lunes, 5 de marzo de 2012

Crónica social

Su Excelencia el señor Don Leonardo Padura y Gamboa escribe una Carta respuesta a un discípulo de Domingo del Monte. El discípulo de del Monte resulta ser Andrés Reynaldo cimarrón apalencado en Miami quien antes le había escrito una carta pública al Domingo Aldama de la literatura cubana. Se rumora que el Marqués de Mantilla en breve le enviará sus padrinos al cimarrón Reynaldo para acordar los pormenores del duelo pero dudamos que tan alta figura de la aristocracia literaria de la isla se rebaje a tanto con alguien en las antípodas de su condición. Ya bastante ha condescendido en escribirle en su señorial estilo: 
"Señor: No suelo responder a ciertos tipos de ataques. No está en mi ánimo ni personalidad. Pero esta vez me he sentido motivado a escribirle estas breves líneas. Seguramente usted, porque sí es su ánimo y propósito utilizar a otros para intentar sobresalir, responderá a esta con otra caterva de improperios y sandeces"
Es de agradecer que entre tanta bajeza cibernética Don Leonardo se ocupe de situar tan alto el listón de las buenas maneras con esos aires que nos remiten a la época de las contradanzas y los abanicos. Debo aclarar no obstante que el antedicho Marqués de Mantilla es el mismo que antes se había pronunciado sobre la necesidad de tender puentes y buscar un acercamiento con los esclavos fugados de la plantaciones de la Llave del Golfo y Antemural de las Indias. Estrecha y tortuosa resulta la guardarraya de la reconciliación rococó.

domingo, 4 de marzo de 2012

Dilema 2012: Heredia, del Monte o el Himno del Poeta Residente en el Exterior

Las cosas por su orden. Primero el compañero Padura* residente en la siempre fiel isla de Cuba participa con otros dos más en un panel en el que se habla de la posibilidad de que los escritores exiliados viajen a la isla o hasta publiquen allá. Desde el exilio varios escritores responden cada cual en sus propios términos pero con razones que vienen a ser una sola: ven improcedente la invitación a regresar aunque sea de visita porque la razón por la que pusieron mar u océanos por medio conserva plena vigencia. Pero Padura, en lugar de reprocharles sus remilgos hacia la exquisitez de una dictadura con solera de más de medio siglo, los acusa de envidiosos del éxito ajeno (podemos sospechar legítimamente que se refiere al éxito del escritor Padura) y de andar a la “búsqueda de protagonismo y hasta de soñadas dosis de poder”. (Esto de un escritor acusando a otro de buscar protagonismo no deja de resultarme divertido: si lo que les molesta es el protagonismo ¿por qué en primer lugar no se buscaron una profesión más inclinada a la humildad? Rellenador de fosforeras o forrador de botones, por ejemplo, que además de humildes tienen la ventaja de hasta ser legales en la isla en cuestión).

Lo realmente interesante en la carta del compañero Padura es su mención a un incidente ocurrido hace casi dos siglos entre el crítico y promotor cultural Domingo del Monte y el poeta José María Heredia. Heredia, “desterrado en México por sus ideas independentistas, pidió un permiso a las autoridades coloniales para realizar la que sería su última visita a Cuba, deseoso de ver a su madre antes de morir” y del Monte, residente en la isla, le afeó la conducta por haber escrito una carta que le pareció servil. Padura insinúa que él es algo así como un Heredia policiaco aferrado al carapacho de la Mantilla de sus amores mientras que los que han rechazado la invitación serían del Montes que por vueltas que da la historia se han quedado en la parte de afuera de la isla. La insinuación llega un tilín más lejos y tal parece que sus contradictores se las han arreglado para delatar la conspiración de la Escalera hacia 1844. La maldad no conoce límites, ni siquiera los que impone la irreversibilidad del tiempo.

Pero si se quiere que el ejemplo que propone el compañero Padura tenga validez en estos días debería hacérsele ciertos ajustes. Primero, por muchos esfuerzos que haga nuestro querido Padura no hay manera que le sirva el traje de Heredia: ni por su empeño en aferrarse a su residencia en Mantilla (un detalle que en mi opinión lo enaltece, al menos en su capacidad de encontrar alquileres bajos) ni por un éxito editorial que supera en mucho al que tuvo en vida el autor de la “Oda al Niágara”. Padura, compañero o escritor, deberá reconocer que en sus circunstancias geográficas y políticas anda más cerca del Domingo del Monte de 1836 que de Heredia. Es sin embargo un del Monte que ha optado por no recriminar a los desterrados de este mundo que visiten su país ya sea para ver a su madre moribunda o presentar una edición de su último libro sino que en cambio los insta a hacerlo. (Si cursa la invitación a nombre propio o en el del capitán general de la isla ya es otra discusión).

Si adoptamos una visión circular y budista de la vida y no toscamente anclada en la Historia y la Política, entenderemos que esa actitud indulgente en verdad honra al autor de la “Oda a Párraga”, nuestro estimado Padura. Pero también habrá que aceptar que si los tristes colegas de Heredia que andan regados por medio mundo se niegan a transformar el “Himno del Desterrado” en el “Himno del Poeta Residente en el Exterior” acusarlos de profesionales del odio o jornaleros de la envidia es una banalidad y un  exceso. Un exceso y una banalidad que calumnian los esfuerzos de Padura por dominar el arte de la reconciliación, arte más complejo –y menos rentable- que el de producir libros como “La novela de mi vida”.  

*Puede confundírsele con el escritor Padura sin demasiados riesgos: en la mayor parte de los párrafos escriben con idéntico estilo.

jueves, 1 de marzo de 2012

El Anticristerio

En el cuarenta aniversario de la revista Criterios, una publicación cubana dedicada a los aficionados a la captura y doma de unicornios, Arturo Arango lee una ponencia. No es difícil imaginárselo con los mismos ademanes con que Carlos Manuel de Céspedes leería su proclama del 10 de octubre de 1868. Salvando las distancias Arango, de larga estirpe reformista, también estaba alcanzando la cumbre de su osadía:


Lo digo muy directamente: espero cambios que se realicen, ante todo, en la forma como los órganos de poder político (Partido, Estado, gobierno) intervienen en la esfera pública.

