martes, 25 de agosto de 2020

José Juan Tablada, viajar vivo o muerto*

 


A José Juan Tablada, poeta, periodista y diplomático mexicano nacido en Coyoacán en 1871 le encantaba viajar. Cuando en 1900 viajó a Japón se emocionó tanto como si lo hubiera descubierto él solo: escribió crónicas, poesía y al regresar a México se hizo construir una casa japonesa. Con París otro tanto: allí viajaban los artistas latinoamericanos -antes de que se llenara de turistas chinos y Notre Dame se quedara sin techo- en busca de cultura, esa cosa que existía antes de que apareciera internet. París le inspiró a Tablada otro libro de crónicas aunque de regreso a México no se hizo construir una torre Eiffel en el patio de su casa japonesa.

A Nueva York vino por una cuestión de apuestas. En el juego de la política quiero decir. Al inicio de la Revolución Mexicana Tablada apostó contra el presidente Francisco Madero -en la forma de sátiras y críticas- y ganó. Por Knockout: un golpe de estado que el general Victoriano Huerta le dio a Madero. Y encima lo mató. Luego Huerta mandó a buscar a Tablada a París para que le echara la mano en la siempre ardua tarea de justificar una dictadura.

Esa segunda apuesta le salió mal al poeta: en 1914 cayó Huerta, Venustiano Carranza llegó al poder y Tablada tuvo que escapar de México: no paró hasta llegar a Nueva York. Allí le tomó el gusto a la ciudad aunque no debía irle muy bien: dos años después su esposa, Evangelina Sierra le pedía a Carranza que perdonara al marido. Y como nunca está de más alguien con buena ortografía dispuesto a alabarte, Carranza lo perdonó.

En 1918 Carranza nombró a Tablada secretario del Servicio Exterior y este pasó por Caracas y Bogotá. En 1920 se trasladó a Quito pero renunció al puesto “a causa de la altura de esta capital”. También acababan de matar a Carranza, el presidente, un detalle que suele poner nerviosos a los diplomáticos.

    Como ya Tablada había probado lo bien que se vive frente al mar, en Manhattan, vino y en 1921 abrió la Librería de los Latinos en el 118 East 28th Street. No sabemos cómo le fue con esta empresa pero seguramente bastante peor que con un bar clandestino, el negocio más floreciente de la época. Deberían prohibirse los libros a ver si florecen las librerías clandestinas. Además de atender la librería Tablada no dejó de escribir para diferentes publicaciones. Parece que de eso dependía su sistema respiratorio, además del digestivo. Escribió de casi cualquier cosa: de arte mexicano, de cine norteamericano, de la agonizante vida nocturna neoyorquina en medio de la Ley Seca y hasta de “la cuarta dimensión y el hiperespacio” cualquier cosa que eso quiera decir.

    Más importante aún: en aquellos tiempos lejanísimos en los que se discriminaba a los mexicanos en Estados Unidos Tablada salió a defenderlos. Cuando aquello vivían en “Texas, 450,000; Nuevo México, 220,000; Arizona, 100,000; California, 250,000”. O sea, la cantidad de mexicanos que ahora asistirían a una eliminatoria de la CONCACAF entre México y Estados Unidos en Los Ángeles si el estadio tuviera capacidad suficiente.

    No pocas crónicas dedicó Tablada a describir la vida de los mexicanos pobres que huían de la inestabilidad provocada por la revolución. También propuso que las revoluciones solo se celebraran en países alternos para si fracasaban tener a dónde escapar. Bueno, es mentira que Tablada propusiera eso pero no me negarán que es una idea muy práctica.

