Tomado de 14ymedio
"Cuando veas caricaturas arder, pon tu constitución en remojo". La advertencia de Enrique del Risco cae pesada, por su lucidez, en el país de la jarana y el chiste nervioso. Es triste que llegue tarde, más de 65 años después de que –como observa Jorge Brioso en su prólogo a Historia y masoquismo (Furtivas)– la recién estrenada revolución de Fidel Castro censurara a un dibujante por ridiculizar a los rebeldes de Sierra Maestra.
El más reciente libro de Del Risco pone el dedo en la llaga más dolorosa del cubano: su tendencia a sufrir –con placer– persiguiendo utopías. El fervor por la voz del tirano, la rapidez con que se asume la intolerancia, el sometimiento, la capacidad de humillar, el culto a la vigilancia... el lado oscuro de la Isla ha estado tan presente en su historia como el llevado y traído humor tropical.
Quizás, de hecho, ambos sean síntomas de un defecto de carácter más profundo y que la palabra masoquismo apenas comienza a expresar. Pues "el totalitarismo", como asegura Del Risco, "más que un régimen político es una cultura, una civilización, una costumbre".
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