Les presento el discurso que pronunciara el escritor checo Milan Kundera en el 4to Congreso de la Unión de Escritores de Checoslovaquia celebrado entre el 27 y el 29 de junio de 1967 que serviría de antecedente intelectual a la Primavera de Praga. No había encontrado una traducción al español. De ahí que decidiera cometer la atrocidad de pasar por el traductor automático de google una traducción de dicho discurso al inglés para luego revisarlo con toda la prisa que he podido. Mientras aparece una traducción mejor de alguien que tenga a mano el original checo que esto sirva como solución de emergencia a la difusión de un texto que merece ser mejor conocido.
¡Queridos amigos!
Cuando el comité central de la Unión
estaba preparando este Congreso, decidió abandonar los discursos introductorios
habituales, que siempre fueron extremadamente largos, autoritarios y aburridos,
y en lugar de eso, dio a cada uno de ustedes una declaración escrita de sus
puntos de vista sobre varios temas de actualidad de política cultural. Muchos
de ustedes contribuyeron a esto a través de sus propias sugerencias, por
ejemplo Laco Novomesky, Jaroslav Seifert, Juraj Spitzer, Kosik, Brabec,
Chvatik, Stevcek y muchos otros. Se discutió en dos sesiones de nuestro propio
comité central y su penúltima versión fue muy criticada en una reunión completa
del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido. Por favor, no
esperen nada teóricamente sofisticado. La idea es mucho más modesta, pero
también mucho más ambiciosa, es decir, tratar de llegar a un acuerdo sobre una
serie de puntos de vista elementales cuya aceptación general, creemos, ayudaría
a un mayor crecimiento de nuestra literatura. No lo consideren, nuevamente,
como un texto final, sino como un borrador para nuestra resolución final y como
un documento de trabajo, por tanto, diseñado para incorporar todo el espíritu
de la discusión que estamos a punto de tener. Falta una cosa en este borrador:
una evaluación de la literatura producida durante el período pasado. La omisión
es deliberada.
Todos recordamos muy bien esos
congresos y, en particular, aquellas conferencias en las que un libro tras otro
se alineaba como si fuera el Día del Juicio Final: algunos entonces fueron
enviados al Paraíso y se perdieron de vista, mientras que otros fueron enviados
al Infierno y todavía son leídos. Obviamente, los criterios que utilizamos en
esos días eran erróneos, y quizás nuestras evaluaciones de hoy serían un poco
más precisas. Pero ese no es el punto. El principio mismo de la evaluación
institucional autorizada es, creo, básicamente poco sólido. Si alguna
institución es capaz de tomar una decisión sensata, esto será gracias a su
conciencia de sus propias limitaciones y su negativa a sustituir su propio
juicio por el proceso libre de percepción de valores. Nuestra propia Unión para
empezar, no desea desplazar ese proceso de apreciación literaria a largo plazo,
que involucra a toda la gama de críticos y teóricos. No se siente la menor
obligación de respaldar Impuh contra Orientace u Orientace contra Impuh, de apoyar
a Jarmila Glazarova contra Bohumil Hrabal o viceversa. Nuestro comité central
se da cuenta de que su trabajo es permitir que todos puedan expresar su opinión
y mantener una discusión libre. Y sabe por amarga experiencia que es mucho más
difícil proporcionar garantías de este tipo que emitir juicios rápidos sobre un
proceso que, en términos de vida humana, es interminable.
Aún así, hay un juicio general sobre
los escritos de los últimos cuatro años que probablemente se mantendrá bastante
bien. Ha sido un período de expansión. Espero no tener que documentar este
punto con una lista de títulos. Todos conocemos el resultado y cada uno de
nosotros tiene sus propias preferencias. Lo principal es que aparecieron una
variedad de obras, buenas obras en gran número, y que algunos campos como el
cine (que en gran parte pertenece a la literatura y nos concierne por lo tanto)
han florecido como nunca antes en la historia del país. Para la literatura
checa y eslovaca, y probablemente para el arte checo, estos han sido los
mejores años desde 1948: quizás desde 1938. Los mejores durante treinta años,
entonces. Esta proporción, de cuatro a treinta, representa el lado sombrío de
un veredicto que de otra manera sería gratificante y sugiero que sea algo para
recordar como una nota al pie de página de todos nuestros pensamientos y
preocupaciones. Viendo que estoy aquí arriba en la plataforma, tal vez
permitirían que comparta con ustedes mis propios pensamientos, y pueden contar
esto como mi contribución al debate. Solo hablaré sobre problemas checos, pero
estoy seguro de que lo que digo se aplica también a los problemas eslovacos.
