrita sobre otra, como un palimpsesto grávido de la isla en peso, productora de elocuentes ahogos y boleros. Él mismo dijo: “No escribo literatura, escribo tachaduras. Lo cubano está siempre debajo, aunque lo tapes con tinta extranjera”. Y esa marca de agua, otra vez, salta desde Caimito a las Cataratas del Niágara y, sonriendo en el metro del que se ha hecho parte, parece que no se detiene. O lo que es mejor –o quizás peor– no pretende hacerlo. O al menos eso me parece.

jueves, 25 de septiembre de 2025

A Francisco García González en sus 62 septiembres






Francisco García González, Franki para sus amigos (Caimito 1963 -aunque él insiste que vino al mundo en un hospital materno de La Habana). Autor de una docena de libros esenciales para la literatura cubana de estos tiempos (entre ellos Historia sexual de la Nación, Color local, Qué es lo que quieren las mujeres, Antes de la Aurora, Asesino en serio, Caballo de hielo, The Walking Immigrant, El año del cerdo, Nostalgia represiva y When A Robot Decides to Die) y de los guiones de películas como Lisanka, Boleto al paraíso, La cosa humana, Oscuros amores, Havana Stories y Miami Stories cumple hoy 62 años de haber venido al mundo en La Habana para ser retornado de inmediato a su Caimito natal.

Francisco también es autor (compartido) de sus hijos Violeta y Mauricio y de una vida (igualmente compartida, con Vilma Vidal) tranquila y ejemplar: de pocos se podrá decir como de Franki que haya mantenido firme su compostura y decencia en los tiempos revueltos que nos han correspondido. Desde hace casi tres lustros Francisco se ha asentado en Montreal, República independiente de Quebec donde crecen sus nietos Sam, Nina y Said y libros (inéditos) como la colección de cuentos La corrección política en Quebec y la novela ¡Viva Puerto Rico!

Hoy un grupo de amigos hemos decidido celebrar la vida y la obra de ese bicho extraño y arisco que en sus maneras sinuosas e incansables ha conseguido mejorar la existencia de todo lo que toca.


 



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Durante una temporada más o menos extensa amenacé al viejo Franky. Lo amenacé con visitarlo, sin mayores consecuencias hasta ahora. Así es que hasta que logre concretar el propósito y aun después, lo que guardo de Franky y decir conmigo es hablar de más, son sus libros y mis breves encuentros con un tipo que sin proponérselo, ocupa un espacio en el lugar donde vive aquello que en algún momento será la única posesión que nos interesará: la memoria, los buenos recuerdos. Para el viejo Franky abrí además un espacio hace unos 30 años en la sección donde califica la gente que nos cae bien porque sí, “de gratis”, sin más asomo que la empatía porque cuando hablamos por 1ra vez, todavía no había leído el 1ro de sus libros. Más allá del valor literario que concedo a su obra, le agradezco a Franky que nunca me hablara de literatura cuando nos encontrábamos en aquellos en ocasiones intransitables encuentros de escritores o talleres literarios. Que para eso también cumplen la pelota y las buenas proporciones de algún par de nalgas, ciertas funciones extradeportivas y extrasensoriales. Franky: tienen los Azulejos algún pitcher por el que valga la pena poner rodilla en tierra y sufrir toda una temporada, o toda una vida? Felices 62 años, y que te sea leve el camino, Franky! Un abrazote desde Miami. Regreso a las amenazas.
Michel Perez Acosta:  

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Me siento feliz ,de que cumplas los 62 ,habiendo realizado tus sueños ,como profesional, gracias por haberme tenido cómo compañera detú universidad. Felicidades con los más cariñosos saludos, que te pueda hacer llegar.

Maribel Jiménez

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Franki dibujado por Tejuca


Favor que me hizo un día

Risco dejándote de Amigo

A España partió y me dijo

No dudes hay garantía.

Comencé con tu amistad

Intentando algo serio

Si empezó en el cementerio

Confirmada eternidad.

Oro molido dejó Risco

Gente pura y creativa

Acá mi retrospectiva

Rebelde, guajiro, arisco.

Cómo hacer un homenaje

Intentando que te guste

A ti el de letra ilustre

A ti el rey del lenguaje.


Armando Tejuca





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Mira, mi amigo de la universidad, el gran escritor de hoy, ese que ahora firma libros.Ese enigma silencioso que casi se deja suspender por chocar con la profe comunista de economía política. Yo, en mi infinita bondad, intercedí por él, prácticamente salvándole el pellejo. Mientras tanto, él, calladito, humilde, con su andar de monje meditabundo, escondía un misterio que solo se revelaba en sus ensayos de literatura y arte, donde se llevaba medallas de oro como si nada. ¡Quién diría que ese tímido enigmático iba a terminar siendo la estrella literaria que ahora nos deslumbra con su pluma!

