miércoles, 24 de junio de 2015

Cadenas calientes

No sé ustedes pero yo hasta que salí de Cuba en 1995 no solo no tuve nunca una videocassetera sino que ni siquiera ninguno de mis amigos cercanos llegó a tenerla. Y no es que pretenda dármelas de pobre con dos padres profesionales y viviendo en un barrio que equivalía a la clase media de aquel socialismo tropical pero tener semejante aparato te incluía automáticamente en un grupo tan privilegiado como el de conductores de Ferraris acá afuera. No intento convertir esa carencia en tragedia aunque solo fuera porque favorecía las visitas a las cinematecas, el faranduleo desbordado y otras prácticas sociales que le permitían a uno abrirse al mundo. Además, recuerdo cuando hacia 1982, 1983 empezamos a descubrir algún que otro compañero de estudios –de la Lenin, a donde iba a parar parte de los vástagos de la élite capitalina- poseía un preciado ejemplar de Betamax no había otra cosa que ver que un catálogo bastante reducido y predecible: alguna de las entregas de “Viernes 13”, de “Rambo” o cualquier otra cosa que uno dificilmente vería con entusiasmo de no estar de por medio la novedad tecnológica del cine a escala reducida. Aunque sin llegar a la intimidad de la televisión porque de aquellas sesiones primigenias no recuerdo ninguna en la que no participaran menos de ocho personas. Indefectiblemente a los habitantes de la casa en cuestión se añadían miembros de la familia extendida, vecinos de confianza, amigos de la familia. No es extraño que ante esa complicidad forzada y básicamente falsa uno terminara prefiriendo el anonimato del cine, su piadosa oscuridad.

El conflicto surgía al caerte en las manos alguna película que sí querías ver pero no encontrabas dónde. Y cuando lo encontrabas solía ser en una casa en la que te sentías tan cómodo como un negro en un bar de rednecks: niños preguntando a gritos que a qué hora les iban a poner los muñes, señoras preguntándose en un silencio no menos escandaloso que a qué hora te pensabas ir. O simplemente se iba la electricidad y asumiendo que era apenas un apagón momentáneo –y sabiendo lo difícil que sería otra videocassetera disponible antes de la fecha en que debías devolver la película- decidías a esperar a que volviera la corriente. (No sé, pero vivo bajo la impresión que dos de cada tres veces que intentaba ver de favor una película prestada se iba la luz, como si algún sádico de la Empresa Eléctrica nada más verme caminar por el barrio con un cassette de video bajo el brazo ya empezaba a planear no sé qué oscura venganza).

Pero nada de eso era trágico. La tragedia sobrevino cuando un amigo se apareció con la que prometía ser la primera película porno que veríamos en la vida. “Cadenas calientes” creo que se llamaba y tanto por el título como por la carátula podíamos intuir el resto: mujeres en una prisión de atrezzo que estallaban en una orgía de culos y tetas bastante más reales en combinación con algún afortunado carcelero. El problema, como siempre, era dónde verla. Descartada la videocassetera de la novia del otro amigo que se había sumado a la empresa o la de mi vecino de Tropas Especiales por razones obvias recorrimos el barrio de una punta “pellejo” en mano desesperados ante la certeza de que esa tarde no conseguiríamos perder nuestra virginidad audiovisual. Las teclas de esta computadora son impotentes para describir la angustia con que fuimos asumiendo la certeza de que aquellas “Cadenas calientes” no estaban destinadas a encender nuestra imaginación adolescente. Angustia que sospecho repetida en los adolescentes contemporáneos en la isla ante el hecho de que el “paquete” –esa version medieval de internet que se han inventado unos avispados por allá- no contiene pornografía.

domingo, 21 de junio de 2015

Agradecimiento

A todos los que me felicitan porque mi país anda en el tránsito de pasar de ser una dictadura comunista antiamericana a ser una dictadura capitalista en buenas relaciones con los norteamericanos no sé cómo agradecérselo, la verdad.

