viernes, 5 de enero de 2018

Pecado de pensamiento

Un periodista emplea un tiempo -que podemos suponer considerable- en leerse todo el archivo que Woody Allen tiene en la universidad de Princeton. No se trata de dar con sus claves creativas, por supuesto, sino de sorprender en sus bocetos de guiones sus fantasías sexuales con menores de edad. Podría haberse dedicado a entrevistar a alguna de sus supuestas víctimas, que no dudo que existan. Pero el periodista prefiere escrutar sus fantasías pues ellas serían suficientes para encontrarlo culpable de algo:
"El propio periodista matiza que Allen es célebre por su humor y que algunas de sus frases pueden ser irónicas, pero que eso no cambia, para él, la sustancia del asunto"
Y la sustancia del asunto, aunque no lo explica el artículo, es que vamos de cabeza a restituir el pecado de pensamiento. A no distinguir entre las acciones (de las que Allen ha sido eterno sospechoso, dicho sea de paso) y la imaginación. Y es que esa distinción entre pensamiento y acción, entre lo fantástico y lo real es lo que en definitiva distingue la infancia de la adultez, el medioevo de la modernidad. Y esa regresión al pecado de pensamiento, a la indistinción entre acción y palabra, la estamos logrando sin ayuda de religión alguna. Al menos no las religiones reconocidas como tales. Y esa es la clave de este como de todos los totalitarismos, una clave que no está precisamente en los campos de exterminio. La clave del instinto totalitario que duerme en cada sociedad, en cada uno de nosotros, esperando por su oportunidad para manifestarse es anular la distinción moderna y liberal entre lo real y lo imaginario tanto como entre lo público y lo privado. Me temo que en el debate entre Brodsky y Havel ya reseñado en este blog sobre la naturaleza del totalitarismo sea el primero quien lleve más razón. Que el totalitarismo que Occidente se empeñó en ver como aberrante y ajeno no es más que un espejo del “potencial negativo del ser humano” cada vez que se cree capaz de extirpar el Mal de una vez y por todas.

2 comentarios:

Miguel Iturralde dijo...

Una porción de la letra de "The Dream Police"(1979) de la banda roquera Cheap Trick:

Cause they're waiting for me
Looking for me
Every single night
(They're) driving me insane
Those men inside my brain

Vivimos en un mundo donde se le tiene miedo a todo y a todos, sin embargo no ponemos reparos a dejarnos carpetear por Facebook, Google, etc. Este periodista emplea su tiempo en algo que muchos exponen volutariamente sobre ellos mismos diariamente. El meollo es qué se trae "Big Brother" entre manos. Saludos.

Anónimo dijo...

Enrisco, muy buenas tus conclusiones sobre el artículo que, como dice un comentarista, “este Richard Morgan es un buen candidato al peor artículo del año, en todos los sentidos. Hay una competencia muy dura, pero puede ganar”.
Tuve la curiosidad de leer el artículo de marras y seleccionar alguno de los comentarios de lectores de El País sobre el mismo que me parecieron agudos y otras veces hilarantes:

-Lo que quieren es caparnos, está claro. Pero ahora ya no solo la cabeza de abajo sino también la de arriba. Son como los curas de cuando yo era niño.
-La culpa no la tienen las mujeres, sino los hombres políticamente correctos y buenistas de cafeconleche, que ahora quieren convertir todo en el jardín donde pasta el unicornio.
-El feminismo en el mundo occidental es desde los años 60 un subproducto del marxismo cultural. Extiende la idea de la lucha entre clases oprimidas y opresoras a la lucha entre géneros.
-Menudo periodista cotilla, ¿qué demonios hace metiendo las narices en el archivo personal de alguien?
-No voy de resolver desigualdades intelectuales por diferencia de edades pues yo no me meto en la cama a debatir Descartes ni a que me enseñen lo de las flores y las abejas. Yo soy más de empotrar, y para eso lo que prefiero es un cuerpo de una chica joven, delgada, y lozana. Ya me encargo yo de la experiencia y la inteligencia.
-Un periodista acude a unos archivos públicos, donados por el autor, vamos que no se ha jugado la vida para encontrarlos y escribe un artículo de interpretación subjetiva, demoledor con el autor. Y probablemente con eso gane dinero. No sé si Allen es un misógino, y además pederasta. Lo primero es su problema, lo segundo lo debería decir la policía y los jueces. Que a los viejos les gusten las jovencitas siempre me ha parecido triste, que puedan acostarse/casarse con ellas, lo consiguen si son poderosos (triste también para las mujeres del primer mundo que recurren a eso para medrar). Si hay delitos a por ellos, pero si no, destruir reputaciones no debería salir gratis.
-Y yo que creía que no me parecía en nada a Allen... ¡A ver si los dos vamos a ser humanos!