Ileana Álvarez




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Hace 12 años, en Verdun, tuve la desgracia y la fortuna de conocerte. Desgracia porque desde ese día ya no hay funeral, reunión, ni bautizo que no sea interrumpida por tu humor sarcástico; y fortuna porque desde entonces Canadá dejó de ser frío: contigo y Vilma la vida es mas alegre.

Junto a Vilma formas la dupla más alegre, inseparable y contagiosa. Ustedes son mejor que familia: más divertida, con menos protocolo y más risas.

Hoy celebro tu cumpleaños con cariño y gratitud.

Elizabeth forever, el mejor boligrafo de Châteauguay


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Merecías una novela,

pero jugaste al despiste.

Me escondiste tus años,

y el librito ya no existe!



Con tanto misterio raro,

no supe cuando cumplías

Me hubieras dado la fecha,

y te hacía una algarabía.



Descubriste mi secreto,

mi almohadita querida!

Cuando pase por tu casa,

mejor se queda escondida.



Pero hoy ya te celebro,

con risas y carcajadas.

Aunque el libro prometido,

se quedó en letras mojadas.



Así que brinda conmigo,

que no falte la alegría.

Feliz cumple!!, que el libro.

Te lo pago con poesía.

Isabel Milanés

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Ahora deseo montarnos en una máquina del tiempo y volver a compartir tantos entrañables momentos juntos. Espero que la vida nos de esa oportunidad. Un abrazote querido Pancho.

Sonia Chiong y Nelson Fernández, dos amigos del Cayo de la Rosa, Bauta

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Franky es mi "asesino en serio" favorito. Quiero recordar esa alegría de ver llegar a Vilma y a Franky a mi casa en Cuba. Tengo fresca su imagen en la escalera. Ella, con vestido de cuadritos negros y blancos, poniendo alegría a la tristeza que él arrastraba de Caimito a F y 3ra. Pero como los escritores siempre prefieren que hablen de sus libros, y de sus hijos, y Mauricio les quedó de maravilla, voy a hablar de lo bien que me hizo recibir en mis primeros años de exilio un librito de cuentos editado en Cuba, quizás su primero. Recuerdo un cuento que tenía por ahí a Paolo y Francesca –no puedo mencionar el argumento, pero los que alguna vez hemos estado en ese infierno, sabemos– y me queda aún viva la sensación de su lectura. Me encantó y supe que mi amigo era ya un gran escritor.

Sarah Moreno



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Abrazo enorme de cumpleaños al querido Franki, a quien “no conozco” personalmente, pero que, gracias a las llamadas telefónicas que hemos tenido como su editor, me basta para intuir que es un tipazo fuera de serie. Que Casa Vacía siga siendo su Casa.

Pablo de Cuba


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Conocí a Francisco García González en una de esas desvencijadas salas de edición de la Editorial Extramuros del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Ciudad de La Habana.

Unas siglas irreproducibles en la asfixiante Zanja entre Hospital y Aramburu. Allí comenzaba yo a trabajar como editor después de ganar el premio de narrativa Luis Rogelio Nogueras con un libro de cuentos, "Empezar de cero".

Todavía resonaban allí los ecos de otro libro de cuentos llamado "Color local", que años antes también había ganado el premio de cuentos Luis Rogelio Nogueras, creo.

Venía potenciado por el rumor, la leyenda urbana, editorial, burocrática, institucional, estatal, que afirmaba que el libro había sido sacado de la imprenta por los propios impresores, porque era demasiado escandaloso.

"Color local", como todo lo local en Cuba, como todo lo que nos representa a nosotros mismos en Cuba, como todo lo que tiende a socializar en el socialismo cubano, era un libro sospechoso, peligroso.

Y "Color local", de un tal Francisco García González, apareció entre las gavetas con huevos de cucaracha de la editorial Extramuros. Me topé con un ejemplar que parecía una libreta de racionamiento: un librillo donde nuestro amigo nos llevaba de la mano por varias historias deliciosas, entre ellas, las grandes desapariciones en el imaginario popular cubano, las grandes desapariciones literarias, las grandes desapariciones políticas. De Matías Pérez a Camilo Cienfuegos.


Me encantó, me reí mucho con el libro. No me acuerdo bien si hemos contactado en alguna u otra ocasión, por aquí, por allá. Pero igual entendí desde muy temprano, desde que yo venía expulsado del campo científico cubano y caía de rebote, gracias a Eduardo Heras León y el Centro Onelio Jorge Cardoso de técnicas narrativas, entendí de qué se trataba la cultura hecha institución en Cuba: la cosa era apartar, segregar, censurar, sospechar, sembrar paranoias en un pobre pueblo que ya no pare más.