Trato de decirlo de otra manera, de invertir el punto de vista: los cambios que necesitamos, los que ya están en marcha, me parecen insuficientes y, sobre todo, contradictorios, a veces hasta reaccionarios (en el sentido en que comprendo esa palabra) si no se democratizan los modos de participación en la esfera pública: los modos en que, en un proyecto de sociedad que espero sea de una vez por todas democrático, esa esfera sea pública en un sentido horizontal, en la que “han de estar repartidas por igual no sólo las posibilidades de escuchar y de formarse un juicio privadamente, sino también las posibilidades de expresarse” y de “ser escuchado” (Peters).
Hasta ahí no hay problemas. O sí. Arango espera que se realicen cambios en la forma en que los órganos de poder intervienen en la esfera pública pero, fiel reflejo de una impotencia largamente cultivada, no espera ningún cambio en la manera en que los ciudadanos intervengan en la política nacional. Pero eso es una objeción menor. El problema real surge porque Arango no se detiene allí mismo sino que sigue leyendo. Y de lo que se trata su lectura es de algo más difícil de conseguir que el cruce entre un unicornio y una quimera. Del animal mitológico de que habla Arango es del socialismo democrático. Téngase en cuenta que se refiere al socialismo tal y como se concibe en Cuba. O sea, monopartidista y mononeuronal.

Monopartidismo democrático, castrismo democrático, son oxímoron tan ejemplares como “hielo abrasador”, “fuego helado” y “caballerosidad proletaria”. Pero más allá de los hallazgos retóricos Arango debería entender que el primer deber de todo debate intelectual es no enturbiar los temas en discusión. El viejo recurso con la intelectualidad cubana disimulaba cualquier debate sobre el carácter totalitario del régimen (la oposición capitalismo- socialismo) hace rato que dejó de tener sentido. En economía el gobierno ha optado por el capitalismo de estado y por el fascismo en política. Un fascismo con retórica de izquierdas, claro está, para no incomodar a los viejos aliados. Pero lo único debatible, si es que a Arango y los suyos les interesa seguir escribiendo ponencias, es la disyuntiva dictadura – democracia y por lo visto (por mucho que lo disimulen) al castrismo le anda faltando un Alberto Lamar de Schweyer que lo justifique con un mínimo de sinceridad.

Cita

Nunca mejor dicho:


Las respuestas para algunas de estas preguntas vienen forzadas por las mismas condiciones imperantes en Cuba en la actualidad. El intelectual cubano ―en la Isla y el exilio― no está obligado a definir su obra en términos políticos, pero al mismo tiempo no debe eludir su responsabilidad ciudadana. No es un problema político. Es una condición moral.
Lo publica hoy -y no es menos importante- Alejandro Armengol.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Miami, Malcolm X y la recepcionista negra

Injuriar a Miami es un arte que no por frecuentado deja de ser curioso. Es fácil ensañarse con su urbanismo discontinuo y lunar, su cultura casi clandestina, sus erupciones folklóricas de intolerancia pero no son razones suficientes para explicar tanta inquina. Sobre todo si se piensa que el mundo está cuajado de ciudades peor trazadas, más pobres culturalmente y en donde la intolerancia se cobra en muertos constantes y sonantes. Sorprende más aun cuando el desprecio lo ejercen los compatriotas si se piensa que Miami está más cerca del gusto individual de cada cubano que la propia Habana, ciudad en la que intervinieron a partes más o menos iguales la arquitectura y el gusto de españoles y norteamericanos dejándole a los nacionales el papel de herederos, imitadores o fabricantes de suburbios. (Quizás es por eso que, puestos a fabricar una ciudad, los cubanos optaron por la multiplicación de los suburbios antes de la erección de una urbe). Se habla de la mutación de cubanos en mayameses como si se tratara de la influencia perversa de los Everglades o el capitalismo, como si cada cubano no fuera un mayamés en potencia. Como si los mayameses no fuesen cubanos con más dinero y libertad. Como si los recién llegados no empezaran a cambiar incluso antes de conocer el dinero y la libertad. Como si rodeados de paisanos no les quedara otro remedio que explorar sus posibilidades sin influencias extrañas.
Ya sea que vivan en México, Santiago de Chile, Nueva York, Madrid, Barcelona, París, Estocolmo, La Habana o Caibarién cuando los cubanos comparten sus críticas a Miami con extranjeros vienen a decir lo mismo: “No se confundan. Yo no soy como ellos”. Eso siempre me recuerda una anécdota que contaba Malcolm X en su autobiografía. Mucho antes de convertirse en líder político, cuando era un buscavidas en Harlem fue citado para integrar el ejército norteamericano que peleaba en la Segunda Guerra Mundial y se fingió loco para eludir el servicio militar. Un loco escandaloso que le contaba a todo el que lo quisiera oír que se moría por unirse al ejército japonés. Fue así como uniformado como los chucheros de la época se apareció en la consulta del psiquiatra que debía determinar si estaba apto para ingresar al ejército:

La recepcionista allí era una enfermera negra. Recuerdo que estaba en sus veinte años de edady no lucía nada mal. Era una de esas “primeras negras”.
Los negros saben de lo que estoy hablando. En aquel entonces, los blancos durante la guerra tenían tanta necesidad de personal quecomenzaron a dejar que algunos negros dejaran sus cubos y fregonas y plumeros y usaran un lápizo sentarse en algún escritorio, o teneralgún título de veinticinco centavosNo se podía leer la prensa negra por las grandes fotos de esos engreídos “primeros negros”.
Alguien estaba dentro con el psiquiatraNi siquiera tuve que montar una escena para aquella muchacha negra; ella ya estaba harta de mí.
Cuando, por fin, se escuchó un timbre en su escritorio, ella no me hizo pasar, sino que entró ella misma. Yo sabía lo que estaba haciendo. Iba a dejar claro por adelantado lo que pensaba de mí. Este sigue siendo uno de los grandes problemas de los negros hoy. Muchos de losllamados "negros de clase alta" están tan ocupados tratando de convencer a los blancos de que son "diferentes de los otros" que no pueden ver que sólo están ayudando a que los blancos mantengan su baja opinión de todos los negros.
Pues eso.


lunes, 27 de febrero de 2012

Bajo sospecha

Sospechar eternamente de las intenciones del prójimo por buenas que parezcan -o precisamente por lo buenas que nos parecen- es uno de los más duraderos e indiscutibles logros de la Revolución Cubana. Recuerdo haber conocido a un señor cuya acumulación de virtudes (buen cocinero, mejor amigo, inteligente, sensible, divertido, franco y abrumadoramente generoso) nos sorprendió en cuanto lo conocimos. Pero como no podía ser de otra manera alguien nos dijo saber de muy buena tinta que bajo esa apariencia tan amable se escondía un agente de la Seguridad. La sospecha –por fortuna- demoró el mismo tiempo que uno de nosotros concluyó: “Pues si él es seguroso yo también quiero ser de la Seguridad”. Quien lo dijo nos estaba poniendo ante un dilema sencillo: si la aborrecida Seguridad había conseguido producir a aquél dechado de virtudes qué sentido tenía oponérsele. O visto de otra manera: ¿Nos íbamos a negar al disfrute de su amistad por la mera sospecha que engendraba un regimen cuya existencia se debe a su capacidad de generar división? ¿Íbamos a permitirle a ese regimen que triunfara sobre nuestros mejores instintos? Hoy, cuando me averguenza el solo recuerdo de las dudas que sentimos sobre aquél hombre, un dilema parecido les presenta a otros la aparición de Estado de Sats, un espacio donde por primera vez en mucho tiempo se discuten pública y abiertamente dentro de Cuba los problemas más urgentes y esenciales de la actual sociedad cubana. El escritor Ernesto Santana aborda ese caso en un artículo frontal y lúcido. Aquí algunos de los párrafos más importantes:     

