Por Francisco García González
Tanto el grupo del Mariel, así llamado porque casi todos sus miembros abandonaron la isla a través del éxodo de 1980 por el puerto del litoral oeste habanero, como su obra son poco conocidos y leídos en Cuba. Excepto Reinaldo Arenas cuya obra se lee, al menos sus libros más conocidos, el resto, o sea, escritores como Roberto Valero, Carlos Victoria, Miguel Correa, Reinaldo García Ramos y Juan y José Abreu** (por solo mencionar algunos), son pura deuda. Gracias a su salida del país algunos de ellos alcanzaron su madurez literaria fuera de Cuba. Exiliados del campamento agrícola, pusieron pie en otras costas en las que sus dramas personales, forjados bajo la experiencia totalitaria y la del posterior exilio, tomaron la forma de los libros que soñaron o se imaginaron en sus días grises bajo las botas del caudillo.
El camino de ayer (Alexandria Library, Miami, 2019) es la última publicación de José Abreu Felippe, narrador, poeta y dramaturgo. Se trata, en este caso, de un volumen de diez cuentos prologado por la escritora Zoé Valdés.
Lo primero que llama la atención de El camino de ayer es la variedad de registros en la que se mueve, y apuesta, José Abreu. Registros que atestiguan la manera individual que aborda las líneas temáticas del cuaderno, que van de lo fantástico a lo erótico (versión homo, versión bisexual, no importa), y de lo erótico a la evocación ficcional del entorno familiar del autor (sin olvidar algún que otro atajo). Temas aparte, cada cuento es un universo diferente marcado siempre por el desenfado, casi desvergüenza soterrada, en cuanto a la manera de abordar y desenfocar las historias que cuentan. Y en calidad de lector quizás, más que de temas y registros, además pudiera hablarse de un peregrinar a través de las zozobras y desvelos del presente a la semilla o raíz primigenia. Nunca se sabe, leer es volver a escribir, pero bajo las zozobras y desvelos no del autor, sino de los ajenos.
Un anticipo
Si es de los que no les gusta que le cuenten, le aseguro que no importa. Lo apasionante de estos cuentos, y de toda la obra de José Abreu, no es el qué pasa y en qué acaba el rollo. Lo que usted no debe perderse es el mundo contado de las historias que contiene su narrativa, así como el viaje de los personajes y del propio Abreu. Y todavía más, lo importante en El camino de ayer es lo que el autor no dice, esas hendiduras y sobrentendidos y silencios tácitos interpuestos entre las frases, los diálogos.
De eso se trata la literatura.
Los cuentos fantásticos “La inserción en la piedra de la locura” y “Está lloviendo ángeles”, con los que José Abreu abre El camino de ayer, claman no por la exaltación de un universo inexplicable que toma la realidad por asalto, estos van por la recuperación del mundo ordinario existente antes de que la realidad fuera alterada, quebrada por un suceso, que puede ser el encuentro de un hombre con la noche en forma de ser (la forma de su madre, el rostro de su amante) que lo visita al final de la madrugada, justo en el momento de la oscuridad más perfecta (“La inserción en…”). O por el retorno a la normalidad luego de una intensa lluvia de ángeles, en el caso del segundo. No obstante, más allá de encarnar a un avezado pastor que sabe conducir el redil de las palabras, la actitud del autor ante el material literario es muy diferente en cada uno. El primero es un cuento desgarrador, el narrador es un hombre con un pie en la vida que aún le resta y el otro en la barca que ya imaginamos. ¿En qué momento del paso la vida se nos puede aparecer lo que José Abreu denomina “el claror”? ¿Cuál es su naturaleza? Solo con palabras magistrales puede registrarse dicha visita.
El segundo texto destila ironía y humor sutiles. Llueve ángeles y qué. El gobierno, y la gente, responde como sabemos. ¡Siempre las películas norteamericanas! No faltan hangares, movilización policial, tipos aferrados a la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Luego cae el velo de la otra ironía, no la inexplicable, sino la grosera, la del olvido. Por suerte, José Abreu estaba allí…
“La estatura ideal” y “Como sombras azules” constituyen, como en los dos primeros, dos caras opuestas, dos modos diferentes de asumir el género fantástico. “La estatura ideal” es puro deleite, pura fábula no tan fábula (ya que coquetea con el tono para saltarse cualquier enseñanza) sobre la esclavitud de las modas y sus modos y sus referentes en las redes sociales. La evolución que va de usar jeans hasta explorar procedimientos más de la ciencia ficción que de Victoria Secret. Viaje de los almacenes al quirófano todo incluido en un solo ticket: la frivolidad. Parece un cuento que nos va a hacer reír y seguir adelante con el próximo; pero no. Debajo de la historia, y de su delicado humor expresados en una crítica de cariz conservador ante lo incomprensible, aflora la tragedia del autor: una criatura que vaga extraviada por los sitios del Nuevo Mundo tecnológico que lo echa a un lado sin miramientos hasta hacer encallar, o naufragar, los viejos barcos a los que aún, a Dios gracias, se aferran los escritores sobrevivientes del Mariel.