En medio de toda esa grisura, estalinista, realista-socialista, ministerio-culturalista, abelprietista, en medio de toda esa miseria moral antes que material, ¿a dónde poner las carcajadas mías, el deleite, intelectual, risueño, de leer "Color local", de Francisco García González? ¿Dónde poner el espíritu emancipatorio de un narrador capaz de escribir con esa relajación, en total, armoniosa, sinfónica carcajada, sobre lo que le diera la gana?

Me encantó, y desde ahí siempre tengo a Francisco García González como un recuerdo radicalmente fundacional en mi tardía carrera de hezcritor.

Aquellas narraciones ayudaron a que yo decidiera que había que tirarse contra esa pared que es la cultura cubana capturada por la justicia, la dignidad, la soberanía y demás mojones megalomaniacos.

Ahí empecé mi tareíta de singao Sísifo que aspira a quitarle ladrillos a la muralla del Buen Dictador hasta que se derrumbe con nación y todo.



OLPL




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Francisco García, el Franky, el amigo que uno sabe que la distancia es solo imaginaria.

Listo para la broma y el doble sentido más refinado.

Para quien dar cuero forma parte de su ADN

Visitarlo o ser visitado por él siempre es una hemorragia de placer.

Debe uno andarse con cuidado porque al menor descuido escribe un cuento sobre ti.

Receptor de cualquier tipo de vianda y en devolución te paga con yogur de coco, según él, el mejor del mundo.

Vilma y Mauricio hacen la trifesta ganadora de cualquier visita a Montreal

Muchas felicidades y cosas en tu cumpleaños

Firma el impostor del El Patrón del Bien






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¿Cuántas veces nos habremos visto Francisco y yo? Me temo que muy poco habremos conversado. Sin embargo, con cada narración suya que me llega (hablo como editor en “Diario de Cuba”) siento que nos ponemos a hablar. De modo que, sin casi haberlo visto y sin casi haber conversado con él, estoy convencido de haber tenido con él largas conversadas. Y eso es una sensación que nos dan los autores que nos gustan y que nos interesan.

Antonio José Ponte

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Empezó en la acera de la biblioteca nacional, siguió por Boyeros hasta el vedado, Calzada del Cerro, por 51 hasta Bauta, por Infanta hasta el Vedado, Reina hasta el puerto... calles, portales, salas, azoteas, muros, parques, barrios, librerías, cines y teatros, museos y cementerios, autobuses, trenes, tranvias y barcos, malecones, presidios, utopías y cosas humanas, los modelitos de los 80, frijoles, sushi, croquetas de masa cárnica y Montreal smoke meat, de Bauta a South Granville, La Matrix y Kusturica, del Canal a St Catherine, del jazz a la rumba, el son, la cumbia, bolero, afro beat, rock, al jazz, Chucho, Paquito, Sandoval, Marsalis, Gillespie, Tata Guines, Angá, Los Muñequitos, Afrocuba, Cuba, La Habana y el paisaje, Kingston, Wreck Beach...

En estos días te llamo para seguir, mi brother, Felicidades

Manuel Piña

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Escribirle a un escritor es un poco la aventura de intentar danzar ahí donde reside el trompo, pero escribirle a un socio intimida menos.

Quiero felicitar al Franky, y me regocijo de contar con su amistad. Tipo chévere, con tremendo sentido del humor y una memoria tal que hace que nos cuestionemos si somos “territorio libre de Alzheimer”.

Franky, que lo mismo pone a Martí en hilo dental a bailar lambada en brazos de un viril Maceo, que te cita las proezas de la selección nacional de Georgia, nombrándote varios de sus jugadores.

Franky es una generosa fuente de conocimiento y entretenimiento con quien uno se transporta conversando mientras se recorre buena parte de la ciudad o sencillamente sentados en cualquier sitio.

Montreal es un lugar más agradable gracias a amistades como Franky (y Vilma) que siempre han sido el núcleo anfitrión de nuestra pequeña banda.

A Franky, que con el tiempo – y la distancia – cada año que pasa hace más borrosa la frontera entre amistad y familia, nuestros mejores deseos.

¡Felicidades!

Eduardo Mesa González

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Conocí a Franki a la salida del rose hall at jazz at Lincoln center.

Por razones del destino no pude entrar al concierto y me quedé afuera esperando, así que tuve la fortuna de saludar a Enrique quien estaba junto con Franki y su familia.

Tiempo después hablaríamos por WhatsApp.

Y nos vemos vuelto buenos amigos, especialmente hablando de música y también leyendo sus maravillosos libros (que hasta me han inspirado a tratar de escribir algunos cuentos)

Así que hoy celebro la vida de un nuevo amigo cubano, le deseo mucha salud, prosperidad y muchos años más, llenos de amor y buenos momentos.

¡Feliz cumpleaños queridísimo, Franki!