¡Queridos amigos! Ninguna nación ha
estado en la tierra desde el principio de los tiempos y el concepto mismo de
nación es bastante reciente. A pesar de eso, la mayoría de las naciones consideran
que su propia existencia es un destino evidente conferido por Dios, o por la
Naturaleza, desde tiempos inmemoriales. Las naciones tienden a pensar en sus
culturas y sistemas políticos, incluso en sus fronteras, como el trabajo del
hombre, pero ven su existencia nacional como un hecho trascendente, más allá de
toda duda. La historia algo triste e intermitente de la nación checa, que ha
pasado por la misma antesala de la muerte, nos da fuerzas para resistir tal
ilusión. Porque nunca ha habido nada evidente sobre la existencia de la nación
checa y uno de sus rasgos más distintivos, de hecho, ha sido la falta de
evidencia de esa existencia. Esto surgió con mayor claridad a principios del
siglo XIX cuando un puñado de intelectuales intentaron resucitar nuestro
lenguaje medio olvidado y luego, una generación más tarde, también nuestro
pueblo gente medio moribundo. La resurrección fue un acto deliberado y, como
cada acto, implicó una elección entre los argumentos a favor y en contra. Los
pensadores del resurgimiento checo, aunque se decidieron a favor, conocían bien
los argumentos en contra.
Se dieron cuenta, como Matous Klacel
señaló, que la germanización proporcionaría una vida más fácil para la población
de Bohemia y mejores perspectivas de carrera para sus hijos. Sabían que
pertenecer al grupo mayoritario brindaba más oportunidades para un trabajo intelectual
más influyente, mientras que de usar el idioma checo, como admitió Klacel, "menos
personas conocerían los esfuerzos de los estudiosos". Eran muy conscientes
de las tribulaciones de las pequeñas naciones que, al decir de Kollar,
"piensan a medias y sienten a medias", y cuya cultura es
"generalmente mezquina y atrofiada, no completamente viva, sino que se
aferra a la vida sin crecimiento ni florecimiento, simplemente vegetando y generando retoños, pero sin troncos resistentes “. Sobre esa conciencia de
equilibrio que significa la pregunta '¿Ser o no ser? Y si es así, ¿por qué?’
fueron construidos los cimientos de la historia checa moderna. Cuando los
hombres del Resurgimiento optaron por 'Ser', este fue un gran desafío para el
futuro. Ahora le corresponde a la nación justificar esa elección en el curso de
su propia historia. Fue bueno para la insignificancia básica de la vida checa
que Hubert Gordon Schauer, en 1886, le echara en cara a la comunidad checa (pequeña,
pero que ya se acurrucaba cómodamente en su propia mezquindad) sus impactantes
preguntas. ¿No deberíamos haber contribuido más a la humanidad, preguntó, si
hubiéramos aprovechado nuestras energías espirituales para crear la cultura de una
gran nación, una cultura que ya está floreciendo en un plano mucho más alto que
nuestra propia condición embrionaria? ¿Realmente valía la pena el
restablecimiento de la nación? ¿Era el valor cultural de los checos lo
suficientemente grande como para justificar su existencia como nación? Y además,
¿sería lo suficientemente bueno como para salvarlos de la desnacionalización en
un futuro? El provincialismo checo, bastante contento de mantenerse vegetando,
naturalmente consideró esta conversión de certezas en interrogaciones como un
ataque a la nación, y en consecuencia marginó a Schauer. Sin embargo, cinco años
después, el joven crítico Salda llamó a Schauer la figura más grande de su
generación y describió el artículo en cuestión como un acto patriótico en el
verdadero sentido de la palabra. No estaba equivocado. Schauer, después de
todo, solo había señalado lo que los grandes del Renacimiento checo habían sabido desde siempre. "A menos que", escribió Palacky, "exaltemos el
espíritu de nuestra propia nación a actividades más altas y nobles que las de
nuestros vecinos, no conservaremos siquiera nuestras prerrogativas
naturales". Y Neruda insistió en que "es nuestro deber ahora
establecer a nuestra nación en un nivel de conciencia y educación igual al
resto del mundo, pero no solo para ganar su reconocimiento sino para asegurar nuestra
supervivencia como nación".