En “Como sombras azules”, José Abreu explora ambientes claustrofóbicos y espacios kafkianos. Biblioteca total, laberíntica, de Borges a Eco, que engulle lo mismo libros, autores o incautos lectores. Coda: la literatura y la arquitectura pueden ser monstruos autónomos de vientre insaciable.
Con los cuentos “Kukulkán” y “Mulato”, el autor apuesta por el erotismo elusivo apenas descriptivo. En el primero, durante un viaje a México una pareja descubre los pliegues del intercambio lúbrico bisexual. El erotismo viene arropado de incursiones artísticas y suposiciones mitológicas para narrar el encuentro (bastante vulgar y previsible como suelen serlos en esas experiencias) con un trabajador del turismo que comparte danza con prostitución, y al que la protagonista del relato bautiza como Kukulkán por aquello del dios en forma de serpiente.
“Mulato” es uno de los cuentos más ambicioso del cuaderno. La sucesión de incidentes es digna de una novela, donde el homoerotismo pasa factura al régimen cubano en toda su extensión. Lo que muestra la heterodoxia de José Abreu en cuanto a técnicas narrativas en la que cohabitan el tema novelístico con los recursos del relato empujados hasta el límite en que colindan literatura y pornografía.
El ciclo erótico del libro cierra con “Una proposición”, nuevo coqueteo, en clave de humor, con las regiones adyacentes a la pornografía. Una sátira sobre uno de los temas más desgarradores y raigales del amor carnal: el coito anal, visto en este caso desde el punto de vista femenino.
Tal vez el único relato que escapa a las líneas temáticas expresadas en El camino de ayer es “La vida de Ryan” o del naufragio de la educación y las buenas costumbres y maneras. Un texto raro dentro del índice del cuaderno y difícil de acomodar dentro de este. Sin embargo, mediante el recurso del sarcasmo, pariente cercano del humor, José Abreu, obcecado inconforme, hace una crítica demoledora a la vida burguesa. Su diatriba recuerda el modo en que el cine de Fellini tomaba cartas en el asunto. Por supuesto, tal emplazamiento no significa que “La vida de Ryan” devenga en una lección de izquierda, porque en la obra de José Abreu no hay intensiones de trasmitir mensaje alguno, su riesgo es ocultarlos, camuflarlos para invitar al lector a ir por ellos. Cuento atípico en la composición del cuaderno, insisto, pero que sugiere una idea bastante acabada acerca de las motivaciones anárquicas que se esconden detrás de cualquier colección y que se relacionan únicamente con el espíritu del autor.
Por último, los cuentos “Micenas” (que además es otro relato fantástico) y “Concha & Dago” son una especie de travesías literarias del autor, a través de las cuales comparte con el lector las esquinas inquietantes de una existencia en la que no importa, o es superfluo, el devenir. En este sentido, “Concha & Dago” recrea parte de su patrimonio familiar, su entorno más íntimo. Más allá de un suave y dulce costumbrismo, con sabor a viejas fotografías de familia, y saltándose todo tipo de modas literarias, José Abreu indaga por el peso de un pasado escamoteado abruptamente por lo que a secas el autor llama al evento comenzado en enero de 1959: “la debacle”.
“Micenas”, tema para dramaturgos, no es solo el final de un viaje. Fantástico. Atemporal. El hijo del atrida no viene por la venganza. Ni siquiera por la fútil revancha como el Orestes de Álvaro Cunqueiro en su novela El hombre que se parecía a Orestes. Carácter que gravita y gravita en torno a la corte hasta que su reclamo pierde todo el sentido. El Orestes de José Abreu ha llegado. Adónde. Adivine. Les doy una pista: el vecindario es pobre, afuera hay un almendro, el piso es ajedrezado, lozas negras y blancas… ¿Hay otra más descrita en la literatura cubana? Lo digo sin tapujos: “Micenas” es un relato bellísimo, exquisito en su estilo, irreverente en cuanto al mito.
Si algo pudiera decir a manera de conclusión, es que tanto El camino de ayer, como toda la obra leída de José Abreu, está signada por una honestidad intelectual y una sensibilidad sin fisuras, a toda prueba. Compartir el tramo que sea de este oficio, si no nos hace mejores, al menos dignifican, nos devuelven la fe en la tribu a la que pertenecemos.
**Iniciarme en su narrativa fue cortesía de Enrique del Risco.
José Abreu Felippe, El camino de ayer, Miami, Alexandria Library, 2019
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