sábado, 24 de octubre de 2015

Jorge Valls o de la entereza

Hoy El Nuevo Herald publica un artículo mío sobre Jorge Valls, fallecido la noche del jueves. A continuación el texto completo:
Incluso para su generación, posiblemente la más furibunda y atormentada de la historia cubana, la vida de Jorge Valls Arango fue ejemplar y excéntrica. Nacido en 1933 se opuso al régimen de Fulgencio Batista desde el mismo golpe de estado de 1952 y en 1955 participó junto a José Antonio Echeverría en la fundación del Directorio Revolucionario al frente de la sección obrera y a causa de la cacería que desencadenó la policía batistiana tras el fallido asalto presidencial tuvo que marchar al exilio en México.
El conocimiento de primera mano de la naturaleza autoritaria y desleal del líder de la revolución de 1959 le evitó la tentación de la confianza ciega y la esperanza ilimitada. Sin embargo, su condena a veinte años de prisión en 1964 más que muestra de la arbitrariedad de la nueva dictadura lo fue de esa excentricidad esencial en Valls: mientras que en aquellos días se acababa en la cárcel por cualquier causa vagamente opositora Jorge Valls terminó en prisión por defender a un amigo. Se trataba de Marcos Rodríguez acusado de delatar a las víctimas de la matanza de Humbolt 7. Incluso convencido de lo inútil de la defensa de alguien condenado de antemano consideró su deber presentarse a declarar en el juicio que se le siguió. Ser el único elemento discordante de aquella cuidadosa y siniestra coreografía no fue pasado por alto por el régimen y a menos de quince días de su declaración ya había sido apresado.Sus experiencias en el presidio las contó en su libro “Veinte años y cuarenta días” pero hay que leer las memorias de sus compañeros de prisión para comprender que estos, comulgando o no con sus ideas políticas, no podían menos que agradecer su reconfortante presencia allí. A su prisión le sucedió un exilio aún más extenso donde fue recibido con honores de los que se fue desprendiendo sin esfuerzo ni aspavientos. Pudiendo gozar de la amistad de un multimillonario como George Soros o una estrella de cine como Val Kilmer –quien le ofreció un jugoso contrato para llevar su vida al cine- optó por una existencia modestísima que incluso para muchos de sus amigos más cercanos parecía inconcebible. Tenía al morir 82 años.Hasta ahí las circunstancias de su vida. Pero si como decía Ortega y Gasset la existencia humana se descompone en el Yo y las circunstancias cualquiera que haya conocido a Jorge Valls habrá de concordar de que su Yo era bastante superior a sus circunstancias. Los obituarios se ven obligados a condensar su vida con palabras como “activista”, “poeta”, “exprisionero” cuando todo el que lo conoció sabe que todos estos atributos eran puro accidente. Oyéndolo hablar, viéndolo desplegar su inteligencia en casi cualquier región del conocimiento humano, desde las artes a las ciencias naturales, desde la historia y la filosofía a las abstracciones matemáticas o teológicas no costaba trabajo imaginar cómo sería la experiencia de conocer a un filósofo de la Grecia clásica o a alguno de aquellos sabios del renacimiento florentino.
Pero si algo superaba incluso esa erudición eran su humildad, su preocupación por el prójimo, su desinterés por las recompensas mundanas y su estremecedora serenidad ante las adversidades. Como si ejercitara cierta forma –clandestina- de la santidad. Su desprecio al régimen que lo había encarcelado y luego desterrado se basaba en su carácter autoritario, corrupto e inconsecuente pero nunca en agravios personales de los que no se daba por enterado. Era, en toda la extensión de la palabra, un estoico y podía concordar perfectamente con el emperador Marco Aurelio cuando afirmaba que “la forma más noble de vengar una ofensa es no imitar a quien nos ha ofendido”. Entre los que lo asistieron en su muerte estaba Lucy Echeverría, la hermana de José Antonio, aquel líder estudiantil con el que fundó el Directorio sesenta años atrás para librar a su país de alguna tiranía. Sorprende como en gente como Jorge todo parezca tan literal y tan simbólico a la vez.Todos conocemos de la bondad absoluta de los muertos. De ahí que con Valls todo lo dicho anteriormente parezca tan redundante e innecesario. Y alevoso, puesto que hemos tenido que esperar a que muriera para escribir algo que nunca nos atrevimos a decirle a la cara. Pero si algo justifica tanta indiscreción es dar cuenta de que los que lo conocimos somos perfectamente conscientes del privilegio que nos tocó. Pero también dar una idea de cuánto perdió un país que se dio el lujo de tenerlo encerrado dos décadas y desterrarlo tres más y al que sin embargo él nunca abandonó. “Vivo en Cuba –solía decir cuando se le preguntaba donde vivía- y pernocto donde me agarre la noche”.

2 comentarios:

Miguel Iturralde dijo...

Hermoso homenaje, Enrique; una perspectiva única de este cubano único.

Cuando leí "Un asunto sensible" de Miguel Barroso, quien se dio a la tarea de desmadejar el "caso Marquitos", me chocó el trato que Barroso da a Jorge Valls en el libro. Valls fue a testificar a favor de Marquitos a sabiendas de que su testimonio sellaba una sentencia, la de Valls. El "caso Marquitos" es el mejor ejemplo de las traiciones y alianzas por miedo o conveniencia que forman la base del fidelismo.

Saludos.

Realpolitik dijo...

Por darse tales lujos en incontables casos Cuba se ha vuelto la miserable ruina qué es. Acabo de leer que la gestión de Chávez en Venezuela no fue nada peor que una "oportunidad perdida," como si el desastre chavista hubiera sido una inocente equivocación. Supongo que los que opinan de esa forma piensen (o digan pensar) lo mismo de Cuba. No, yo no soy santo ni cosa que lo parezca, y aunque pueda respetar y admirar a alguien como el fallecido en su persona, desgraciadamente tales personas poco pueden contra la cruda y dura realidad de algo como el castrismo. Por supuesto que Valls era infinitamente superior a sus victimarios, pero ellos siguen en pie y en el mismo plano de siempre. O sea, sin restarle mérito ni honor alguno, no creo que la filosofía de Marco Aurelio tenga mucha utilidad para el caso de Cuba, al menos hasta que se haya extirpado el cáncer que la aflige. Gente como Valls escasamente encajan en este mundo degenerado y sucio aunque lo honren con su presencia, y espero que ahora more en un mundo afín. Requiescat in pace.