Los hombres del Renacimiento checo vieron
la existencia de la nación como dependiente de esos valores culturales que la
nación podría crear. Además, midieron estos valores, no en términos de su
utilidad directa solo para la nación sino por los criterios, como se solía decir,
de la humanidad universal. Querían pertenecer al mundo y a Europa. Y esto me
recuerda algo bastante peculiar de la literatura checa, que ha dado lugar a un
tipo de hombre muy raro en otras literaturas, a saber, el traductor como una
personalidad literaria significativa, incluso dominante. Porque uno cae en cuenta
que las figuras literarias más grandes del siglo anterior a la Batalla de la
Montaña Blanca fueron todos traductores: Rehof Hruby de Jeleni, el primer
traductor de Erasmus en cualquier lugar, Daniel Adam de Vele-slavin o Jan
Blahoslav. La célebre traducción de Jungmann de Milton es una piedra angular
del renacimiento checo. Nuestra producción de traducciones de idiomas
extranjeros todavía se encuentra entre las mejores del mundo y los traductores
en nuestro país tienen el estatus de personalidades literarias. Está claro por
qué se asignó un papel tan importante a la traducción: fue la práctica de la
traducción lo que permitió al checo moldearse y perfeccionarse como un idioma a
la par de otros idiomas europeos y entrar en posesión de un vocabulario
europeo. Además, fue en la forma de esas traducciones que los checos hicieron
su propia contribución, en idioma checo, a la literatura europea y en que esta
literatura adquirió sus propios lectores europeos en lengua checa.
Para aquellas naciones europeas que son
parte central de la historia del continente, el contexto europeo resulta
bastante natural. Pero la historia checa muestra una alternancia de períodos de
vigilia con períodos de sueño, por lo que nos perdimos varias fases importantes
en el desarrollo del espíritu europeo y en cada ocasión nos veíamos obligados a
adquirirlo nuevamente de segunda mano y completarlo por nosotros mismos. Para
los checos, nada era una posesión evidente: ni su idioma ni su estatus europeo.
Su pertenencia a Europa fue un eterno dilema: se permitía que el checo degenerara
en un mero dialecto europeo y la cultura checa en un mero folklore europeo, o
se era una de las naciones de Europa con todo lo que eso implica. Solo la
segunda variante puede garantizar la verdadera supervivencia.
Pero este fue un curso
extraordinariamente difícil para una nación que durante todo el siglo XIX había
dedicado la mayor parte de sus energías a poner piedras fundacionales, desde
escuelas secundarias hasta la Enciclopedia. Sin embargo, a principios del siglo
XX, y especialmente en el período de entreguerras, tuvo lugar un florecimiento
cultural sin precedentes en la historia checa. En el breve espacio de veinte
años, toda una constelación de genios se encargó de la creación de obras que elevaron
la cultura checa, en toda su individualidad, hasta los estándares europeos por
primera vez desde la edad de Comenio. Este gran período, tan corto e intenso
que todavía despierta nostalgia en nuestros corazones, fue ante todo un período
de adolescencia, por supuesto, más que de madurez. La escritura checa todavía
era predominantemente lírica; todavía estaba tomando impulso y todo lo que
necesitaba era tiempo, paz y ausencia de disturbios. Pero el crecimiento de una
cultura tan joven fue interrumpido durante casi un cuarto de siglo, primero por
la ocupación alemana y luego, casi de inmediato, por el estalinismo, aislándola del
mundo exterior, cortando muchas de sus variadas tradiciones domésticas y degradándola
al nivel de pura propaganda: esa fue la tragedia que una vez más relegó a la
nación checa, y esta vez de manera permanente, a la periferia cultural de
Europa.