¿De qué se ha debatido en tales encuentros? He aquí la entraña del proyecto, lo que lo define y lo impulsa más allá de las tímidas expectativas y las dudas acerca de su autenticidad. Se ha definido la urgencia de cambiar la Carta Magna de la nación y cuantas leyes haga falta de manera que estas correspondan a los verdaderos intereses del país y a su inserción en la realidad global que vivimos. Y no hay manera de superar la profunda crisis que padecemos si no se priorizan la constitucionalidad, el respeto de los derechos de propiedad y, en fin, el marco legal que promueva y apoye la empresa privada. De manera que cualquier reforma que no procure en primer lugar un avance inminente del estado de la nación será solo una postergación de las transformaciones que de todas maneras tendrán que llegar.
Y para poner en contexto estas urgencias, se han hecho preguntas como: ¿Cuánto invertiremos en los campos de golf por construir y como se manejarán estas ganancias? ¿Qué ciudadano puede consultar las inversiones y ganancias de la Oficina del Historiador de la Ciudad o de la corporación CIMEX? ¿Alguien conoce dónde está depositado o en que se invirtió todo lo recolectado en las famosas “casas del oro y la plata”? ¿Dónde se encuentran los datos sobre los ingresos que recibe Inmigración por el exagerado e injusto cobro de impuestos a sus ciudadanos? ¿Dónde se puede consultar las finanzas de la empresa de telecomunicaciones ETECSA? ¿Quién conoce los presupuestos reales de las FAR, el MININT y sus grupos empresariales?
Y esas no son las únicas preguntas que debieran ser contestadas con la claridad y la urgencia debidas, insiste Estado de Sats, porque además es precisa la creación de mecanismos jurídicos que permitan fiscalizar el uso de los bienes y recursos. Debido a que vivimos en una sociedad en la que no se han definido con precisión los derechos de propiedad, es lógico que haya falta de transparencia en el manejo de esos recursos y bienes.No es que Estado de Sats sea una panacea, ni lo más avanzado de los proyectos civilistas cubanos, ni el intento más inteligente de establecer la conversación como condición primordial para todo paso adelante, ni la única vía para quienes pretendan escapar de la parálisis sociopolítica, sino que, sencillamente, tiende en esa dirección: abre caminos que hasta el momento no habían sido explorados de una manera tan franca —partiendo del indispensable derecho de toda persona a pensar libremente y a expresarlo con idéntica libertad en diálogo con otras personas que, por supuesto, pueden tener una opinión diferente acerca de los mismos temas.
Sin embargo, eso es suficiente para que la Seguridad del Estado haya instalado dos cámaras ante la casa donde, abiertos libremente al público, se celebran los encuentros, en Miramar, justo al lado del Acuario Nacional, y para que incluso ya hayan sido detenidas algunas personas que habían sido invitadas como panelistas, para evitar su participación.
Dicho de otra manera: si para discutir públicamente los temas más acuciantes de la sociedad cubana hay que ser de la Seguridad seamos todos de la Seguridad. Todos, los 13 millones de cubanos. A ver cuánto aguanta aquello.
H/T: Penúltimos Días

sábado, 25 de febrero de 2012

¿Quiénes son los fundamentalistas?


Con el título de “¿Quiénes son los fundamentalistas?” Alexis Jardines aborda desde la página de Estado de Sats el tema de los acercamientos que proponen sectores oficialistas en Cuba con la emigración. A continuación transcribo los que considero son los párrafos decisivos:

