viernes, 6 de septiembre de 2019

El humor es un canario



Ahora que parece pertinente hablar de humor y censura en Cuba vale la pena mencionar el detalle, frecuentemente ignorado, de que el humor fue una de las principales y más completas víctimas del mal llamado Quinquenio Gris. Nótese que digo “humor” y no “humoristas” porque si hubo humoristas concretos represaliados en aquellos años es algo que ignoro: así de bien lo hicieron. Porque no solo en los esplendores, hasta en las purgas culturales a los humoristas les va peor. Durante las grandes escabechinas nadie nota su ausencia hasta que no es demasiado tarde y ni siquiera se les menciona cuando se hace recuento de las víctimas, supongo que porque los bufones le quitan seriedad incluso hasta al grave oficio de ser víctima. Como si fuera natural que de repente todo un país se quedara sin cosas de qué reírse, sin seres que las conviertan en objeto de burla. Y es que ello es parte de una impecable lógica autoritaria: ya que se es incapaz de resolver los problemas de la realidad lo más cerca que se estará de alcanzar la perfección es eliminando a los que hagan notar los defectos.
Lo evidente de aquella masacre del humor es que lo único que sobrevivió fue un humor costumbrista, anclado en el pasado, que a duras penas intentaban mantener a flote viejas (y queridas) estrellas del teatro bufo. Hasta el gran Zumbado tuvo a bien dejar de publicar en aquellos oscurísimos años setentas para reaparecer con una compilación de sus "Limonadas" y la columna "Riflexiones" a principios de los ochenta. Lo indiscutible fue la profundísima crisis del humor de la que hablaban incluso los medios oficiales sin mencionar, por supuesto, su causa principal. Esto es: su profundo divorcio de la realidad, un divorcio, por cierto, inducido por las mismas autoridades que tuvieron a bien borrar a Lezama Lima o a Virgilio Piñera del panorama literario nacional o que la única salida que le ofreció a su más prometedora generación de escritores fue la del Mariel.
Tampoco es un misterio que si el humor finalmente revivió, si consiguió al fin ponerse a tono con la realidad cubana, fue gracias al esfuerzo espontáneo pero persistente (aunque al principio poco coordinado) de una generación de jóvenes que desde peñas estudiantiles y otros espacios marginales de producción cultural fueron conquistando poco a poco una zona visible de la escena teatral y, años más tarde, ciertos espacios televisivos. Pues todo eso (que no es mucho pero es todo lo que hay) es lo que está en peligro en estos tiempos. Y si parece poco, porque lo que les ocurra a los pobres humoristas siempre nos parecerá poco, véaseles como al clásico canario en la mina. Si ellos caen ahora es señal de que pronto la atmósfera será irrespirable para todos. Si no lo es ya, claro.

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