miércoles, 5 de julio de 2023

La vida sigue igual



Varias veces me he referido en este mismo muro a la censurada exposición sobre el Bobo de Abela que organicé junto a Armando Tejuca y Ernesto Enrique Hernández en el museo “9 de abril” donde trabajaba por entonces. La frustrada inauguración debía haber tenido lugar el 4 de julio de 1992, o sea, hace exactamente 31 años y un día. Pues la semana pasada, luego de 30 años sin tener contacto con un testigo de los hechos que rodearon aquella exhibición, este me contó ciertos detalles del asunto. Como que el jefe del partido comunista municipal de Habana Vieja por entonces, un tal Roberto San Martín, se refería al personaje de Eduardo Abela como El Bobo de la Vela. Y que se preguntaba qué yo hacía pintando aquellas caricaturas (en realidad eran fotocopias tomadas de libros sobre el caricaturista) si mi puesto era el de técnico de museo. O sea, que el jefe de los comunistas del centro histórico de la capital me hizo el honor de atribuirme los dibujos del gran Eduardo Abela.

Pero más interesante aun es que en una reunión que los empleados del museo habían tenido con la contrainteligencia les informaron que yo había hecho la exposición en complicidad con la iglesia católica. ¡Imagínense, el arzobispo Jaime Ortega y yo conspirando para desestabilizar el gobierno con caricaturas de sesenta años atrás! Tuve que explicarle a mi antiguo compañero de trabajo que el único contacto con la iglesia que tuve en aquellos días fue mi visita a la iglesia del Cristo para pedirle al párroco de allí que me prestara una de las velas grandes que se usan en las rogativas y que era uno de los objetos con los que el Bobo aparecía con frecuencia en sus caricaturas, préstamo que consignaba en los agradecimientos del catálogo.


Menciono esto a propósito del penoso proceso de acoso al humorista Jorge Fernández Era. Por las coincidencias. El mismo mecanismo de vigilancia y represión, los mismos métodos, pero sobre todo la misma ignorancia y chapucería. Porque en lugar de asumir lo mucho que se parecían las caricaturas de Abela o las sátiras de Fernández Era a la realidad preferían perseguirnos. No es difícil sospechar que ahora atribuyan las sátiras de Fernández Era a alguna oscura conspiración con la USIA. O con el Mossad, porque alguna vez lo vieron en el portal de la sinagoga esperando a que escampara. Y que difundan tales teorías entre los colegas del escritor, para restarle apoyo y generar suspicacias a su alrededor. Cualquier cosa antes que admitir que el absurdo que nos tratan de hacer pasar por estado natural de las cosas -y que tanto hacen por conservar en ese estado- merece la burla de cualquier persona con dos dedos de frente. Y que solo a un agente de una potencia extranjera se le puede ocurrir aplicarle a la realidad cubana algo tan exótico como el sentido común. Luego está el coraje del que Fernández Era ha dado sobradas muestras en los últimos meses y que siendo tan raro en la isla seguramente lo importó de otro sitio. Y en este caso tampoco yo tengo idea de dónde.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En las dictaduras, el Humor es una de las cosas que primero se destierran.
Hoy mandan los descendientes de aquellos guajiros con vocación de matones e ínfulas de intelectuales que secuestraron la isla en 1959.
Lo único que ha cambiado es que ahora se pasa hambre y el país parece estar en el siglo XIX camino del XVIII.