[…]  Es un hecho: el reclamo de acercamiento proviene de la alta dirección del Partido único, que con su estilo peculiar de trabajo ha movilizado a «todos los factores» (Iglesia, incluida) en pos de tal meta. También es obvio que, viniendo de esa instancia la petición, solo cabe esperar la exclusión de los no deseados por el régimen. A los que se dejan llevar por esos cantos de sirena es bueno hacerles ver que no se trata de algo nuevo, sino de la adaptación a condiciones aún más adversas del mandamiento castrista de Palabras a los intelectuales. Otra vez la práctica del divide y vencerás: se amplía el concepto «dentro de la Revolución» de tal modo que el propio exilio termine aislando a los ahora rebautizados como «incorregiblemente contrarrevolucionarios». De acuerdo a la idea castrista de reconciliación, esos ―como dice la tonada― no son cubanos. La parte positiva del asunto es que la historia de la Revolución se puede contar desde la perspectiva de la ampliación del concepto «dentro la Revolución»: mientras más se expande este, más aquella se diluye y volatiliza. Hablando en plata, la emigración (económica o no) no necesita hacer las paces con nadie, pues tampoco es la responsable (con beligerancia o sin ella) de la ruina de la nación, sino, en todo caso, de su sobrevivencia. Es evidente que la división, la separación y las diferencias comenzaron a afectar ya ―más que a las familias― al propio funcionamiento del sistema (régimen). La emigración (exilio, incluido) no debe confundir el reencuentro con la permisibilidad. Con la élite partidista y la nomenklatura de segunda y tercera generación ―que se prepara para controlar el país tras una muy previsible privatización de empresas estatales― no se negocia. Si algún acuerdo hará menester sea, pues, con la sociedad civil. Los militantes simples del Partido (único) tienen todas las posibilidades de insertarse sin pasado lastrante alguno en la futura sociedad democrática, pero pudieran comenzar desde ahora a ayudarse a sí mismos. Nada los obliga ya a seguir apoyando y participando de los excesos del régimen si tienen una posibilidad mínima de ganarse la vida en el sector privado. Ya nada justifica ni la indiferencia ni el desconocimiento.
No es posible que los creadores y pensadores independientes sean hostigados, vejados, arrestados, mientras los orgánicos y oficialistas viajan alegremente al extranjero capitalista e “imperial” como premio por su sórdida lealtad. No es posible que los opositores sean apaleados y encarcelados al tiempo que se habla en Cuba de recuperación de la diáspora. De manera que no es suficiente el estar en desacuerdo con el régimen ni tampoco soltar por aquí y por allá alguna que otra frase filosa. No se obliga a nadie a definirse, pero se debe explicitar lo que se siente. Hay muchos profesionales en la Isla que se ven ante el dilema de ser sinceros y consecuentes o derrumbarse internamente, corrompidos por la doble moral revolucionaria. El bocadillo de Padura fue osado, sin duda alguna, pero el guión de la reconciliación ya estaba escrito. […] En mi opinión, hay una jugada clara en todo esto: la reconciliación, además de ser el cebo para que la propia emigración financie la Cuba postchavista, es también la manera de involucrar a los emigrantes en la política de cambios raulistas con lo cual, de paso, se divide al exilio acorralando a la parte beligerante. 
Todavía circula en la blogosfera una declaración hecha por Fidel Castro en los ochenta y en la que conmina a marcharse de Cuba a los que no son revolucionarios, acotando que no se les quiere y no se les necesita. Pues bien, hoy cabría revertir la situación: el exilio no necesita de intelectuales orgánicos y académicos oficialistas, sino de esos florecientes proyectos independientes que coordinan a los que ―además de crear y pensar― trabajan también por la libertad y la democracia dentro del país. En realidad, ¿quién podría querer a unos profesionales cuyo desempeño se enmarca entre el lamido de botas (de la nomenklatura), el ser mantenidos (por el “Imperio”) y la delación periódica (de los no revolucionarios) a fin de conservar la posición ganada? Definitivamente, los anfitriones “imperialistas” deberían revisar sus políticas de intercambio, pero también los promotores de Miami harían bien con sacar otras cuentas a la hora de enrolarse en una empresa tan unilateral, sobre todo con músicos y artistas. Es posible ―hasta un punto― mantenerse dentro de la institucionalidad sin ser políticamente confiable, solo que en tal caso el infiel suele ser anulado bajo un manto de silencio y denegaciones. Ante la opción de la complicidad, con el fin de obtener prebendas y reconocimiento, aplaudo la renuncia y la relocalización en proyectos independientes. Así, pues, si bien no el gobierno norteamericano pero si la emigración ―desde las universidades, galerías, museos, etc.― podría enfocarse en facilitar el intercambio con esta vía alternativa. Solo entonces será válido plantearse la pregunta por la morada de la cultura cubana, cuyo futuro no está en la Cuba oficialista sino en los espacios alternativos hacia donde se escurren día a día los nuevos creadores, obviando olímpicamente a las vacas sagradas que, desde aquellas reuniones de 1961 en la Biblioteca Nacional, crecieron más bien como carneros. Si algo debe quedar claro hasta para las mentes más obtusas es que el punto de unión de todos los cubanos no puede ser el topos «dentro de la Revolución», sino el espacio público de la sociedad civil. 
Fundamentalistas, en suma, son los que todavía hoy permanecen bajo el amparo de las instituciones y legitiman con su participación, letra y membrecía las políticas culturales, educacionales y científicas, asentadas todas en aquél abominable y bochornoso acto inaugural (Pecado Original) de la cultura revolucionaria que fue Palabras a los Intelectuales, en el que Fidel trazó las pautas de su aventura dictatorial y exclusionista: «Dentro de la Revolución, todo; [fuera] de la Revolución, ningún derecho». Y donde lo más osado que se le oyó musitar a un intelectual fue: «Tengo miedo».

jueves, 23 de febrero de 2012

Gorilla Warfare Tactics

Estar rodeado de gente joven y efervescente estimula. En estos días descubro que un estudiante de uno de mis cursos de escritura creativa es rapero y muy bueno. Es el cantante líder de Gorilla Warfare Tactics. Elegir como nombre "Táctica de guerra de gorilas" ya implica un saludable sentido del humor. Ahí va una una pieza, "Temptations" donde samplean al grupo homónimo y sueltan frases como "Life gave me lemons, didn't make no lemonade. Threw the fucking lemons back and busted out the cabernet".  

Cortesía obliga

Alejandro Armengol, seguramente sin pretenderlo, es alguien que invita a la discusión. Lo avala su talante civilizado incluso cuando se habla asuntos cubanos, un tema en el que suelen florecer el exabrupto y la injuria. Por si fuera poco reconoce que el régimen que ha controlado la isla por más de medio siglo debe considerarse dictatorial, algo tan necesario para entrar en un debate serio sobre Cuba como admitir la esfericidad de la Tierra cuando se discute de astronomía. No obstante, Armengol se permite equiparar con demasiada frecuencia la intolerancia de ciertos medios de Miami con la dictadura cubana lo cual obliga a concluir que también tiene cierta inclinación por la poesía y esto es sin duda otro rasgo de civilización.

Pero vayamos al grano: en La Habana tres intelectuales (Reynaldo González, Leonardo Padura y Senel Paz) hablan en un panel de la posibilidad de “tender puentes [con los escritores del exilio] sobre la base de la identidad común" y Armengol se entusiasma. Si algo lo frustra es que el resto del exilio no lo acompañe en su fervor pero como persona educada en lugar de exhibir su incomodidad da una lección de cortesía: “no hay tampoco necesidad de despreciar el encuentro –dice- y mucho menos desdeñar a quienes intentan acercarse a nosotros”. Educadamente le reprocha a ciertos intelectuales exiliados (en concreto Andrés Reynaldo, Antonio José Ponte, Heriberto Hernández) que no celebren, por ejemplo, que el escritor Leonardo Padura haya comentado que es “inadmisible desde todo punto de vista invalidar el vínculo o excluir por razones política a los escritores radicados fuera de la Isla”. Lamenta, además, que no se aprecien las “preguntas fuertes” que se hicieron desde el público, el ambiente “inclusivo, no exclusivo” en que se celebró el encuentro.

Y la verdad es que abochorna un poco no apreciar que Padura diga que la opinión política de los intelectuales no debería ser motivo para excluirlos de los planes de publicación de las editoriales cubanas cuando muy bien podría haber dicho que la Tierra es plana y descansa sobre cuatro elefantes que a su vez están parados sobre una tortuga. Eso me da la pista para sospechar que en realidad el diferendo entre Armengol y los escritores exiliados a los que alude no es político ni civilizatorio sino sólo generacional. Un desencuentro basado –como casi todos- en la falta de sincronía. Esa debe ser la razón por la que donde Armengol aprecia una revolución copernicana en toda su lozanía los otros ven viejas lecciones de astronomía elemental. Donde uno ve cambios y avances los otros observan variantes de un discurso que existe desde hace más de dos décadas sin que la realidad se haya dado por enterada. Donde Armengol saluda el género del debate los otros creen reconocer el de la farsa en un acto.