    En 1935 Tablada regresó a México. Pero a mediados de 1945 volvió a Nueva York como siempre había soñado: con el cargo de vicecónsul, sin preocupaciones económicas y sin miedo a otra Ley Seca. Una lástima, porque apenas pudo disfrutarlo: murió en esta ciudad el 2 de agosto de ese año. No obstante, sus restos viajaron a su patria al año siguiente. Por aquello de “México lindo y querido, si muero lejos de ti…”


    *Publicado en Nuestra Voz

    Orbitando


    Les comparto este podcast del escritor Tomás Castellanos Núñez, artífice de La Juntamenta, luminoso proyecto cultural de cubanos de New Jersey adentro, y tipo formidable desde cualquier punto de vista. No es perfecto y una de esa imperfecciones lo hizo invitarme a su segunda edición de Orbitando donde hablamos hasta de cosas que nunca me había preguntado a mí mismo, que es la parte más interesante de cualquier entrevista.

    martes, 11 de agosto de 2020

    CARTA ABIERTA A LA UNEAC, A DÍAZ-CANEL Y A QUIEN PUEDA INTERESAR

    Por Jorge Fernández Era

    En días pasados conocí a través de las redes la expulsión de las filas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba del escritor camagüeyano Pedro Armando Junco López, un creador de sostenida obra, ganador de múltiples reconocimientos literarios. La causa: una carta abierta al presidente de Cuba donde cuestiona las recientes medidas económicas tomadas por el Gobierno. Dicha carta, según los funcionarios que le notificaron la separación definitiva, actúa «en franca contradicción con los principios, estatutos y reglamentos de la Uneac».

    Aquí, para los que no la conocen, la carta de Pedro Armando:
    «Señor presidente Díaz-Canel:
    «En su último discurso ante el Consejo de Ministros, televisado y expuesto en la Mesa Redonda, usted hace públicas las determinaciones tomadas al más alto nivel, considerando de antemano la aprobación del pueblo sin consultársele, poniendo en tela de juicio la popularidad de estas medidas».
    «Cierto es que los sistemas autocráticos son libres en el accionar de sus ordenanzas y que ya es costumbre atávica en los cubanos resignarse a acatar y obedecer los decretos estatales. Pero me sentí profundamente señalado cuando usted dijo —con otras palabras, desde luego, pues no tengo grabadora en mi casa— que los enemigos de la Revolución utilizan las redes sociales para mentir y confundir a la ciudadanía. Y es precisamente la palabra "enemigos" la que nos ha echado en el mismo saco a los que desean el derrocamiento del sistema que hoy nos dirige, junto a los ciudadanos cívicos que declaramos nuestra verdad y proponemos nuestras opiniones públicamente, por cualquier medio de expresión como reza en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como instituye la nueva Carta Magna cubana y, sobre todo, como el Apóstol de nuestro país nos dejó por herencia: pensar y hablar sin hipocresía y trabajar para que nuestro gobierno sea bueno cuando consideramos que nuestro gobierno se equivoca».
    «Es lamentable que la situación económica de mi país, que es su país, haya colapsado y los haya obligado a tomar medidas que desde hace décadas todos sabemos constituyeron errores económicos garrafales, como la penalización del USD. Y más lamentable aún que se abran tiendas especializadas solo para quienes tengan divisas extranjeras, dando una bofetada humillante a la moneda salarial de todos los cubanos y ahora, hasta al injusto CUC, ayer equivalente del dólar y hoy tan segregado como el peso cubano tradicional».
    «Es lamentable, señor presidente, que lleguemos a tal extremo de abyección ciudadana y que usted nos tilde de enemigos cuando nosotros somos los verdaderos amigos de la Patria. Somos los que alertamos el cierre del turismo y de las escuelas y universidades al comienzo de la pandemia —reconocido, inclusive por el Primer Ministro—. Somos los que decimos hoy que abran la economía. Si existen enemigos de la Revolución, búsquelo entre los directivos de cuellos blancos, dirigentes militantes del Partido que se prestan a las menos pensadas ilegalidades, y castíguelos. Pero deje de perseguir a los productores: permita que el pescador, pesque; que el agricultor siembre, que el ganadero críe... Pero deje al pescador que venda libremente su producto del mar, que el cosechero se las ingenie y comercialice sus siembras sin que medie el Estado, que el campesino mate su res y la venda al precio que le venga en ganas y se la compre el que pueda; porque por muy injusto que parezca, mayor injusticia es venderle al proletariado en una moneda que no circula en Cuba y a la que solo quienes tienen apoyo desde el exterior, pueden adquirirla».
    «Lea con detenimiento este exergo del discurso de Ignacio Agramonte en la Universidad de la Habana hace 158 años»:
    «La administración que permite el franco desarrollo de la acción individual a la sombra de una bien entendida concentración del poder, es la más ocasionada a producir óptimos resultados, porque realiza una verdadera alianza del orden con la libertad».
    «Únase a nosotros, señor Presidente. Escúchenos a todos por igual: a quienes le adulan, a quienes pretenden destruirlo y a los que nos rompemos la cabeza buscando una salida feliz a la crisis económica que nos envuelve. Y tome luego sabias decisiones».
    «Evite el presagio del poeta: porque los pueblos que sufren / como la ortiga que llora / cuando de sufrir se aburren / echan veneno en las hojas».