Juanito Ruiz






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Poco tengo que decir de mis breves encuentros contigo en casa de los del Risco de la Vega. Pero como todo lo que me llega de la mano de esos personajes es bueno y me hace feliz, es justo que en honor a esa amistad, me una a la caravana de los buenos deseos en tu cumpleaños .

Hoy y siempre, feliz día Frankie

María Pérez

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Felicidades al hijo ilustre de las Repúblicas Bauticas en su sexagésimo segundo aniversario

Ricardo Quiza




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Yo sí tengo la suerte de conocerlo y me pareció una persona excelente desde el primer dia, hace ya bastante tiempo.

Después de unos años nos reencontramos en su casa en Montreal donde pude compartir con su familia y otros amigos una noche inolvidable.

Gracias Franky por tu amistad y tu talento!!!

Saludos a Vilma y a Mauricio (siempre ando buscando un bajista)

Muchas Felicidades!!!!!

Sergio Valdés




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Con Franky nunca coincidí. Eso no significa que en los últimos treinta años de mi vida no haya sido una presencia ineludible en mi vida. Something that haunted me. No nos conocíamos, pero no importaba, como decía en un pésimo poema Julio Cortázar, hablando de alguien con el que hubiera sido mejor nunca haberse topado. Franky era el mejor amigo de quien yo consideraba mi mejor amigo. Esas rivalidades unen tanto como el mejor de los amores, o la más intensa de las amistades. Para colmo de males, había tenido el talento de conquistar a Vilma, una de las almas más delicadas y enigmáticas que se paseaban por la Facultad de Letras. Mi resentimiento irredimible no me impedía sentir una curiosidad igualmente feroz !Qué diablos tiene ese tipo! Ahora que he pasado al otro lado del Rubicón, he cumplido sesenta años, he decidido saldar esa viaje deuda. Este diciembre visitaré a una antigua amiga en Montreal y hare todo lo posible por conocer a mi doppelganger

!Felicidades, Franky!

Jorge Brioso



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Frankie, asere, felicidades! Yo te conocí ya de grande, pero desde el primer día tú y tu familia me hicieron sentir en casa. Me acuerdo cuando estuve por tu casa en Montreal y lo bien que la pasé conversando en la cocina.

Lo curioso es que, aunque no soy de tu generación, es como si te conociera desde antes: mi mamá me contaba que tú y Enrique se sentaban detrás de ella en la universidad, y que tú en particular no parabas de joderla en clase. Seguro que, si hubiéramos coincidido en esa aula, habríamos sido socios desde entonces hasta hoy.

Un abrazón.

Daniel Jordán




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Feliz 62 cumpleaños! Qué gran logro. Quería tomarme un momento no solo para felicitarte, sino también para celebrar el largo camino que compartimos como alumnos de universidad. Cuesta creer que hayan pasado más de 30 años desde que comenzamos nuestros estudios juntos en la Facultad de Historia. Ha pasado el tiempo, pero el vínculo que se formó entonces, arraigado en nuestras raíces compartidas en Caimito y nuestro amor por las letras, sigue fuerte en mi corazón. Aunque la vida nos llevó por caminos diferentes —tú a Canadá y yo a Estados Unidos—, todavía siento esa conexión, como si nuestras conversaciones pudieran retomarse justo donde se dejaron. Admiro tu dedicación a la escritura y tu compromiso de cultivar tu arte a lo largo de todos estos años. Que este cumpleaños te traiga alegría, salud e inspiración para muchos más capítulos por delante.

Diana Lay




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Frank de deseo un feliz día de cumpleaños junto a la familia y amigos que hoy se reúnen, física y virtualmente para celebrar y recordar lo bonita que es la Vida. Siento vanidad en haber conocido, aunque de manera efímera, al hoy “reconocido escritor cubano” que en mi memoria permanece como el hombre huidizo, de pocas palabras y mirada esquiva pero intensa. ¡Feliz día y que la vida te siga colmando de éxitos personales y profesionales!

Un abrazo, Ana Cristina Perera

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Franki, saludos desde San Sebastián!


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Franki, la primera vez que coincidimos fue en la cocina de Enrique hace ya unos cuantos años, cuando tuve la suerte de ser invitada a esa cena para presentarte —como dijo Enrique— a un gran amigo mío, escritor cubano que vive en Montreal. Ese día fue un show total entre tus historias y tus cuentos sobre tu trabajo nocturno (que todavía me sacan risas cada vez que los recuerdo). Desde entonces supe que había conocido a un alma feliz. Después tuve la dicha de ir a Montreal y sentirme en casa gracias al calor de tu familia. Saludos para Vilma y Mauricio, que siempre guardo con mucho cariño. Siempre que nos vemos, lo primero que me viene a la mente es tu luz y tu alegría contagiosa. ¡Feliz cumpleaños, mi querido Franki! Que la risa, la felicidad y los buenos momentos nunca te falten, para ti y para tu hermosa familia.