No obstante el principal punto de discordia no es tanto lo que dijeron los miembros del panel sino a nombre de quién lo hicieron. Los críticos presumen que al hablar en un evento oficial en una sede no menos oficial es como si lo hicieran a nombre del gobierno cubano. Seguidores de McLuhan en este punto están convencidos que el mensaje es oficial porque el medio también lo es. Armengol arguye que no tienen razón, que los de La Habana hablan a título propio y por tanto no debe atribuírsele ni el historial de censura del gobierno cubano ni sus previsibles intenciones de manipulación. En caso de que los primeros tengan razón también es comprensible su resistencia a concederle al gobierno autoridad para establecer quién debe o no pertenecer a la cultura nacional si es que a estas alturas aparecer en los diccionarios peor editados del planeta tiene alguna importancia. En caso de que se trate de una iniciativa personal como asegura Armengol todos los que la han atacado deberían disculparse por su suspicacia y malos modales pero nadie debería obligarlos a enviar colaboraciones a La Siempreviva de Reynaldo González, conversar sobre misterios policiales con Padura o tratándose de Senel Paz debatir sobre los nuevos retos que le ofrece el bosque al hombre nuevo o a los lobos. Esos acercamientos, que están muy bien cuando se practican por propia voluntad, resultarían insoportables de convertirse en imperativo categórico. Y hablemos claro. Con independencia de las diferencias políticas lo mejor que uno puede hacer es mantenerse alejado de los escritores: empiezan queriendo que los invites a una cerveza para terminar obligándote a que leas sus libros.

Pero siendo consecuentes con el llamado de Armengol a reaccionar de un modo distinto ante un país que ha cambiado bastante en las últimas décadas –por más que el gobierno siga siendo fiel a sí mismo, o sea, tiránico- confundir una cultura con un ministerio o una institución sería un error -como siempre lo fue- solo que ahora mucho más patético. Un error tan desmesurado como no distinguir a una persona de uno de sus zapatos, un zapato que por lo demás le queda demasiado apretado y encima con mierda incrustada en las suelas (como se ve Armengol no es el único al que le entusiasman las metáforas). Digo que se puede reestablecer contactos con la cultura cubana sin necesidad de pasar por la aduana de los ministerios, acercarse a artistas e intelectuales cubanos sin previa presentación de carnet de la UNEAC una tarea que debe dejársele a policías y C.V.P.s. No sería urgente, en cambio, “buscar nuevos espacios, a través de Internet principalmente, en que tuvieran cabida todos los escritores cubanos” porque esos espacios ya existen tanto fuera de Cuba (empezando por la plataforma digital Encuentro en la Red que dirige el propio Armengol) como dentro (la plataforma Voces Cubanas, Estado de Sats, Havana Times, el Proyecto Desliz, la revista Voces y un variado etcétera). Basta la voluntad de usarlos o no. Que cada uno lo haga de acuerdo a su propio entender es parte de las ventajas de la libertad individual como lo es elegir el nivel de intensidad de las relaciones de cada uno con su tribu de origen.

Lo que sería lamentable es que no se entendiera la posibilidad de los intelectuales del exilio de publicar y ser leídos en su país como porción del tema mucho más amplio y decisivo que es la libertad de expresión de todos los cubanos. En dicho caso estaríamos hablando de un privilegio de casta que se negocia al precio de la negación de esa y otras libertades al resto de los paisanos. Algo más vergonzoso aún si se recuerda que cada día decenas de nuestros compatriotas son golpeados y vejados por defender el derecho de todos nosotros a expresarnos, si se piensa que las concesiones que se les hacen a unos está basada en el miedo (y la represión) a los otros.

“Es absurdo enemistarse con las personas porque éstas no comparten exactamente nuestras preferencias literarias. Lo cierto es que a la mayoría de las personas no les interesan los libros” decía el escritor escocés Andrew Lang. Aunque lo que se discute no son las preferencias literarias sino algo bastante más vital para cada ser humano no debería autorizarnos a la agresividad verbal. Dada la naturaleza del tema que se discute –crear reglas aceptables de convivencia- sería absurdo que el señor Armengol o yo lo tomáramos como un pretexto para practicar la vulgar afición de la enemistad. Ya aparecerán ocasiones más propicias.

23 de febrero #OZT

Pero que tanto debate marrullero no nos haga olvidar que hoy es 23 de febrero, segundo aniversario de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, día pactado en el calendario para que todo el que lo recuerde dentro de Cuba agarre su prescriptiva ración de palos e insultos. Esa tristeza. Orlando Luis Pardo Lazo resume en su blog lo esencial de esa batalla perdida contra el olvido:

Los febreros continúan acumulándose, como una conjura de complotados contra nosotros mismos. Hasta que la muerte nos reúna. Que el capitalismo nos coja confesados. ¿Fue hace dos o tres años? ¿Orlando Tamayo Zapata o con los apellidos al revés? ¿En una unidad de cuidado intensivos o en una celda de castigo de máxima inseguridad? ¿Antes o después del caso cínico de Laura Pollán...?


Irreconocibles cubanos. Irreparables cubanos. Cuando un pueblo enérgico y viril tiembla, la justicia llora.

Oro parece

Hace días que no puedo postear directamente desde casa algo que me imagino que nadie eche en falta y eso es un alivio. Vaya por delante este post del escritor César Reynel Aguilera sobre uno de los temas más debatidos de estos días: los intelectuales de la isla y el exilio se acercan o no, hacen la cola del preticket para ser invitados por la UNEAC, queman la invitación en público o se hacen los desentendidos para luego echarle la culpa al correo de que la invitación no llegara nunca. En fin...


Oro parece...






Hay una adivinanza muy vieja que dice así: mientras más lejos más cerca y mientras más cerca más lejos.


La respuesta, cantada como en muchas adivinanzas, es la cerca.


Pensé que la había olvidado, pero no, la recordé hace unos días cuando supe que tres escritores cubanos, residentes en la isla, se habían reunido para entonar un coro de sirenas.


Senel Paz, Leonardo Padura, y el otro, se reunieron allá en La Habana para discutir la posibilidad de publicar, dentro del perímetro carcelario, a escritores cubanos exiliados. El título que decidieron darle al concierto fue: Tan cerca y tan lejos.


La cerca, pensé.


El resto es bagazo.


Y de cantos nada, en todo caso ululares de sirenas.


Pero no, estaba equivocado, porque tal parece que nuestra ilustre intelectualidad va camino, una vez más, de derramar más tinta alrededor de ese asuntillo que toda la que usaron para referirse, por ejemplo, a las atroces muertes de Orlando Zapata o Willman Villar.


Poco parece importar que Andrés Reynaldo haya escrito un texto que se basta y se sobra para poner en su sitio al trío de La Cabaña. Poco parecen importar las sabias palabras de Raúl Rivero sobre el tema. No, ahora resulta que todos los días se levanta uno para enterarse del último gesto heroico protagonizado por alguno de nuestros pensadores alrededor de algo que —en el mejor de los casos— empezó siendo una simple tomadura de pelo.