De alguna manera me recuerda el cuento de aquel que quería cambiarse el nombre porque no le gustaba: de Marcos Pinga a José Pinga.

martes, 16 de junio de 2015

Memorias de la casa de los muertos (con permiso de Dostoievsky)

Como muchos amigos míos saben trabajé durante varios años (1990-1991 y 1993-1995) en el cementerio Cristóbal Colón como –dizque- historiador. Uno de los datos que pude averiguar preguntándole a la persona encargada de registrar los entierros es que si en 1990 el promedio de entierros rondaba entre los cuarenta a cincuenta diarios hacia 1993-1994 –en el momento más duro del llamado “Período Especial”- se elevaron a unos 80 a 100 diarios. O sea, se estaban produciendo el doble de las muertes que ocurrían en tiempos "normales", un indicio de lo que debía estar pasando en todos los cementerios del país. A falta de cifras oficiales eso me dio una idea del impacto a niveles de mortalidad que tenía la crisis en la población cubana, un impacto que la propaganda oficial silenció por todos los medios.
Allí también me enteré cuánto podía adulterarse un certificado de defunción cuando con el caso del general Arnaldo Ochoa, fusilado tras un publicitado juicio por contrabando de drogas, aparecía en la boleta de defunción como muerto por “anemia aguda”.
Ahora entrevistan a quien fue diácono durante 17 años del mismo cementerio y coincide en muchos puntos con la información que yo tenía.
 "En aquellos años 90 las muertes fueron creciendo. Inicialmente no pasaban de 40 diarias, hacia 1995 cada día eran más cortejos que el anterior, en enero siguiente, recuerdo mucho frío, alcanzamos 80 fallecidos en un día, fue un récord", relata.
"Lo sobrecogedor fueron las causas. En primer lugar, accidentes, el alcoholismo, ancianos que pudieron vivir más y, muy significativo: suicidios. Eran 4 o 5 eventos diarios de personas que lamentablemente decidieron quitarse la vida", señala el diácono.[…] No obstante, "debes considerar la inexplicable adulteración de los certificados de defunción", advierte el diácono. "Es imposible calcular estadísticas exactas, pero de seguro los suicidios reales son el doble de lo oficialmente declarado", considera.
"Te cuento: una muchacha se lanza a la calle desde el piso 12 de su edificio, la conducen aún viva al hospital, allí muere horas después totalmente desangrada. Los médicos determinaron 'muerte por anemia'. Un hombre espera el paso de un 'camello', luego aparece como 'accidente de tránsito, atropellado por un vehículo'", detalla. 

martes, 9 de junio de 2015

Socialismo digital

"Tenemos que construir un socialismo digital" dice Abel Prieto. Como si el problema del otro es que era analógico. Por otra parte se ha revelado un plan para conectar el país a internet empezando por las instancia del Partido Comunista (2018) y terminando por las casas (2030). Es como para pensar: si el socialismo analógico nunca terminaron de construirlo imagínense ustedes el digital...
Mientras eso llega se impone una actualización de consignas a tono con la nueva era digital. Al para pasar de consignas como “Cuba, primer territorio libre en América (de internet)” a:

-Socialismo (digital) o muerte

-Pa lo que sea internet, pa lo que sea

-Señores viruses, arrogantes y prepotentes, no les tenemos absolutamente ningún miedo

"Nuestro paquete está censurado pero es nuestro paquete"
José Martí

-El que no salte es analógico


-Esta computadora, este disco duro, esta contraseña los defenderemos al precio que sea necesario

miércoles, 3 de junio de 2015

Cura

La gangrena le estaba devorando la pierna izquierda pero desde que le pusieron un yeso en el brazo derecho la gente está muy entusiasmada con su pronta curación.
("Y claro -me explica un amigo- es que los yesos se han vuelto a poner de moda. Las gangrenas no.")