Danay Vigoa

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El Franky

F y 3ra que tiempos, éramos tan jóvenes pero solo era el preámbulo.

Decirte quiero aunque lo sepas, Te queremos mucho, y darle las gracias a Olodumare a Elewa a Obatala por poder ser tu amigo es de los premios que me ha dado la vida

Muchas felicidades que sigamos juntos en esta aventura que antes era Habáname mañana será otra quizás Miamite🤣

Un abrazo de toda esta fracción de tu familia miamense

Yeyo, Ari, Rembe, Titi




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Franky,

Desde que fui a verte en Montreal, he disfrutado conversar contigo y Mauricio. Hasta cuando hablamos de temas que conozco, ofrecen una nueva perspectiva y me introducen a nuevos temas ajenos, y lo hacen con tanta gracia y entusiasmo. Me siento agradecido tenerlos como amigos.

¡Felicidades!

Eric


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Arranqué un día pa Montreal

Yo solo, sin ton ni son

Llevaba un perro gorrión

(Extraño y triste animal)

El Franqui y Vilma Vidal

Sin conocerme de nada

Me dieron plato y almohada

Conversación y consuelo

Y con su vino, mi duelo

Transmutó en agua pasada.



Porque quién no necesita

En esta vida de un Franqui,

Tipo genial pero tranqui

Que siempre da y nunca quita

Guajiro cosmopolita

Chéjov que nació en Caimito

Para dejar bien escrito

Nuestro desastre insular

Y así hay algo que salvar

Cuando llegue el meteorito.



Y eso que yo no sabía

(Este mundo es muy extraño):

Separados por diez años

¡Nacimos el mismo día!

Compañeros de herejía

Y sociables ermitaños

Farautes del desengaño

Y del tiempo secretarios

Mi hermano del calendario,

¡Feliz (nuestro) cumpleaños!

César Pérez







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Francisco García González, como el poeta Walt Whitman decía de sí mismo, contiene multitudes. El escritor y el asiduo a la carrera de fondo y el gimnasio; el amigo entregado y el padre y abuelo no menos dedicado; el cinéfilo exquisito y el fanático del fútbol mundial y el béisbol local; el intelectual sensible y cosmopolita y el guajiro insobornable; receloso y tímido y ferozmente imaginativo y seductor: paleto y príncipe. Lector ávido y pensador originalísimo al que la misma condición de pensador le resulta extraña. Hosco hasta el rechazo y sentimental hasta las lágrimas. Introvertido y expansivo, dueño de una simpatía tranquila y avasalladora. A poca gente he querido y admirado más, vivos o muertos. De menos he abusado tanto de la amistad de la cual este texto es un ejemplo. Con la confianza de ser correspondido, incluso en el abuso.



Whitman aludía a las multitudes que contenía para justificar sus contradicciones. No diré que Franki no se contradice, pero de alguna manera tantos componentes desiguales entre sí alcanzan una coherencia sorprendente en torno a su
 constante exigencia ética. Pongamos por caso una característica de Francisco que, a falta de mejor nombre, le llamaré cobardía. No conozco alguien que se arriesgue menos a salir de su ámbito más cómodo, a quien le atemorice más aquello que desconozca o lo supere y sin embargo nunca ha permitido que sus miedos lo dominen ni le permitan faltar a cualquiera de sus deberes con otros o consigo mismo. Dicho en pocas palabras: no conozco a un cobarde más valiente que Franki. Ni siquiera a un valiente. Y ese valor tranquilo, nunca ostentoso, permite que alguien que desea el reconocimiento de sus semejantes como el que más, renuncie de antemano a tentaciones -tan frecuentes en el mundo de los creadores- que pongan ni siquiera en duda la lealtad que se debe a sí mismo y a los suyos. Por momentos, sin dudas, exagera, pero siempre preferiré esos excesos a los de quienes renuncian a ser ellos mismos con tal de acomodarse a las circunstancias.



Este año Franki y yo cumplimos 40 años de una amistad que empezó el mismo primer día nuestro en la Universidad de La Habana. Más que como amigo lo adopté como el hermano mayor que nunca tuve, alguien que, siendo muy diferente, parecía tener muy clara la distinción entre el bien y el mal en una época en que esas diferencias me eran más confusas que ahora. “Es mi mejor amigo” me decía, como si ya no pudiera aparecer ningún otro que se le acercara en confianza o intimidad. Hoy puedo decirlo con más precisión: más allá de los escalafones del cariño Franki sin dudas fue mi primera amistad adulta, esas que se adquieren cuando ya empezamos a sentirnos seguros de quienes somos, un poco más dueños de nuestras decisiones y nuestro destino. Independientemente de la tontería del escalafón sentimental puedo decir que todas mis amistades posteriores -y hasta las anteriores de modo retroactivo- quedaron modeladas por la que él y yo todavía sostenemos. Y el eje central de ese modelo es la convicción que no hay nada más importante que ser leales a nosotros mismos y a quienes queremos.