Corren el riesgo nuestros intelectuales de malgastar sus poderosos intelectos en algo tan improductivo; en dejarse arrastrar desde la broma hasta una propuesta que puede llegar a parecer seria, pero nunca lo será; en pasar de las razones para no prestarse a semejante farsa, a las condiciones para hacerlo; y en terminar escribiendo listicas de quiénes sí —o quiénes no— podrían ser invitados al supuesto banquete que nunca ocurrirá. Todo eso aderezado con el combativo grito de ¡Ah, bueno, así sí!


Sería triste que algo así terminara sucediendo. Sería triste porque vendría a confirmar esa visión que el castrismo siempre ha tenido de la intelectualidad cubana: un zoológico que necesita cualquier cosa menos cercas, porque “solitos se entrampan por presumidos”, basta tirarles una cascarita de plátano para que enseguida formen la resbaladera. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

Los relatos de Maurice Sparks

El año pasado el escritor y narrador Ernesto González publicó el libro Los relatos de Maurice Sparks (Editorial Silueta), del que ahora sale una reseña en El Nuevo Herald. La generosidad del autor me permite ofrecerles un adelanto del libro en este blog:

Un presidente abre una botella de champán


Un presidente abre una botella de champán, el corcho sale volando, cae por la ventana y golpea a un transeúnte en pleno rostro. El transeúnte, molesto, agarra el corcho y lo lanza hacia la ventana de donde vino. El guardia que cuida la entrada del palacio presidencial lo ve y le dispara, matándole en el acto. Los otros transeúntes se molestan, se reúnen, hacen una protesta a la que se van uniendo otros transeúntes. La protesta se extiende por todo el país. El ejército interviene con sus tanques, mueren más civiles, la comunidad internacional exige la renuncia del presidente. Al mandatario no le queda más remedio que huir con toda su familia hacia un país vecino que le ofrece asilo político.


Sentado en la cama de su habitación en un hotel de la capital del país vecino, el presidente trata de entender los acontecimientos de las últimas semanas mientras se toma una cerveza.





Un asunto de gravedad



Un señor decide tomar el elevador para visitar a un amigo en el décimo piso. Le lleva una botella de vino. Al entrar al cajón lo invade el pánico. ¿Si se cae? ¿Si se descompone? El señor decide regresar a la calle y no visitar a su amigo. Mientras tanto, el amigo camina de un lado a otro en su oficina del décimo piso. Se siente deprimido. Ha llegado muy alto pero no es feliz. Apenas tiene tiempo para los amigos. Su esposa lo ha abandonado. Sus hijos se han mudado lejos, a otro estado. Sale al balcón y sin pensarlo mucho se lanza al vacío. Cae con todo su peso sobre un hombre que camina con una botella de vino debajo del brazo.





La caza



Por un momento me pareció que estaba desnuda. Pero no. Fue sólo una ilusión óptica. Vestía unos “blue jeans” y una blusa bien estrecha, pegada a su cuerpo sensual y juvenil. Yo iba manejando, absorto, feliz porque el fin de semana ya había llegado, gracias a dios. Iba camino al mercado a comprar una botella de whisky. Para relajar. Mi trabajo es super estresante, agotador, quemador de neuronas, asesino, criminal. Un trabajo que paga bien pero que no me merezco. Yo merezco ser rico, pero esa es otra historia y se las cuento otro día.

Lo mejor no era que pareciera desnuda. Lo mejor no era que fuera tan sensual. Lo mejor no era que fuera joven. Lo mejor era que me miraba, lo mejor era que sonreía, lo mejor era que seguía mirándome, como pidiendo que le hablara, que le pidiera su teléfono, que la llevara a un motel, que le hiciera el amor (más bien que me la templara, hacer el amor es otra cosa, más leve, más delicada, más romántica; esto parecía ser un deseo animal).

Hay algo que no les he contado todavía. Soy casado. Un hombre felizmente casado. Mentira. No hay hombre que sea totalmente feliz en su matrimonio. Me gustan las aventuras. Me gusta conquistar a esas damas débiles que se dan fácil, esas frágiles criaturas que el azar nos regala. Me gusta salir a buscarlas, me gusta encontrarlas, me gusta después zafarme de ellas. Me gusta decir: “Lo siento, pero soy casado. No te puedo ver más.”

Lo sé. Soy un verdadero hijo de puta. Pero todos los hombres lo somos. Levante la mano el hombre que no ha tenido una aventura, o dos, o tres, o mil.

Miren a Tiger Woods: bien parecido, millonario, famoso. Casado con una bella mujer. Pero, ¿y eso qué importa? Los hombres somos cazadores. Nos gusta la carne. Nos gusta la caza. ¿Quién lo puede negar? Tiger Woods es un cazador. Yo soy un cazador. Todos los hombres somos cazadores.

A mí las mujeres se me dan fácil. No se los niego. Tengo un no sé qué. Esta no era una excepción. Caería fácil. Era un presa. Ya había caído en la trampa.

Me bajo del carro. Camino hacia ella. Ella camina hacia mí. Esto se pone bueno, me digo. Gracias, dios, por todo lo que me das. Gracias por ser tan generoso. Pero la verdad es que me lo merezco.
Me mira. La miro. Abre la boca. Me dice:

-- Señor, ¿le gustaría donar sangre hoy?

martes, 21 de febrero de 2012

La Guapería y el Silencio

El artista Geandy Pavón publica esta nota sobre un tema que los locutores de noticieros llamarian "de quemante actualidad":

La Guapería y el Silencio: Los artistas cubanos y el apoliticismo

Es paradójica la bravuconería con que algunos de nuestros artistas defienden su derecho a ser cobardes, reprochando a la prensa libre una simple pregunta mientras, sin cuestionarlo, asumen un silencio y una neutralidad impuestos por un gobierno que antes exigía militancia y ahora mutismo. En resumen, lo que estos artistas piden es su derecho a la indignidad.

El viejo anatema se ha fragmentado, ya no importa el “dentro de la revolución todo;” lo que ha sobrevivido de aquella frase es su ruina: “contra la revolución nada.”

En Cuba ha comenzado un proceso de destotalitarización, pero a este proceso no lo sigue la democratización del país, sino su fase de dictadura. En la etapa totalitaria se exigía militancia, en esta nueva etapa, complicidad disfrazada de apoliticismo.

Es cuando menos extraño, por no decir contranatural, que un cubano no tenga opinión sobre algo, pero aparentemente una gran parte de nuestra fauna cultural escapa al estereotipo. Creo que estos artistas han querido confundir la política con tener una opinión política y en más de un caso con el tener simplemente una opinión.