    Fin de la cita. Continúo yo.
    En su discurso en el más reciente congreso de la Uneac, el presidente expresó: «Otros temas que, en mi modesta opinión, deberían concitar acciones y reacciones de nuestros creadores agrupados en la Uneac tienen que ver con lo que algunos llamamos "mercenarios culturales", esos dispuestos a linchar a cuanto artista o creador exalte a la Revolución o les cante a las causas más duras y a la vez más nobles en que están empeñadas las fuerzas progresistas de nuestra región y del mundo». ¿Es Pedro Armando Junco López un «mercenario cultural»? ¿Quién lincha a quién y por qué? ¿Por expresar abiertamente, sin ofensas y con respeto, cuestionamientos a políticas que afectan —lo afirma el propio Gobierno— a la mayoría del pueblo trabajador? ¿Nuestros problemas no son también —y primeramente— las «causas duras» a las que hay que cantar sin tapujos y medias tintas? ¿No lo hace Junco López?
    Veamos lo que dice el Artículo 4 de los estatutos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba: «La Uneac se adhiere a los principios de la democracia socialista y en consecuencia defiende el derecho a la información, a la palabra, al ejercicio del criterio, a la más amplia libertad de creación, a la investigación, a la experimentación, a la crítica, al debate y a la polémica». ¿La carta entra «en franca contradicción con los principios, estatutos y reglamentos de la organización de creadores»?
    «Los límites comienzan donde se irrespetan los símbolos y los valores sagrados de la patria», dijo también Díaz-Canel en el congreso de la organización. ¿Qué símbolos y valores sagrados de la patria irrespetó el escritor camagüeyano?
    En diciembre de 2010, el primer secretario del Comité Central del Partido, Raúl Castro, declaró ante la Asamblea Nacional: «No hay que temerle a las discrepancias de criterios, y esta orientación, que no es nueva, no debe interpretarse como circunscrita al debate sobre los Lineamientos. Las diferencias de opiniones, expresadas preferiblemente en lugar, tiempo y forma, o sea, en el lugar adecuado, en el momento oportuno y de forma correcta, siempre serán más deseables a la falsa unanimidad basada en la simulación y el oportunismo. Es por demás un derecho del que no se debe privar a nadie».
    Está claro: a nadie. Ni a Pedro Armando Junco López, que hizo valer un precepto constitucional y habló con la claridad que se espera de un revolucionario. Ni a mí, que ejerzo mi derecho, como cubano y como miembro de la Uneac, a denunciar este flagrante atropello.

    viernes, 7 de agosto de 2020

    Desde La Habana reportando...

    Como diría Raúl Ciro, fresco y sin cortar:

    “El otro día hiciste un comentario sobre el viceministro-twitero y recordé una conversación que había tenido el día antes con mi hermana desde Cuba. Me contó algo que sospechaba y de lo que probablemente había leído pero creo que era primera vez que oía el testimonio por parte de alguien que lo estaba viviendo.