De todos los momentos que hemos pasado juntos ninguno Franki evoca con más frecuencia y sobreentendidos que una tarde del verano de 2014. En un bar de Montreal veíamos un partido de octavos de final de la copa del mundo de ese año, Alemania vs Argelia, junto a nuestra amiga Elizabeth Martin. Nada memorable recuerdo de aquel partido, incluso tengo que comprobar el resultado final del marcador (2 a 1 a favor de Alemania). Lo que sí recordamos ambos fue el placer sereno y múltiple de ver fútbol, tomar cervezas e intercambiar todas las tonterías que nos pasaran por la cabeza con la certeza de que en unos minutos nos encontraríamos con nuestras mujeres e hijos en un restaurant turco a unos metros de allí. La certeza de que la vida, esa cosa que constantemente dejamos ir apenas sin sentirlo, valía la pena ser vivida, sobre todo cuando se pasa con gente con la que no hacer nada en particular es lo mejor que se pueda hacer en el mundo.

Enrique Del Risco






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Querido Franki, guajiro de Provincia Habana como yo (no acepto ni a Artemisa ni a Mayabeque como capitales) somos guajiros de Habana Campo. Aunque hemos compartido poco, es suficiente para sentir que es como si te conociera de siempre. Te prometo que cuando vuelvan a casa, las hamburguesas de lentejas tendrán mejor consistencia y que ese exquisito postre vegano que Madelca hizo con 4 huevos no podrá faltar. Feliz Cumple!!



Jairo Alfonso.




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Mis primeros recuerdos de Franki y Vilma son de mediados de los 90, en la casa (entonces en construcción) de Manuel Piña y Dayamick, en el barrio del Canal del Cerro. Más de una vez pasamos allí días, noches, madrugadas y mañanas (no necesariamente en ese orden) conversando de todo, riéndonos, contándonos historias y conociéndonos. Materialmente hablando teníamos muy poco, o casi nada, y éramos felices compartiendo nuestra esplendorosa escualidez. Desde el Cerro nos desperdigamos, sin apenas darnos cuenta, y un día, tal vez 10 años más tarde, estábamos de nuevo reunidos, esta vez en Vancouver, donde recuperamos el ritmo y el tono de nuestras conversaciones habaneras. Con Franki he disfrutado caminatas entre los árboles y caminatas sorteando el tráfico de la ciudad, cafés a cualquier hora en Vancouver y desayunos tempraneros en Montreal. Caminando, hablando de todo, y siempre admirando su carácter afable, su sonrisa sincera, iluminadora, su pensamiento agudo, con la frase pícara y oportuna todo el tiempo a flor de labios. Lo he admirado y lo aprecio como escritor e intelectual y sobre todo, como el hombre amable y cálido que me confirma, cada vez que me lo encuentro, que la amistad, cuando es real, es un bien tangible, invaluable y duradero. ¡Feliz cumpleaños, estimadísimo!

Tonel

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¿Cuándo ha sido Caimito un apetecido destino turístico de fin de semana? Respuesta única e indiscutible: en el penúltimo quinquenio del siglo XX. En esos años, pocos lugares eran comparables a pasar un domingo con Franky hablando de lo que siempre hemos hablado: de cualquier cosa que no tenga ninguna aplicación práctica. Nuestros azarosos viajes en cualquier vehículo que pasara por el kilómetro 36 se veían compensados con creces por esas horas que pasábamos con él. Un Juan Candela que no tenía que exagerar porque ese Caimito estaba lleno de cada personaje… Después nos fuimos y en nuestra vida casi todo fue ganancia con el cambio, pero no perdernos a Franky, a Vilma embarazada, a Mauri de chiquito. ¿Y cuándo los íbamos a volver a ver? Gracias a los quebecos ahora no los tenemos tan lejos. Y esperamos con deseos (Lila y Eric incluidos) su peregrinación anual a los niuyores para continuar la misma conversación de Caimito, con los mismos temas de siempre: aquellos que solo ponen en evidencia nuestra infinita capacidad de evitar cualquier consideración práctica. Las ganas de tener largos desayunos con Franky, aun más largos paseos y larguísimas tertulias diarias es lo que me ha vuelto más ambiciosa: compro un billete de lotería al mes. Quién sabe, quién sabe…

Querido caballero, te deseo un felicísimo cumpleaños.

Firmado: Your Queen





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Franky,

Cuando tú y Vilma llegaron a Montreal, me acordé de la palabra “tertulia”. No solo se enriqueció mi vocabulario, sino también mi lista de películas y libros pendientes. Me hiciste recordar otras cosas como el verdadero sentido de la humildad, la generosidad, y la constancia. Hay páginas para tus lectores, sí, pero tu bondad y tu cotidiano humor inteligente son nuestro privilegio local.