Esta supuesta neutralidad no pasa desapercibida, es una neutralidad aparatosa, falsa, ruidosa y que, llegado el caso, presume hasta de originalidad. ¿Cuál es la novedad? ¿Cobardía disfrazada de hermandad, reconciliación?

Al menos tratemos de definir. ¿Reconciliarnos con quién? Con el pueblo no ha de ser, este exilio ha cumplido con creces su responsabilidad, hasta el ridículo de ser una de las principales fuentes económicas del gobierno, si no la principal.

Es cierto que no tiene nada de original el llamarle a una dictadura, dictadura. También es cierto que aburre la misma cantaleta, pero la culpa no es de quienes hemos decidido llamar las cosas por su nombre. La culpa es de la dictadura y de los que no se atreven a nombrarla, para usufructuar de ella mientras dura.

Vive Zapata

Cerca ya del segundo aniversario de la muerte de Orlando Zapata comparto un video casero de la banda de punk rock de Toronto I.H.A.D. tocando una canción en su memoria.

domingo, 19 de febrero de 2012

sábado, 18 de febrero de 2012

Revolusignación

“La Revolución no inventó la homofobia”. “La Revolución no inventó la prostitución”. “La Revolución no inventó la censura”. Si no hasta el infinito (por respeto a las matemáticas) se puede seguir hasta que casi lo parezca. Como si una Revolución tan poco inventiva haya sido en realidad una suerte de continuismo histórico. Una versión entusiasta de la República. O un batistato sin muertos en la calle (porque para matar están las cárceles o los hospitales) ni prosperidad (insultante y desigual, por supuesto). Esa es la última línea de defensa del proceso que pretendió convulsionar el país y ponerlo al frente de Latinoamérica y el mundo. Con el país en coma se defiende una normalidad que la Revolución nunca tuvo ni pretendió. El proceso que no admitía comparación con cualquier fecha anterior ahora se conforma con buscar continuidades y parecidos, normalizar con el discurso un país que estámuy lejos de serlo en la realidad. (Eso entre los defensores más sutiles porque los estentóreos, ya se sabe, quieren convencernos que en 1958 Cuba se hallaba en pleno pleistoceno y la simple existencia de homos erectus profesores de salsa debe parecernos un gran avance). Se habla de la Revolución como si no hubiese aplicado la homofobia de Estado por primera vez en la historia del país, como si antes de ella las graduadas universitarias contemplasen la prostitución como salida laboral, como si Batista hubiera pronunciado sus propias Palabras a los intelectuales: "Con el Indio todo, fuera del Indio nada". Como si la humanidad se hubiese quedado detenido en la década de los cincuenta a la espera de los cambios en Cuba. O como si Revolu fuera en el peor de los casos no más que la continuación de los más arraigados defectos nacionales a los que sus dirigentes, luego de combatirlos durante décadas, se han debido resignar.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Esclavos catedráticos y falsos cimarrones

Unos días muy intelectuales estamos teniendo con feria del libro donde antes se celebraban competencias de tiro al blanco con personas reales, presentación con aro, balde y paleta de la última novela ministerial y debate sobre si los intelectuales cubanos que juegan en la parte de afuera del territorio nacional tienen derecho a integrar el equipo Cuba. En cuanto al último caso parece que sí, siempre que obedezcan las exóticas reglas con las que juegan la mayor parte de los intelectuales interiores. Dichas reglas exigen actuar como si fueran ciudadanos suizos: neutrales hasta en el betún de los zapatos. Yoani describe muy bien a estos intelectuales modélicos en un post que acaba de publicar:

Perdido en la metáfora, el buen intelectual evita acercarse a la realidad por aquello de que lo universal hará más trascendente su obra que lo local. Esconde en algún pasaje simbólico de su guión teatral, en la parábola de un verso o en la figurita apenas visible de la esquina del lienzo, esa dosis de crítica que le permitirá después pavonearse de que él “nunca se calló”. Sabe muy bien de la censura, la simulación y el miedo que corroen su trabajo, pero responde airado a quién se lo recuerda. ¿Y qué quieres, que me vaya a trabajar a la construcción? le espetará a quien critique sus demasiadas concesiones. Prefiere abordar lo erótico más que lo político, el pasado antes que el presente, recrear los clásicos en lugar de sus contemporáneos. Una vez su nombre estuvo en las listas negras y en las grises, pero ahora le dan homenajes y le entregan medallas. Tiene un acceso a Internet desde su propia casa y hace un par de años disfrutó de un fin de semana con todos los gastos pagos en un hotel de Varadero.
Sobre el debate local sobre si los intelectuales que juegan en ligas extranjeras son preseleccionables Andrés Reynaldo publicó también hoy un magnífico artículo en Diario de Cuba:

Nada más loable que abogar por el reencuentro de las dos orillas de la cultura cubana, dividida por la omnímoda voluntad del dictador. Solo que la tarea sobrepasa el marco de la UNEAC. Pertenece, por lógica, al Estado de Derecho. Extirpada la dictadura y restituidas las libertades, desaparece el problema. Por arte de magia. Cada cual escribe, pinta o canta lo que le viene en gana. Cada quien entra y sale de su patria sin necesitar la aprobación de las autoridades. Si los miembros de la UNEAC no pueden o no quieren expresarlo así, sus razones y/o sus miedos tendrán. Pero que no vengan con el repugnante eufemismo de que el cisma ha sido provocado por la intolerancia de parte y parte.

[…] Es muy probable que la franca intención de este esfuerzo sea abrir caminos, romper barreras, arrancarle a la dictadura desde adentro un margen de legitimidad para la creación de la diáspora. Pero estas batallas hay que darlas sin doblez, de cara al toro. De lo contrario, a estas alturas, no pasan de ser unos macabros juegos florales, una performance de onanista transgresión adolescente. A las cosas por sus nombres. Cuba padece la más larga y recalcitrante dictadura en la historia de las Américas, en alianza con una anacrónica y esperpéntica internacional de demagogos, ladrones y terroristas. En ese tren que ruge hacia el abismo no hay asiento para la auténtica creación libre.
Y ahí quedan resumidos dos de los grandes aportes de los últimos cincuenta años a la cultura nacional, o más exactamente al género de teatro bufo. Los personajes del esclavo catedrático y del falso cimarrón. En realidad son el mismo personaje con una pequeña diferencia geográfica. El segundo se asienta en cualquier palenque lejos de la hacienda pero se sigue comportando con el cuidado con que lo hacía allá sino es que estalla en arranques de entusiasmo por sus antiguos amos, supongo que para que no los acusen de resentidos. Por su parte los esclavos catedráticos, recién ascendidos a caleseros y sofisticada verborrea mediante, se esfuerzan en liberar a la humanidad de los prejuicios injustificados que siente hacia la esclavitud, una institución tan generosa que ahora se plantea tratar a los falsos cimarrones como si nunca hubiesen salido de la plantación. Digamos que como esclavos honorarios.