Que en los últimos años la cultura
checa haya dado un nuevo salto hacia adelante y hoy constituya el aspecto más
exitoso de la actividad de la nación; que hayan aparecido muchas obras
destacadas y que algunas ramas del arte, como el cine, estén alcanzando
estándares más altos que nunca; todo eso califica como el evento nacional más
importante del período pasado. Sin embargo, ¿la comunidad lo aprecia de alguna
manera? ¿Se da cuenta de que ha llegado la oportunidad de continuar la gran
adolescencia de nuestra literatura de entreguerras y que esta oportunidad puede
no volver a aparecer jamás? ¿Se da cuenta la nación de que el destino de
nuestra cultura es su propio destino? ¿La creencia de los Revivalistas es menos
cierta hoy en día, que la existencia de la nación no puede garantizarse sin
valores culturales sólidos?
El papel nacional de la cultura ciertamente ha cambiado desde el Renacimiento checo del siglo XIX y hoy apenas estamos amenazados con la opresión nacional. Sin embargo, creo que la cultura no es menos esencial para nosotros como justificación y garantía de la nación. En la segunda mitad del siglo XX hemos visto abrirse grandes perspectivas de integración. El progreso humano se ha fusionado por primera vez en un único desarrollo mundial. Las formaciones nacionales pequeñas se combinan en formaciones más grandes. Los esfuerzos culturales internacionales se están concentrando y coordinando. Viajar se ha convertido en una actividad masiva. Con todo esto, la importancia de unos pocos idiomas mundiales, los más importantes, aumenta, y cuanto más internacional se vuelve cada parte de nuestras vidas, más restringido es el campo para los idiomas de las naciones pequeñas.
El papel nacional de la cultura ciertamente ha cambiado desde el Renacimiento checo del siglo XIX y hoy apenas estamos amenazados con la opresión nacional. Sin embargo, creo que la cultura no es menos esencial para nosotros como justificación y garantía de la nación. En la segunda mitad del siglo XX hemos visto abrirse grandes perspectivas de integración. El progreso humano se ha fusionado por primera vez en un único desarrollo mundial. Las formaciones nacionales pequeñas se combinan en formaciones más grandes. Los esfuerzos culturales internacionales se están concentrando y coordinando. Viajar se ha convertido en una actividad masiva. Con todo esto, la importancia de unos pocos idiomas mundiales, los más importantes, aumenta, y cuanto más internacional se vuelve cada parte de nuestras vidas, más restringido es el campo para los idiomas de las naciones pequeñas.
Estuve hablando recientemente con un
belga de habla flamenca, un creador teatral, que se quejó de la amenaza de su
lengua materna. La intelectualidad flamenca, dijo, se estaba volviendo bilingüe
y daba preferencia al inglés como el camino hacia un contacto más directo con
la vida académica extranjera. En tal situación, una nación pequeña solo puede
proteger su idioma y su individualidad por la posición cultural de ese idioma,
por la singularidad de los valores que ha creado y con los que el mundo la asocia. La cerveza Plzen, por supuesto, también es un "valor". El
problema es que en el exterior se la bebe bajo el nombre alemán de Pilsner
Urquell. Pilsner no es suficiente para justificar la afirmación de los checos
de tener un idioma propio. Y el mundo del futuro, a medida que avanza la
unificación, nos pedirá de manera despiadada, pero no sin razón, que presentemos
nuestras cuentas y justifiquemos la existencia que elegimos para nosotros hace
ciento cincuenta años, y nos preguntará por qué tomamos esa decisión. Es de
suma importancia que toda nuestra comunidad nacional sea plenamente consciente
de cuán vitalmente esenciales para nosotros son nuestra cultura y literatura.