Con mucho cariño,

Irene



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Francisco García González en los archivos incautados por el FBI a Félix. El agente 007.

Hoy celebro la vida de mi hermano Francisco García González, Frankie. Con él he compartido viajes de La Habana a Miami, dos películas, un guion y una idea en la que seguimos trabajando. La I-75 es testigo de nuestra amistad, como también un particular viaje hacia los Everglades, tan triste como necesario, donde nos sacudimos dolores y se selló nuestra hermandad. Frankie ha estado a mi lado durante años, en algunas de mis alegrías más grandes y en varias de mis tristezas más hondas. Su compañía ha sido siempre generosa, fiel y luminosa. Por eso hoy celebro su vida con un cariño inmenso, agradecido de cada instante compartido y de los que aún nos esperan. ¡Feliz cumpleaños, Frankie!

Eliecer Jiménez





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Muchas felicidades a Franky, espero que cumpla muchos más con salud y proyectos nuevos. Conocí a Franky en el peor momento de mi vida, quizás por eso le guardo un cariño especial. Deseándole que la vida siga siendo leve, MA

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Felicidades para Franky, mi hermano en todas las acepciones de la palabra, a quien le agradezco haberme abierto las puertas al universo de la literatura y la música, durante conversaciones y merenguitos en las noches de los sábados. También te hubiese agradecido muchísimo que no me dijeras cuando te escapabas para la presa. Besos y nuevamente feliz cumpleaños! 

Mercedes García González

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Dibujo del Purito haciendo ejercicios cuando era joven

No todo el mundo tiene el privilegio de ser amigo de sus padres, pero yo si soy un privilegiado. Un padre como el mio es un regalo de la vida. Crecer bajo su sombra me llena de orgullo y felicidad.

Mauricio García Vidal

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¿Y qué decir de Franky? Un escritor profundamente guajiro, universal y detractor de todo lo que huela a esa cosa rancia, demodé que es el oficialismo cubano. Poseedor de una imaginación y humor desbordantes que indefectiblemente nos hace pensar si "eso" que consume tendrá igual efecto para todos. O quizá lo que destila lleve esa marca registrada y tan suya porque Franky es una mezcla única de templario consagrado al duro oficio de escribir y levantar hierros, cosa que alquimicamente le permite luego destilar sus mundos híbridos sobre el papel. ¿Quién sabe?



Conocí a Franky a través de Henry, Enrique del Risco, quien lo llevó a Montreal durante los primeros años después que la familia García-Vidal emigrara a Canadá. Aquel encuentro fue una validación del azar recurrente. Conversando, durante nuestro primer periplo por el Vieux-Port, descubrimos que Franky era la misma persona que meses antes otra amiga común, Massiel  --caimiteña igual que él--, me había encomendado "atender" cuando él aterrizara en Canadá. Solo que "los Frankies" --como cariñosamente les llamo-- no llegaron precisamente a mi ciudad. ¿Para qué mentirles? Allí, bajo la icónica Torre del Reloj, tuvimos un "a-ha! moment" que cambiaría el curso de la vida de mis nuevos amigos en el hielo. 

Luego se sucedieron incontables encuentros que transcurrieron en un ir y venir de mi casa a la suya, y viceversa, ya fuese durante el poco tiempo que duraron en Kingston o en los diferentes apartamentos que han ocupado en Montreal. Para mayor dicha, nuestros hijos se hicieron amigos y comenzaron a vivir sus propias aventuras en paralelo. Lo cierto es que en aquellos tiempos deambular por las calles, sentarnos en los parques, visitar Schwartz, Place des Arts; hacer paradas en cervecerías y bares para calentarnos, pasar eternas noches blancas escuchando buena música o hablando de libros y cine con amigos, pero sobre todo riendo, riendo con ganas y hasta las lágrimas escuchando los cuentos y delirios de Franky, formaba parte de mis rituales sagrados, de esas cosas que te ayudan a vivir. 



Tuvimos muchas celebraciones, días festivos, cumpleaños, o lo que fuera. Siempre había un motivo y todos eran perfectos para cocinar, descorchar un buen vino, tomar té o café y quedarnos juntos hasta altas horas de la noche o simplemente amanecer. Para mi, esos momentos siempre serán parte de esa materia de la que están hechos el amor y la amistad, que en este caso viene a ser prácticamente lo mismo.  Y todo eso, más nuestra pasión por el arte, es algo que está profundamente entrelazado con lo que es Montreal para mí. No puedo separar esos amores. Y es curioso, porque no fue el mejor momento de mi vida. Tantas cosas allí no fueron buenas... Pero ese pedazo de familia que tuve en Montreal --que incluye a Franky, Vilma y Maury-- es parte de la alegría que llevo conmigo adonde quiera que vaya. 