    Mi hermana tiene un teléfono celular otorgado por el trabajo. El trabajo le da el aparato como tal y le paga la línea, que incluye transmisión de datos y conexión a internet. Lógicamente el teléfono se entrega por cuestiones de trabajo. Mi hermana hace una parte de su trabajo fuera de la oficina y, en estos momentos, cuando tratan que la gente trabaje desde casa, le mandan archivos de trabajo por esa vía y ella envía sus resultados también de esa forma. El problema son las condiciones que le ponen para tener el teléfono. La primera es que hay sitios de internet que están totalmente prohibidos de visitar. Esa condición era de esperarse y de hecho existe en lugares fuera de Cuba, cuando se trata del teléfono del trabajo.

    Las otras condiciones son más específicas de allá. Ella tiene que abrir cuentas en distintos medios sociales (Facebook, Twitter y otros) y cada semana tiene una cuota a cumplir de comentarios que tiene que publicar de propaganda política a aquello. Y no solo es una cantidad específica. Cada semana recibe un correo con las instrucciones de la semana: a qué campaña debe sumarse, qué tipo de artículos debe repostear, dónde debe comentar y qué hashtags debe usar. En la oficina existe una persona encargada de registrar cada semana el cumplimiento de estas instrucciones y reportarlo más arriba. El no cumplimiento implica que te quitan el teléfono.

    Mi hermana le dijo a la directora del lugar, desde el primer día, que ella no se iba a prestar a eso; que si esa era la condición ella no cogía el teléfono. Pero la directora, que no parece estar en nada, le dijo a la encargada de registrar el cumplimiento que le inventara algo a mi hermana cada semana. Por desgracia esa directora ha renunciado recientemente así que el teléfono de mi hermana peligra cuando llegue un substituto. Mi hermana también me contó que la mayoría, aunque no cree para nada en aquello, está dispuesta a pagar ese precio por tal de tener acceso a un teléfono.

    Por lo demás he hablado bastante con mi hermana en estos días sobre las peripecias para comprar comida. Me cuenta de las colas desde la madrugada para conseguir algo y de la euforia que ha sentido al salir por el mediodía con un pote de yogurt, como si se tratara de un tesoro.

    Me contó, por ejemplo, de los trabajos para comprar algo en las tiendas online. Ella es de las privilegiadas que puede hacerlo y ha logrado comprar algún que otro paquete pero no es tarea nada fácil. En primer lugar, las cosas se venden en paquetes con varios productos. O sea, que te venden cosas convoyadas en el mejor estilo de una columna de Zumbado. Si quieres comprar un paquetico de perros calientes tienes también que coger tu frazada de piso, tu pomo de aceite y tus jabones, aunque tengas un estante lleno de estos últimos. Lo otro es que las cosas se acaban.

    Lo más buscado es el pollo. El mejor mercado, si mal no recuerdo, es el de 3ra y 70. Allí sacan cada día 200 paquetes que tienen ración de pollo (junto a otro montón de cosas convoyadas). La cosa es que el mercado tiene unos 18 000 clientes registrados por lo que cada ración de pollo tiene unos 90 aspirantes a consumidores. La gente, además, ha creado grupos de Whatsupp así que a cada rato el teléfono se te llena de mensajes de “¡Sacaron tal cosa en tal lado!” La cosa es que cuando sale algo es una salación lograr conectarse y terminar la transacción. A lo más que mi hermana ha llegado con respecto al pollo es a tener el paquete en su carrito de compras. Pero en uno de los pasos siguientes, probablemente en la conexión al sistema de pago (que es otra jodedera), se le trabó la pita y perdió el pedido que, como es lógico, no se pudo recuperar.

