Me ha llegado recientemente un poema anónimo referidos a tres episodios de nuestra historia reciente que pongo a consideración de todos ustedes. Pueden hacer con él lo que quieran. Incluso ponerle música. O velas.
Despedida en tres adioses
I
La cotorra y el cotorro
se citaron para el sábado,
pero ella, con el calor,
la pobre, se ha desmayado.
La cotorra y el cotorro
estaban cotorreando
y el sol derritió en el podio
los últimos comentarios.
¡Ay pobrecita cotorra
la del piquito dorado,
rojinegra y verdeolivo,
sólo cayendo callando!
Los enanos se atarean
revoloteando a su lado
y llaman a la cordura
y, por debajo, a los santos.
El pueblo se queda en vilo
entre la risa y el llanto,
busca una señal, aguarda
a ver qué sale en los dados.
¿Continuará el cotorreo
a las siete menos cuarto?
La cotorra: “¡estoy entero!”
El cotorro: “¡se ha salvado!”
II
Pisó donde no había piso,
quizás por estar cansado
de pisar aquella tierra
por cuarenta y tantos años.
Dio en el aire tres brazadas
sobre un mar escalonado
y avanzó hacia el auditorio
con un marcial barrigazo.
Con el trasero hacia arriba
y la barbilla hacia abajo,
nos dejó entrever el rostro
del mañana. Del estrado
lo levantaron boqueando
órdenes en jerigonza
y aspavientos hipocráticos.
¿Se ha salvado, virgencita?
¡Puta madre, se ha salvado!
III
Después de un ingente esfuerzo
latino-no-america-no,
comenzó a sangrarle el colon
secreto al jefe de estado.
Dio la patria por herencia
al menor de sus hermanos
—un muchacho belicoso
de setenta y cinco años—
y entre señas y proclamas,
apariciones, recados
de asustados subalternos,
gorilas bolivarianos
y la farándula ab-zurda
que se fue a La Habana en vano
a celebrar sus ochentas,
se esfumó el homenajeado.
Mejorando hasta morirse
—que es como fue mejorando
Cuba con él—, se nos va
el equino-dinosaurio.
Que se muera, que se muera,
que se muera y bien morao;
que se lo trague la tierra,
que se lo coma un pescao.
CORO
Que se muera, que se muera,
que se muera y bien morao;
que se lo trague la tierra,
que se lo coma un pescao.
=
Despedida en tres adioses
I
La cotorra y el cotorro
se citaron para el sábado,
pero ella, con el calor,
la pobre, se ha desmayado.
La cotorra y el cotorro
estaban cotorreando
y el sol derritió en el podio
los últimos comentarios.
¡Ay pobrecita cotorra
la del piquito dorado,
rojinegra y verdeolivo,
sólo cayendo callando!
Los enanos se atarean
revoloteando a su lado
y llaman a la cordura
y, por debajo, a los santos.
El pueblo se queda en vilo
entre la risa y el llanto,
busca una señal, aguarda
a ver qué sale en los dados.
¿Continuará el cotorreo
a las siete menos cuarto?
La cotorra: “¡estoy entero!”
El cotorro: “¡se ha salvado!”
II
Pisó donde no había piso,
quizás por estar cansado
de pisar aquella tierra
por cuarenta y tantos años.
Dio en el aire tres brazadas
sobre un mar escalonado
y avanzó hacia el auditorio
con un marcial barrigazo.
Con el trasero hacia arriba
y la barbilla hacia abajo,
nos dejó entrever el rostro
del mañana. Del estrado
lo levantaron boqueando
órdenes en jerigonza
y aspavientos hipocráticos.
¿Se ha salvado, virgencita?
¡Puta madre, se ha salvado!
III
Después de un ingente esfuerzo
latino-no-america-no,
comenzó a sangrarle el colon
secreto al jefe de estado.
Dio la patria por herencia
al menor de sus hermanos
—un muchacho belicoso
de setenta y cinco años—
y entre señas y proclamas,
apariciones, recados
de asustados subalternos,
gorilas bolivarianos
y la farándula ab-zurda
que se fue a La Habana en vano
a celebrar sus ochentas,
se esfumó el homenajeado.
Mejorando hasta morirse
—que es como fue mejorando
Cuba con él—, se nos va
el equino-dinosaurio.
Que se muera, que se muera,
que se muera y bien morao;
que se lo trague la tierra,
que se lo coma un pescao.
CORO
Que se muera, que se muera,
que se muera y bien morao;
que se lo trague la tierra,
que se lo coma un pescao.
=
2 comentarios:
genial!
se los leía a mis colegas de oficina.
abrazo,
L.
Muy bueno, no lo había leido, muchas gracias
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