La literatura checa, y esta es otra
de sus características especiales, tiene muy poco de aristocrática: es una
literatura plebeya estrechamente vinculada al gran público nacional. Esa es su
fuerza y su debilidad. Su fuerza, ya que le proporciona una base de apoyo
firme donde su lengua encuentra un eco claro; su debilidad, porque aún no está
emancipada del nivel de educación pública y la liberalidad mental que es
altamente susceptible a cualquier muestra de filisteísmo popular. A veces temo
que nuestra cultura actual pueda estar perdiendo ese estándar europeo que los
humanistas y los Revivalistas checos tenían en mente. El mundo de la antigüedad
grecorromana y el mundo del cristianismo, esos dos pilares del espíritu europeo
que le dan su fuerza y tensión, casi han desaparecido de la conciencia del
joven checo educado, una pérdida irremediable. Porque hay una continuidad de
hierro en el pensamiento europeo que resiste a cada revolución intelectual y ha
creado su propio vocabulario, su propio fondo de metáforas, sus propios mitos y
temas, sin los cuales los europeos cultos no pueden comunicarse. Leí
recientemente un informe terrorífico que describe el conocimiento de la
literatura mundial alcanzado por nuestros futuros maestros de checo. Odio haberme
enterado de su poca familiaridad con la historia mundial.
El provincialismo no es solo una
tendencia literaria. Es ante todo un problema que afecta toda la vida del país,
comenzando por sus escuelas y sus periódicos. Hace poco vi la película Las
margaritas que habla de dos chicas gloriosamente repulsivas, tan satisfechas con su
propia mediocridad deliciosa que destrozan alegremente todo lo que trascienda
su propio horizonte. Me pareció que lo que estaba viendo era una parábola muy
actual con implicaciones de largo alcance, una parábola sobre el vandalismo.
¿Quiénes son los vándalos de hoy? No es un campesino analfabeto que, en un ataque de ira, incendia la
mansión del hacendado odioso. Los vándalos que veo a mi
alrededor en estos días son personas adineradas, educadas, satisfechas consigo
mismas y que no guardan un rencor particular por algo. El vándalo de hoy es un hombre orgulloso
de su mediocridad, muy a gusto consigo mismo y dispuesto a insistir en sus
derechos democráticos. En su orgullo y su mediocridad se imagina que uno de sus
privilegios inalienables es transformar el mundo a su propia imagen, y dado que
las cosas más importantes en este mundo son las innumerables cosas que
trascienden su visión, ajusta el mundo a su propia imagen, destruyéndolo. Un
joven golpea la cabeza de una estatua en el parque porque la estatua lo insulta
con su tamaño sobrehumano, y le da placer hacerlo porque cada acto de
autoafirmación le da satisfacción como hombre. Las personas que viven
exclusivamente en su propio presente inmediato, sin cultura ni conciencia de
continuidad histórica, son muy capaces de convertir su país en un páramo sin
historia, sin memoria, sin eco ni belleza.
El vandalismo de hoy asume más
formas de las que la policía puede perseguir. Si los representantes legales del
Estado o los funcionarios competentes, deciden que una estatua, un castillo,
una iglesia o un tilo centenario son superfluos y ordenan su eliminación, es otra
forma de vandalismo. Básicamente no hay diferencia entre la destrucción legal e
ilegal, entre la destrucción y la prohibición. Un diputado checo solicitó
recientemente en el Parlamento, en nombre de otros veintiún diputados, la
prohibición de dos películas checas serias e inteligentes. Una de ellas,
irónicamente, fue esa parábola de los vándalos, Las margaritas. Vituperó
brutalmente ambas películas, mientras se jactaba insistentemente de que no las entendía.
Lo contradictorio de tal actitud es solo superficial. Las dos obras constituían
una ofensa esencial al trascender los horizontes humanos de sus jueces, al
punto de que se sintieran insultados por ellas. (Aplausos.)