    Y esa es la vida cotidiana de los que pueden darse el “lujo” de comprar en esas tiendas. La mayoría, ni eso. Y es un mundo tan ajeno al de uno, tan raro, tan absurdo; como una película o serie de televisión distópica. Y al mismo tiempo te lo cuenta alguien querido y cercano, con mezcla de agobio, resignación y burla.


    jueves, 6 de agosto de 2020

    Enrique del Risco:"la libertad y su defensa sí está en el centro de mi obra"

    Por ADN Cuba:

    Desde su hogar en West New York, Nueva Jersey, el autor de Turcos en la niebla conversa con ADN sobre las circunstancias actuales de su vida en cuarentena, no sin esa dosis de humor que pone en todo lo que hace. Enrique del Risco Arrocha conocido como Enrisco, además de haberse doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Nueva York en 2005, es un hombre fascinante que con su perspicacia siempre hilarante, mantiene a sus seguidores en las redes. Hace poco tuvo coronavirus, pero no perdió la sonrisa. Nos dice: exilio, sufrir… ¿qué es eso? Pero también recuerda que el exilio es la respuesta a una vida en dictadura. 

    —¿Cómo es el día a día de Enrisco?

    —Gracias a la cuarentena (y a que mi universidad usualmente tiene sus vacaciones de mayo a septiembre) he experimentado por primera vez una rutina como las que cuentan los escritores de verdad en las entrevistas: me levanto desayuno escribo, almuerzo, escribo, leo, tomo una siesta, doy un paseo con mi mujer, compro algo en el mercado, preparo la cena, como con la familia oyendo música de tocadiscos, a la antigua. Luego mi mujer y yo vemos una película. O sea, el tipo de rutinas que siempre me pareció lo más aburrido del mundo pero entre la perspectiva que dan los años y que prácticamente todos en la familia tuvimos coronavirus (incluidos mis padres) y sobrevivimos me parece un regalo de la vida. Y como las normas se van relajando muchas veces vienen amigos a comer y estamos despiertos hasta tarde. Como ayer. Tienes que venir a probar mi sazón. He mejorado mucho desde la última vez. Yo y los ingredientes que uso.

    — ¿Cómo influye en tu obra el exilio sufrido en España?

    —¿Exilio? ¿Sufrir? Por Dios, que los escritores, sobre todo si escribimos en clave de humor, debemos mantener cierta compostura. A España llegué desde la Cuba del Período Especial y a pesar de que por entonces la cuarta parte de la población estaba desempleada, de que la capacidad del país de absorber inmigrantes era nula y de que no teníamos permiso de residencia ni de trabajo, Eida y yo vivimos esa etapa como la gran aventura de nuestras vidas. El transporte público era inmejorable, lo peor que podíamos comer era hígado de puerco y encima estaban los museos, las maravillosas bibliotecas municipales madrileñas con una sección circulante mucho mejor que la de nuestra biblioteca nacional. Y hasta conseguimos reunir una pequeña pero sólida comunidad de amigos. No nos vinimos a dar cuenta de lo mal que lo habíamos pasado hasta que llegamos a Estados Unidos con residencia y permiso de trabajo desde el primer día. Toda esa experiencia española la cuento en mi libro Siempre nos quedará Madrid que a la vez sirve de manual de instrucciones para emigrar a un país, la España de los noventa, que hace tiempo dejó de existir. Pero ese intermedio español me ayudó a ganar perspectiva y a apreciar las ventajas que teníamos los cubanos en Estados Unidos.

    —¿Cuánto de político hay en el escritor que eres?