Concurso


Se solicita un buen lema para el Ministerio de Cultura que amplíe el ya vigente "La cultura cubana es una sola”. A continuación algunos ejemplos:

"La cultura cubana es una sola y nosotros decidimos cuál es"

"La cultura cubana es una sola y es por culpa del bloqueo.

"La cultura cubana es una sola: con la falta que nos harían unas cuantas más”

"La cultura cubana es una sola y los Héroes Prisioneros del Imperio cinco. Saquen ustedes la cuenta”

"La cultura cubana es una sola y se reserva derecho de admisión”

"La cultura cubana es una sola, como las madres. La educación en cambio es como los padres: siempre está perdida”

"La cultura cubana es una sola y no va a alcanzar para todos”

"La cultura cubana es una sola: el que no está dentro de ella no existe”

martes, 14 de febrero de 2012

El viaje del ministro Luna [ampliado]

Doce años es menos que nada, es un suspiro en marcha atrás. Eso lo confirma el ministro Abel Prieto que, sin darnos tiempo a recuperarnos de El vuelo del gato (1999) -porque no alcanza tiempo en esta vida, y eso incluye a la de Esteban Montejo o la de Matusalén, para sobreponerse a un libro así- da a la imprenta Los viajes de Miguel Luna, su temida nueva novela. Si hay dos cosas a las que Abel Prieto ha dedicado sus desvelos durante los últimos veinte años es a convencernos de que en Cuba no se discrimina a ningún artista por pensar diferente y de que debajo de la melena del ministro se esconde un escritor. Puestos a comparar lo primero es casi más creíble que lo segundo. Y eso hace que su reincidencia y alevosía sea más inexplicable. Lo único que se me ocurre es que Prieto trata de justificar como escritor su autoridad como ministro. Si su misión durante tres lustros de ministerio* ha sido decidir qué es cultura cubana y qué es bazofia desechable con su escritura trata de convencernos que su trabajo de catalogación y eliminación de desechos no es obra de un funcionario sino de un colega más que sabe lo que está haciendo. Y en ese aspecto es convincente: si de experiencia productiva se trata poca gente le puede disputar al ministro su autoridad en determinar qué no es literatura. O la honestidad de además de ofrecer buenos ejemplos de mala literatura (para instruir a las nuevas generaciones por supuesto) tiene el valor de estamparle su firma.


Pero dejemos al autor y ocupémonos por un instante de la obra. Según Prensa Latina este nuevo reto a nuestro concepto de verosimilitud narra un viaje “desde la occidental provincia de Pinar del Río a La Habana y de allí a la imaginaria República Socialista Popular Democrática Obrero-Agrícola-Pastoril de Mulgavia" aunque en la nota no se aclara quién firmó el permiso de viaje. "Memorable", "casi un milagro literario", “de notable efecto" por su "desmesura pantagruélica", "eficaz”, "magistral", "excepcional", "hilarante", "de inventiva y cromatismo” son los comentarios que le han dedicado sus subalternos al ministro que aprueba sus nóminas y firma sus permisos de viaje. Es lo que en cualquier otro lugar del mundo le llamarían conflicto de intereses pero ya se sabe que en Cuba los conflictos se resuelven a favor de los intereses de los ministros o de su inmediato superior.

Por si pareciera poco se anuncia que Prieto contó con un equipo de asesores para escribir la novela compuesto nada menos que por Amaury Pérez, Ambrosio Fornet y Marilyn Bobes. ¿Qué no sería capaz de hacer el ministro con el respaldo de un cantautor, un escritor en ciernes de ochenta años y una compañera de oficina? Porque todo parece poco para un libro que viene acompañado con 52 dibujos del ministro -posiblemente elaborados durantes sus frecuentes reuniones- y que en la presentación contó con el acompañamiento al piano de Frank Fernández. Con todo un ministerio a su disposición esperamos que en su gira mundial de promoción el novelista por partida doble cuente con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet Nacional de Cuba y el Circo Nacional o en su defecto el Consejo Nacional de la UNEAC. Ya se sabe que con tal de promover la cultura el ministerio que preside no escatima recursos. Si hay que ahorrar algo que sea talento pues ya se sabe lo peligrosos que se han puesto los ladrones de cerebros y Prieto siempre ha tratado de evitar que codicien el suyo.

Todo apunta a que la publicación de este libro se convertirá en un campeonato del adjetivo elogioso y desvergonzado, en un torneo de guataqueo -como no lo vio la ANAP en sus mejores tiempos- que rivalice con el que ya provocó su anterior novela. Y como dijo el también crítico literario Mario Moreno ahí está el detalle. Porque si según sus críticos El vuelo del gato dejaba chiquita a la Ilíada que comparen a esta con Los viajes de Gulliver da para sospechar que todavía es peor que la primera. Si a mí, uno de los cuatro lectores que ha tenido El vuelo del gato no vinculado laboral o espiritualmente al Ministerio de Cultura, la lectura de la primogénita del ministro me había hecho abominar cada uno de los minutos que pasé siguiendo las incidencias de Freddy Mamoncillo y Marco Aurelio ¿qué puedo esperar de los viajes de este Miguel Gulliver? Si quieren saber la impresión que me causó la primera novela y la opinión resultante que me mereció Prieto (opinión injusta y sobre todo parcial: seguramente es mucho mejor Ministro y hasta cederista que escritor) pueden leer este viejo artículo, Retrato del ministro adolescente.
 
*El lema del Ministerio de Cultura es "La cultura cubana es una sola y nosotros decidimos cuál es"

lunes, 13 de febrero de 2012

Cómo empezar una revolución

Antes ya he hablado aquí de Gene Sharp y su manual para derrocar tiranías mediante tácticas no violentas. El documental de abajo vendría a ser la versión audiovisual de dicho manual del cuál se puede decir sin injusticia que adolece del viejo vicio norteamericano del pragmatismo: intentar arreglar algo que solo se entiende a medias, de buscar fórmulas que pretenden resolver situaciones muy diferentes entre sí. Si se piensa en el caso cubano el primer motivo de resistencia –más allá de que el sistema de Sharp implícitamente asume como condición la economía de mercado y ciertas posibilidades de movilización desconocidas en el totalitarismo- es la propia idea de revolución que durante tanto tiempo ha monopolizado el régimen que se intenta desarticular. Sirva al menos para entender en parte por qué algo así no ha ocurrido en Cuba.

Hay en el documental, no obstante, una frase válida para cualquier país y circunstancia: "Mientras no te rindas no estás derrotado".