En una carta a Helvetius, Voltaire
tiene la maravillosa frase: no estoy de acuerdo con lo que estás diciendo, pero
lucharé hasta la muerte por tu derecho a decirlo. Esta es una forma de exponer
el principio moral básico de la civilización moderna. Retroceder en la historia
más allá de este principio es retroceder desde la Modernidad hacia la Edad Media. Toda
supresión de opiniones, incluida la supresión forzada de opiniones equivocadas,
es hostil a la verdad. Porque la verdad solo puede alcanzarse mediante un
diálogo de opiniones libres que gocen de igualdad de derechos. Cualquier
interferencia con la libertad de pensamiento y palabra, por discreto que sea el
procedimiento y la terminología de tal censura, es un escándalo en este siglo,
una cadena que enreda las extremidades de nuestra literatura nacional mientras
trata de avanzar.
Una cosa es seguramente indiscutible. Si nuestro arte ha florecido, es porque la libertad intelectual ha aumentado. El destino de la literatura checa depende vitalmente, justo ahora, del grado de libertad intelectual que existe. Tan pronto como uno menciona 'libertad', por supuesto, algunas personas parecen tener una reacción alérgica y objetan que la libertad debe tener sus límites en la literatura socialista. Porque, naturalmente, cada libertad tiene sus límites impuestos, por ejemplo, por el estado de los conocimientos contemporáneos, de la educación, del prejuicio, etc. ¡Pero ningún nuevo movimiento progresivo ha sido descrito nunca a partir de sus propias limitaciones! El renacimiento no se definió en términos de la ingenuidad de su racionalismo, que solo se hizo evidente después de un lapso de tiempo, sino en términos de su trascendencia racionalista de las limitaciones anteriores. El romanticismo se vio a sí mismo como un cruce de las fronteras establecidas por los cánones del clasicismo, gracias a los nuevos espacios ganados más allá de esas fronteras. Y la expresión "literatura socialista" no tendrá un significado positivo hasta que también implique una trascendencia liberadora de límites.
Una cosa es seguramente indiscutible. Si nuestro arte ha florecido, es porque la libertad intelectual ha aumentado. El destino de la literatura checa depende vitalmente, justo ahora, del grado de libertad intelectual que existe. Tan pronto como uno menciona 'libertad', por supuesto, algunas personas parecen tener una reacción alérgica y objetan que la libertad debe tener sus límites en la literatura socialista. Porque, naturalmente, cada libertad tiene sus límites impuestos, por ejemplo, por el estado de los conocimientos contemporáneos, de la educación, del prejuicio, etc. ¡Pero ningún nuevo movimiento progresivo ha sido descrito nunca a partir de sus propias limitaciones! El renacimiento no se definió en términos de la ingenuidad de su racionalismo, que solo se hizo evidente después de un lapso de tiempo, sino en términos de su trascendencia racionalista de las limitaciones anteriores. El romanticismo se vio a sí mismo como un cruce de las fronteras establecidas por los cánones del clasicismo, gracias a los nuevos espacios ganados más allá de esas fronteras. Y la expresión "literatura socialista" no tendrá un significado positivo hasta que también implique una trascendencia liberadora de límites.
En nuestra sociedad se entiende como
una virtud más importante proteger las fronteras que cruzarlas. Las
consideraciones políticas y sociales más efímeras se utilizan para justificar
todo tipo de restricciones a nuestra libertad intelectual. Pero las grandes
políticas son políticas que establecen el interés de la época por encima del
interés del momento. La calidad de la cultura checa es, para la nación checa,
el interés de toda una época. Todo esto es más cierto en un momento en que la
nación enfrenta oportunidades bastante excepcionales. En el siglo XIX vivimos
al margen de la historia mundial. En este siglo vivimos en su mismo centro.
Esto, sabemos, no es un lecho de rosas. Pero la tierra milagrosa del arte
convierte el sufrimiento en oro. Incluso convierte la amarga experiencia del
estalinismo en un activo paradójico e indispensable.