    —Si tú supieras: con el tiempo he descubierto que no me interesa la política. Al menos como se entiende acá en Estados Unidos. Como ciudadano voto, participo en discusiones públicas (como ahora con los temas de la discriminación racial o la brutalidad policial) pero no alcanzan a interesarme como escritor, al menos no de la manera superficial e inconsecuente con que suele llevarse a cabo el debate político. Por lo demás la política es algo demasiado circunstancial para definirnos como seres humanos. Lo que sí me interesa como tema vital y creativo es la libertad, tan ligada a la condición de escritor y al mismo tiempo al ser humano en su acepción más plena. Esa libertad de la que la vida pública cubana carece y que muchas veces se trata allá como un simple capricho burgués. Amigos acabados de salir de Cuba han llegado a preguntarme “Pero, verdad ¿Alguna vez te has sentido verdaderamente libre?” Esa pregunta que se la hagan a alguien que siempre haya vivido en una sociedad democrática. Pero para mí, tras la experiencia de vivir en una dictadura, me es difícil no percibir esa libertad a cada paso. Salvando las distancias: pregúntenle eso mismo al que alguna vez haya estado preso para que vean lo que responde.
    La política no, pero la libertad y su defensa sí está en el centro de mi obra. Como algo que se busca sin descanso, aunque nunca se alcance del todo. Aunque la libertad nunca se tiene del todo sí se puede perder del todo. No importa lo estable, próspera y libre que sea una sociedad, el peligro de perder sus libertades nunca puede descartarse. Los humanos somos demasiado asustadizos e impresionables como para que renunciemos a la tiranía para siempre.
     
    —¿Cómo defines al mundo en la actualidad?
    —Ya lo dice el tango “Cambalache”: “el mundo fue y será/ una porquería, ya lo sé./ En el quinientos seis/y en el dos mil, también”. Pero hagamos una distinción: con todo y lo optimista que soy, veo ahora en muchas sociedades una deriva peligrosa hacia los extremos del espectro político mientras el centro se vacía. Una situación parecida a la de hace un siglo, cuando la democracia tuvo una crisis de credibilidad tras la Primera Guerra Mundial y el Crack de 1929 y parecía que las únicas soluciones viables eran el comunismo y el fascismo. En los noticieros de cine de la época, mientras los norteamericanos hacían largas colas para recibir comida, alemanes y soviéticos iban felices a sus fábricas y hacían gimnasia todos a la vez. Era la época en que Hitler y Stalin fueron personajes del año de la revista Time. Me imagino que desde Cuba, con su tiranía de seis décadas, esta situación de caos e histeria se observe con cierta comodidad. Como decir “¿Tú ves? Teníamos razón. La democracia no funciona”. Y ante tanto extremismo no se me ocurre otra cosa que defender valores básicos pero imprescindibles como la honestidad, la decencia y el sentido común.

     

    —Cuál es tu postura con respecto a lo ocurrido en Minneapolis?
    —Si te refieres al asesinato de George Floyd a manos de un policía no soy muy original. Me parece un crimen alimentado por el racismo y la impunidad. No sé qué le estaría pasando al asesino por la cabeza pero lo más seguro es que pensara que la víctima no tendría un buen abogado que la defendiera y ya eso implica una mentalidad racista, darwiniana en el peor sentido: los débiles que se jodan. Ese policía habrá pensado que no sería condenado por lo que estaba haciendo, incluso aunque lo estuvieran filmando: eso implica una abominable sensación de impunidad. Y pienso que lo primero que hay que hacer es conseguir que crímenes así sean siempre castigados para que no se repitan.
    Ahora, ver la indignación que se desata en Cuba por un hecho así por parte de funcionarios o figuras públicas mientras disimulan o hasta defienden las injusticias que sufren día a día la población negra y los cubanos en general me resulta cuando menos repugnante y ridículo. La carencia de derechos básicos de los cubanos es tan aplastante, carencia reforzada por los recientes decretos 349 y 370, que resulta hipócrita referirse a lo que ocurra en cualquier otro sitio mientras en Cuba se carece de los derechos más elementales.

    ***

    —Algo que quieras agregar para los lectores de ADNCUBA...
    —Gracias por estar ahí, atentos, curiosos, interesados. Y a ti, con quien hace tanto no hablo cara a cara y a quien le debo un largo abrazo, te deseo lo mejor. Estoy muy orgulloso de ti. Seguimos conectados.