Quiero agregar que tuve el honor de organizar la presentación de "Leve Historia de Cuba" en la librería Las Américas --con su respectivo bar abierto y posterior cita en mi apartamento de Longueil, cariñosamente bautizado por Henry como "La Casa de la Cultura cubana de Montreal". Los que conocen a este par de desafectos, y a César Reynel --quien fuera el presentador aquella noche-- imaginarán lo memorable que resultó aquel evento. Ha habido muchas otras presentaciones, pero de esta guardo un recuerdo muy especial. 



Franky querido, echo de menos tantas cosas de Montreal. Sin duda, entre ellas, una de las que más me pesa es la imposibilidad de tenerlos cerca físicamente. De modo que hoy, en honor a tu vida y creatividad, brindaré por el eterno retorno mientras repaso las fotos que aquí te regalo. ¡Que se repita siempre! (Y, por favor, sigue enviándome tus cuentos). 

Te quiere, mucho te quiere, 

Isbel 

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El de la tierra gloriosa
De las entrañas de Caimito
Patrimonio por lo escrito
Su reputación goza
De ficción maravillosa 
Desborda mi camarada
En su cálida morada
Recibe este comentario
Celebra tu aniversario 
Con tu Vilma adorada.

El Repentista de Barranquilla

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Soy de pocas, muy pocas, palabras escritas, pero aquí van: Uno de los primeros recuerdos que tengo de Franky, del inicio de nuestra amistad, de nuestra relación..., es en F y 3.a, piso 17, Franky cantándome todo un repertorio de canciones de rock en español, desde Chac Mool hasta Kortatu, letras poéticas y groseras, ¡de todo! ¡Y se las sabía de memoria! ¡Y nos reíamos mucho! No solo me cantaba canciones, también me contaba la historia de Roma (se sabía de memoria el nombre de todos los emperadores romanos y los de cada miembro de la familia), la historia de España, de México...
Una de las canciones era “Nadie en especial” de Chac Mool. La primera estrofa dice: “No soy nadie en especial / Un poste de la luz / No soy nadie en especial / Un pasajero en el camión”. Pues, poquito a poco, “ese pasajero en el camión” (literalmente camión para bautenses, caimitenses y demás guajiros aledaños), se convirtió en alguien muy especial para mí, para la familia, para sus hijos, sus nietos, para mis amigos,  los hijos de nuestros amigos... hasta para los residentes del building donde trabaja -cuando Franky y yo estamos en nuestras habituales caminatas por Montreal y nos encontramos a algún residente, sus primeras palabras son: “Franky es un tipo especial, de los buenos, y lo queremos mucho”.
¡Feliz cumpleaños y que sigan viniendo cosas especiales y hermosas (pero ahora sin camión)!

Vilma Vidal

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En una guagua, en La Habana, 
fue donde te conocí:
En la tierra de Martí, 
un jueves por la mañana 
(o en la tarde). La jarana 
que formamos fue un relajo.
Tú salías del trabajo. 
Yo buscaba una salida 
de emergencia y patria y vida 
y huir del escarabajo.

Alexis Romay


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Puedo contar muchas cosas sobre mi amigo Francisco. Al final, nos conocemos (sí, señores) hace 40 años. Comimos juntos muchos panes de gloria, una dulce comunión que nunca olvido, leímos los mismos libros, oímos la mismas piezas de jazz, caminamos las mismas madrugadas por una Habana que parecía eterna. Lo vi crecer (no como persona, porque ya era alto cuando lo conocí) sino como escritor, como narrador, que no es sólo lo mejor que hace, sino aquello que mejor lo define: alguien que observa el mundo en silencio, con la secreta intención de vengarse de la vida contándola. Hoy es el amigo lejano que siempre siento presente. Y fue el amigo que, al saber que mi papá había muerto, me dijo, voy para allá. Y me acompañó en aquellos primeros días en que sentí haber perdido mi conexión con el mundo. Nunca te agradecí con un abrazo, que te mando ahora. Feliz cumpleaños, mi hermano. Muchas alegrías y muchos libros. Te quiero con cojone'. (Ernesto)


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Hace 12 años, en Verdun, tuve la desgracia y la fortuna de conocerte. Desgracia porque desde ese día ya no hay funeral, reunión, ni bautizo que no sea interrumpida por tu humor sarcástico; y fortuna porque desde entonces Canadá dejó de ser frío: contigo y Vilma la vida es mas alegre. 

Junto a Vilma formas la dupla más alegre, inseparable y contagiosa. Ustedes son mejor que familia: más divertida, con menos protocolo y más risas.

Hoy celebro tu cumpleaños con cariño y gratitud. 

Elizabeth forever, el mejor boligrafo de Châteauguay

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Felicidades Francisco. Eres un gran escritor, de los grandes de verdad,, de esos que disfruto mucho leer. Que pases un gran día de cumpleaños.

Luis de la Paz