Odio escuchar que se equipare al estalinismo con el fascismo. El fascismo, basado en el antihumanismo indisimulado, provocó una situación moral bastante simple; dejó intactos los principios y virtudes humanos, porque se presentó como su antítesis. Pero el estalinismo era el heredero de un gran movimiento humano que, incluso en medio de la maldad estalinista, conservaba algunas de sus actitudes, pensamientos, lemas, lenguaje y sueños. Ver semejante movimiento degenerar frente a los ojos de uno en algo completamente opuesto y despojarse de toda virtud humana, verlo convertir el amor por la humanidad en crueldad hacia las personas, convertir el amor por la verdad en delaciones y cosas por el estilo, fue presenciar la increíble degradación de los valores y cualidades humanas básicas.
Odio escuchar que se equipare al estalinismo con el fascismo. El fascismo, basado en el antihumanismo indisimulado, provocó una situación moral bastante simple; dejó intactos los principios y virtudes humanos, porque se presentó como su antítesis. Pero el estalinismo era el heredero de un gran movimiento humano que, incluso en medio de la maldad estalinista, conservaba algunas de sus actitudes, pensamientos, lemas, lenguaje y sueños. Ver semejante movimiento degenerar frente a los ojos de uno en algo completamente opuesto y despojarse de toda virtud humana, verlo convertir el amor por la humanidad en crueldad hacia las personas, convertir el amor por la verdad en delaciones y cosas por el estilo, fue presenciar la increíble degradación de los valores y cualidades humanas básicas.
¿Qué es la historia? ¿Qué es el
hombre en la historia? ¿Qué es realmente el hombre? Nadie podría dar la misma
respuesta a ninguna de estas preguntas después de tales experiencias.
Nadie será el mismo luego de atravesar este episodio de la historia. Y el
estalinismo, por supuesto, no es el único problema. Todo el curso de la
historia de nuestra nación, dividido entre la democracia, la esclavitud
fascista, el estalinismo y el socialismo, y aún más complicado por su cuestión
nacional única, presenta cada tema importante que ha convertido a nuestro siglo
XX en lo que es. Esto nos permite, tal vez, hacernos más preguntas y crear
mitos más significativos que las personas que no han sufrido tal anábasis. De ahí que, supongo, nuestra nación haya experimentado más que muchas otras en este
siglo y, si su genio ha estado alerta, ahora sabrá más que las demás. Este
mayor conocimiento podría probar que la trascendencia liberadora de los viejos
límites, que el cruce de los límites de la sabiduría tradicional sobre el
hombre y su destino podría conferirle a la cultura checa significado, madurez y
grandeza. Hasta ahora, estas son solo perspectivas, posibilidades, aunque
perfectamente realistas, como lo han demostrado muchos trabajos creados durante
los últimos años.
Una vez más, sin embargo, debemos
plantearnos la pregunta: ¿Nuestro público es consciente de estas posibilidades?
¿Sabe cuáles son sus propias posibilidades? ¿Sabe que la historia nunca ofrece
esas oportunidades dos veces? ¿Sabe que perder esa oportunidad significa dejar
escapar todo este siglo para nuestra nación checa? "Es de conocimiento
general", escribió Palacky, "que fueron los escritores checos
quienes, en lugar de dejar que la nación pereciera, la revivieron y le dieron
nobles objetivos para lograr". Son los escritores checos los responsables
de la existencia misma de la nación y siguen siéndolo hoy. Porque es del patrón
de la literatura checa, de su grandeza o mezquindad, de su coraje o cobardía, de
su provincialismo o su universalidad, de la que la respuesta a la pregunta
existencial de la nación depende en gran medida, a saber: ¿Vale la pena su
supervivencia? ¿Vale la pena la supervivencia de su idioma? Estas, las preguntas
más fundamentales en las raíces de nuestra nación de los últimos días, todavía
están esperando una respuesta definitiva. Todos los que, por su fanatismo, su
vandalismo, su falta de cultura o liberalidad, frustran el nuevo florecimiento
de nuestra cultura, amenazan también la vida misma de la nación.
1 comentario:
Y pensar que los checos, que nada tienen que ver con Cuba, han sido mucho más decentes con los cubanos que los miserables españoles. Cada vez que oigo eso de "la madre patria" me dan ganas de arrojar (igual que me pasa con el cuento de los "hermanos latinos").
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